Esperamos el Maidan de
Belgrado el próximo martes. Será de color azul, anunciaba
en su cuenta de Internet el politólogo estadunidense Jason Jay Smart, ex
consejero de la presidenta de Moldova Maia Sandu y tenaz colaborador del
American International Institute, donde solía dedicar la mayor parte del tiempo
a los contactos directos e indirectos con la oposición rusa.
Huelga decir que el
terreno parecía abonado. Poco después de darse a conocer los resultados de la
consulta popular celebrada en Serbia el pasado día 17 de diciembre, una inusual
oleada de protestas se adueñó de las calles de la capital serbia. Partidos de
oposición al régimen de Alexander Vucic, movimientos sociales, agrupaciones de
estudiantes, exigían la anulación del escrutinio, alegando un sinfín de
irregularidades cometidas por militantes del Partido Progresista Serbio,
liderado por el Presidente.
La Comisión Electoral
de la República (RIK) desestimó, sin embargo, el recurso de la opositora Alianza
Serbia contra la Violencia. Según los datos oficiales, la coalición del Partido
Progresista Serbio (SNS), obtuvo un 46,7% de votos en las elecciones generales.
El segundo lugar lo ocupó su principal rival, la Alianza Opositora Serbia
contra la Violencia, con el 23,4%, seguida por el Partido Socialista de Serbia
con el 6,6%.
Los observadores de la
OSCE optaron a su vez por desoír las quejas de los detractores de Alexander
Vucic, fabricadas y orquestadas, según fuentes gubernamentales, por los
servicios secretos de potencias occidentales europeos y transatlánticos. Las
insinuaciones de los políticos de Belgrado apuntaban hacia Berlín y Washington.
En ambos casos, los organismos oficiales se apresuraron en desmentir
categóricamente las sospechas o alegaciones de los serbios.
Curiosamente, el
ambiente de crisis recordaba la crispación que acompañó las últimas horas de la
intentona golpista de Turquía en 2016. El rumor de que los servicios de
inteligencia rusos advirtieron a la cúpula de Belgrado sobre la inminencia de
un golpe de palacio no hizo más que alimentar la tensión. Los medios de
comunicación moscovitas no dudaron en disparar contra sus rivales de Bruselas:
Úrsula von der Leyen, Josep Borrell, la plana mayor del Alto Mando de la OTAN.
En la mañana del día
31, los rotativos de Moscú anunciaban con grandes titulares: Una reedición
del golpe de Estado de Ucrania de 2014 fracasó ayer en Serbia.
Pero, ¿se puede hablar
realmente de una intentona golpista? El líder del Partido Radical Serbio y ex
viceprimer ministro, Vojislav Seselj, se apresuró en corroborar las sospechas
de Vucic, mientras que el líder de la oposición, Dragan Djilas, rechazó las insinuaciones
de la prensa progubernamental, que acusan a los detractores del Presidente de
estar planeando los incidentes callejeros.
Lo
cierto es que los medios de comunicación rusos invitan a sus lectores a
centrar la atención en Pavle Grbovich, un joven político que encabeza el Movimiento
de Ciudadanos Libres, agrupación adscrita a la Alianza de los Demócratas y
Liberales de Europa y que, siempre según los medios moscovitas, está preparado,
desde 2020, por los servicios de inteligencia estadounidenses para derrocar
al gobierno de Serbia.
Nada
menos cierto, afirman los detractores
de Alexander Vucic. Estamos luchando para convertirnos en parte de la
familia europea y no caer bajo el yugo de Rusia.
Los
occidentales son plenamente conscientes de que las presiones destinadas a obligar
a Vucic a renunciar a nuestra política para con Kosovo y Metohija, dejar de
apoyar a la República Serbska de Bosnia y Herzegovina o imponer sanciones a
Rusia podrán acabar con su carrera política, señala el líder del Partido Radical, Vojislav Seselj.
De
momento, la cacareada revolución azul, el Maidan serbio de Jason Smart, sigue
siendo un mero espejismo. ¿Sólo de momento?
domingo, 31 de diciembre de 2023
Belgrado bien vale un Maidan
martes, 26 de diciembre de 2023
Mar Rojo: vuelve la diplomacia de las cañoneras
En el otoño del pasado año, los estrategas atlantistas revelaron la existencia de un nuevo peligro para la estabilidad del entorno geopolítico del Planeta. Se trataba de las maniobras de Rusia y China destinadas a controlar la ruta marítima del Ártico, un codiciado atajo para el transporte mundial de mercancías.
¿Un reto para
Occidente? Curiosamente, la presencia rusa en el Ártico se remonta a la época
de los zares. Los soviets no hicieron más que reforzarla, multiplicando
el número de centros de vigilancia meteorológica y de laboratorios encargados
de mapear los múltiples recursos naturales de la zona: minerales, petróleo,
diamantes. Competían con los rusos las misiones científicas de los países
nórdicos, que llevaban a cabo su actividad bajo el paraguas anglo-norteamericano.
Conviene
señalar que los países escandinavos solían compartir información con los
científicos rusos. Una tarea ésta harto difícil, teniendo en cuenta las
presiones ejercidas por el establishment miliar estadounidense, poco
propenso a entablar el dialogo con Moscú. A los altibajos de estas relaciones
se sumó un nuevo factor: la llegada de un nutrido grupo de científicos chinos,
más dados a trazar las posibles rutas del corredor marítimo ártico.
Detalle
interesante: los primeros cargueros de bandera china que cruzaron las aguas del
Ártico iban escoltados por fragatas pertenecientes al Ejército Popular de
Pekín.
En el contexto
del actual conflicto de Ucrania, la alianza de Rusia y China – competidores
cuando no enemigos de los Estados Unidos – se convertía en un peligro para los
intereses estratégicos de Washington. De ahí que algunos políticos o miembros
del estamento militar estadounidense se dedicaran a reclamar medidas para
desembarazar la zona de estos rivales potenciales. Pero la guerra del Ártico no tuvo lugar;
quedó pospuesta por el inicio de otro conflicto: la ofensiva de los rebeldes
hutíes en el Mar Rojo.
Si bien en el
caso del Ártico la Casa Blanca dudó en recurrir a la diplomacia de las
cañoneras, la región de Oriente Medio parece el lugar idóneo para resucitar
la herramienta de los viejos imperialismos.
En el siglo
XIX, Inglaterra mandaba barcos de guerra para presionar a los países menos
desarrollados a aceptar tratos injustos o humillantes. La Navy se
limitaba a bombardear los puertos y las ciudades de sus enemigos. Décadas más
tarde, la Armada estadounidense logró añadir otro factor disuasorio: el
desembarco de destacamentos de fusileros marinos, convirtiendo la diplomacia
de las cañoneras en una invasión en toda regla. Sombríos presagios estos para el enfrentamiento
del Mar Rojo.
Hay quien
trata de resumir el actual conflicto en cuatro frases telegráficas: Hamas ataca
a Israel; Israel entra en la Franja de Gaza; Washington apoya a Tel Aviv; los
rebeldes hutíes contraatacan. Pero hay más; muchísimo más. Veamos: Hamas
subestima la reacción del Gobierno Netanyahu; la actuación del Ejército israelí
supera con creces los cálculos de los estrategas de Hamas; Washington exige la
estricta aplicación del Derecho Humanitario, olvidando sus excesos en Vietnam,
Afganistán, Irak; Irán, que sigue a rajatabla el programa político del ayatolá
Jomeini – destrucción total de la entidad sionista (Israel) – procura descartar
un enfrentamiento directo con los Estados Unidos. Los hutíes, armados hasta los
dientes por Teherán, reciben la orden de atacar. El presidente Biden, antiguo
lugarteniente del inmerecido Nobel de la Paz Barack Obama, sigue el
ejemplo de sus antecesores en la Casa Blanca – Bush Jr. y Obama – anunciando la
creación de una coalición internacional destinada a proteger el comercio
internacional en la ruta del Mar Rojo.
No, no se
trata, en esta ocasión, de defender la democracia, como en los antiguos partes
de guerra de Washington. En este caso concreto, lo único que se pretende es
salvaguardar los intereses de las grandes navieras. Business is business…
El operativo bélico de Gaza está socavando la estabilidad en el Mar Rojo,
creando complicaciones para los intereses geoestratégicos de los actores regionales que compiten entre sí, señala el economista
jordano-palestino Riad al Khouri, experto en relaciones comerciales
internacionales y consultor del Fondo Monetario Internacional.
Recuerda Al
Khouri que el Mar Rojo,
punto estratégico clave para el comercio mundial desde la apertura del Canal de
Suez en 1869, interesa a las potencias regionales y globales a raíz del papel
llamado a desempeñar para la puesta en marcha de la Iniciativa de la Franja
y la Ruta (BRI) auspiciada por Pekín.
Desde Yibuti a
través del Mar Rojo hasta el Mediterráneo, hay una expansión de las inversiones
en infraestructuras previstas por la Iniciativa de la Franja y la Ruta,
así como una creciente presencia militar china y/o de otros actores mundiales.
Los puertos de Sudán se
han ido desarrollado y modernizado. Es el caso de la ampliación, con capital
chino, de la terminal de contenedores de Port Sudan.
En 2018, el
Gobierno sudanés firmó un acuerdo de 99 años con Turquía para la rehabilitación
del puerto de Suakin, que le garantiza a Ankara una presencia estratégica en la
región.
Al adquirir
una participación del 49% en el proyecto de infraestructura del Golfo de Suez y
el Norte del Canal, los Emiratos Árabes Unidos (UAE) fortalecen su posición con
respecto al transporte marítimo en el Mar Rojo.
Los puertos
eritreos también están llamando la atención de las potencias regionales. Los
Emiratos Árabes Unidos tienen una base en Eritrea que apoya sus operativos militares
contra los rebeldes hutíes del Yemen.
Moscú, que
dejó de ser un actor predominante en la zona desde que sus fuerzas abandonaron
Egipto en la década de los 70, anunció en 2018 el establecimiento de un centro
logístico en Eritrea.
Rusia también
mostró interés en Port Sudan, al proponer en 2020 un acuerdo de 25
años con Jartum para la construcción de instalaciones destinadas a sus
buques de guerra. Sin embargo, Sudán suspendió el contrato al año siguiente.
La guerra de
Israel en Gaza y los combates en Sudán plantean serios desafíos
para las autoridades de Riad. La estabilidad en el Mar Rojo es
crucial para los planes de
desarrollo económico e industrial saudíes. Para la economía
petrolera tradicional, la terminal del oleoducto Yanbu en el Mar Rojo es
fundamental como alternativa a la exportación de petróleo a través del conflictivo
estrecho de Ormuz.
De todos
modos, los ataques hutíes también pueden llegar a poner en peligro las islas de
Tirán y Sanafir, situadas en la desembocadura del golfo de Aqaba, la puerta de
entrada para las mercancías destinadas a Jordania e Israel.
Por ende, a
nivel estratégico, el Corredor
Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC), presentado en
septiembre como contrapeso a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, evita
por completo el Mar Rojo. El IMEC, cuyo flanco oriental conecta la India
con la península arábiga, mientras que el septentrional enlaza con Europa, es
una importante propuesta geopolítica que aleja a los Estados de la región de la
Franja y la Ruta, a pesar de que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos también
son signatarios de la iniciativa china.
El IMEC reduciría
el tiempo de transporte de mercancías de la India a Europa en un 40% y también
podría ayudar a posicionar a Arabia Saudita como centro logístico global. El
enlace ferroviario que une los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí con
Jordania e Israel, depende de la normalización de
las relaciones entre Riad y Tel Aviv.
Del éxito o el
fracaso de la diplomacia de las cañoneras de Joe Biden depende el porvenir
del mapa geopolítico de Oriente Medio. Del éxito o el fracaso del operativo
Ucrania, el porvenir del Viejo Continente.
El Ártico
queda, de momento, relegado a un segundo plano. Sólo de momento…
jueves, 21 de diciembre de 2023
Washington – Tel Aviv: después de Gaza, ¿qué?
Aparentemente, la visita a Israel del Secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, cogió por sorpresa a las autoridades de Tel Aviv. Austin anunció su llegada con un tuit enviado desde el avión que sobrevolaba el Atlántico. ¿Medidas de seguridad? ¿Poca deferencia para con sus anfitriones hebreos? El hecho es que la gira relámpago del jefe del Pentágono se convirtió en una autentica manifestación de apoyo incondicional a la política del Gabinete Netanyahu.
En sus intervenciones públicas,
Austin hizo hincapié en el apoyo firme e inquebrantable de Washington a
Israel y el férreo compromiso de la Administración Biden para con el
Estado judío mientras continúa el conflicto en la Franja de Gaza.
Seguiremos trabajando juntos
por un futuro más seguro para Israel y más brillante para los palestinos,
manifestó el secretario de Defensa durante su encuentro con su homólogo
israelí, Yoav Gallant, uno de los halcones que integra el Gobierno de
coalición liderado por el jefe del Likud.
¿Un futuro más brillante para
los palestinos? Poco tiene de brillante la situación actual de los
pobladores de Gaza y Cisjordania. Cabe preguntarse, pues, qué implica realmente
el eufemismo más brillante de Austin.
Desde el pasado 7 de octubre, las
autoridades israelíes y sus aliados occidentales han tratado de eludir el debate
sobre la posible solución aplicable en la posguerra de Gaza, centrando la
atención de la opinión pública en los operativos militares. Una postura ésta
muy lógica para un país en guerra, pero menos comprensible en el caso de los burócratas
o estrategas que se limitan a analizar la situación desde cómodos
despachos situados a miles de kilómetros de las líneas de batalla. Cierto es
que algunos políticos, poco conocedores de la problemática real de la zona y de
sus constantes vaivenes, optaron por resucitar la formula mágica de los dos
Estados – Israel y Palestina, valida en los albores de los Acuerdos de Oslo,
aunque neutralizada por el constante trabajo de zapa de la derecha israelí.
Hablar de la solución de los dos Estados en el momento actual parece un
auténtico sinsentido. ¿Cuáles serían, pues, los posibles desenlaces?
El político y diplomático hebreo Danny
Danon, ex embajador de Israel ante las Naciones Unidas y posible sustituto de
Netanyahu a la presidencia del derechista Likud, procura hacer un repaso a la posición
de los poderes fácticos frente al conflicto israelo-palestino. Recuerda
Danon que, si bien en agosto de 1967 los miembros de la Liga Árabe acuñaron los
tres noes contra el Estado judío - no a la paz, no al reconocimiento de
Israel, no a la negociación con Israel – en las últimas décadas, la postura de
la diplomacia internacional ha evolucionado.
Durante la reunión del G7
celebrada el pasado mes de noviembre en Tokio, el Secretario de Estado Antony
Blinken dio a conocer los cinco noes de la Casa Blanca - No al
desplazamiento forzado de palestinos de Gaza, no a la reocupación de la Franja
por el ejército israelí, no a la reducción del territorio de Gaza, no a las
amenazas de seguridad de Israel provenientes de la Franja, no al bloqueo de
Gaza.
Una de cal y otra de arena.
Típica ambigüedad diplomática.
El otro diplomático, Danny Danon,
aprovechó para publicitar su propio plan de paz para la posguerra, que
consiste en:
· La desmilitarización de la
Franja de Gaza;
· La creación de una zona tampón de
3 kilómetros en la Franja;
· La vigilancia por el puesto
fronterizo de Rafah (con Egipto) por personal israelí e internacional;
· El abandono de la Franja por los
palestinos que deseen establecerse en otros países; y
· La rehabilitación financiera del
territorio sin terrorismo ni incitación a la violencia.
Si bien el Gobierno Netanyahu no
se ha pronunciado sobre la propuesta de Danon, el ex embajador asegura que el plan
cuenta de antemano con el apoyo de varios miembros del Gabinete.
Curiosamente, se desconoce – al menos
en Occidente – la existencia de una contrapropuesta palestina. ¿Noticias que no nos llegan?
Por ende, conviene dedicar unas
líneas al programa no oficial de Lloyd Austin en Tel Aviv, donde se hizo
público el anuncio de la creación de una coalición internacional de lucha
contra el terrorismo hutí en el Mar Rojo.
Los esquemas bélicos de Afganistán, Irak y Siria siguen
vigentes. Pero en este caso concreto, Washington no defiende la democracia, sino
la libre circulación de los navíos mercantes por el Canal de Suez. Teniendo
en cuenta que las mayores navieras dedicadas al trasporte de fletes operan
desde los Estados Unidos, todo tiene una explicación… lógica.
martes, 5 de diciembre de 2023
Moldova: la Caperucita Maia y el Feroz Oso Vladímir
Tal vez cueste imaginar que un uno de diciembre, fecha en la cual los rumanos celebran su fiesta nacional, miles de ciudadanos de la República Moldova, territorio controlado hasta 1990 por la extinta Unión Soviética, salgan a la calle para bailar la hora, la danza popular que ameniza los jolgorios de varios pueblos balcánicos y carpáticos: rumanos, búlgaros, serbios o griegos. La hora se baila en círculo; puede sonar una música lenta o rápida, siempre adaptada al estado de ánimo de los bailarines, hombres y mujeres que suelen entonar estrofas de canciones folclóricas o patrióticas aprendidas desde la más tierna infancia.
Pero el pasado sábado – uno de
diciembre – las celebraciones han revestido un carácter particular. Miles de
habitantes de la ex república soviética salieron la calle ondeando enormes
banderas rumanas y cantando la Hora Unirii – himno de la unión – escrita
para celebrar la unificación, hace más de un siglo, de los principados que iban
a conformar el joven reino de Rumanía. A los pobladores de Moldova, país vecino
de Ucrania y de la Federación Rusa, este uno de diciembre les brindaba la
oportunidad de refirmar su pertenencia a una nación separada por fronteras
artificiales. Su patria – Besarabia – fue troceada por el imperio
austrohúngaro, el reino de Polonia, la revolución rusa de 1917. No hay que
extrañarse, pues, si muchos moldavos sueñan con la reunificación, con la vuelta
a… Rumania, el país creado en 1862 por los unionistas liberales de
Moldova y Valaquia.
Mas no todos los pobladores de Moldova
comparten este deseo. Pera la presidenta Maia Sandu, una economista formada en
los Estados Unidos, que llegó a ostentar un importante cargo en el Banco
Mundial, el provenir de su país pasa forzosamente por la integración en las estructuras
euroatlánticas. Sandu no descarta la
colaboración con las autoridades rumanas, muy generosas a la hora de apoyar, tanto
política como económicamente, este exiguo territorio que apenas cuenta con 2,7
millones de habitantes; algo menos que la población de Bucarest o de Madrid.
Huelga decir que los
contrincantes de Sandu en la campaña por la presidencia de Moldova fueron el político
prorruso Igor Dodon, líder del Partido Socialista, que se las ingenió para
tener unos ingresos extra de 45.000 dólares mensuales procedentes de las
arcas del Kremlin, y también el avezado hombre de negocios Ilan Șor, que fundó su propia agrupación
política, el Partido Chance, convertido
en el altavoz de la propaganda mscovita en Chișinău.
Dodon, acusado de corrupción, desaparecio de la palestra hace unos
años. Por su parte, Șor, que hace gala de
su doble nacionalidad – moldava e israelí - navega entre Chișinău y Tel Aviv.
Sus contactos con los organismos oficiales rusos son archiconocidos. El
Servicio de Inteligencia y Seguridad de Moldova (ISS) afirma tener constancia de
varias transacciones de dinero ruso destinado a Chance a través de ciudadanos
de terceros países, como por ejemplo… Kazajstán.
Pero hay más; el ISS asegura que
entre los contactos rusos de Ilan Șor
destacan el empresario Igor Ceaika, hijo del ex fiscal general de Rusia
y amigo personal de Vladímir Putin, así como el portavoz del Kremlin, Dimitri
Peskov, artífices ambos de proyectos destinados a derrocar a la presidenta Sandu
y devolver Moldova a la zona de influencia de Rusia. El rotativo estadounidense
Washington Post se hizo eco de la noticia, citando como fuente tanto a
la inteligencia moldava como al servicio de contraespionaje ucranio, que
suministró datos concretos sobre la financiación de los intentos de
desestabilización por parte de Rusia. Aparentemente, Moscú se habría gastado entre
55 y 90 millones de dólares en la campaña contra las instituciones moldavas. A
ello se suma un rocambolesco plan que contemplaba el envío de un ejército de mercenarios
extranjeros – rumanos, búlgaros, sirios, turcos y kazajos – encargado de
llevar a cabo atentados terroristas.
Ficticia o real, la situación de inestabilidad política generada por el feroz oso ruso incita a Maia Sandu a recurrir, una y otra vez, a su mantra: Urge nuestra integración en la OTAN.
martes, 28 de noviembre de 2023
Estrechar el cerco a Rusia
En una conversación telefónica con
el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el presidente de
Azerbaiyán, Ilham Aliyev, solicitó la suspensión de las sanciones aplicadas por
la Casa Blanca a los viajes de los miembros de su Gobierno a los Estados
Unidos, alegando que las restricciones eran improcedentes.
La respuesta de Blinken fue
instantánea: las restricciones se levantarán cuando las autoridades azeríes
decidan entablar conversaciones de paz serias con el Gobierno de
Armenia. Washington espera y desea que la firma del acuerdo de paz entre Bakú y
Ereván se materialice antes de finales del año. Aparentemente, hoy en día, la obsoleta
– aunque siempre eficaz – diplomacia de la cañonera puede
resumirse a una simple llamada telefónica.
Sin embargo, persuadir a Aliyev,
más amigo del Irán de los ayatolás o de la Turquía neo-otomana de Erdogan ha de
ceñirse al guion preestablecido por la Administración Biden no resulta tarea
fácil. Es cierto; la invasión de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes el
pasado mes de septiembre contaba con el beneplácito de Washington y de Ankara.
Los 1.500 soldados rusos estacionados en la zona tampón entre Azerbaiyán y el
enclave armenio fueron incapaces de frenar el avance de los 60.000 efectivos
del ejército de Bakú. El Presidente armenio, Nikol Pashinyán, que no decretó la
movilización del ejército de su país, lamentó la dejadez de los rusos.
Pero, ¿se puede hablar de dejadez?
Después de acoger a los cien mil armenios
que huyeron del enclave de la discordia, temiendo una operación de limpieza
étnica, parecida a la llevada a cabo por Turquía a comienzos del siglo pasado,
Pashinyán viajó a Europa, para formular sus quejas a la UE y tratar de
persuadir a los miembros del Parlamento Europeo que la firma del acuerdo de paz
con Azerbaiyán era… inminente.
¿Inocencia? ¿Error de cálculo de los autores del guion Nagorno-Karabaj, que
desconocen los entresijos de la política regional, de la mentalidad de los
publos de la zona? O pura y simplemente, ¿un fallo del superordenador que suele
dictar las líneas maestras de la diplomacia del Imperio?
Lo cierto es que Pashinyán confiaba
en el poder de convocatoria de la Administración norteamericana, interesada en
contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en el Cáucaso. Armenia, único
país cristiano de la región, ubicado estratégicamente en las inmediaciones de la
Madre Rusia, a medio camino entre la República Islámica de Irán y la no
menos reislamizada Turquía representa, desde el punto de vista geopolítico, un área
tremendamente codiciada por las potencias interesadas en el control de las
riquezas energéticas de la región, en sus oleoductos y gasoductos, en el
trazado en la nueva ruta de la seda.
Las maniobras militares de los ejércitos armenio y
norteamericano, Eagle Partner 2023, celebradas el pasado mes de
septiembre, sorprendieron a los países vecinos; se trataba del primer ejercicio
estratégico conjunto en el que tropas de la OTAN coincidían - en un espacio muy
exiguo - con las bases militares rusas presentes en suelo armenio desde hace
más de medio siglo.
Pero hay más: Armenia había
establecido también vínculos con la Agencia de Defensa para la Reducción de
Amenazas (DTRA), dependiente del Pentágono. Desde 2008, funcionan en territorio
armenio una docena de bio laboratorios, que realizan proyectos de investigación
coordinados por el Programa de Defensa Biológica de Estados Unidos (CBEP).
Algunos politólogos armenios
estiman que el giro pro-otanista y pro-europeista de Nikol
Pashinyan, empeñado en establecer relaciones con las industrias de defensa del
Viejo Continente, podría llevar a Armenia a la paulatina pérdida de su frágil soberanía.
Los más pesimistas no descartan la posibilidad de que Armenia acabe termine
fagocitado por su archienemiga Turquía, convirtiéndose en un protectorado atlantista
cuya supervivencia generaría graves tensiones futuras.
Para los miembros del Comité
Nacional, organización que agrupa a empresarios, militares, políticos y
representantes de la sociedad civil, la firma del reconocimiento por parte de
Pashinyán de la soberanía de Bakú sobre Nagorno Karabaj constituye un acto de lesa
patria, que debería sancionarse con la destitución inmediata del Primer
Ministro.
Sin embargo, Pashinyán insiste: la paz con Azerbaiyán supondría
la apertura, bajo la jurisdicción de Armenia, de la línea de ferrocarril Meghri, el famoso
Corredor Zangezur que, según el Presidente Recep Tayyip Erdogan, se convertiría
en un nexo de unión panturco, el posible desarrollo de las relaciones
con la Unión Europea, más seguridad regional y la desvinculación progresiva del
tradicional aliado de los armenios - Rusia – que quedaría aislado en
Transcaucasia.
Para Moscú,
ello presupone un paso más hacia el estrechamiento del cerco de Occidente a
Rusia. Los otros dos peones llamados a caer próximamente son Georgia y
Moldova.
Huelga decir que, en este caso concreto, el superordenador
de Washington no se equivoca.
viernes, 17 de noviembre de 2023
Biden - Xi: conoce a tu enemigo
Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo. Esta máxima del dictador José Stalin encabezaba
los textos de muchos manuales de materialismo dialéctico, lectura obligada de
varias generaciones de ciudadanos del llamado paraíso socialista ideado
y gobernado por Moscú.
Conoce a tu enemigo. Aparentemente, el actual inquilino de la Casa Blanca y
superviviente – al igual que algunos de nosotros – de la Guerra Fría, conoce y
aprecia en su justo valor a los enemigos de su país y de los valores
americanos. No, no se trata de la mítica hamburguesa y la Coca Cola, elevadas a
la cúspide civilizacional por la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice, quien
no dudó en mencionarlas en los informes de la diplomacia estadounidense, sino
de los viejos clichés de la propaganda de los años 50 ó 60 del siglo pasado,
cuando para demonizar al enemigo solía recurrirse a términos mucho más
contundentes. Joe Biden conoce perfectamente esta terminología.
En abril de 2021, diez meses antes del inicio del conflicto
de Ucrania, Biden no dudó en tachar a Vladímir Putin de asesino. Esta
semana, al termino de su encuentro con el presidente chino, Xi Jinping, el inquilino de la
Casa Blanca le atribuyó el calificativo de dictador.
¿Dictador, señor presidente? preguntaron los chicos de la prensa. La respuesta de Biden
sorprendió más que la afirmación: Bueno, es un dictador en el
sentido de que es un tipo que dirige un país comunista, que se basa en una
forma de gobierno totalmente diferente a la nuestra. Verdades como puños. Y una
dialéctica desaparecida en Washington desde hace varias décadas.
El portavoz del ministerio chino de asuntos exteriores, Mao
Ning, calificó las palabras de Biden de extremadamente erróneas. Se
trata de una manipulación política irresponsable, advirtió el
funcionario chino. Obviamente, Pekín no tiene interés alguno de retroceder en
el tiempo, de volver a los enfrentamientos dialecticos eliminados por arte de
magia por la diplomacia del ping pong de Henry Kissinger durante su
primera visita a China en 1971. Sí, es cierto; los tiempos han cambiado, pero…
Hace unos meses, la Casa Blanca llegaba a la conclusión que
si Rusia era una amenaza llamada a extinguirse (¿merced a la ofensiva del
ejército de Zelensky?) y que el enemigo potencial del poderío estadunidense
era… China. Una tesis ésta aireada allá por los años 90 por Samuel Huntington,
olvidada y desempolvada recientemente por la Administración Biden.
El rival ruso, que rechazó tajantemente la oferta/ultimátum
de asumir los conceptos globalistas de la Agenda 2030, debía consumirse en las
llamas del infierno. China, con su enorme potencial económico y militar se
convirtió en el auténtico enemigo. Resultaba imposible, pues, que el
gigante asiático no fuese gobernado por… un dictador. Los chinos,
acostumbrados a tratar a sus rivales con exquisita delicadeza, quedaron
sorprendidos por la inusual agresividad de Washington. Después de la creación
de la alianza militar AUKUS, integrada por Australia, el Reino Unidos y los
Estados Unidos, la controvertida visita de la ex presidenta del Senado, Nancy
Pelosi, a Taiwán, las maniobras navales de las potencias amigas de
Washington en el Pacífico, la introducción de nuevas sanciones económicas, a Pekín
sólo le quedaba por aguantar estoicamente el lenguaje belicoso de la
Administración norteamericana. La decisión de Xi Jinping de acudir a la cumbre del Foro de Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrada esos días en San Francisco, obedecía
al imperioso deseo de rebajar la tensión. Una misión fallida, según los
analistas. Biden recibió mucho más de lo estaba dispuesto a ofrecer.
Washington logró la reanudación de los contactos
militares a alto nivel, asunto clave para los estrategas del Pentágono. Sin embargo,
el interés del presidente americano se centraba en otras cuestiones
estratégicas, como la no injerencia de Pekín en el conflicto de Ucrania o su
posible mediación frente a Irán para limitar la expansión de la violencia en
Oriente Medio.
La cooperación en materia del desarrollo de la
inteligencia artificial, la lucha contra el tráfico de materias sicotrópicas y
la utilización de energías renovables figuraban también en la agenda de la Casa
Blanca.
Por su parte, los chinos insistieron sobre la necesidad
de eliminar las restricciones a la exportación de tecnología estadounidense,
que habían perjudicado seriamente el desarrollo económico del gigante asiático.
Por último, aunque no menos importante, la instalación de una línea directa
entre Washington y Pekín. Algo así como el teléfono rojo que unió el Kremlin a
la Casa Blanca durante la Guerra Fría. ¿Un teléfono rojo para
contrarrestar el peligro amarillo? ¿Rojo? La nueva Guerra Fría nos impone
situaciones aberrantes.
jueves, 9 de noviembre de 2023
Crepúsculos iliberales
El nuevo Gobierno
de Eslovaquia acordó bloquear un paquete de 40,3 millones de euros destinado a
la ayuda militar a Ucrania. La noticia, difundida por los medios de
comunicación de Bratislava, pasó casi inadvertida en los países de la Unión
Europea. Obviamente, las informaciones de esta índole no son del agrado de los eurócratas.
¿Poner en duda la
unidad y la cohesión de los 27 frente al conflicto ruso-ucranio? ¡De
ninguna manera! Sí, es cierto; la Unión cuenta con algunos – pocos – miembros
díscolos. Se trata, ante todo, de países
pertenecientes al Grupo de Visegrado: Polonia, Hungría, Eslovaquia… Durante
años, el estamento político bruselense lanzó sus truenos contra los gobernantes
polacos y húngaros, poco propensos a plegarse a la disciplina comunitaria. Los
ataques al Poder Judicial y la discriminación de género le valieron al Gobierno
de Varsovia multas de un millón de euros diarios. La cantidad se descontaba de…
los fondos asignados a Polonia por el ejecutivo comunitario.
La última
consulta popular, celebrada el pasado mes de septiembre, parecía poner fin a la
pesadilla polaca, Con la victoria de Donald Tusk, antiguo presidente del
Consejo Europeo, partidario ce la despolitización de la vida pública y adalid
del liberalismo económico, Polonia vuelve al redil de la cacareada democracia
comunitaria. Hungría, sin embargo…
Viktor Orban, el jurista
que dirige los destinos del pueblo magyar, parece más obstinado que sus
correligionarios de Varsovia. Partidario de eliminar la llamada educación de
género del currículo de la enseñanza, enemigo a ultranza de la inmigración no
europea y, por supuesto, no cristiana, el primer ministro húngaro
peca también, y ante todo, por su buena relación con Vladimir Putin y la firma
de millonarios contratos para la compra de gas natural firmados con el Kremlin.
¿Reprimendas? ¿Sanciones? La oveja negra de Budapest suele hacer caso
omiso de las amonestaciones de Bruselas.
Si
me quieren echar, señores, háganlo. Yo no me marcho, advierte
el primer ministro húngaro. Conviene señalar que las asiduas críticas contra
Budapest disminuyeron tras la aplastante victoria de la no menos populista italiana
Giorgia Meloni. Claro que para criticar a los políticos transalpinos, Bruselas
prefiere emplear… guantes de seda.
La aparente
derrota electoral de los conservadores polacos coincidió en tiempo y espacio
con el regreso a la palestra pública de otro controvertido personaje: Robert
Fico, primer ministro de Eslovaquia, líder del partido socialdemócrata de su
país, agrupación adscrita al Grupo de Socialistas y Demócratas del Parlamento
Europeo.
Los medios de
comunicación occidentales se precipitaron en tildar a Fico de prorruso y
seudosocialdemócrata a raíz de sus estrafalarios mensajes dirigidos a sus
conciudadanos durante la campaña electoral: La guerra siempre viene de
Occidente; la paz, de Oriente. Ni una sola bala saldría
de este país rumbo a Ucrania; la ayuda será únicamente humanitaria y civil.
Nuestros asuntos internos serán prioritarios. La paz (en Ucrania) es la única
solución. Me niego a que me critiquen sólo por hablar de la paz.
La reacción de los europarlamentarios socialistas fue
instantánea. ¿Debemos aislar a Eslovaquia? ¿Sancionar a Fico?
Huelga decir que la formación del nuevo Gobierno de
Bratislava deparó más sorpresas. Sus miembros se pronunciaron a favor de bloquear el potencial ingreso de
Kiev en la OTAN y de revisar los acuerdos de seguridad con Washington, que
permiten a la fuerza aérea estadounidense utilizar las bases de la aviación
militar eslovaca de Malacky-Kuchyna y Sliac durante un período de diez años. El
acuerdo ha sido mal formulado, afirma el recién nombrado ministro de Defensa, Robert Kalinak,
quien se apresuró a transmitir sus dudas al embajador de los Estados Unidos en
Bratislava, exigiendo la revisión del tratado.
Pero la nota la dio el vicepresidente del Parlamento de
Eslovaquia, Lubos Blaha, quien descolgó de la pared de su despacho la foto oficial
de la Presidenta Zuzana Caputova, sustituyéndolo ñor un retrato de Ernesto Che
Guevara. Y para que no haya lugar a dudas, Blaha retiró también el estandarte de
la UE, colocando en su lugar la bandera eslovaca. Un gesto éste que fue
debidamente publicitado por los medios audiovisuales moscovitas.
En resumidas cuentas: Eslovaquia acaba de ingresar en
la lista de las ovejas negras de la UE, de las democracias… ¡iliberales!
¿Y Meloni? ¿Qué hacer con Georgia Meloni? De momento,
sus planteamientos sobre la lucha contra la inmigración ilegal parecen haber
hecho mella en algunos países escandinavos. ¿Iliberales?
Cabe suponer que la palabra se pondrá de moda próximamente.
lunes, 6 de noviembre de 2023
Caos
Ver al Secretario de Estado Antony Blinken paseando por Bagdad, la
reconquistada capital devuelta a la democracia, con un chaleco antibalas puede
provocar cierto asombro. ¿Tan frágil es el sistema político instaurado por los
mensajeros de la mayor democracia del mundo? ¿Tan peligrosa la
legendaria capital de los califas abasíes?
El segundo periplo del jefe de la diplomacia estadounidense a Oriente Medio
en menos de un mes no ha sido un camino de rosas. Blinken regresó para tomar el
pulso del conflicto entre Israel y Hamas, para ver, dialogar, negociar treguas,
proponer soluciones milagrosas. Pero su periplo se limitó en realidad a un
tsunami de palabras; de buenas palabras.
Palabras y amonestaciones. Posturas intransigentes, como la del primer
ministro israelí Benjamín Netanyahu, reproches y reivindicaciones de los
aliados árabes de Washington, incapaces de disimular su irritación ante el
apoyo incondicional de la Casa Blanca a la política ultraconservadora de
Israel.
Buscar componendas con Dios y con el Diablo. Complacer a Tel Aviv sin
provocar el enfado del mundo árabe; una misión sumamente difícil, casi
imposible, para el Secretario de Estado.
Decididamente, Blinken no es Kissinger. Netanyahu dista mucho de ser Begin.
Los gobernantes árabes bendecidos por el Acuerdo Abraham no han
abandonado su tradicional apuesta anti israelí. Las primeras espadas de
la región – Arabia Saudita, Irán, Turquía – tampoco. Los rumores acerca de una
posible expansión del conflicto no dejan de correr por la zona. Las noticias
procedentes de la Franja de Gaza alimentan la tensión, el pesimismo, el
catastrofismo. En Washington, se elevan voces reclamando más pragmatismo por
parte del inquilino de la Casa Blanca, en Kiev, más inquietud por un posible
(aunque poco probable) abandono de Ucrania por sus aliados occidentales, En la
vieja Europa, una creciente preocupación por el resurgir del antisemitismo y el
incremento de la amenaza terrorista. En resumidas cuentas: el caos presagiado
tras los atentados del 11 S se ha ido materializando.
No, Blinken no es Kissinger. El veterano politólogo y diplomático nacido en
Alemania durante la República de Weimar hubiese criticado, con toda
probabilidad, la espectacular (y muy penosa) retirada estadounidense de
Afganistán, los constantes mensajes del actual presidente de los Estados Unidos
instando a Vladimír Putin – su criminal de guerra in pectore - a entrar
en Ucrania, el inquebrantable apoyo a Israel en la lucha contra el terrorismo
de Hamas. Pero claro; Henry Kissinger prefiere guardar silencio. Los éxitos y
los errores de la actual Administración no son de su incumbencia.
Joe Biden se posicionó abiertamente a favor de Israel. Los sentimientos
humanos primaron sobre el precepto de prudencia que exige el ejercicio de su
cargo. Sus palabras causaron un hondo malestar en el mundo musulmán.
Pero lo cierto es que Biden tiene otras prioridades. En el ámbito
internacional, tiene que lidiar con dos conflictos: el frente de Rusia-Ucrania,
una guerra que corre el riesgo de perpetuarse sine die, la irritación de
Pekín ante la amenaza que posibles represalias económicas, más duras y más
eficaces que las impuestas hasta ahora al Kremlin. Sin olvidar, claro está, la
constante expansión de los BRICS, adalides de la desdolarización del
comercio internacional, ni la bancarrota del Estado, que podría alentar el caos
en los mercados financieros.
A nivel
interno, hay otro peligro que acecha al obstinado octogenario candidato a la
reelección Joe Biden: su impetuoso y vociferante rival Donald Trump. Pero esa
es otra historia.
sábado, 28 de octubre de 2023
Incursión a las entrañas de Gaza
¿Qué nos puede decir sobre la otra Gaza, la Gaza subterránea? La pregunta, formulada por un veterano estratega de la OTAN, sorprendió a los ilustres politólogos congregados en el aula de la vieja universidad centroeuropea.
En realidad, muy poco. Sabemos
que el profesor Roskin, de la Universidad de Bar-Ilan, publicó un estudio titulado
La guerra subterránea en la Franja de Gaza y la complejidad militar de
combatirla. Es la única referencia que tenemos, contestó el responsable
del prestigioso centro docente.
El ejército israelí tuvo que
retrasar su cacareada incursión terrestre en la Franja de Gaza; durante las
décadas de ocupación del territorio, a nadie se le ocurrió cartografiar ni
medir de manera profesional los túneles de Gaza. De hecho, el Estado Mayor de Tel Aviv no había
contemplado siquiera la posibilidad de llevar a cabo combates subterráneos.
¿Guerra subterránea? Sombría
perspectiva para un ejército, para cualquier ejército. Una opción que el
geomorfólogo y geólogo Joel Roskin optó por estudiar con detenimiento durante
su servicio militar en la Franja.
A lo largo de los años, Roskin siguió
la evolución de los túneles, analizando las condiciones que permitieron su
formación y expansión, basándose en los datos geológicos y las condiciones de
seguridad que habían facilitado su peculiar desarrollo.
Cada sistema de túneles es
diferente; está relacionado con la orografía, geografía y condiciones geopolíticas
del lugar, afirma Roskin, recordando que los primeros registros de
construcción de vías subterráneas se remontan a más de 4.000 años; las tabletas
asirias aluden a trabajos de ingeniería en la época de Sargón I de Acadia, que
reinó en Mesopotamia entre 2.334 y 2.279 a. C.
Hagamos un salto en el tiempo: en
2002, cuando las tropas estadounidenses atacaron las posiciones de Al Qaeda en
Afganistán, persiguiendo a Osama bin Laden, descubrieron un enorme complejo de catacumbas
que conectaba las formaciones naturales de cuevas de Tora Bora.
En Gaza, la construcción de
túneles empezó en 1982. Se trataba de pasadizos secretos empleados para en
contrabando de mercancías con Egipto o para los intentos de reunificar las familias
separadas por una frontera trazada artificialmente después de la Segunda Guerra
Mundial.
Conviene recordar que los
gazatíes nunca contaron con la simpatía o el cariño del establishment político
cairota. Se les solía tachar de rebeldes, incomprensibles y ¡ay! iniciadores
de la nebulosa secta de los Hermanos Musulmanes, extraña versión árabe
del iluminismo europeo.
A partir de 1994, los túneles que
unían Gaza con Egipto fueron utilizados para el contrabando de mercancías y de
municiones. En el 2000, al final de la segunda Intifada, sirvieron para la
importación ilegal de armas.
En 2005, después de la retirada
israelí de la Franja, se registró un crecimiento espectacular del número de túneles.
Aumentó su tamaño, la extensión y la calidad de la construcción. Para reforzar
su estructura, se utilizó hormigón suministrado por Israel para la construcción
de viviendas, que sustituyó los viejos tablones de madera.
En el año 2007, las agrupaciones
islámicas empezaron a cavar túneles de acceso a posiciones de lanzamiento de
cohetes o emplazamientos de piezas de artillería. Se edificaron los primeros
centros logísticos y puestos de mando subterráneos de las milicias. Durante el
mismo período, los gazatíes iniciaron la fabricación de armamento propio con el
material de contrabando y cavaron pasadizos direccionados hacia la frontera con
Israel.
Hasta la década de 2000, esas
vías subterráneas se excavaban a una profundidad de 4 a 12 metros. Hamás
aprendió a excavar pasillos más profundos, más amplios y más largos. Al
mismo tiempo, se perfeccionaron los medios de sustento. La ubicación de las
galerías en zonas urbanas facilitaba los proyectos de Hamás, dada la cercanía
de las infraestructuras: electricidad, agua y comunicaciones. Incluso prescindiendo
de la red eléctrica, los sistemas de ventilación eran posibles con la ayuda de pequeños
generadores.
Se calcula que en 2009 había
alrededor de 35 túneles que cruzaban la línea del armisticio con Israel de 1949.
Algunos penetraban incluso a cientos de metros en el territorio del Estado
judío.
Las galerías dejaron de ser
simples vías de tránsito que cruzaban la Franja; se habían convertido en complejas
cavernas de varios pisos con habitaciones, pasillos y almacenes. Bajo la Franja
se extiende actualmente una red de centenares de kilómetros. Alrededor
de 500 kilómetros, según las estimaciones del ejército israelís.
miércoles, 25 de octubre de 2023
Irán coloca sus peones en el tablero de Oriente Medio
Mientras los medios de comunicación internacionales
especulan con el inevitable inicio de la incursión
terrestre del ejército israelí en la Franja de Gaza, operativo que debía
haberse materializado hace más de diez días, nuevas oleadas de misiles de Hamas
apuntan hacia las poblaciones del sur de Israel. Pero esta vez, uno de los
blancos es también Tel Aviv, la capital del Estado judío. Por si fuera poco,
las unidades especiales de guardacostas tuvieron que neutralizar un desembarco
de un comando procedente de la Franja.
¿Por qué se está retrasando la operación terrestre? Según
la información facilitada recientemente por la emisora del Ejército israelí,
retransmitida por la cadena de televisión catarí Al Jazeera, Israel ha
accedido a la petición de EE.UU. de aplazar su ofensiva hasta la llegada de un
nuevo contingente de soldados estadounidenses, que debería velar por la
evacuación de los ciudadanos americanos – más de 600.000 -que se encuentran en
la zona.
Otra versión, no menos plausible, es que Washington
está trasladando efectivos a Oriente Medio para mostrar su apoyo al Estado
judío o para tratar de disuadir a otras agrupaciones chiitas respaldadas por
Irán, como los Hezbollah libaneses, a involucrarse en el conflicto.
Desde que Tel Aviv decretó la movilización general de
sus reservistas – hombres y mujeres – se ha especulado con una posible
respuesta del régimen de los ayatolás en el conflicto desencadenado por el
ataque del 7 de octubre. Sin embargo, la República Islámica no parece
interesada en una confrontación directa con Israel; cuenta, eso sí, con que sus
peones no duden en apretar el gatillo. Sus peones – Hezbollah, los
Grupos de Movilización Popular ubicados en Siria y en Irak, los rebeldes hutíes
del Yemen – conforman la constelación que gira en torno a la media luna iraní.
De hecho, Hezbollah fue el primero en manifestarse en los confines con Israel.
Los iraquíes y los yemenitas protagonizaron acciones intranscendentes,
destinadas ante todo a señalar su presencia en el mapa geoestratégico de la
región.
Por su parte, Irán ha llevado a
cabo una campaña diplomática activa para aislar internacionalmente a Israel,
intentado al mismo tiempo proyectar su desinterés ante una posible extensión
del conflicto.
Conviene recordar, sin embargo,
que el apoyo del régimen teocrático de Teherán a la causa palestina ha sido – y
sigue siendo - un principio ideológico del clero chiita desde la revolución de
1979.
Durante las últimas cuatro
décadas, Irán ha financiado, armado y ampliado una red de aliados estratégicos en
el Oriente Medio con el fin de exportar la revolución y consolidar
su influencia regional. Sus rivales occidentales no dudan en acusar a los iraníes
de patrocinar… el terrorismo islámico.
El camino hacia al-Quds
[Jerusalén, en árabe] pasa por Karbala, señalaba en su último discurso el
ayatolá Jamenei, líder supremo de la revolución. Karbala, la ciudad santa donde
está enterrado el imam Hossein, nieto de Mahoma, es la Roma de los chiitas. La alusión
al descendiente del profeta es un lema revelador en la retórica de la República
Islámica a la hora de incitar a la lucha contra Israel y los intereses estadounidenses
en el mundo.
Después de 7 de octubre, Irán ha
advertido que un conflicto regional podría expandirse. Sabido es que en los
últimos años Teherán ha reforzado significativamente el arsenal balístico de
Hezbollah, la milicia libanesa que representa actualmente la mayor amenaza para
la seguridad de Israel.
En una intervención televisada, el
Ministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amir-Abdollahian advirtió que si
Israel seguía adelante con su planeada ofensiva en Gaza, obligaría a los movimientos
respaldados por Irán a actuar con mayor contundencia, lo que obligaría al
Estado judío a retirarse de algunos de los territorios que ocupa actualmente.
Si bien Irán se niega a protagonizar
un enfrentamiento armado directo con Israel o los Estados Unidos, los ayatolás contemplan
la posibilidad de utilizar la baza del petróleo, apoderándose de navíos extranjeros
en el Golfo Pérsico, amenazando a las fuerzas navales de los Estados Unidos o considerando
el posible – aunque hoy por hoy hipotético - cierre del Estrecho de Ormuz, la
ruta estratégica más importante para el transporte de crudo, vital para el
comercio internacional.
Mantener al enemigo a raya
mediante batallas más allá de las fronteras de Irán ha sido una doctrina
crucial en la agenda de seguridad y política exterior de Teherán, promovida y
seguida en particular por el general Qasem Soleimani, jefe de las Fuerzas Quds.
En caso de un conflicto
generalizado, Irán podría contar también con el apoyo de Rusia y China, aliados
clave que se han negado a condenar públicamente a Hamás por matar a civiles
israelíes. Ambos países han estado impulsando la cooperación militar con
la República Islámica, que redundó en la celebración de maniobras navales
conjuntas en aguas internacionales.
El Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, se dirigió al régimen de los ayatolás con una súplica: Por favor, no intervengan en este conflicto. La respuesta – tácita – de Teherán fue: Por favor, no nos obliguen a intervenir.
jueves, 19 de octubre de 2023
Teherán - Tel Aviv: espadas en alto
El pasado sábado, pocas horas
después de finalizar el descanso de Sabbat, el primer ministro israelí,
Benjamín Netanyahu, realizó una visita relámpago a la frontera de Gaza. Su
propósito: espolear a los militares que esperaban la orden de batalla. ¿Estáis
listos para la próxima fase?, preguntó Bibi Netanyahu, el único político
hebreo que no había logrado ascender en el escalafón del ejército israelí. El
capitán Netanyahu, valiente pero indisciplinado, consiguió llevar a cabo varias
operaciones militares brillantes, que… no contaron con el aval de sus
superiores. Unas actuaciones excepcionales, dignas de un consejo de guerra o…
¡de una medalla merito!
Sí, las tropas congregadas en la línea
divisoria con Gaza estaban preparadas para entrar en combate. Sin embargo, el establishment
no había encontrado respuesta al sinfín de preguntas que acompañaban este
operativo de castigo. ¿Acabar con Hamas? Pero. ¿cómo? ¿Arrasar Gaza? ¿Y
después? ¿Quién custodiará los cadáveres? ¿Quién vigilará los camposantos?
¿Quién administrará las toneladas de escombros? ¿Quién será el vencedor de la
contienda? Muchos interrogantes y pocas respuestas. Y en eso, ¡llegó el tío
Joe!
No se sabe si a Joe Biden lo
llamó el propio Netanyahu, como insinúan los rotativos estadounidenses, su fiel
escudero, Antony Blinken, que navegaba entre las capitales de la zona, tratando
de negociar algún acuerdo con los líderes árabes – Oriente Medio estaba a rojo
vivo – o alguna advertencia de los servicios secretos: Míster President, Irán
parece dispuesto a tomar cartas en el asunto. De todos modos, el inquilino
de la Casa Blanca optó por desplazarse personalmente a la región para reiterar
su apoyo firme e incondicional al pueblo de Israel. Su visita fue
precedida por la llegada a la zona de os gigantescos
portaaviones de la flota norteamericana, el Gerald S. Ford y el Dwight
D. Eisenhower, que tomaron posiciones cerca de las costas de Siria y de
Líbano. A la fuerza naval se suman unos 2.000 a 4.000 efectivos terrestres.
Al ex
lugarteniente de Barack Obama, inmerecido Premio Nobel de la Paz, testigo
durante su mandato del mayor número de conflictos bélicos a escala mundial, lo
acompañaban los duendes de la política exterior estadounidense; la situación
creada por la intromisión de Teherán en el conflicto exigía la presencia de un
nutrido equipo de politólogos. La crisis corría el riesgo de inflamar toda la
zona.
Teherán había
advertido: si el ejército de Israel entra en Gaza, nos reservamos en derecho de
adoptar una serie de medidas preventivas. Si se desencadena un operativo
contra nuestros aliados libaneses de Hezbollah, será un auténtico casus
belli. Irán tiene los medios (¡y el deseo!) de afrontar el combate. Tremendo
y doloroso golpe para Washington, que acababa de desbloquear 6.000 millones de
dólares de los fondos iraníes congelados en los bancos americanos; un primer
gesto de apaciguamiento de la Administración Biden hacia el régimen de los
ayatolás. Duro golpe para Biden, que tampoco
pudo reunirse con los gobernantes árabes en la cumbre de Amman, auspiciada por
el rey Abdalá de Jordania. Los participantes – Egipto y la Autoridad Nacional
Palestina – cancelaron su participación. El lenguaje empleado por Biden no
encaja con la mentalidad de la clase dominante de la región.
Joe Biden tuvo
que añadir unos cuantos peros a sus palabras de apoyo incondicional a
Israel. Si bien no criticó la decisión de Tel Aviv de llevar a cabo una
operación de limpieza en Gaza, señaló que la intervención militar debía
ajustarse a las leyes de la guerra y a los cánones del derecho humanitario, es
decir, respetando los criterios de proporcionalidad. Para los juristas, ello se
traduce por otro eufemismo: intervenir de manera justa y fuerza adecuada.
Después del conflicto, se dirá que ello resultó ser… inviable. De momento…
De momento, Joe
Biden y Benjamín Netanyahu se dedican a deshojar margaritas. ¿Atacar? ¿No
atacar? Hamas bien merece un castigo ejemplar, estiman los israelíes,
sorprendidos por la incursión de los radicales gazatíes en su territorio.
El primer
ministro de Israel, partidario de castigar a Irán por su amenazante proyecto nuclear,
ha redescubierto esos días el viejo, aunque no anticuado, programa político del
ayatolá Jomeini, que finalizaba el ardoroso mensaje: nuestra lucha concluirá
cuando la bandera verde del Islam ondee en Jerusalén.
Espadas en alto. Malos augurios para los Nóbel de la Paz y sus secuaces…
viernes, 6 de octubre de 2023
La guerra de Nagorno Karabaj: la culpa es de… Stalin
Al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se le esperaba esos días en Granada para la celebración de una ronda de negociaciones discretas con su homólogo armenio, Nikol Pashinian. Pero la invitación, cursada por Bruselas, fue rechazada por el hombre fuerte de Bakú, visiblemente molesto por el lenguaje empleado por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. No es este el primer fracaso de la diplomacia de la UE, que ofreció sus buenos oficios para intermediar entre azeríes y armenios y evitar un nuevo conflicto armado, aunque su objetivo oculto era reducir la influencia de Rusia en la región transcaucásica.
Cierto es que el lenguaje empleado por el belga
Charles Michel nada o poco tiene que ver con las exquisitas palabras de su
colega alemana, Ursula von der Leyen, que llegó a calificar a Alíyev de interlocutor
digno de confianza.
Lo cierto es que los participantes a la cumbre de
Granada tuvieron que contentarse, esta vez, con la presencia del presidente
armenio, Nikol Pashinian, un convidado de piedra que no eclipsó la mediática actuación
del ucranio Volódimir Zelenski. Obviamente, el conflicto de Transcaucasia (aún)
no vende…
Pero volvamos al escenario del enquistado conflicto de
Nagorno-Karabaj, de este atroz rompecabezas donde se entremezclan factores
étnicos, ideológicos y religiosos. Para algunos analistas occidentales, el
principal responsable de este estado de cosas es… José Stalin, el dictador que confiaba
en el internacionalismo proletario y la convivencia pacífica entre
pueblos. Pero el desmantelamiento de la URSS puso de manifiesto los errores de la
doctrina comunista.
La autoproclamada República de Nagorno-Karabaj – Artsaj
– establecida hace 32 años por la comunidad armenia de esta región fronteriza -
dejará de existir a partir de enero de 2024, al negarse sus pobladores a aceptar
una reintegración pacífica forzosa a Azerbaiyán, la exrepública
socialista soviética poco propensa a ofrecerles ningún tipo de autonomía ni
garantías creíbles de seguridad.
En realidad, todo empezó el pasado 19 de septiembre,
cuando el Gobierno de Bakú desencadenó una ofensiva contra el enclave armenio,
alegando la presencia de terroristas en el suelo de Artsaj. El contingente
azerí contaba con 60.000 hombres; las fuerzas armadas de Artsaj, con apenas
2.500, las fuerzas de paz rusas desplegadas en los confines de Nagorno Karabaj
con Azerbaiyán, con 2.000 efectivos. La escapada bélica azerí finalizó en la
tarde del 28 de septiembre, tras la derrota de las milicias de autodefensa locales
y la capitulación del Gobierno regional.
Armenia no participó en los combates ni en las negociaciones
entre Azerbaiyán y las autoridades de Nagorno Karabaj. Más aún, el presidente Nikol
Pashinian, reconoció a Nagorno Karabaj como parte integrante de Azerbaiyán. Sin
embargo, el líder armenio no dudó en calificar la agresión de operativo de
limpieza étnica, acusando al contingente de interposición ruso de no haber
velado por la seguridad de los residentes del enclave. Conviene señalar que los
reproches de Pashinian coincidieron con… el final de las primeras maniobras
conjuntas armenio-norteamericanas, que tuvieron por escenario el territorio de
Armenia, país que todavía alberga importantes instalaciones logísticas del
¡ejército ruso!
¿Hubo abandono deliberado de los pobladores de Artsaj
por parte de las autoridades de Ereván, como insinúan los manifestantes
congregados ante la sede de la Presidencia de Armenia? Lo cierto es que la posición del gobierno
armenio es a la vez oportunista y tramposa. Su postura ambigua respecto a la
pacificación de Nagorno-Karabaj, sus recientes amistades con las potencias
occidentales, sus reiteradas críticas a la Federación Rusa tratan de poner en
una posición incómoda a Moscú, que no ha renunciado a su compromiso humanitario,
esperando mantener su influencia en la zona.
Por su parte, Occidente
vincula deliberadamente a Armenia con costosos contratos de suministro de armas,
destinados a consolidar su presencia en la región transcaucásica.
Azerbaiyán,
cuya población es de origen turcomano, juega la baza del apoyo político y
diplomático de la Madre Patria - Turquía - y de la ayuda militar y
económica de Israel. Su presidente, Ilham
Aliyev, el gran ausente de la cita de Granada, advierte: Ereván es
territorio azerí; lo reconquistaremos.
El otro
protagonista del conflicto enquistado - Irán – se limitará por ahora a proteger
sus fronteras. Definirá su papel estratégico una vez que las aguas vuelvan a
sus cauces.
La opinión pública armenia culpa del éxodo de
refugiados de Nagorno-Karabaj – más de 100.000 personas desplazadas al escribir
estas líneas - tanto a Azerbaiyán como a la inoperancia de la UE. Bruselas se
volvió especialmente dependiente de las exportaciones de hidrocarburos de Bakú
después de auto privarse del gas ruso.
Todo el mundo dice que se preocupa por nosotros, los
armenios, pero ¿dónde están? ¿Dónde está Francia? ¿Dónde están los EE.UU.?
¿Dónde está el Consejo Europeo?, inquieren los
jóvenes armenios.
Decididamente, Transcaucasia aún no vende…