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jueves, 18 de abril de 2024

UE - Turquía: y volvamos al amor...



Hay momentos en la vida en los que las estrofas o los estribillos de una vieja canción acompañan – voluntaria o involuntariamente – acontecimientos palpables. Noticias tristes, sorprendentes, dramáticas, aberrantes… impactantes. Los insomnes adictos a la información nocturna, devoradores de últimas horas que muy raras veces inciden en los destinos de la Humanidad, tienen la manía de asociar la noticia a la letra de alguna copla cuyo recuerdo perdura en memorias privilegiadas

Olvidemos nuestro enfado, olvidemos nuestro enfado y volvamos al amor, cantaba allá por los años 60 del pasado siglo la famosa interprete francesa Marie Laforêt. Un sugestivo acompañamiento éste para la información procedente de Bruselas, sí, de Bruselas, que se hacía eco del deseo de los líderes de la Unión Europea de establecer – restablecer, mejor dicho – una relación mutuamente beneficiosa con Turquía, destinada a crear un entorno estable en el Mediterráneo oriental.

Señalaba la declaración de los jefes de Gobierno de los 27 que la Comisión estaba trabajando en la elaboración de un paquete de medidas que incluían el reinicio de consultas sobre la modernización del acuerdo de unión aduanera, la liberalización de visados para los ciudadanos turcos negociada por Ankara desde hace más de una década y las más que accidentadas negociaciones sobre la adhesión de Turquía a la UE. En resumidas cuentas: un auténticamente fingido volvamos al amor.

Un amor que en esos momentos no comparten los despechados novios turcos, que se habían hecho a la idea de que los eurócratas de Bruselas brillan por ser adalides de la estrategia del palo y la zanahoria. Los novios saben que la cacareada luz al final del túnel no deja de ser un mero espejismo.

¿Reanudar el diálogo con la Turquía de Erdogan? Decididamente, se trata de un… mal útil. El mapa geopolítico de Oriente está en plena mutación. Los vasallos de ayer se han convertido en los guerreros de hoy, en los lideres de mañana.  Los vasallos de ayer han dejado de acatar órdenes.

En su reciente negociación con la Casa Blanca, Erdogan puso precio al ingreso de Suecia en la OTAN: 13.000 millones de dólares, una flotilla de cazas F 16, otras ventajas ocultas para Ankara. Por otra parte, Erdogan se ha distanciado mucho de la postura de Occidente, criticando la política de Israel, la guerra de Gaza y el conflicto, cada vez más patente, entre el Occidente colectivo y el mundo islámico. Por si fuera poco, Turquía baraja la posibilidad de pedir el ingreso en los BRICS, el bloque económico liderado por Rusia y China, que cuenta actualmente con una cuarentena de solicitudes de adhesión. La estrategia de los BRICS contempla la voladura de la estructura económica internacional creada después de la Segunda Guerra Mundial y liderada por los Estados Unidos y la desdolarización de los intercambios comerciales. En las Cancillerías occidentales proliferan las señales de alerta: Turquía se nos va. Y no sólo Turquía. 

Otros vecinos del país de Erdogan – Georgia y Armenia – se hallan en pleno proceso de ebullición. Las autoridades de Ereván tratan de deshacerse de la tutela del Kremlin. Se trata de una maniobra de los gobernantes armenios, que apuestan por una nueva alianza con Bruselas y Washington. La apuesta no cuenta con el beneplácito de la opinión pública. Los armenios recuerdan que Rusia fue, durante siglos, la única protectora de la minoría cristiana del Cáucaso. Cabe preguntarse si el nivel de vida de la población experimentará mejoras notables bajo el paraguas – los paraguas – de Occidente.

Georgia, país candidato al ingreso a la UE desde el pasado mes de diciembre, tiene que hacer frente a una oleada de protestas provocada por el acalorado debate de un proyecto de ley destinado a limitar la actuación de agentes extranjeros.  La oposición clama que se trata de una copia conforme de la legislación coercitiva rusa de 2014. Otros recuerdan que dicha normativa legal es vigente en varios países occidentales, entre ellos, los Estados Unidos. Pero los ánimos se están caldeando. ¿Se puede contemplar un posible enfrentamiento civil?

Curiosamente, en los tres casos intervienen factores externos. Lejos quedan de tus estrofas, admirada Marie Laforêt… y volvamos al amor. Hoy en día, el mundo se rige por el mantra: haz la guerra, no el amor. Los tiempos cambian…


martes, 28 de noviembre de 2023

Estrechar el cerco a Rusia


En una conversación telefónica con el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, solicitó la suspensión de las sanciones aplicadas por la Casa Blanca a los viajes de los miembros de su Gobierno a los Estados Unidos, alegando que las restricciones eran improcedentes.

La respuesta de Blinken fue instantánea: las restricciones se levantarán cuando las autoridades azeríes decidan entablar conversaciones de paz serias con el Gobierno de Armenia. Washington espera y desea que la firma del acuerdo de paz entre Bakú y Ereván se materialice antes de finales del año. Aparentemente, hoy en día, la obsoleta – aunque siempre eficaz – diplomacia de la cañonera puede resumirse a una simple llamada telefónica.  

Sin embargo, persuadir a Aliyev, más amigo del Irán de los ayatolás o de la Turquía neo-otomana de Erdogan ha de ceñirse al guion preestablecido por la Administración Biden no resulta tarea fácil. Es cierto; la invasión de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes el pasado mes de septiembre contaba con el beneplácito de Washington y de Ankara. Los 1.500 soldados rusos estacionados en la zona tampón entre Azerbaiyán y el enclave armenio fueron incapaces de frenar el avance de los 60.000 efectivos del ejército de Bakú. El Presidente armenio, Nikol Pashinyán, que no decretó la movilización del ejército de su país, lamentó la dejadez de los rusos. Pero, ¿se puede hablar de dejadez?

Después de acoger a los cien mil armenios que huyeron del enclave de la discordia, temiendo una operación de limpieza étnica, parecida a la llevada a cabo por Turquía a comienzos del siglo pasado, Pashinyán viajó a Europa, para formular sus quejas a la UE y tratar de persuadir a los miembros del Parlamento Europeo que la firma del acuerdo de paz con Azerbaiyán era… inminente.  ¿Inocencia? ¿Error de cálculo de los autores del guion Nagorno-Karabaj, que desconocen los entresijos de la política regional, de la mentalidad de los publos de la zona? O pura y simplemente, ¿un fallo del superordenador que suele dictar las líneas maestras de la diplomacia del Imperio?  

Lo cierto es que Pashinyán confiaba en el poder de convocatoria de la Administración norteamericana, interesada en contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en el Cáucaso. Armenia, único país cristiano de la región, ubicado estratégicamente en las inmediaciones de la Madre Rusia, a medio camino entre la República Islámica de Irán y la no menos reislamizada Turquía representa, desde el punto de vista geopolítico, un área tremendamente codiciada por las potencias interesadas en el control de las riquezas energéticas de la región, en sus oleoductos y gasoductos, en el trazado en la nueva ruta de la seda.

Las maniobras militares de los ejércitos armenio y norteamericano, Eagle Partner 2023, celebradas el pasado mes de septiembre, sorprendieron a los países vecinos; se trataba del primer ejercicio estratégico conjunto en el que tropas de la OTAN coincidían - en un espacio muy exiguo - con las bases militares rusas presentes en suelo armenio desde hace más de medio siglo.  

Pero hay más: Armenia había establecido también vínculos con la Agencia de Defensa para la Reducción de Amenazas (DTRA), dependiente del Pentágono. Desde 2008, funcionan en territorio armenio una docena de bio laboratorios, que realizan proyectos de investigación coordinados por el Programa de Defensa Biológica de Estados Unidos (CBEP).

 

Algunos politólogos armenios estiman que el giro pro-otanista y pro-europeista de Nikol Pashinyan, empeñado en establecer relaciones con las industrias de defensa del Viejo Continente, podría llevar a Armenia a la paulatina pérdida de su frágil soberanía. Los más pesimistas no descartan la posibilidad de que Armenia acabe termine fagocitado por su archienemiga Turquía, convirtiéndose en un protectorado atlantista cuya supervivencia generaría graves tensiones futuras.

Para los miembros del Comité Nacional, organización que agrupa a empresarios, militares, políticos y representantes de la sociedad civil, la firma del reconocimiento por parte de Pashinyán de la soberanía de Bakú sobre Nagorno Karabaj constituye un acto de lesa patria, que debería sancionarse con la destitución inmediata del Primer Ministro. 

Sin embargo, Pashinyán insiste: la paz con Azerbaiyán supondría la apertura, bajo la jurisdicción de Armenia, de la línea de ferrocarril Meghri, el famoso Corredor Zangezur que, según el Presidente Recep Tayyip Erdogan, se convertiría en un nexo de unión panturco, el posible desarrollo de las relaciones con la Unión Europea, más seguridad regional y la desvinculación progresiva del tradicional aliado de los armenios - Rusia – que quedaría aislado en Transcaucasia.

 

Para Moscú, ello presupone un paso más hacia el estrechamiento del cerco de Occidente a Rusia. Los otros dos peones llamados a caer próximamente son Georgia y Moldova.

 

Huelga decir que, en este caso concreto, el superordenador de Washington no se equivoca.

viernes, 6 de octubre de 2023

La guerra de Nagorno Karabaj: la culpa es de… Stalin

 

Al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se le esperaba esos días en Granada para la celebración de una ronda de negociaciones discretas con su homólogo armenio, Nikol Pashinian. Pero la invitación, cursada por Bruselas, fue rechazada por el hombre fuerte de Bakú, visiblemente molesto por el lenguaje empleado por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. No es este el primer fracaso de la diplomacia de la UE, que ofreció sus buenos oficios para intermediar entre azeríes y armenios y evitar un nuevo conflicto armado, aunque su objetivo oculto era reducir la influencia de Rusia en la región transcaucásica.

Cierto es que el lenguaje empleado por el belga Charles Michel nada o poco tiene que ver con las exquisitas palabras de su colega alemana, Ursula von der Leyen, que llegó a calificar a Alíyev de interlocutor digno de confianza.  

Lo cierto es que los participantes a la cumbre de Granada tuvieron que contentarse, esta vez, con la presencia del presidente armenio, Nikol Pashinian, un convidado de piedra que no eclipsó la mediática actuación del ucranio Volódimir Zelenski. Obviamente, el conflicto de Transcaucasia (aún) no vende…

Pero volvamos al escenario del enquistado conflicto de Nagorno-Karabaj, de este atroz rompecabezas donde se entremezclan factores étnicos, ideológicos y religiosos. Para algunos analistas occidentales, el principal responsable de este estado de cosas es… José Stalin, el dictador que confiaba en el internacionalismo proletario y la convivencia pacífica entre pueblos. Pero el desmantelamiento de la URSS puso de manifiesto los errores de la doctrina comunista.

La autoproclamada República de Nagorno-Karabaj – Artsaj – establecida hace 32 años por la comunidad armenia de esta región fronteriza - dejará de existir a partir de enero de 2024, al negarse sus pobladores a aceptar una reintegración pacífica forzosa a Azerbaiyán, la exrepública socialista soviética poco propensa a ofrecerles ningún tipo de autonomía ni garantías creíbles de seguridad.

En realidad, todo empezó el pasado 19 de septiembre, cuando el Gobierno de Bakú desencadenó una ofensiva contra el enclave armenio, alegando la presencia de terroristas en el suelo de Artsaj. El contingente azerí contaba con 60.000 hombres; las fuerzas armadas de Artsaj, con apenas 2.500, las fuerzas de paz rusas desplegadas en los confines de Nagorno Karabaj con Azerbaiyán, con 2.000 efectivos. La escapada bélica azerí finalizó en la tarde del 28 de septiembre, tras la derrota de las milicias de autodefensa locales y la capitulación del Gobierno regional.  

Armenia no participó en los combates ni en las negociaciones entre Azerbaiyán y las autoridades de Nagorno Karabaj. Más aún, el presidente Nikol Pashinian, reconoció a Nagorno Karabaj como parte integrante de Azerbaiyán. Sin embargo, el líder armenio no dudó en calificar la agresión de operativo de limpieza étnica, acusando al contingente de interposición ruso de no haber velado por la seguridad de los residentes del enclave. Conviene señalar que los reproches de Pashinian coincidieron con… el final de las primeras maniobras conjuntas armenio-norteamericanas, que tuvieron por escenario el territorio de Armenia, país que todavía alberga importantes instalaciones logísticas del ¡ejército ruso!

¿Hubo abandono deliberado de los pobladores de Artsaj por parte de las autoridades de Ereván, como insinúan los manifestantes congregados ante la sede de la Presidencia de Armenia?  Lo cierto es que la posición del gobierno armenio es a la vez oportunista y tramposa. Su postura ambigua respecto a la pacificación de Nagorno-Karabaj, sus recientes amistades con las potencias occidentales, sus reiteradas críticas a la Federación Rusa tratan de poner en una posición incómoda a Moscú, que no ha renunciado a su compromiso humanitario, esperando mantener su influencia en la zona.

Por su parte, Occidente vincula deliberadamente a Armenia con costosos contratos de suministro de armas, destinados a consolidar su presencia en la región transcaucásica.

Azerbaiyán, cuya población es de origen turcomano, juega la baza del apoyo político y diplomático de la Madre Patria - Turquía - y de la ayuda militar y económica de Israel. Su presidente, Ilham Aliyev, el gran ausente de la cita de Granada, advierte: Ereván es territorio azerí; lo reconquistaremos.

El otro protagonista del conflicto enquistado - Irán – se limitará por ahora a proteger sus fronteras. Definirá su papel estratégico una vez que las aguas vuelvan a sus cauces.

La opinión pública armenia culpa del éxodo de refugiados de Nagorno-Karabaj – más de 100.000 personas desplazadas al escribir estas líneas - tanto a Azerbaiyán como a la inoperancia de la UE. Bruselas se volvió especialmente dependiente de las exportaciones de hidrocarburos de Bakú después de auto privarse del gas ruso.

Todo el mundo dice que se preocupa por nosotros, los armenios, pero ¿dónde están? ¿Dónde está Francia? ¿Dónde están los EE.UU.? ¿Dónde está el Consejo Europeo?, inquieren los jóvenes armenios.

Decididamente, Transcaucasia aún no vende…


martes, 14 de septiembre de 2021

Armenia, dispuesta a normalizar sus relaciones con Turquía


Armenia está considerando la posibilidad de entablar negociaciones con Turquía sobre la normalización de las relaciones bilaterales. La sorprendente noticia, facilitada hace unos días por el primer ministro armenio, Nikol Pashinian, apenas encontró eco en los medios de comunicación occidentales, más proclives a informar sobre el calvario del pueblo armenio, perseguido y aniquilado por los otomanos a comienzos del siglo XX.

¿Normalizar relaciones? Para muchos occidentales, sean estos políticos, universitarios o periodistas, dichas relaciones se limitan a la animadversión de los dos pueblos, armenio y turco, después de la oleada de masacres llevadas a cabo por el Ejército otomano entre 1915 y 1923. Los armenios, cristianos afincados desde hacía siglos en el territorio de Asia Menor administrado por los sultanes de Constantinopla, proclives a mantener cordiales lazos con los también cristianos zares de Rusia, fueron diezmados durante la campaña llevada a cabo a comienzos del pasado siglo por el Ejército la gendarmería turcas, así como por grupúsculos paramilitares kurdos. Según fuentes armenias, la persecución se saldó con alrededor de un millón y medio de muertos, argumento éste rebatido por las autoridades del Estado moderno turco, que prefieren aludir a masacres mutuas perpetradas durante una guerra civil en la que hubo cientos de miles de víctimas en ambos bandos. Pero según fuentes armenias, dos tercios de la población perecieron en aquel período. La mayoría de los supervivientes emigró a la recién creada Unión Soviética (Rusia) o a países de Europa occidental.

Hoy en día, la comunidad armenia residente en suelo turco cuenta con alrededor de 60.000 almas. Algunos politólogos occidentales confiaban en que este factor étnico serviría para enderezar las gélidas, casi inexistentes relaciones entre Ankara y Ereván. Meras ilusiones de quienes desconocen el trato – aparentemente no discriminatorio - dispensado por los sucesivos Gobiernos turcos a las minorías no mahometanas.

La animosidad entre armenios y turcos se acentuó aún más en otoño del pasado año, durante el conflicto de Nagorný Karabah, cuando el Ejército armenio fue derrotado por las tropas azerbaiyanas, viéndose obligado a ceder parte del territorio autónomo a Azerbaiyán, país musulmán que cuenta con el apoyo político y estratégico de Ankara.

Cercada por Estados musulmanes – Irán, Azerbaiyán, Turquía – apoyada por un aliado débil, que busca desesperadamente su ingreso en la OTAN – Georgia – y por una potencia con la que no tiene frontera común – Rusia – la República de Armenia ha tenido que reconsiderar las líneas maestras de su política exterior. Su principal rival en la zona es, sigue siendo… Turquía. Los gobernantes de Ereván, buenos conocedores de la cultura islámica, recordaron el viejo, aunque siempre válido precepto: más vale estar a buenas con los vecinos que con la familia.

Lejos quedan, física, aunque no sentimentalmente, los primos de la Moscova.

lunes, 26 de abril de 2021

Biden y el genocidio armenio: un acierto y una humillación

 

La Casa Blanca reconoció oficialmente esta semana el genocidio armenio, una masacre perpetrada hace más de un siglo – entre 1915 y 1917 – por el Ejercito del Imperio Otomano. Un reconocimiento tardío, que pone en tela de juicio la clarividencia del presidente Biden a la hora de abordar cuestiones clave para el equilibrio estratégico global. En efecto, tras haber tratado al gigante chino de peligro para los intereses de los Estados Unidos y al presidente ruso, Vladimir Putin, de asesino, el actual inquilino de la Casa Blanca pegó una patada diplomática (¡y moral!) al régimen de Ankara, afirmando que, si la decisión de emplear la palabra genocidio le desagradaba, podía retirarse de la OTAN o hacer lo que le plazca. Finalizada, pues, la era del apaciguamiento, de la política de guante blanco en las relaciones con los gobernantes turcos. El estilo Biden es/será, completamente distinto. ¿Reminiscencia de la etapa Trump? Quizás, aunque Joe Biden se comprometió a abandonar los modales de su predecesor.

En realidad, se esperaba que Biden informara al presidente Erdogan antes de anunciar públicamente la decisión de reconocer el genocidio armenio. Sin embargo, la llamada telefónica con Ankara se produjo mucho después.  Huelga decir que el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, advirtió que cualquier medida de esta índole supondría un nuevo golpe a los ya de por sí frágiles relaciones de Washington con su aliado de la OTAN. Los altos funcionarios turcos llamaron la atención sobre el hecho de que el reconocimiento del genocidio por parte de Biden descarrilaría los esfuerzos de reconciliación entre Turquía y los representantes del pueblo armenio.  

Al parecer, muchos armenios prefieren olvidar la humillante derrota infligida en noviembre por Azerbaiyán, gracias a los drones y los asesores militares turcos y los mercenarios sirios en el disputado enclave de Nagorno-Karabaj.

Durante los combates, que se prolongaron 44 días, fallecieron 3.360 soldados armenios y 2.855 militares azerbaiyanos. También murieron cientos de combatientes sirios y decenas de civiles.

¿De qué reconciliación nos hablan? El sentimiento predominante entre los armenios es que hace 100 años los turcos querían exterminar nuestro pueblo, hacernos desaparecer de la faz de la tierra; hoy quieren hacer lo mismo, matarnos a todos, aseguran los armenios de la diáspora.

La decisión de Estados Unidos de reconocer el genocidio armenio se produce después de décadas en las que Turquía y sus lobistas de Washington chantajearon a Estados Unidos. Aparentemente, las amenazas de Ankara eran muy sencillas: si Washington usara el término  genocidio para un crimen perpetrado hace 106 años por un gobierno anterior al de la Turquía moderna, Ankara tomaría sanciones contra los Estados Unidos, cerrando sus bases militares, amenazando la seguridad de los ciudadanos norteamericanos, fortaleciendo los lazos con Irán, China y Rusia, enemigos de Washington.


Esta extraña amenaza es la que utilizó Teherán con respecto al acuerdo nuclear. Los países no occidentales aprendieron que la forma de tratar con los occidentales era aprovecharse de sus miedos. El intento de Ankara de mantener a los países del primer mundo como rehenes en relación con el genocidio armenio funcionó durante años, véase décadas. Evitó que muchos Gobiernos ofendan a Ankara al mencionar la palabra genocidio. Turquía fue mimada durante muchos años porque se vendió como clave para ayudar a Occidente en su enfrentamiento con la URSS. Cuando la Unión Soviética se desintegró, Turquía cambió su estrategia negociadora, afirmando que deseaba formar parte de la Unión Europea, de convertirse en puente entre Occidente y Asia, que al más mínimo enfado podría favorecer los designios del extremismo islámico.


De hecho, el AKP, partido capitaneado por Erdogan, que tiene sus raíces en el pensamiento islamista, podría haber culpado de las atrocidades a los gobiernos turcos anteriores. Pero no lo hizo; Occidente no comprende la mentalidad de los gobernantes de Ankara.


Conviene señalar que en Turquía hay varias versiones del holocausto: distintas, contradictorias, complementarias.


La versión oficial, defendida por todos los Gobiernos del Estado moderno, se limita a la total negación de los hechos. El genocidio armenio jamás ha existido. Los operativos de mantenimiento del orden llevados a cabo a partir de 1915 se limitaron a acabar con grupos terroristas (cristianos, léase armenios) infiltrados a través de la frontera con el Imperio Ruso. El número de bajas causadas por el Ejército otomano jamás superó la cifra de 140-150 mil.


Otra versión, exhibida por algunos catedrático e investigadores, se remite a los hechos sin facilitar cifras concretas de las bajas. Las teorías varían: algunos afirman que no se trataba de una operación planeada, sino más bien de castigos ordenados por un comandante polaco ¡cristiano! convertido al Islam.


La tercera versión, vehiculada por los propagandistas negacionistas, niega la veracidad de los documentos elaborados por la Secretaría de la Sociedad de las Naciones, acusándola de parcialidad, al defender sola y únicamente los intereses de Gran Bretaña y Francia, principales beneficiarias del desmantelamiento del Imperio Otomano. La presencia en Anatolia de una misión de analistas y politólogos ingleses durante el inicio de los enfrentamientos está debidamente documentada.

 

Durante décadas, la exigua comunidad armenia residente en Anatolia tuvo que hacer frente, al igual de las demás agrupaciones étnicas o religiosas existentes en el país, a medidas discriminatorias de toda índole. Sin embargo, resulta muy difícil, por no decir, imposible, identificar la procedencia real de dichas medidas.


Entre 1985 y 2015, hubo un periodo de acercamiento, cuando armenios de la diáspora o de la recién proclamada República de Armenia regresaron a Turquía para tratar de encontrar sus raíces. Pero la situación experimentó un notable deterioro tras la intentona de golpe de Estado de 2016. La comunidad armenia abandonó la esperanza de la normalización de las relaciones con Turquía. Por su parte, el presidente Erdogan optó por engrosar – junto con Vladimir Putin, Viktor Orban y Nicolás Maduro - la lista de los autócratas.


No, el innombrable genocidio no volverá a repetirse. Pero las viejas heridas permanecen abiertas.


jueves, 12 de noviembre de 2020

Nagorno Karabaj: a río revuelto...

 

Israel ha pactado con las fuerzas del mal, con Turquía, con los terroristas y los mercenarios sirios para respaldar a Azerbaiyán en el actual conflicto con Armenia; eventualmente, padecerá las consecuencias de esa alianza impía, vaticinó el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, en una entrevista concedida al rotativo The Jerusalem Post unos días después de la retirada del embajador de Armenia en Tel Aviv.

Visiblemente molesto por la zigzagueante política exterior del Estado Judío – mayor proveedor de armas a Azerbaiyán - el político armenio llamó la atención sobre la ambición imperialista del actual Gobierno de Ankara, señalando que es sólo cuestión de tiempo antes de que Turquía se dirija contra Israel.

Contestando a la pregunta de los periodistas hebreos sobre si Armenia está dispuesta a recibir la ayuda humanitaria ofrecida por Israel, Pashinyan repuso vehementemente: ¿Ayuda humanitaria de un país que vende armas a mercenarios que atacan a civiles? Sugiero que Israel envíe esta ayuda a mercenarios y terroristas como una continuación lógica de sus actividades. Obviamente, el primer ministro armenio reprueba la ética de los mercaderes de la muerte.

 

Las autoridades de Ereván trataron en reiteradas ocasiones de normalizar sus relaciones con Turquía, el país al que consideran a la vez autor intelectual y ejecutor del Holocausto armenio. Los sucesivos Gobiernos de Ankara optaron por acercar posturas, negándose sin embargo a pedir disculpas por las masacres perpetrados en la época del Imperio Otomano y la revolución de los jóvenes turcos. El paréntesis histórico abierto en las primeras décadas del pasado siglo sigue, pues, sin cerrarse. Es este uno de los motivos – aunque no el único – de preocupación de la República de Armenia.

 

Convine señalar que otros actores de la zona comparten la preocupación de los jerarcas de Ereván. De hecho, la mayoría estima que los turcos llegaron al Cáucaso para… quedarse. Hace apenas unas horas, el Kremlin obligó a los Gobiernos de Armenia y Azerbaiyán a firmar una tregua, asumiendo Rusia la responsabilidad de supervisar el alto el fuego. Aparentemente, ambas partes lamentaron el ukase de Moscú; la fiebre nacionalista se había apoderado de las masas. Sin embargo, la perspectiva de la mediación rusa ofrecía ciertas garantías de ecuanimidad, al contrarrestar la influencia de los llamados factores externos. Pero los datos del problema cambiaron al día siguiente, al anunciar Ankara su participación en el operativo de vigilancia de los acuerdos. Bastó con una simpe llamada de teléfono del presidente Erdogan a su aliado Putin para restablecer el preponderante papel de Turquía en el conflicto transcaucásico. Obviamente, los turcos llegaron para quedarse.

 

El experimento de Nagorno Karabaj podría ser un simple anticipo de la política expansionista deseada por las agrupaciones islamistas de Ankara. De hecho, Igor Strelkov, ex ministro de Defensa de la República Popular de Donetsk, estado fantasma creado tras la invasión del Este de Ucrania por llamados elementos no identificados provenientes de la Federación rusa, se refirió a una posible expansión turca apuntando… a la península de Crimea. Strelkov formuló estas advertencias en el programa de televisión Intereses rusos, transmitido por el canal YouTube.

El éxito de las tropas azerís abre amplias oportunidades para que los turcos expandan su esfera de influencia a otras regiones, creando amenazas directas para la Federación de Rusia, señaló, haciendo especial hincapié en otra región en litigio: la península de Crimea. Los parlamentarios del AKP, el partido de Erdogan, sugirieron claramente que Crimea debería volver a ser turca. Al parecer, el presidente del país se ha adherido a su retórica, denunciando los instrumentos diplomáticos injustos que permitieron a Rusia quedarse con Crimea.

En este sentido, Strelkov concluye que el acuerdo de cooperación militar entre Ankara y Kiev sobre la producción de drones turcos en Ucrania es de vital importancia. Estamos siendo testigos de una alianza militar emergente entre Turquía y Ucrania, afirma

Ficticia o real, la amenaza se está abriendo camino en los círculos castrenses. Sin embargo, los estrategas están divididos. Algunos estiman que ya es hora de castigar la prepotencia del sultán Erdogan. Otros, probablemente más afines a la doctrina y los intereses de Ankara, se decantan por un análisis completamente distinto, que se resum en pocas palabras:

· Azerbaiyán utiliza armamento israelí y turco para ganar la guerra, pero depende de Putin a la hora de mantener el acuerdo de alto el fuego con Armenia;

· El primer ministro Pashinyán, a punto de ser defenestrado en Ereván. Putin se queda con el control de Armenia;

· Turquía gana un pasillo de seguridad que conduce a Azerbaiyán, pero tiene que confiar en Putin para mantener el trato.

En resumidas cuentas: Putin gana.

A río revuelto…


lunes, 19 de octubre de 2020

Nagorno Karabaj: el cauto silencio de Irán

 

Resulta sumamente difícil explicar a un europeo, a un español, qué se siente al estar involucrado – directa o indirectamente – en un conflicto bélico. Y más difícil aún, si se ejerce esta noble profesión de periodista, de reportero, de testigo, de notario.

Hace unos años, al regresar a Madrid después de una prolongada estancia en Oriente, me tocó esclarecer las dudas de una joven compañera que, después de la presentación de un libro sobre conflictos bélicos (he presenciado unos cuantos) estaba empeñada a obtener una respuesta clara y contundente a su pregunta: A su juicio, ¿quiénes son los buenos y quiénes los malos? Le sorprendió mi respuesta: En las guerras, no hay buenos ni malos; sólo hay combatientes. Mi comentario no la satisfizo; no nos volvimos a encontrar.

Los buenos y los malos… Me acordé de aquella apreciación – poco simplista a mi juicio – durante las largas temporadas dedicadas a cubrir la información en distintos frentes: guerras, revoluciones, conflictos intercomunitarios. Y me ratifico: en las guerras no hay buenos ni malos: sólo combatientes y… muchos intereses. Una infinidad de intereses.

El conflicto de Nagorno Karabaj, una guerra hibrida iniciada en 1991, es un ejemplo palpable de conflicto sin buenos ni malos. Si bien ambas partes tienen razón – cada cual a su manera – las dos se equivocan a la hora de tratar de solucionar la disputa territorial mediante una confrontación armada. Sobre todo, teniendo en cuanta los intereses poco altruistas de los actores externos: Rusia, Estados Unidos, Turquía, Francia, nuestra querida Unión Europea. Los grandes han introducido en esta pugna otros componentes: zonas de influencia, petróleo, bases militares, suministro de armas, etc. Sin embargo, hoy por hoy, los grandes prefieren no mover ficha: nadie quiere atizar el fuego.

El único país de la región que optó por quedarse al margen del conflicto fue Irán. La republica islámica mantiene buenas relaciones tanto con las autoridades de Bakú como con las de Ereván.

Por muy extraño que ello parezca, los lazos con Armenia son más estrechos que las hasta ahora accidentadas relaciones con Azerbaiyán, país musulmán ¡y chiita! que salió de la orbita de la ex Unión Soviética para apostar por una alianza estratégica con… los Estados Unidos. Pésima decisión esta, para un vecino del país de los ayatolás.

Los vínculos entre Teherán y Ereván nada tienen de atípico. El Irán imperial, por no decir, el antiguo Imperio persa, contaba con una nutrida colonia armenia. En la última época del Sha, los armenios gozaban de un estatuto privilegiado. Tenían su propia universidad, medios de comunicación – televisión y prensa – colegios, representación parlamentaria. Muchos iraníes tardaron en asimilar el sorprendente éxodo masivo de sus compatriotas armenios. Con el paso del tiempo, acabaron comprendiendo el porqué del fenómeno migratorio.  

En las últimas décadas, la República islámica trató de potenciar los intercambios comerciales con Armenia. Irán exportaba gas natural y recibía a cambio energía eléctrica producida por la central nuclear armenia de Metsamor. Por si fuera poco, Irán abrió sus puertos a la exportación de productos armenios; una asociación privilegiada no cuestionada hasta ahora por los radicales islámicos.

Distinto es el caso de Azerbaiyán, que debía aparecer como aliado natural del régimen de los ayatolás. Y ello, por varias razones. En primer lugar, porque los azeríes representan el mayor grupo étnico residente en Irán. Sin embargo, las autoridades azeríes se han visto obligadas a desmantelar recientemente varios grupos de corte islamista potenciados por Teherán, cuestionar el estatuto jurídico de la minoría azerí del vecino Irán, exigir la celebración de consultas bilaterales sobre la delimitación de las aguas territoriales del Mar Caspio o minimizar el impacto de escaramuzas protagonizadas por las fuerzas armadas de los dos países.   

A los gobernantes de Bakú les ha molestado siempre que el discurso iraní a favor de la defensa de los musulmanes oprimidos alude siempre a Palestina, Cachemira o los rohinga, pero hace caso omiso de la cuestión de Nagorno Karabaj.

¿Simple pragmatismo del régimen de los ayatolás? Irán no puede considerarse ajeno a un conflicto que constituye una amenaza seria para su propia seguridad. Desde sus inicios, Teherán se ha preocupado por la posible presencia de tropas extranjeras o mercenarios al otro lado de su frontera, así como por la necesidad de proteger a las poblaciones adyacentes a ella. Aunque Irán haya reiterado, diez días después del inicio de los combates de Nagorno Karabaj, su neutralidad en el conflicto, la declaración del Gobierno islámico hace hincapié en la integridad territorial de Azerbaiyán, lo que representa una toma de posición de facto a favor de Bakú. Un reconocimiento implícito, que trata de reforzar la tesis de que en las guerras no hay buenos ni malos. Sólo hay intereses…


sábado, 3 de octubre de 2020

Nagorno Karabaj - una herida que no cierra

 

Los tanques recorrían las principales arterias de Tiflis, la capital de Georgia. La bandera de los Estados Unidos ondeaba encima del primer Abrams. No, no se trataba de una película de guerra rodada en los estudios de Hollywood; esos uniformados no eran actores. Como todos los años en estas fechas, los militares americanos, británicos y holandeses celebraban su participación en las maniobras conjuntas con el ejercito georgiano; una excelente ocasión para los habitantes de Tiflis de organizar manifestaciones de protesta contra la presencia rusa en las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso.

Sucedió este verano, el 27 de agosto. A 224 kilómetros al sur de Tiflis, en la base militar de Guiumri, en la republica de Armenia, los soldados rusos se dedicaban al mantenimiento de sus carros de combate. ¿El enemigo? Aparentemente, nadie hablaba de enemigos. Los americanos estaban en Georgia, los turcos, en Azerbaiyán, los iraníes, a escasos kilómetros de los confines armenios. Pero a nadie se le ocurría pronunciar la palabra “enemigo” y menos aún, “guerra”.  Sin embargo…

El conflicto estalló un mes más tarde, el 27 de septiembre, cuando la avanzadilla de las tropas azeríes lanzó un primer ataque contra las instalaciones armenias de Nagorno Karabaj, el enclave que se había convertido en la manzana de la discordia en el conflicto entre las dos exrepúblicas soviéticas: Azerbaiyán y Armenia. Si bien la región forma parte oficialmente del territorio de Azerbaiyán, la nutrida población armenia que lo habita reclama sus derechos cívicos y, por qué no, la adhesión a la vecina República de Armenia. Otro conflicto territorial descuidado por la Rusia de los zares y… de Putin, convertido en foco de tensión por la intransigencia de las comunidades religiosas. Azerbaiyán es un país musulmán, mientras que Armenia se enorgullece de ser el único baluarte cristiano en la región. Los roces vienen de muy antiguo, aunque hay que reconocer que el imperio otomano llevaba una hábil política de tolerancia religiosa, que se desvaneció a comienzos del siglo pasado, durante el gobierno de los jóvenes turcos.

Los zares protegieron siempre a los armenios, sus aliados cristianos sometidos al poder de los sultanes. La alianza no acababa de gustar a los dignatarios de la Sublime Puerta, poco propensos a aceptar las injerencias de la archienemiga Rusia en las políticas del imperio otomano. Tal vez por ello, los gobernantes de ambos imperios optaran por dejar en suspense la cuestión de las etnias caucásicas. El régimen soviético y el nuevo estado turco de Mustafá Kemal tampoco hallaron una solución al conflicto intercomunitario.

El 27 de septiembre, tras el inicio de la ofensiva de Nagorno Karabaj, tanto Rusia como las capitales europeas se encontraron con un déjà vu, con una repetición del enfrentamiento armado de 1988 – 1994, una guerra sin vencedores ni vencidos, que no satisfizo los deseos de los políticos de Bakú y Ereván. Un conflicto que facilitó, eso sí, la presencia de efectivos militares rusos en Armenia y, de paso, el acercamiento de los países miembros de la Alianza Atlántica – Estados Unidos, Inglaterra, Francia – a la región. El desfile de Tiflis es una muestra de ello.

El sistema de vigilancia y previsión de conflictos creado por la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una especie de mini-pacto de Varsovia o, mejor dicho, una organización político-militar creada por Rusia, que congrega a los últimos aliados estratégicos  del Kremlin en la zona - Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, y Tayikistán – no ha logrado formular propuestas de alto el fuego convincentes. Ante el interrogante: ¿tomará en Kremlin cartas en este asunto?, las cancillerías occidentales se vieron obligadas a elaborar su propia estrategia. Con razón: los servicios de inteligencia de la OTAN apuestan de antemano por la victoria de Armenia sobre Azerbaiyán, es decir, de Rusia sobre Turquía – aliada y valedora de los azeríes – e Irán, el convidado de piedra que mueve los hilos del conflicto entre bastidores.

¿Se enfrentará Putin a sus principales aliados musulmanes – Turquía e Irán? Los estrategas occidentales descartan esta opción. En realidad, la mayoría de las potencias extrarregionales tienen mucho que perder en este combate.  

Para empezar, Rusia. Si bien el Kremlin no parece dispuesto a renunciar a la tradicional alianza con los armenios, la Federación rusa sigue siendo uno de los mayores suministradores de armas destinadas al ejército azerí. Es una opción irrenunciable impuesta por la política euroasiática de Putin. De donde la necesidad de mantener los lazos con Bakú.  Pero hay más; mucho más.

Azerbaiyán suministra el gas natural del Turkish Stream, el gasoducto ruso destinado a abastecer a los países de Europa meridional y central:  Bulgaria, Rumanía, Serbia, Hungría y Austria.  Antes de llegar al Mar Negro, la tubería atraviesa… Armenia.

Otro proyecto energético que involucra a Azerbaiyán es el gasoducto del Cáucaso Sur, en el que participan empresas británicas, noruegas, francesas, italianas, griegas y japoneses. Sin bien el punto de partida es Shajdeniz, un yacimiento situado a 40 kilómetros al norte de Bakú, y la meta, el puerto (también) turco de Ceyhan, las instalaciones del Cáucaso Sur transitan por… Georgia.

¿Pura casualidad? No, en absoluto. El mapa energético de Asia Menor no puede modificarse. Es una de las razones que incitan a Occidente a tomar cartas en el conflicto interétnico, reclamando la solución negociada del enfrentamiento que, según los estrategas, podría desembocar en una guerra generalizada.

Ankara y Moscú, que apoyan bandos distintos en el Cáucaso, también tienen puntos de vista opuestos en los conflictos de Siria y Libia. Conocida es la animadversión de los turcos por los armenios, que se traduce por el incondicional apoyo a los turcomanos de Azerbaiyán. 

Aunque las perspectivas de una solución pacífica del conflicto parecen más bien sombrías – tanto los armenios como los azeríes insisten en imponer su punto de vista en el campo de batalla - una posible mediación de Rusia, Estados Unidos, Francia, Alemania y Turquía podría persuadir a las partes para renunciar a la violencia.  Es lo que desean en estos momentos el Kremlin, la Casa Blanca y sus respectivos aliados, principales beneficiarios de las exportaciones de gas azerí.

Los mediadores podrían redactar un documento sobre la devolución simbólica – total o parcial – de las propiedades de los armenios de Nagorno Karabaj a los azeríes a cambio de un compromiso formal de renuncia a la violencia, algo difícilmente imaginable en las actuales circunstancias.

 No cabe la menor duda de que el conflicto del Cáucaso presenta muchas similitudes con los desequilibrios poblacionales registrados en la Europa de comienzos del siglo pasado, un autentico rompecabezas que la Sociedad de las Naciones fue incapaz de armar. Los viejos conflictos – los Balcanes, Europa central, los mares Egeo y Mediterráneo – siguen vigentes y nos recuerdan la ineficacia de los diplomáticos del Viejo Continente.

Malos augurios, pues, para la ya de por sí convulsa región caucásica.


domingo, 30 de agosto de 2020

Emmanuel Macron y los "malos vecinos"


La suerte está echada: el presidente galo, Emmanuel Macron, ha decidido echarse al ruedo en la disputa geoestratégico- económica entre los dos “malos vecinos” del Mediterráneo oriental – Turquía y Grecia – vieja herida mal curada, empañada de sangre, dolor, lagrimas y algún regusto de… intereses neocolonialistas. La clave del asunto estriba en una palabra: Chipre. La Isla de Afrodita que alberga, desde hace siglos, a dos etnias: la turca y la griega. Las dos comunidades no se llevaban mal en la época de Imperio Otomano. Los roces surgieron después, cuando las potencias europeas – Inglaterra y Francia - optaron por dividirse los territorios del antiguo imperio y adueñarse de las islas del Mar Mediterráneo.

Los británicos ocuparon Chipre y Malta, emplazamientos estratégicos para la flotilla de su Graciosa Majestad. Con el paso del tiempo, las islas se convirtieron también en bases aéreas de la RAF y, en el ocaso de la colonización británica, en emplazamiento de misiles estratégicos desplegados por otra gran potencia rival: la Unión Soviética.

El “golpe de palacio” de Nicosia – la defenestración del arzobispo Makarios por el pistolero Nikos Sampson, caballo de Troya de los coroneles griegos – neutralizó los planes del Kremlin. Sin embargo, la invasión por el ejército turco abrió una nueva brecha: la isla quedó dividida en dos partes. El sector griego, apoyado por Arenas, acabará convirtiéndose en miembro de pleno derecho de la Unión Europea. El territorio ocupado por Turquía, que representa un tercio del territorio chipriota, se tornará en la República Turca del Norte de Chipre, país fantasma administrado por la plana mayor del ejército de Ankara, no reconocido por la comunidad internacional.

Durante las últimas cuatro décadas, los “malos vecinos” – Atenas y Ankara – trataron por todos los medios de mantener viva la llama del conflicto. Los múltiples intentos de establecer nuevas normas de conducta intercomunitarias tropezaron con la intransigencia de ambas partes. ¿Cuestiones internas?   No, en absoluto; Se trata, ante todo, del deseo de Atenas de perpetuar el conflicto étnico, así como de la voluntad de los militares turcos de conservar su inapreciable feudo. De hecho, las transacciones económicas y financieras del norte de Chipre no pasan el escrutinio de las autoridades de Ankara.

Pero las cosas se complican nuevamente cuando los Gobiernos de Atenas y Nicosia deciden, junto a socios comunitarios de primerísima fila a esbozar ambiciosos proyectos de explotación de los recursos energéticos. ¿Petróleo? ¿Gas natural? Poco importa. Egipto explota yacimientos de gas situados en el Mediterráneo; el mercado gasístico regional empieza a estructurarse.

Obviamente, Turquía no quiere desaprovechar esta oportunidad. Además de los navíos de prospección geológica construidos en los astilleros occidentales, Ankara cuenta con la tecnología idónea para participar en esta moderna “fiebre del petróleo” ideada por los europeos, aunque impulsada por un viejo e incansable competidor del Viejo Continente: los Estados Unidos. En efecto, el presidente Obama fue uno de los artífices de la política de “independencia energética” de Europa, sofocada – según él – por el vasallaje impuesto por el suministro de gas natural ruso. Obama sugirió la importación de gas licuado procedente del Golfo Pérsico. Un ejercicio éste sumamente oneroso para los europeos. Otra opción, menos estrambótica, sería pues la explotación de las reservas energéticas de la región. La “Iniciativa de los tres mares”, presentada por Trump tras la cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia en 2016, contempla la explotación de los recursos energéticos del Báltico, el Adriático y el Mar Negro, cuyos subsuelos encierran sustanciosos yacimientos de gas y de petróleo.

El operativo se pone em marcha sigilosamente. El sinfín de lobbies energéticos creados por los europeos procuran no aparecer en los titulares de los grades medios de comunicación económicos europeos. Sin embargo, su presencia puede desembocar, como en el caso de Chipre, en conflictos entre naciones ribereñas o… “malos vecinos”.  Así pues, el empuje del binomio Atenas – Nicosia suscitó la ira de Ankara. Para Turquía, los proyectos de sus “malos vecinos” interfieren con la Zona de Exclusión Económica reivindicada por Ankara. Ficticia o real, la amenaza justifica, pues, unas medidas de retorsión. Para un presidente Erdogan, crecido por los últimos acontecimientos y deseoso de imponer la impronta del nuevo otomanismo, ha llegado el momento de pasar al ataque…

La presencia del barco turco de prospección geológica Oruk Reis, acompañado por fragatas de la marina de su país en el perímetro/feudo de las empresas helenas provoca pánico en las dependencias gubernamentales de Atenas. Los griegos denuncian al “agresor”. Berlín trata de ofrecer, por enésima vez, sus… buenos oficios.

París, que tuvo que enfrentarse a los barcos de guerra turcos en las costas de Libia, donde ambos aliados de la OTAN defendían los intereses de bandos libios antagónicos, optó por levantar la voz.  ¿Quiénes son esos turcos que nos amenazan? inquirieron los asesores de Emmanuel Macron. Probablemente, los mismos turcos a los que el antecesor del rey Sol galo, Valery Giscard d’Estaing, informó que no había cabida para Turquía, por razones… culturales, en el seno de la familia cristiana de Bruselas. Pero Macron prefiere hacer caso omiso de esta ofensa; alude, pues, a la Turquía que tiene un acuerdo de libre cambio comercial con la UE – primer paso y, hasta la fecha, el último, de un proceso de integración económica que no se ha materializado – o de la Turquía que, siempre según él, ha adoptado en los últimos años una postura que “no es la estrategia de un aliado de la OTAN”. Acto seguido, Ankara anuncia la celebración de maniobras militares y navales al Noreste de Chipre, recordando al Eliseo que la presencia de aviones de combate franceses en los campos de aviación chipriotas constituye una violación del Acuerdo de 1960 sobre soberanía de la isla.

De todos modos, cabe suponer que Marcon no declarará la guerra a Turquía y que las autoridades de Ankara seguirán ampliando sus conquistas en el Mediterráneo y… otros mares. 

A finales de la pasada semana, el presidente Erdogan anunció el descubrimiento de un importante yacimiento de gas natural en el Mar Negro, que su país empezará a explotar a partir de 2023. Se trata de una bolsa subterránea que contiene alrededor de 320.000 millones de metros cúbicos, una cantidad relativamente modesta, comparada con las reservas – diez veces superiores – existentes en la plataforma continental rumana. ¿Otro competidor para Ankara? Desgraciadamente, no. La producción y explotación del yacimiento rumano han sido cedidas a las compañías gasísticas nacionales de Austria y de Hungría por jerarcas bucarestinos poco interesados en defender los intereses nacionales de su país. El escándalo, simple tormenta en un vaso de agua, se acabó sin hacer olas. Los rumanos denunciaron, en su momento, la desforestación de sus montañas, la tala salvaje de los árboles por empresas madereras austriacas. Pero todo quedó en agua de borrajas. Los cipayos de don Dinero se encargaron de acallar las protestas.

Erdogan no desea que los recursos energéticos de Turquía corran la misma suerte. Durante décadas, el país se limitó a ser simple lugar de paso para los suministros energéticos del Mar Caspio. Tres gasoductos clave - Bakú-Supsa, Bakú-Tbilisi-Ceyhan y Bakú-Tbilisi-Erzurum – administrados por compañías occidentales, transitan por Georgia antes de llegar a los confines con Turquía. Por su parte, el TurkStream, que suministra gas natural ruso a los países de la UE, atraviesa el territorio de Armenia, alidada incondicional de los rusos desde la época de los zares. Su construcción provocó una serie de escaramuzas fronterizas con Azerbaiyán, país que cuenta con el apoyo de Ankara y Teherán.
Para Erdogan, la respuesta es obvia. Turquía no debe limitarse a ser un simple lugar de transito; el país debe convertirse en productor y consumidor final de energía. Cueste a quien cueste, empezando por los “malos vecinos”, sus aliados galos y los duendes de los nuevos mercados energéticos.