¿Conviene convertir el hasta ahora indirecto conflicto entre la Alianza Atlántica y el Kremlin en una guerra abierta entre las dos superpotencias nucleares, Estados Unidos y Rusia? Las filtraciones registradas en las últimas horas sobre el apoyo incondicional ofrecido por el establishment militar y de inteligencia norteamericanos al Gobierno de Kiev han puesto de manifiesto la incontestable preferencia de la Administración Biden por la pro occidental Ucrania, que el Kremlin tilda de mayor peligro para la seguridad de la Federación Rusa.
Al apoyo político y
diplomático de Washington se sumó la ayuda financiera, el suministro de
armamento pesado, el adestramiento de oficiales ucranios, las consignas
enviadas a los aliados de la OTAN para incrementar su asistencia a las Fuerzas
Armadas de Volodímir Zelensky. La información facilitada a diario por los mass
media occidentales apunta cada vez más hacia la inevitable agravación del
conflicto. En esa guerra no declarada sólo hay dos bandos: Occidente y Rusia. Dos
bandos, sí; hasta la proverbialmente neutral Suiza ha optado por tomar partido.
Su elección no nos ha sorprendido en absoluto…
Al poco discreto presidente
Biden perece haberle molestado (y preocupado) la advertencia del Kremlin: si
Washington sigue implicándose en este conflicto, Rusia tomará las medidas
oportunas. ¿Un ataque nuclear? No, por Dios; tampoco queremos tensar tanto
la cuerda, piensa el actual inquilino de la Casa Blanca, que inauguró su
mandato con dos aseveraciones muy poco diplomáticas, afirmando que Vladímir
Putin era un asesino y que los chinos, considerados por su predecesor,
Donald Trump, rivales o competidores, se habían convertido en… enemigos.
Unos enemigos a los que se les amenazó con la aplicación de nuevas
sanciones económicas si no se sumaban al boicot a Rusia, si seguían importando
combustibles rusos, si utilizaban su sistema financiero para facilitar las
transacciones comerciales de los bancos rusos. La respuesta de Pekín fue clara
y contundente: no interfieran en la política de un Estado soberano.
Poco propenso a aceptar un no
por respuesta, Joe Biden encargó a sus aliados (¿aliados?) europeos Ursula
von den Layen y Charles Michel proseguir la ofensiva diplomática. China estaba
a punto de firmar un acuerdo de cooperación con la UE; cabía, pues, la
posibilidad de ejercer presiones. Pero el dúo de Bruselas sabía de antemano que
su gestión desembocaría en un fracaso. El presidente Xi Jinping les confirmó
las sospechas: China no negocia bajo presión. Quedaba, sin embargo, otra opción:
la amenaza militar.
A los británicos y a la
mayoría de los europeos les sorprendieron las declaraciones de la ministra de
relaciones exteriores del Reino Unido, Liz Truss, quien abogó por la creación
de una OTAN global, capaz de garantizar la defensa de Taiwán y la región
del Pacífico, reclamando al mismo tiempo la elaboración de acciones preventivas
contra los posibles agresores.
El Reino Unido, que
participa activamente en el proyecto Ucrania de la Casa Blanca, no
escatima esfuerzos a la hora de promocionar su apuesta estratégica del
Indo-Pacífico, la AUKUS, alianza anlgo-americana-australiana destinada a robustecer
la presencia militar en la región y el intercambio de información sobre
tecnología nuclear para fines bélicos.
La Sra. Truss
descartó la falsa elección entre la seguridad euroatlántica y la del
Indo-Pacífico, argumentando que Occidente necesitaba ambas. Para garantizar
la protección de Taiwán, hace falta tener una alianza militar globalmente
comprometida, es decir, que la OTAN ha de expandirse hacia el Indo-Pacífico.
Por supuesto, es preciso sumar a esta estructura a la Quad Alliance, compuesta
por Estados Unidos, India, Japón y Australia, conocida como la OTAN
asiática. Y reclamar, por qué no, la presencia de más destructores
estadounidenses en el Mar de China.
En resumidas
cuentas, después de su caza al oso ruso, Londres contempla también la persecución
del panda chino. Esta vez con amenazas. Menos burdas que las de Donald
Trump, pero…
China no
seguirá creciendo si no sigue las reglas. China necesita comerciar con el
G7. Nosotros - el Grupo de los Siete - representamos aproximadamente la
mitad de la economía mundial. Y tenemos opciones, advierte la
jefa de la diplomacia británica.
Claro que China
pertenece a BRICS, la otra gran agrupación económica, que congrega a la otra
mitad de la población mundial. China es –
algo que las potencias occidentales parecen olvidar - un país gigantesco; un
antiguo imperio orgulloso de su milenario pasado.
La respuesta de Pekín a la iniciativa de Londres fue clara y contundente:
La OTAN,
organización militar del Atlántico Norte, ha venido a la región de Asia -
Pacífico en los últimos años para provocar conflictos, afirmó el portavoz del Ministerio Chino de Relaciones
Exteriores. Wang Wenbin.
La Alianza se ha
involucrado en la confrontación entre bloques, se ha convertido en una
herramienta para que ciertos países busquen la hegemonía mundial y ha creado
constantemente enfrentamientos y disturbios.
La OTAN ha puesto
a Europa patas arriba. ¿Estáis tratando de importunar a la región de
Asia-Pacífico e incluso… al resto del mundo?
Qué duda cabe de que la OTAN no actúa por su cuenta. Aquí faltan más siglas, más nombres y, de ser posible, más apellidos, estimado camarada Wang.