La presencia
de aquel suboficial de las tropas especiales iraníes me sorprendió Hello míster. No, no se preocupe; estamos
aquí para protegerle, me dijo el militar armado hasta los dientes. ¿Contra quién?, pregunté. Contra
cualquiera que trate de acercarse a este edificio, respondió, señalando con
la mano la sede de la representación diplomática estadounidense en
Teherán. Sucedió allá, por diciembre de
1978, durante mi última visita a lo que iba a convertirse, unos meses más
tarde, en el nido de víboras del Gran
Satán.
Tuve que
abandonar Irán al día siguiente; la SAVAK – policía política del Sah – me invitó
a hacerlo. A su manera; con un minucioso registro del que dejó innumerables y
ostensibles huellas. La presencia de los periodistas extranjeros resultaba
molesta. El propio Sah iba a abandonar el país pocas semanas después.
En Ginebra,
a escasos kilómetros del mítico Beau
Rivage Palace, que acogió la última ronde de consultas entre las seis
potencias – Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, China y Rusia – y
la República Islámica de Irán, un viejo amigo persa me recibió con los brazos
abiertos: Verás; ahora vendrá la
democracia. Murió en el exilio, sin
poder pisar la tierra de sus antepasados. Es el sino de los librepensadores,
incapaces de tolerar los abusos de los déspotas ilustrados o de acomodarse con la
teocracia de los clérigos fanáticos.
Vuelven a mi
mente esos lejanos recuerdos al tratar de evaluar los resultados de las maratonianas
negociaciones de Lausana, que desembocaron recientemente en la firma del
acuerdo preliminar destinado a poner fin al contencioso nuclear que enfrenta a Irán
con los grandes de este mundo.
La problemática es harto conocida. El régimen de los
ayatolás, acusado de llevar a cabo un programa secreto para la fabricación de
armas atómicas, se compromete, tras años de negociación, a reducir sus reservas
de uranio enriquecido de 10.000 a 300 kilos durante un plazo de 15 años, a
limitar el número de centrifugadoras de 19.000 a 6.000 y a abandonar la
construcción de nuevas instalaciones nucleares durante los próximo tres lustros.
El uranio enriquecido se almacenará en una sola planta. Por otra parte, la
instalación subterránea de Fordo se
convertirá en un centro de investigación dedicado sola y únicamente a la utilización
del átomo con fines pacíficos. A cambio de ello, Estados Unidos y sus aliados procederán,
una vez que la AIEA deje constancia de que Irán cumple sus compromisos, al
levantamiento de las sanciones económicas y financieras decretadas contra el
régimen iraní hace más de diez años.
Un compromiso
histórico, estima el Presidente Obama, que desea finalizar su segundo y
último mandato con algún resultado
positivo en política exterior. Una farsa,
contestan sus detractores, persuadidos de que la República Islámica hará
todo lo posible por incumplir sus promesas. Un peligro para la estabilidad de la región, alega la monarquía
saudita, preocupada por la expansión chiita en la zona. Un acuerdo que pone el
peligro la supervivencia del Estado de
Israel, advierte el Primer Ministro Netanyahu. Un pacto insuficiente, que conviene rechazar,
señala John Boehner, líder de la mayoría republicana en el Congreso de los
Estados Unidos. Un signo de debilidad por
parte del Gobierno iraní, afirma por su parte el ayatolá Alí Jameney, jefe espiritual de la Revolución Islámica.
Ante los ataques de los “halcones”, los negociadores cuentan con escasas
semanas para redactar un tratado aceptable para todos.
Una puntualización: el programa nuclear iraní no dio
comienzo a finales des siglo XX, como afirman algunos. Los primeros contactos
de Teherán con la energía nuclear se remontan a… 1957, fecha en la que el Sah firmó
el primer acuerdo de cooperación nuclear civil. En 1975, el entonces Secretario
de Estado norteamericano, Henry Kissinger, rubrico un memorándum titulado U.S.-Iran
Nuclear Co-operation, que aludía al suministro
de equipo nuclear a Irán. Además de las exportaciones llevadas a cabo por Estados
Unidos y Alemania, se creó un consorcio multinacional integrado por empresas
francesas, belgas, españolas y suecas, cuya tarea consistía en facilitar financiación
y tecnología nuclear a las autoridades iraníes.
Tras la revolución islámica, los suministros que
quedaron congelados. Sin embargo, durante esa travesía del desierto, Israel
intentó un acercamiento científico-estratégico a Irán. Corrían los
tiempos del Irangate, cuando los traficantes de armas de Tel Aviv no
dudaban en negociar con… Dios y con el Diablo. Jomeiny rechazó la propuesta: su
programa político contempla – sigue contemplando - la destrucción total del ente
sionista. De ahí los temores de Netanyahu.
Finalmente, conviene recordar que Irán cuenta con
dos vecinos que disponen de la bomba atómica: Paquistán y la India. En ambos
casos, los responsables de la proliferación nuclear son… las dos
superpotencias: Estados Unidos y la antigua URSS. Pero aquí nos adentramos en
el terreno de la… materia reservada.