viernes, 28 de febrero de 2014

Democracia a golpe de chequera


Los recientes acontecimientos de Kiev, esa segunda “revolución naranja” que logró eliminar el rojo, sustituyéndolo por el azul, me recuerda extrañamente las operetas de Franz Lehar, cuyos libretos estaban escritos en clave humorística. Amores y desamores, intrigas palaciegas y golpes de Estado, situaciones tensas rozando el dramatismo y ¡ay, siempre!… el final feliz. Si no fuera por el derramamiento de sangre, demasiada sangre, la espectacular caída del oligarca Víctor Yanúkovich podría hallar paralelismos en el breve y doloroso exilio de los reyezuelos de opereta, en la tragicómica victoria del bien (siempre relativo) sobre el mal (imaginario y discutible).

El movimiento de la plaza Maidán, auténtico crisol de genuinos indignados, liberales, radicales, nacionalistas y xenófobos acabó, al menos aparentemente, con el autoritarismo de los ex comunistas que cambiaron de piel, aunque no de costumbres. ¿Acaso ello significa que Ucrania se está encaminando hacia la democracia? El que eso escribe no pretende disimular su pesimismo.

Lo que el Primer Ministro ruso, Dimitri Medvédev, llamó desde el primer momento un “motín armado”, definición simplista que obedece ante todo a motivaciones meramente ideológicas, tiene diferentes lecturas en clave geopolítica. En efecto, si analizamos con detenimiento las posturas de Occidente ante la rebelión ucrania, llagamos fácilmente a la conclusión de que Bruselas y Washington no hablan el mismo idioma. Si bien para los norteamericanos el objetivo prioritario es el aislamiento de Rusia, para la Unión Europea y, ante todo, para Alemania, Ucrania representa a la vez un nuevo y apetecible mercado y… una cantera de mano de obra barata. Un mercado que se puede conquistar a golpe de chequera. ¿El precio? Una auténtica ganga: basta con un anticipito de alrededor de 20 – 25 mil millones de euros. Bruselas exigió, como contrapartida, la formación de un Gobierno legal en Kiev. Las nuevas autoridades no tardaron en satisfacer su deseo.

El conflicto de intereses entre los amos del Viejo y el Nuevo continente se refleja también en la composición del Gobierno provisional de Ucrania, que dirigirá los destinos del país hasta la celebración de las próximas elecciones generales. El nuevo presidente, Alexander Turchinov, hombre de confianza de Julia Timoshenko, cuenta con el apoyo incondicional de Washington. Detalle interesante: el nuevo jefe de Estado formó parte del equipo de asesores electorales de Víctor Yusénko, quien le nombró jefe de los servicios secretos del país. Buenas credenciales para darse a conocer allende las fronteras. 

Aunque la mayoría de los miembros del Gabinete pertenece a la corriente liderada por Julia Timoshenko, algunos de sus fieles aliados, como el ex boxeador Vitali Klichko, amigo personal de la Canciller germana Angela Merkel, no figuran entre los elegidos. Klichko se compromete a librar batalla en los próximos comicios. Frau Merkel, también. No hay que olvidar que Alemania es, después de Rusia, el segundo socio comercial de Ucrania. 

Pero hay más: los alemanes esperan aprovechar los bajos costes de producción de un país donde la mano de es, más barata que la china, la polaca o… la española. Un excelente negocio para las empresas germanas, acostumbradas a descentralizar su producción. 

 ¿Y Rusia? Cabe preguntarse si el Kremlin puede o debe permitirse el lujo de tener en sus confines un país que inicia su camino hacia la democracia suprimiendo los derechos de las minorías étnicas rusa y tártara y el carácter regional, es decir, semioficial, de sus idiomas. La región autónoma de Crimea, que cuenta con una mayoría rusófona, rechaza las leyes del Parlamento de Kiev. Algunos sectores de la población reclaman incluso la protección de Moscú, cuando no la anexión de esta provincia autónoma a la Federación Rusa. Extrañamente, Washington, Berlín y la OTAN exigen a los  gobernantes del Kremlin que respeten la integridad territorial de Ucrania. ¿Mero altruismo? No, en absoluto. Se trata de la condición sine qua non para crear la pinza  euro-asiática (UE – China) destinada a ahogar al régimen moscovita. Este es, recordémoslo, de un viejo sueño de los politólogos norteamericanos. Un sueño que podría materializarse si la Madre Rusia se deja hechizar por el canto de sirenas de sus antiguos archienemigos occidentales.  

Y eso, estimado lector, nada tiene que ver con el libreto de una opereta vienesa…

jueves, 20 de febrero de 2014

El Drang nach Osten de Angela Merkel


La violencia se ha adueñado en las últimas horas de la capital de Ucrania, Kiev, convertida en escenario de sangrientos enfrentamientos entre opositores pro europeos  y fuerzas del orden fieles al Presidente Víctor Yanúkovich. Mientras los observadores extranjeros se subastan las fluctuantes estadísticas de las víctimas civiles y militares del conflicto – decenas de muertos y miles de heridos – los politólogos tratan de diseccionar el porqué de una pugna que podría llevar al país al borde de la guerra civil. 

De hecho, los disturbios empezaron hace tres meses, cuando el Gobierno ucranio se negó a rubricar el acuerdo de asociación con la Unión Europea. Aparentemente, las autoridades de Kiev pretendían llamar la atención a Bruselas sobre la necesidad de renunciar a supuestas injerencias del Ejecutivo comunitario en los asuntos internos de Ucrania. La UE reclamaba, en efecto, la excarcelación de la ex Primera Ministra, Yulia Timoshenko, condenada por “abuso de autoridad”. Pero no era esta la única exigencia de los “eurócratas”, partidarios de conducir a Ucrania por la tan cacareada senda de las reformas democráticas. Un ofrecimiento generoso, que chocaba sin embargo con los intereses geoestratégicos de Rusia, el gran vecino que suele tutelar a los gobernantes de Kiev. 

Estiman los analistas políticos que los episodios violentos de los últimos días, protagonizados por militantes de movimientos pro europeos y facciones pro rusas son, en definitiva, el mero reflejo la nueva guerra fría Este – Oeste, de una pugna entre Washington y Moscú. Para los dirigentes del Kremlin, Ucrania es el Estado-tampón entre Rusia y Occidente. Para los estrategas norteamericanos, se trata del alfil que hay que eliminar para poder dar “jaque al rey” (Putin).  Los rusos, que cuentan con la simpatía de la mitad de la población ucrania, procuran defender sus intereses en la región inyectando importantes cantidades de dinero – miles de millones de euros destinados a la ayuda económica – en la economía ucrania. La oferta de la UE es, al menos aparentemente, más generosa, pero las condiciones resultan molestas para el esclerótico régimen de Kiev. Las exigencias de los proeuropeístas, que representan la otra mitad de la población, son muy concretas. Se trata de promulgar una nueva Constitución, renunciar al sistema presidencialista actual, nombrar un nuevo Gabinete y… lograr la renuncia de Yanúkovich. 

Mientras el Kremlin quiere mantener el statu quo, Washington pretende aislar a Rusia, siguiendo el guion elaborado a mediados de la década de los 90 del siglo pasado por unos catedráticos de la Universidad de Yale, partidarios de una “pinza” UE – China en los confines de Rusia. La caída del imperio soviético facilitó el avance de Occidente hacia las fronteras de la Madre Rusia. Sin embargo, en Europa aún quedan dos peones que hay que eliminar: Ucrania y Bielorrusia. En ambos casos, la intervención política de los países comunitarios es indispensable. De hecho, mientras Barack Obama reclama a los gobernantes de Kiev una política de contención, la Canciller alemana Angela Merkel insta a sus aliados franceses la aplicación inmediata de medidas de retorsión contra Yanúkovich. Detalle interesante: 48 horas antes del inicio de los enfrentamientos en la Plaza de la Independencia, la Canciller recibió en Berlín a destacados líderes de la oposición ucrania. Y si bien no se puede hablar de una relación de causa a efecto, conviene señalar que los primeros actos de violencia se registraron a la mañana siguiente. Unas horas después, Frau Merkel inició su Drang nach Osten.(empuje hacia el Este) en las instituciones comunitarias. La ofensiva diplomática germana no sorprendió a los dirigentes rusos; hace ya más de un año que la propaganda oficial moscovita advierte sobre los peligros del… “expansionismo centroeuropeo”.  ¿Viejos recuerdos? ¿Viejos rencores?  Lo cierto es que en ese contexto, los ucranios, todos los ucranios, se convierten en  conejitos de Indias de las superpotencias.

jueves, 6 de febrero de 2014

Míster Kerry tiene un plan


Míster Kerry tiene un plan. Uno más, que se añade a las decenas de propuestas para solución del conflicto israelo-palestino elaboradas desde hace más de cincuenta años por políticos, diplomáticos y académicos empeñados en llevar la paz a los pueblos del afligido Oriente Medio.

Míster Kerry tiene un plan. Tal vez no sea el mejor, pero sí el último. No aporta soluciones novedosas, puesto que se trata de una mezcolanza de antiguas fórmulas de compromiso, sugeridas por Occidente y rechazadas por los protagonistas del enfrentamiento, israelíes y palestinos, israelíes o palestinos.  Mas el plan del Secretario de Estado norteamericano tiene… fecha de caducidad. En efecto, el documento redactado por la diplomacia estadounidense contemplaba el final de las consultas bilaterales el 29 de abril de 2014. Unas previsiones excesivamente optimistas, teniendo en cuenta la escasa voluntad de los contrincantes de hallar un lenguaje común. 

Las exigencias de ambas partes son harto conocidas. Tel Aviv reclama el reconocimiento de Israel como Estado judío, la desmilitarización total de la futura entidad nacional palestina, el control de la frontera jordano-palestina (en el valle del río Jordán), la permanencia de los 600.000 colonos que residen en los asentamientos judíos de Cisjordania, la vigilancia del espacio aéreo palestino. A ello se suma, implícitamente, la posibilidad de seguir creando nuevas colonias hebreas en la zona. Todo ello, bajo la engañosa denominación de proceso de paz.

A su vez, los palestinos exigen la vuelta a las fronteras de 1967, el reconocimiento internacional de Jerusalén Este como capital del nuevo Estado, el desmantelamiento de los asentamientos y la recolocación de los colonos en territorio israelí, el control absoluto del suelo y subsuelo de Cisjordania y… la presencia de una fuerza internacional de interposición, compuesta por tropas de la OTAN bajo mando estadounidense, que garantice la integridad territorial y la seguridad de Palestina. Unos prerrequisitos estos difícilmente aceptables por el Gobierno Netanyahu. 

El Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Majmúd Abbas, artífice de los Acuerdos de Oslo, parece poco propenso a reconocer el carácter judío del Estado de Israel, alegando que se trata de un nuevo subterfugio de los israelíes, de una clausula inexistente en los tratados con Egipto y Jordania, países que firmaron la paz con Israel hace más de dos décadas. 

En resumidas cuentas, las consultas parecen seguir en punto muerto. Tel Aviv no quiere renunciar al statu quo, mientras que los palestinos mantienen su postura primitiva: no puede haber paz sin Jerusalén, sin garantías internacionales de seguridad. 

Sin embargo, algo ha cambiado en los últimos años. La campaña de boicot internacional de los intereses de Israel, iniciada en 2005 por un grupo de asociaciones palestinas, empieza a surtir efecto. Lo que inicialmente se había configurado como simple herramienta destinada a fiscalizar la política de ocupación sistemática de los territorios palestinos, aparece ahora como una especie de gigante capaz de dañar los intereses económicos, los programas educativos y culturales del Estado judío. El boicot económico causó pérdidas por valor de centenares de millones de dólares para las exportaciones y las inversiones israelíes en Occidente.  Por otra parte, la Unión Europea ha aprobado una directiva que prohíbe la colaboración con instituciones y empresas hebreas ubicadas en los territorios ocupados, lo que implica una disminución de alrededor de 700 millones de dólares en los proyectos de investigación. 

Más dramática es la situación generada por el boicot educativo, que afecta a los institutos docentes. Los catedráticos, en su gran mayoría, partidarios de los acuerdos de paz, se sienten doblemente castigados: a la condena del establishment políticos hebreo, que los tacha de traidores, se suma el aislamiento forzoso impuesto por las instituciones académicas  occidentales. 

Durante la última conferencia sobre seguridad celebrada en Múnich la pasada semana, el Secretario de Estado Kerry aludió a los efectos negativos del boicot internacional para la seguridad y prosperidad de Israel. Sus palabras provocaron la ira del Primer Ministro Netanyahu, quien no dudó en calificar las declaraciones de Kerry de “inmorales”. Malos augurios para el proceso de paz, para el compromiso de Barack Obama de poner fin al conflicto israelo-palestino. 

Cabe preguntarse, pues: ¿qué pasará después del 29 de abril? Tanto los israelíes como los palestinos son capaces de neutralizar los posibles logros del proceso negiciador. Su arma secreta es… la violencia.