viernes, 16 de febrero de 2024

Putin no insulta

 

Ahora, que ya sabemos que Joe Biden es el candidato predilecto de Vladimir Putin a la presidencia de los Estados Unidos, que Donald Trump se ha convertido en un personaje demasiado conflictivo para la élite demócrata de Washington, la OTAN y… el Kremlin, no nos queda más remedio que analizar – con una inevitable mezcolanza de humor y preocupación – las nuevas normas impuestas por el actual inquilino de la Casa Blanca en las cada vez más fluctuantes e impredecibles relaciones internacionales. Puntualicemos: al escrutinio diplomático se suma, en este caso concreto, la evaluación lingüística.


La lectura o relectura de la magistral novela El Señor Presidente, del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias nos asombra con el párrafo en el que el líder máximo despide a gritos al medicucho Barreño: ¡Retírese, salga y… llame a ese animal!


¡Yo soy ese animal! explica el secretario del Señor Presidente de la República, acostumbrado con el discurso algo florido de su amo y señor.


En las últimas semanas, Joe Biden tildó al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de idiota, imbécil, mala persona y otras lindezas reproducidas instantáneamente por los principales medios audiovisuales estadounidenses. Curiosamente, no hubo desmentidos de la Casa Blanca; sabido es que Biden no controla sus… lapsus. Pero, ¿se trata de meros traspiés?


En Israel, donde la opinión pública está dividida entre el rechazo a la política llevada a cabo por el líder del Likud y sus socios ultranacionalistas y el apoyo al operativo bélico de Gaza, los reiterados deslices de Biden causaron un profundo malestar.


 Biden, no puedes llamar idiota a nuestro primer ministro; sólo nosotros podemos hacerlo, rezaba el editorial del rotativo Jerusalem Post, una de las pocas publicaciones de referencia en la casi totalidad de los países de Oriente Medio. De hecho, los traspiés de Biden distan mucho de las promesas de apoyo incondicional formuladas por el propio Presidente tras el ataque del 7 de octubre, cuando Tel Aviv manifestó su intención de intervenir militarmente en la Franja de Gaza


Para los redactores del Jerusalem Post, el aliado transatlántico se había equivocado. En lugar de presionar a Israel para que detenga su ofensiva, Estados Unidos y el resto del mundo deberían aumentar la presión sobre el grupo terrorista para que libere a los rehenes y se rinda. Una opinión ésta compartida por la gran mayoría de israelíes, traumatizados por el impacto de la incursión de Hamas. Obviamente, Israel había perdido su halo de fortaleza inexpugnable.

Sin embargo, los analistas y estrategas hebreos coinciden en que Joe Biden tiene sobradas razones para estar molesto con Netanyahu. En primer lugar, porque el jefe del Ejecutivo de Tel Aviv se ha distanciado del plan de Biden para Gaza del día después, de vincular la normalización de las relaciones con Arabia Saudita a un control reforzado de la Franja otorgado a la Autoridad Nacional Palestina, lo que conduciría a la aceptación de la fórmula de dos Estados, rechazada por Israel.

Por otra parte, la insistencia de Netanyahu en mantener a sus socios de extrema derecha Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich en la coalición también debe irritar, así como la percepción de Biden de que el gobierno israelí no está tomando medidas para frenar las acciones violentas de los colonos extremistas de Cisjordania.

Finalmente, la obstinación de Netanyahu en continuar la guerra de Gaza hasta su conclusión de invadir Rafah y eliminar a los combatientes y las bases de Hamas, sin un plan claro para proporcionar una retirada segura a los más de un millón de gazatíes que se han congregado en la ciudad asediada durante la guerra, es probablemente el tema que más indujo a Biden a hablar de Netanyahu en términos… poco diplomáticos.

Pero también hay otro factor, tal vez más importante: con cada gazatí que muere en la ofensiva israelí, Biden está perdiendo apoyo político para su campaña de reelección por parte del ala progresista de su electorado. Es cierto que un operativo bélico importante en Rafah pondrá en peligro a muchos más civiles, incluso si se aplica un plan de evacuación.

Pero curiosamente, aunque Biden le guarde rencor a Netanyahu, también es cierto que el general Benny Gantz, miembro del actual Gabinete de guerra israelí, a quien algunos ven como la alternativa moderada a Netanyahu, apoya la ampliación de la ofensiva en el sur de Gaza y Rafah.

Cabe preguntarse, pues: ¿serán todos los políticos israelíes idiotas, imbéciles, a malas personas? ¿Será Donald Trump este personaje peligroso del que los norteamericanos deberían desembarazarse a la mayor brevedad?

Extrañamente, Vladímir Putin no insulta. 

jueves, 8 de febrero de 2024

Palestina libre, a la conquista del Parlamento Europeo

 

Uno de los principales caballos de batalla del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) en la consulta electoral celebrada en Turquía en 2002 fue el lema: Islamizar la diáspora. Pero pocos gobernantes europeos tomaron en serio en programa electoral del AKP, tal vez partiendo del supuesto de que los partidos prometen, pero no cumplen. ¡Craso error! En el caso de Turquía, la agrupación islámica liderada por Recep Tayyip Erdogan logró que las promesas se materialicen.

Remusulmanizar Turquía e islamizar la diáspora, rezaba en programa del partido de corte religioso, emanación del Refah (Partido del Bienestar), que no logró sobrevivir a los ataques de los sectores laicos de la sociedad, más propensos a aceptar las estructuras irreligiosas del estado moderno creado por Mustafá Kemal Atatürk en 1923.

Pero con el advenimiento del AKP los datos del problema cambiaron radicalmente. Turquía acabó convirtiéndose en un país musulmán respetuoso de los conceptos básicos del Corán y la nutrida diáspora procedente de Anatolia en el… caballo de Troya del islamismo que – según las agrupaciones democristianas del Viejo Continente – amenaza la convivencia confesional europea.

Recientemente, los grandes rotativos alemanes se hacían eco de un proyecto ideado por Erdogan para aprovechar a la diáspora turca como trampolín para llegar al corazón de Europa. Se trataba de la creación – con miras a las elecciones europeas del próximo mes de junio – de un partido turco-alemán, la Alianza Democrática para la Diversidad y el Despertar (DAVA) llamado a aglutinar los votos de la emigración musulmana residente en la República Federal.

Al grito de alarma del democristiano CDU se sumaron las advertencias de algunos medios de comunicación europeos, que denunciaron la amenaza otomana. Es cierto que la diáspora turca representa de la comunidad musulmana más numerosa de Alemania. De los casi 2 millones de inmigrantes, más de la mitad contempla la posibilidad de echar raíces en suelo germano. También es cierto que las políticas de integración del Estado federal fueron mucho más laxas en el caso de los turcos, que gozaron con numerosas ventajas para la obtención de los permisos de residencia, la nacionalización y la inserción laboral. Actualmente, varios ciudadanos de origen turco ocupan puestos clave en los Gobiernos regionales o en la Administración municipal. Pero no serán ellos quienes movilicen a la diáspora para depositar sus votos para el partido auspiciado por Erdogan. Hay otros actores encargados de mover los hilos.

En febrero de 2022, Erdogan recibió en Ankara a una nutrida delegación de la Unión de Demócratas Internacionales (UID), apéndice de su partido en Europa, a la que instó a crear mecanismos capaces de influir en la política nacional de los países de residencia. Asimismo, hizo hincapié en el hecho de que unidos, ningún Estado, partido u organización europea podrán manipularles, pues se convertirán en una comunidad difícilmente ignorada por las fuerzas políticas del Viejo Continente.

 

Al abordar el tema de una posible injerencia de Ankara en las elecciones europeas, los políticos alemanes hacen caso omiso de otra realidad, mucho más impactante: la reciente creación de un grupo de partidos musulmanes nacionales que se presentará a la consulta de junio con la denominación de Palestina libre. Se trata, según sus promotores, de una herramienta capaz de contrarrestar el impacto de los éxitos electorales de la derecha conservadora.

 

Los integrantes de este grupo son: el Partido Andalusí, la agrupación musulmana holandesa NIDA, la Unión Democrática. de los Musulmanes Franceses (UDMF)el Movimiento Islámico Democrático Italiano (MIID), a los que podrían sumarse otros grupos musulmanes europeos o pertenecientes a la diáspora. En principio, los candidatos que obtengan escaños en el Parlamento Europeo se integrarían en la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, materializando el proyecto del islamista egipcio Tarik Ramadan, ciudadano suizo y nieto de Hassan al Banna, fundador de la cofradía de los Hermanos Musulmanes.

 

Curiosamente, nadie menciona en los medios europeos la existencia de la agrupación Palestina libre.

 

Entre los objetivos prioritarios de la recién creada agrupación figuran: la libertad de movimiento de los inmigrantes en suelo europeo, integración multicultural, la lucha contra la islamofobia. Se trata de Temas prioritarios, que figuraban también en los programas de los partidos socialistas y ecologistas alemanes o de las centrales sindicales germanas.

 

¿Caballos de Troya?  La Unión Democrática. de los Musulmanes Franceses (UDMF) asegura que no tiene intención de islamizar Francia; el Partido Andalusí quiso enfatizar que el hecho de enseñar árabe a los niños no debe considerarse de ninguna manera como proselitismo, ya que resta importancia al factor religioso. El Movimiento Islámico Democrático Italiano (MIID), quiere centrar su campaña en el combate contra la política antimusulana del Gobierno de Giorgia Meloni.

¿Y Palestina? Nosotros contemplamos la creación de un nuevo Estado, donde dentro de 100 o 200 años los cristianos, musulmanes y judíos vivirían pacíficamente, señala Driss Mohamed Amar, líder del partido islámico-humanista español.

De momento, la próxima cita de Palestina libre es… con las elecciones europeas del mes de junio. 

viernes, 2 de febrero de 2024

Biden a Netanyahu: elimine al enemigo con gentileza y elegancia

 

El fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre la acusación de genocidio perpetrado por Israel en la Franja de Gaza sorprendió a los inocentes y las almas caritativas. Tal vez no a quienes conocen el funcionamiento de los organismos internacionales, que se rigen siempre por la norma: una de cal y otra de arena. ¿Condenar a Israel? Sí, pero… ¿Satisfacer al régimen surafricano? Por supuesto, pero sin ofender a nadie.

La lectura del primer editorial publicado por el rotativo israelí The Jerusalem Post tras darse a conocer el fallo del Tribunal de La Haya es reveladora: Durante 35 minutos, la Corte Internacional de Justicia se dedicó a vituperar a Israel, pero luego sorprendió al Estado judío al no emitir ninguna orden concreta contra las Fuerzas de Defensa (Ejército)… No hubo dictaminen alguno sobre el cese de las hostilidades ni sobre la retirada de las FDI de Gaza.

Alivio en Israel; satisfacción en Sudáfrica. No hubo descontentos. Una de cal…

Luego surgieron las acusaciones de Tel Aviv sobre la participación de personal de las Naciones Unidas en el ataque del 7 de octubre. ¿La neutralidad de los funcionarios internacionales? Sí, pero en este caso concreto se trata de nacionales de un país en conflicto. ¿Agravante o atenuante? Simple reconocimiento de los hechos.

Durante varias semanas, partidarios y detractores de Israel y Palestina, de los árabes y los judíos, trataron de expresar sus puntos de vista, de manifestar, de imponer públicamente sus creencias. Las intervenciones – no siempre acertadas – de los poderes públicos alimentaron el confusionismo, ensancharon la brecha entre gobernantes y gobernados. ¿Quién defiende la causa justa? ¿Cómo explicar a las víctimas potenciales de un conflicto armado que se encuentran del buen o el mal lado de la Historia? ¿De verdad ello importa?

Lo cierto es que la ofensiva mediática que presenciamos en las últimas semanas nos deparó algunas sorpresas. Entre las más sonadas figura la gestión de la Fiscalía General de Suiza, que confirmó que el Presidente de Israel, Isaac Herzog, había sido objeto de varias denuncias penales durante su visita al Foro Económico Mundial en Davos. La Fiscalía no reveló detalles sobre la naturaleza o el número de las denuncias ni sobre la identidad de los querellantes. Indicó, eso sí, que se pondría en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores suizo para examinar la cuestión de la inmunidad del Presidente. Una gestión que parece insólita en un país que cuenta con numerosas juristas de renombre especializados en el derecho internacional. Pero reconozcámoslo; los habitantes de este país centroeuropeo, que se enorgullece ser el laboratorio de ideas de Europa, viven en… otro mundo.

No, Isaac Herzog, abogado de profesión e hijo de un afamado militar que ostentó dos veces el cargo de Presidente del Estado de Israel, no está involucrado directamente en ningún operativo bélico que podría asociarse el genocidio. Un genocidio que Herzog negó en Davos, alegando el derecho del Estado judío a la legítima defensa.

¿Iniciar un proceso de paz? ¿Contemplar la solución de dos Estados?  Nadie en su sano juicio está dispuesto ahora a pensar en un proceso de paz, manifestó Herzog en Davos. Israel ha perdido la confianza en los procesos de paz porque ve que nuestros vecinos glorifican el terror… esta guerra no es solo entre Israel y Hamás; hay un imperio del mal que emana de Irán, señaló. Decididamente, la postura del laborista Herzog no dista mucho de la del conservador Netanyahu.

Si bien es cierto que a Isaac Herzog no se le podría perseguir por crímenes contra la Humanidad, hay que reconocer que otros destacados políticos israelíes sí fueron involucrados en actos de terrorismo. Se trata de Menájem Begin, antiguo primer ministro de Israel que compartió el Premio Nobel de la Paz con el presidente egipcio Anwar El Sadat, y de Isaac Shamir, también primer ministro de Israel y copatrocinador de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.

En 1946, siendo Beguín líder del Irgún, una organización paramilitar judía radical, coordinó el atentado contra el Hotel King David de Jerusalén, cuartel general del Gobierno militar británico de Palestina. La explosión acabó con la vida de 91 personas.

Isaac Shamir, miembro del triunvirato que dirigió el Irgún en la misma época, ordenó numerosos atentados y asesinatos, entre otros el del conde sueco Folke Bernadotte, primer enviado de la ONU a Palestina al final de la Segunda Guerra Mundial. Bernadotte fue – conviene recordar – el primer defensor de la solución de los dos Estados.

Tanto Begin como Shamir fueron perseguidos por la justicia europea; ambos tenían inmunidad.

El ambiente eufórico que se adueñó de la plana mayor del Gobierno sudafricano tras darse a conocer el fallo del Tribunal de La Haya resulta difícilmente comprensible para quienes desconocen la complejidad de las relaciones entre Johannesburgo y Tel Aviv. Unas relaciones que se remontan a la época del apartheid puro y duro, del aislamiento impuesto al régimen de Pretoria por la presión internacional. En aquel periodo, el desierto de Namibia se convirtió en el banco de pruebas de los primeros ensayos nucleares israelíes. Las explosiones atómicas no podían ni debían llamar la atención de los vecinos árabes del Estado judío. Siguieron las ventas masivas de armas a Sudáfrica, la cooperación militar…

En 1981, el entonces Presidente sudafricano, Pieter W. Botha, dio luz verde al ultrasecreto proyecto Coast, que contemplaba el acceso de Pretoria a armas químicas y biológicas, indispensables para la defensa del país contra sus enemigos externos: Angola y Mozambique, donde la guerrilla marxista logró hacerse con el poder.

Hacia finales de 1982, el Coast se cobró las primeras víctimas. Se trataba de varios centenares de guerrilleros del SWAPO, detenidos por el ejército sudafricano.

Entre los años 1983 y 1986, se desarrollaron vacunas capaces de provocar la esterilización masiva de hombres y mujeres de raza negra. Curiosamente, alguien alertó a los militantes del Consejo Nacional Africano, partido nacionalista liderado por Nelson Mandela, sobre la existencia del proyecto, en el que supuestamente participaban científicos israelíes. La noticia, divulgada por los rotativos de Tel Aviv, provocó un hondo malestar en el seno de la opinión pública hebrea. Los portavoces oficiales se apresuraron en desmentir la información, anunciando al mismo tiempo el cese definitivo de la colaboración científica con Sudáfrica. Fue a partir de este incidente que el Consejo Nacional Africano empezó a centrar su atención en la lucha del pueblo palestino. En este contexto, los rumores acerca de las inmejorables relaciones entre los actuales Gobiernos de Johannesburgo y Teherán parecen irrelevantes. Pero irrelevantes no significa forzosamente inexistentes…

¿Qué sorpresas nos depara el porvenir?