Europa es
Moldova - Moldova es Europa. El slogan coincidió con el aterrizaje en el aeropuerto internacional de
Chișinău, la capital
de la República Moldova, de un nutrido grupo de asesores comunitarios. No
se trataba, al parecer, de expertos enviados por Bruselas, sino de los sherpas
encargados de preparar la Cumbre de la Comunidad Política Europea, que se
celebrará la próxima semana en el castillo de Mimi, auténtica joya
arquitectónica que evoca los tiempos de gloria de Besarabia, el territorio
arrebatado por los zares de Rusia al Principado de Moldavia en 1812.
El castillo
de Mimi, escenario de la primera cumbre paneuropea organizada en suelo moldavo,
no pertenecía a una adinerada cortesana afincada en esa tierra de viñedos. Su
propietario fue el aristócrata Constantin Mimi, un empresario que ostentó el
cargo de gobernador de la provincia en la época del imperio ruso. Después de la
Primera Guerra Mundial, cuando Besarabia volvió a integrar el reino de Rumanía,
el exgobernador Mimi recibió con todos los honores al rey Carlos II, soberano
de los principados de Valaquia y Moldavia, quien no dudó en nombrarle presidente
del Banco Nacional de Rumanía. No hay que extrañarse, pues, si después de proclamar
su independencia, en 1991, Moldova, antigua república de la URSS, haya barajado
la opción de una hipotética reunificación con la occidentalizada y
conservadora Rumanía, país que se había decantado por una política más
proamericana que pro europea. Pero no fue esta la opción de los poderes
fácticos, partidarios de añadir una estrella a la bandera azul de la UE.
El pasado fin de semana, la presidenta Maia Sandu apareció ante las cámaras
de la televisión estatal moldava para informar a sus compatriotas que la Cumbre
de la Comunidad Política Europea es a todas luces una señal de solidaridad
y apoyo de Europa con su país, destacando que la prioridad para Moldova sigue siendo la integración en la
infraestructura de la UE. De hecho, la mandataria espera poder formalizar la
candidatura de ingreso en el “club de Bruselas” antes de finales del año.
Sandu
señaló que los 50 jefes de Estado y de Gobierno que confirmaron su presencia en este encuentro abordarán
asuntos relacionados con la seguridad regional, temas relativos al suministro
de energía, así como la elaboración de nuevos proyectos de cooperación
transfronteriza.
El mero hecho
de que esta cumbre se celebre en las inmediaciones de la frontera con Ucrania
constituye en mensaje claro para nuestros pueblos – moldavo y ucranio – de que
no estamos solos, manifestó la
presidenta. Sin embargo, Maia Sandu prefirió eludir la respuesta a la pregunta
del comentarista de la televisión: ¿Acudirá Zelensky?
Cabe suponer
que la contestación de la primera mandataria habría que buscarla en la cada vez
más frecuentes alusiones a los intentos de desestabilización llevados a cabo –
según las autoridades de Chișinău – por los servicios secretos de la Federación Rusa. El fantasma del golpe
de Estado auspiciado por el Kremlin se ha convertido en el mantra de la clase
política moldava. Aparentemente, la amenaza es real.
Desde la
proclamación de la independencia, la República Moldova ha sido escenario de
constantes luchas intestinas entre partidos proccidentales y agrupaciones
políticas afines a la ideología del Kremlin. De hecho, para Vladimir Putin, la
actual presidenta moldava, economista educada en Harvard, es la oveja negra que
conviene neutralizar. Pero el dueño del Kremlin no parece muy propenso a
decantarse por el golpe de Estado; sabe que puede recurrir a otras
estratagemas.
Si bien para
los politólogos occidentales el problema clave de Chișinău estriba en la presencia del ejército ruso en el
enclave secesionista de Transnistria, para el establishment moldavo el
principal quebradero de cabeza se llama Gagauzia, la región autónoma cuya
población de origen túrquico – unos 160.000 habitantes – suele beber de las
fuentes de Moscú. De hecho, ya en 1991, tras el primer intento de golpe de
Estado prorruso, los diputados gagaúzos se pronunciaron a favor de la
permanencia de su región en la antigua Unión Soviética. La situación no ha
variado desde entonces. La mayoría de los bashkan (gobernadores) de Gagauzia
fueron partidarios de estrechar las relaciones con Moscú. En la última consulta
popular, celebrada en la primera quincena de mayo, se alzó con la victoria la candidata
del prorruso partido Shor, Evghenia Gutul. Se trata de una vieja
conocida de las autoridades moldavas, muy reacias en entablar el diálogo con la
minoría gagauza.
La nueva
gobernadora ha abogado por mejorar los contactos con Moscú, contemplando incluso
la apertura de una oficina de representación diplomática de Gagauzia en Moscú.
Al día siguiente a la celebración de la consulta popular, la policía moldava irrumpió en
la sede de la Comisión Electoral Central de la autonomía, tratando de incautar
las papeletas destinadas a validar los resultados de las elecciones.
Las
autoridades de Chișinău no quieren reconocer la victoria de la señora Gutsul, señalan los miembros de la Comisión Electoral, recordando
que la Asamblea Popular (Parlamento) de Gagauzia ratificó la victoria de la
representante del partido Shor. Los gagaúzos acusan al Gobierno de la República
Moldova de intimidaciones
e interferencia en el funcionamiento del sistema electoral.
Pero hay más:
en los confines de Gagauzia se halla el no menos conflictivo distrito de Taraclia,
hogar de la minoría búlgara de Moldova, donde se hallan numerosas instituciones
culturales y educativas. El búlgaro es también uno
de los idiomas de instrucción en la Universidad Estatal de Taraclia.
Semiindependiente
del gobierno central de Moldova, la administración regional del distrito mantiene
relaciones especiales con Rusia. En efecto, al igual de Gagauzia, Taraclia se
considera un bastión de los partidos pro moscovitas. Debido al descontento con las
políticas del gobierno central Chișinău, las tendencias separatistas se han
intensificado en los últimos años.
Transnistria, Gagauzia, Taraclia. Sólo tres de los numerosos quebraderos de cabeza de Maia Sandu a la hora de contemplar la ansiada adhesión a la Unión Europea; a la hora de querer librarse de las garras del Kremlin.