viernes, 26 de febrero de 2010

Los burócratas comunitarios, “héroes” por cuenta del contribuyente

La Comisión Europea, acusada por algunos sectores de la ciudadanía de despilfarro e ineficacia, ha decidido proceder a un extraño lavado de cara mediante la publicación, a comienzos del mes de febrero, de un tebeo que ensalza la labor del Departamento para Ayuda Humanitaria (ECHO), encargado de llevar a cabo las operaciones de socorro y reconstrucción.
La historieta, titulada La catástrofe oculta, es obra del dibujante belga Eric Bongers. Según el rotativo británico Sunday Telegraph, el coste total del proyecto – realización, edición de unos 311.000 ejemplares en cinco idiomas y su distribución en los colegios de los Estados miembros de la UE - asciende a la friolera de 250.000 Euros, procedentes de las arcas de la Comisión.
Los protagonistas de la historieta humanitaria son Max y Zana, empleados de ECHO enviados por Bruselas a Borduvia, un país imaginario azotado por un fuerte terremoto. Pese a las reticencias iniciales de las autoridades borduvianas, los “héroes” comunitarios logran contactar con el jefe de la guerrilla local, quien acaba aceptando la ayuda de la UE. Los socorros y los millones de euros llegarán, como por arte de magia, al país devastado, contribuyendo ¡cómo no! a la mejora de las condiciones de vida de la población. Un estado de cosas utópico, que nada que ver con los titubeos de la UE tras la catástrofe humanitaria de Haití.
Detalle interesante: el autor del tebeo se dedica a emplear a fondo la jerga comunitaria. Max y Zana parecen muy preocupados por “informar al Comisario, que tiene previsto presentar su informe ante el Parlamento Europeo”. Por si fuera poco, advierten a los jóvenes lectores que “al producirse catástrofes de esta índole, la solidaridad internacional se impone”.
La insólita iniciativa de la Comisión cuenta, sin embargo, con muchos detractores. El director de la Alianza de Contribuyentes Europeos, Matthew Elliot, no duda en tildar la historieta humanitaria de mero ejemplo de “propaganda política”, que recuerda la actuación de regimenes “corruptos e irresponsables”.
Huelga decir que no es esta la primera ni única acusación de despilfarro. El año pasado, el Parlamento Europeo exigió a la Comisión de Bruselas un mayor control de los fondos comunitarios. De hecho, se echó en cara al Ejecutivo la asignación de cantidades exorbitantes destinadas a costear las vacaciones de invierno de los hijos de los burócratas comunitarios, así como la aprobación de algunos proyectos un tanto estrafalarios, como por ejemplo la financiación de cursos de tango destinados a los… ciudadanos de Finlandia. En resumidas cuentas, un auténtico desastre presupuestario, que no humanitario.

viernes, 19 de febrero de 2010

La batalla de Jerusalén

En 1947, durante la primera guerra israelo-árabe, las tropas del entonces embrionario Estado judío trataron por todos los medios de adueñarse de la casi totalidad de los barrios modernos de Jerusalén. Fue la batalla más larga y más ardua de aquél enfrentamiento bélico entre hebreos y musulmanes. Al término de la ofensiva, las unidades de Tsahal lograron hacerse con el control de la mitad de la urbe. Sin embargo, el mítico Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado de los hebreos, permaneció baja la tutela de los monarcas jordanos.
Desde la famosa “línea verde” que dividía la ciudad, los israelíes podían contemplar las cúpulas del Santo Sepulcro y de la mezquita de Al Aksa, lugares de culto de las otras dos religiones monoteístas – cristianismo e Islam – pero no lograban entrever siquiera los santos lugares hebreos. La situación dio un vuelco espectacular en 1967, tras la “guerra de los seis días”, cuando el ejercito judío se apoderó del sector oriental de Jerusalén. Después de sentir el tacto de las milenarias piedras del Muro, políticos y estrategas hebreos afirmaron rotundamente que la ciudad “reconquistada” formará parte para siempre del Estado de Israel.
Los intentos de convertir Jerusalén en la capital “eterna e indivisible” del Estado judío tropezaron, sin embargo, con un sinfín de reticencias por parte de las naciones que mantienen relaciones diplomáticas con Tel Aviv. De hecho, ninguna de las grandes potencias occidentales se decantó por trasladar su embajada a Jerusalén. Sólo un puñado de países pequeños aceptó el ofrecimiento de “emigrar” a la Ciudad Santa; las autoridades judías se hicieron cargo del… alquiler de sus respectivos locales diplomáticos.
Este estado de cosas obligó al establishment político israelí a abrir un nuevo frente: el de los espectaculares hallazgos arqueológicos. Desde hace más de tres lustros, las excavaciones históricas se han convertido en un nuevo arma de los conservadores judíos. Las huellas arqueológicas se utilizan para reivindicar derechos “bíblicos”. No hay que extrañarse, pues, si algunos científicos israelíes insinúan, medio en broma, medio en serio, que su profesión padece el “síndrome de Jerusalén”, ese trastorno psíquico que suele afectar a los peregrinos y que se manifiesta por una extraña y aguda obsesión religiosa.
Una de las últimas manifestaciones de este mal es, al parecer, el descubrimiento o, mejor dicho, la creación de la llamada “Ciudad de David”, un asentamiento – parque temático creado por la misteriosa empresa “Eldad”, dirigida por David Beeri, antiguo miembro de los comandos especiales del ejército judío. La compañía, que cuenta con el apoyo político del Gobierno de Israel y del Ayuntamiento de Jerusalén, está financiada por un grupúsculo de potentados rusos, entre los que figura, según los medios de comunicación estadounidenses, el multimillonario Román Abramovich, dueño del club de fútbol británico Chelsea.
Resulta sumamente difícil obtener la lista de socios de “Eldad”, que ha logrado en menos de dos décadas, adquirir alrededor del 60 por ciento de los terrenos y los edificios de la aldea palestina de Silwan, situada en las inmediaciones del Muro de las Lamentaciones. Hace unos años, cuando las autoridades municipales trataron de expropiar a los propietarios de 80 viviendas de Silwan, la fuerte presión internacional logró frenar las maniobras de los colonos. Sin embargo…
Estiman los arqueólogos judíos, entre los que también figuran algunos altos cargos de la Autoridad Estatal de Monumentos Arqueológicos, que sería sumamente difícil afirmar que la “Ciudad de David” está edificada junto a las ruinas del palacio del monarca, ubicado casualmente en las inmediaciones de la cisterna de Siloah donde, según el Nuevo Testamento, Jesús curó a un ciego.
Conviene señalar que los israelíes no son los únicos protagonistas de esta paranoica batalla por el suelo y subsuelo de Jerusalén. En 1999, la Autoridad Religiosa Islámica ordenó la construcción de una mezquita subterránea bajo de la Explanada de Templo (o de las Mezquitas), para “borrar” las huellas de la existencia del Templo de Salomón. Ello sucedió en una época en la que las banderas israelíes empezaron a flotar sobre los edificios emblemáticos de la Jerusalén árabe. Los musulmanes intentaron contrarrestar la ofensiva judía, pero sin éxito.
¿Y los cristianos? Hoy por hoy, tanto los hebreos como los mahometanos parecen dispuestos a… tolerarlos. Al menos, aparentemente.