Recuerdo
que hace algún tiempo, un inspector de policía de un país centroeuropeo cuyo
nombre prefiero no recordar, se conmovió al descubrir en los medios de
comunicación, junto a su nombre, la mención el
ilustre desconocido. Desconocido sí, en el horizonte político de un país
que descartaba a quienes nada tenían que ver con las quinielas electorales, con
las aspiraciones de una persona de a pie del
selecto mundo de los gobernantes.
Recordé
la poco justificada alegría de aquél pintoresco personaje un día de diciembre
de 2015, al repasar los titulares de la prensa escrita y virtual. Encontré, como
podrá imaginar, estimado lector, noticias relacionadas con ilustres conocidos y
desconocidos. ¿Ejemplos? El magnate Donald Trump, que encabeza la lista de candidatos
republicanos a la Casa Blanca, se siente muy honrado por el hecho de que el
Presidente Putin lo trate de… genial. Al
parecer, no comprende o no quiere comprender que lo que Putin llama genial se traduce por desastre para la política de los Estados
Unidos. Huelga decir que a la genialidad de Trump se suma la voluntad del 30
por ciento de los electores republicanos de bombardear, sí, bombardear, el
reino de Agrabah léase, del príncipe Aladino, que aparece en una
superproducción de Walt Disney y que encarna la doblez y la maldad de los musulmanes.
Trump dixit. Tampoco hay que
extrañarse: el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, decidió
acortar una rueda de prensa para no perderse el estreno de la aún más estelar Guerra de las Galaxias.
Qué
duda cabe de que nuestro planeta Tierra va bien. El afligido Irak acaba de
escoger, por vez primera de 43 años, a su miss
nacional. Un ejemplo de normalidad, dirían algunos. El embajador
estadounidense en Rumanía, Hans Klemm, cuidadosamente escogido por las
autoridades de Washington para congraciarse con el también germánico presidente
del país, Klaus Iohannis, afirma – sin inmiscuirse en los asuntos internos
rumanos, claro está; no es este el papel que incumbe a los embajadores – que
los dos graves problemas que afronta esa república carpática para lograr su
desarrollo sostenible son la corrupción y… la falta de autopistas. Ni que decir
tiene que el gran aliado norteamericano estaría dispuesto a echar una mano
tanto en la lucha contra el mal fomentado antiguamente por el Imperio como en
la construcción, contra costo, de nuevas vías de transporte.
Lejos
de esas virtualidades quedan los
problemas reales de nuestro mundo: el cansancio de la clase política europea, las
peleas internas de los 28 acerca de
la asignación de cupos de inmigrantes provenientes de Oriente Medio y Turquía,
el chantaje ejercido por el Gobierno británico para exigir la modificación de
las estructuras de la Unión Europea, la hasta ahora caótica e ineficaz lucha
contra el terrorismo yihadista, la sistemática e intencionada desestabilización
del Viejo Continente. Asuntos éstos relegados en un segundo plano por el sinfín
de titulares graciosamente ofrecidos por el mundo virtual.
Pues
ya saben: hay que bombardear el reino de Agrabah, celebrar concursos de misses haciendo caso omiso de los
atentados diarios, dar paso en la política a los ilustres… desconocidos. Y,
ante todo, no perderse el estreno de la Guerra
de las Galaxias. Se exponen a defraudar al actual inquilino de la Casa
Blanca…