El próximo fin de semana, el electorado turco está
llamado a designar al futuro presidente de la república: de ese Estado laico
fundado en 1923 por un militar otomano nacido en la ciudad helena de Salónica,
que recibió la formación en la Academia militar de Monastir y que destacó por
su brillante actuación de estratega tanto en la Primera Guerra Mundial como en
la Guerra de Independencia Turca. En octubre de 1923, tras la proclamación de
la república, Mustafá Kemal fue elegido en el cargo de presidente del nuevo
estado, título que desempeñó hasta su muerte en 1938.
Las reformas llevadas a cabo por Atatürk son
múltiples. Entre las más importantes destacan el cierre de las escuelas religiosas,
la abolición de la ley islámica, la adopción del calendario gregoriano, la
prohibición del velo, la introducción de un Código Civil basado en el suizo, la
laicidad del Estado y un sinfín de etcéteras.
Como buen militar, Mustafá Kemal encomendó al
ejército la unidad del país y la defensa de sus estructuras laicas. Un papel
crítico, censurado por la clase política occidental, que prefiere tratar con
interlocutores ideados a su imagen y semejanza. De hecho, la tutela de los
militares se convirtió, con el paso del tiempo, en uno de los hándicap que
frenaba las negociaciones sobre la adhesión de Turquía a las instituciones
comunitarias europeas. Uno, pero no el único. A la hora de la verdad, los
políticos de la Vieja Europa guardaban más ases en la manga…
Las cosas dieron un vuelco espectacular en
septiembre de 2010, cuando el Ejecutivo aprobó la reforma de la Constitución
que limita el poder del estamento castrense. Cuatro años más tarde, en agosto
de 2014, dos candidatos islamistas compiten por la presidencia de un Estado
moderno, que corre el riesgo de renunciar al sacrosanto principio de laicidad.
Uno de los candidatos es el actual primer ministro,
Recep Tayyip Erdogan que, tras haber agotado los tres mandatos de Jefe de
Gobierno autorizados por los reglamentos de su agrupación política, el Partido
para la Justicia y el Desarrollo (AKP), quiere perpetuarse en la política
otomana desde la presidencia. Erdogan cuenta con el apoyo de más de la mitad
del electorado, pues tiene en su haber importantes logros, como una tasa de
crecimiento económico anual del 5 por ciento desde 2002, la promulgación de
leyes de libertad religiosa o el inicio de un difícil proceso de paz destinado
a acabar con el conflicto kurdo.
Mas el actual Primer Ministro prefiere no hablar del
pasado, sino del futuro. Sus prioridades: reformar la Constitución e introducir
un sistema presidencialista, velar por la proyección internacional de Turquía,
reforzar el sistema democrático, celebrar, en 2023, el centenario de la
creación del Estado moderno, con una estructura institucional diferente. Hay quien estima que ello
implica el abandono paulatino del kemalismo, por no decir, del laicismo. Tal
vez por ello los dirigentes del Partido Republicano Popular (CHP), creado por Atatürk,
hayan decidido presentar a su vez un candidato islámico a la presidencia. Una
opción estratégica que no ha gustado a las bases del partido, poco propensas a
asociar la política con la religión.
El candidato del Partido Republicano es Ekmeleddin
İhsanoğlu, ex diplomático y académico, que ostentó durante años el cargo de
Secretario General de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), el mayor
organismo internacional creado por los Estados del mundo árabe-musulmán.
İhsanoğlu, que
nació en El Cairo, conoce perfectamente los entresijos de la política y los
códigos de conducta de la sociedad árabe. Tiene la ventaja de poder actuar como
observador, analista o actor en el universo islámico. Quienes lo conocen no
dudan en asimilarlo a un catedrático de Cambridge o de Oxford. Es un hombre demasiado tranquilo, estiman
algunos politólogos.
El tercer candidato en liza es Selahttin Demitras,
un jurista perteneciente al pro kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP).
Pocos analistas apuestan por su victoria. Sin embargo, la mayoría estima que el
voto kurdo podría resultar decisivo en el caso de una segunda vuelta. Por su
parte, Demitras, que ha escogido como lema de su campaña las palabras libertad, democracia, paz, fraternidad e
igualdad, niega la existencia de un
acuerdo secreto con Erdogan que contemple una solución rápida del conflicto con
el PKK.