viernes, 29 de mayo de 2015

Europa: la desestabilización


Tambores de guerra resuenan en la vieja Europa; tambores de guerra que recuerdan extrañamente otros períodos prebélicos, otros disonantes mensajes emitidos por cohortes de políticos y militares dispuestos a encender la mecha de explosivos conflictos.

En efecto, a la crisis institucional, que no sólo económica, que afronta la UE, se suman otros factores de inestabilidad: el espectacular avance islamista en el Cercano Oriente, detonante de la tragedia humanitaria del Mediterráneo, y el inesperado conflicto de Ucrania, que acentúa los temores de una nueva confrontación Este – Oeste. Pero esta vez las fronteras no se hallan en Europa Central, sino en la extremidad oriental del continente. Muchos actores tratan de repartirse los papeles: Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, Ucrania, Rumanía y Bulgaria. Sin embargo, los protagonistas de este psicodrama siguen siendo… ¡Rusia y la OTAN! Una Rusia que ha perdido a sus aliados orientales; una Alianza Atlántica que ha llegado a los confines del antiguo imperio de los zares. En Washington, el vicepresidente Biden no duda en censurar la agresión rusa en Ucrania; en el Kremlin, se alude a los designios guerreros de las potencias occidentales. Mas el enfrentamiento entre Washington y Moscú tiene por escenario… el Viejo Continente.

Hace apenas unos días, el general checo Pavel Petr, encargado de dirigir el Comité Militar de la OTAN a partir del segundo semestre de 2015, señaló en unas declaraciones concedidas a la emisora británica BBC, que Rusia podría ocupar los países bálticos en un plazo de 48 horas, sin que la Alianza tenga la capacidad de reaccionar. Lo mismo sucedería en el caso de Ucrania. ¿Y Rumanía o Bulgaria, Estados que se encuentran en la primera línea de la nueva estrategia expansionista de la OTAN? Sus respectivos Gobiernos prefieren apostar por la prudencia. Sin embargo, la llegada de tropas y de material militar procedente de Europa Central preocupa a la opinión pública de estos países.

Las gigantescas maniobras militares celebradas recientemente en el mar Báltico pretenden enviar un mensaje inequívoco a Moscú: la Alianza está dispuesta a defender a sus nuevos socios. A su vez, Rusia responde con el envío de tropas y material bélico al enclave de Kaliningrado, reforzando también los efectivos estacionados en Crimea. Y el vicepresidente Biden advierte: Putin no quiere la paz. París y Berlín replican al unísono: Europa no quiere la guerra. Washington insiste: el pueblo ucranio tiene derecho a disfrutar de los valores de la democracia. Pero, ¿a qué democracia se refiere la Administración Obama?

A Joe Biden le preocupa también la dependencia de los aliados europeos de los suministros de gas natural ruso. Obviamente, las perspectivas son poco halagüeñas. La mayoría de los países de Europa oriental y central depende de las exportaciones de la compañía rusa Gazprom. ¿Alternativas? Muy pocas, de momento. Norteamérica no ofrece soluciones viables. Como tampoco ofrece respuestas concretas a la crisis provocada por el auge del Estado Islámico en el Mashrek. El monstruo fue creado con el aval de los aliados de Washington en la zona y la aquiescencia de la Administración demócrata.

Hay otro asunto que preocupa a los aliados transatlánticos: el aumento de la violencia intercomunitaria en los Balcanes. En efecto, después de la aventura de Kosovo, donde la etnia albanesa logró crear un Estado fantasmal (¡y corrupto!) avalado por alianzas militares, las miradas se dirigen hacia Macedonia, nuevo objetivo de los desestabilizadores. La violencia registrada en las últimas semanas en este país presagia una oleada de nada pacíficas reivindicaciones de los extremistas del Ejercito Nacional de Liberación de Macedonia. Al parecer, entre los cabecillas de este grupo, vinculado al Ejercito Nacional de Kosovo, figuran guerrilleros y guardaespaldas de políticos albaneses y kosovares corruptos o de algunos jefes de las mafias balcánicas. Los norteamericanos denuncian y lamentan la aparente ineficacia de los europeos a la hora de emplear una política de mano dura con los terroristas.

Ni que decir tiene que la última página de la historia de los Balcanes aún queda por escribir. Cabe suponer que pronto presenciaremos el divorcio entre Bosnia y Herzegovina, feudos de musulmanes y eslavos, la aparición de la doctrina de la Gran Albania, proyecto expansionista que pondría en tela de juicio la soberanía nacional de Serbia, Macedonia, Montenegro y Grecia.

Decididamente, la desestabilización del Viejo Continente va por buen camino. La pregunta obligada es: cui prodest?

viernes, 22 de mayo de 2015

Un rehén llamado Osama


Cuatro años después de su muerte, Osama Bin Laden vuelve a ser noticia. Y lo es por partida doble: hace apenas unos días, el veterano periodista norteamericano Seymour Hersh, autor de numerosos ensayos sobre los abusos cometidos por el ejército de los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam o la ocupación militar de Irak, publicaba en la prestigiosa London Review of Books un amplio informe sobre la eliminación física del líder de Al Qaeda, en el que denunciaba las falsedades de la versión oficial sobre la muerte del multimillonario saudí. Según Hersh, la Administración Obama ocultó deliberadamente una serie de datos que podrían comprometer las relaciones de Washington con Paquistán y Arabia Saudí. Pocas horas después, la Inteligencia Nacional estadounidense facilitaba al gran público un listado – bastante incompleto – de los libros y documentos hallados en la biblioteca de Bin Laden en su refugio de Abbottabad. ¿Simple casualidad? Los portavoces de la CIA insisten en que los hechos no están relacionados.

Pero procedamos por partes.  La investigación llevada a cabo por Hersh  detecta una serie de incoherencias, véase inexactitudes, en el relato oficial de la Casa Blanca. Es falso, señala el periodista, que los generales Ashfak Parvez Kayani, jefe del Estado Mayor del ejército paquistaní, y Ahmed Shuja Pasha, director de los servicios de inteligencia, no hayan sido informados sobre la misión de la unidad de élite de la Marina encargada de eliminar a Bin Laden.  Ambos estaban al tanto de la presencia del líder de Al Qaeda en el país; ambos sabían dónde estaba recluido el rehén Bin Laden. De hecho, Osama contaba con la complicidad y la protección del estamento castrense paquistaní. El jefe de Al Qaeda fue detenido a comienzos de 2006 por los agentes del Servicio de Inteligencia de Islamabad (ISI), quienes lo trasladaron a Abbottabad, pequeña localidad situada a tres kilómetros de la Academia Militar de Paquistán y a unos minutos de la base ultrasecreta de Tarbela Ghazi, centro de formación de oficiales de la inteligencia militar.  Aparentemente, los paquistaníes estaban dispuestos a negociar la entrega de Bin Laden a las autoridades norteamericanas. Pero el toma y daca no llegó a materializarse.

A mediados de 2010, un alto cargo del ejército de Paquistán facilitó a la CIA detalles acerca del escondite del saudí. A cambio, eso sí, de la recompensa de 25 millones de dólares ofrecida por Washington a los informadores. Al comprobarse la veracidad de los datos, el militar fue trasladado junto con sus familiares a Washington. En comparación con Roma, Norteamérica paga a los espías…

Durante meses, los servicios de lucha antiterrorista estuvieron barajando las posibles opciones para la eliminación de Bin Laden. Se descartó la utilización de armas antibúnker o el envío de drones. Cuando Washington se decantó por la operación aérea, los estrategas llegaron a  la conclusión de que necesitaban el apoyo logístico de Paquistán. No fue una decisión precipitada; el general Shuja Pasha se había entrevistado en numerosas ocasiones con su homólogo de la CIA. Curiosamente, tanto los paquistaníes como los norteamericanos temían una hipotética intervención de los servicios de inteligencia  saudíes, que habían protegido a Bin Laden en todo momento, desde su marcha a Afganistán hasta la reclusión en Abbottabad.

Según Hersh, tanto el Estado Mayor como el Servicio de espionaje militar paquistaníes participaron – directa o indirectamente – en la operación aérea. Detalle interesante: los militares que custodiaban la residencia del saudí fueron retirados un par de horas antes del inicio del operativo. Por si fuera poco, toda la información relativa a la actuación del comando de marines fue eliminada de los ordenadores del Pentágono. El expediente pasó a la base de datos confidenciales de la… CIA.

También asegura el periodista norteamericano que el funeral islámico celebrado  a bordo del buque de guerra Carl Vinson jamás tuvo lugar. ¿Y el entierro en alta mar? El autor de esas líneas dudó de la veracidad de la versión oficial.

Algunos medios de comunicación estadounidenses critican a Hersh por no haber facilitado la identidad de sus informadores. Pero ¿acaso alguien conoció la verdadera identidad de Garganta Profunda, la misteriosa fuente de información que desató el caso Watergate?


La Oficina de Inteligencia Nacional nos ofreció, por su parte, un breve esbozo de lo que parece haber sido la biblioteca de Osama Bin Laden. Con los inocentes comentarios de la casa, que insinúa que el saudí estaba interesado en desestabilizar la economía francesa, provocando una reacción en cadena en el mundo industrializado. Los demás títulos desclasificados reflejan el interés del líder de Al Qaeda por la geopolítica. Extraño, ¿verdad? Hasta los terroristas leen. Y, al parecer, leen mucho…

domingo, 3 de mayo de 2015

Barack Hussein Obama – luces y sombras


A Barack Hussein Obama, cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, se le recordará… ¿por? Hay quien estima que el segundo y último mandato del actual inquilino de la Casa Blanca ha pasado el Ecuador con más sombras que luces. El Presidente busca desesperadamente el equilibrio entre sus derrotas y sus victorias para poder dejar huella en la historia norteamericana.

Obama empezó su carrera a la Presidencia de los Estados Unidos con un persuasivo Yes, we can (Sí, podemos). Una frase que llenaba de optimismo a los ciudadanos de un país humillado por los ataques del 11 de septiembre, una gigantesca operación castigo contra el régimen talibán de Kabul, que acabó en un atolladero, el fracaso de la intervención armada de Irak, que engendró nuevos semblantes del radicalismo islámico. Yes, we can…  Norteamérica estaba deseosa de olvidar el sombrío pasado.  Sus pobladores apostaron, por vez primera, por un candidato afroamericano.

Apenas un año después de su llegada a la Casa Blanca, el exsenador demócrata por Illinois fue galardonado con el Premio Nobel por la Paz, por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos y su visión de un mundo sin armas nucleares. Algunos politólogos no dudaron en tildar de precipitada la decisión del Comité Nobel noruego. En efecto, durante la presidencia de Obama los conflictos internacionales se multiplicaron. Las turbulencias pusieron de manifiesto la fragilidad del hasta entonces incontestable poderío de los Estados Unidos.  Seis años después de aquel convincente Yes, we can, algunos analistas políticos se dedican a poner en entredicho la gestión del Presidente.
    
A la hora de evaluar los éxitos y los fracasos de la política de Obama, los medios de comunicación procuran hacer hincapié en los aspectos positivos de ésta: el acuerdo nuclear con Irán, que pretende evitar la proliferación de armas atómicas en una de las regiones más inestables del planeta y la normalización de las relaciones con Cuba, interrumpidas desde la década de los 60, pírrica victoria del imperialismo yanqui sobre el socialismo revolucionario castrista.

En ambos casos, conviene estudiar con detenimiento el alcance de las medidas. El acuerdo nuclear con Irán tendrá que contar con el visto bueno (y probable supervisión) de las Cámaras, controladas por mayorías republicanas hostiles a la acción exterior del Presidente y propensas a hacer suya la argumentación belicosa de los halcones de Tel Aviv. ¿Sobrevivirá el acuerdo nuclear? Los dinamiteros de Washington y de Teherán harán todo lo que esté en su poder para precipitar el naufragio.

La normalización de las relaciones Estados Unido – Cuba ha tenido un gran impacto a nivel continental. Sin embargo, sus detractores aseguran que se trata de un mero intento de aislar al llamado grupo de países bolivarianos - Venezuela, Ecuador, Bolivia, ¿Argentina? – cuyos gobernantes apuestan por la fuerte presencia rusa y china en el hemisferio Sur. Ficticia o real, la amenaza se ha convertido en la pesadilla de Washington.

Por su parte, los detractores del Presidente (que son legión) prefieren destacar los errores cometidos por Barack Obama desde su llegada a la Casa Blanca. Aluden al fracaso de las mal llamadas Primaveras árabes, el derrocamiento de Gadafi y el caos que se apoderó de Libia tras la intervención de la OTAN, la caída de Hosni Mubarak, que dejó vía libre al Gobierno liderado por los Hermanos Musulmanes, la crisis diplomática con Israel, el fiel aliado de Washington en la zona, el enfriamiento d las relaciones con Arabia Saudita, el otro incondicional de la política estadounidense, la incapacidad de apreciar en su justo valor el poderío y, por consiguiente, el peligro del Estado Islámico, el abandono prematuro de Irak y Afganistán, la incomprensible permisividad frente al talente poco democrático del Presidente turco Erdoğan…  

Para Daniel Pipes, politólogo republicano que defendió en su momento la política exterior de George W. Bush,  la doctrina de Obama se resume en pocas palabras: buenas relaciones con los enemigos de los Estados Unidos y frías con sus aliados.

Queda otra incógnita: la postura de Barack Obama ante un posible enfrentamiento con Rusia en el conflicto armado de Ucrania. En este caso concreto, las mayores reticencias provienen de las capitales europeas: París y Berlín. Los gobernantes del Viejo Continente prefieren la solución diplomática.