En un mundo en el que la revelación de secretos oficiales vale su peso en oro (o en millones de dólares), alguien decidió que el mal llamado y peor llevado “proceso de paz” de Oriente Medio se merecía un pequeño escandalillo. Así podríamos resumir la iniciativa de la cadena de televisión catarí Al Yazira de publicar en su portal de Internet unos supuestos documentos confidenciales relativos a las negociaciones entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el Estado de Israel. Los “papeles palestinos”, que los cataríes comparten con el rotativo británico The Guardian, parecen haber causado estupor en algunos círculos periodísticos, que desconocen los entresijos de las relaciones entre palestinos e israelíes. Merced a la ignorancia, el escándalo está servido. El que esto escribe prefiere emplear el vocablo “ignorancia”, sinónimo, en este caso concreto, de “mala fe”.
De hecho, el Yazileaks (variante catarí de WikiLeaks), se limita a reflejar, de manera meramente anecdótica, la sinuosa trayectoria de las negociaciones entre las dos comunidades, dirigidas por un árbitro poco imparcial – Estados Unidos – que desempeña gustosamente el papel de juez y parte en el proceso. De la lectura de los documentos queda constancia del escaso interés de las Administraciones norteamericanas en adoptar una postura ecuánime. En efecto, los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca tuvieron que claudicar ante la intransigencia israelí. Por su parte, los Secretarios de Estado llevaron una política de doble rasero, haciendo suyos los argumentos del establishment de Tel Aviv.
Pero vayamos por partes. Sorprende a los analistas de la cadena catarí la supuesta renuncia por parte de los negociadores palestinos a defender el derecho de retorno de los refugiados. Sin embargo, los documentos publicados hasta la fecha se hacen eco de la postura oficial de Israel durante y después de la Conferencia de Madrid, cuando la propuesta oficial de Tel Aviv contemplaba el retorno al territorio del Estado de Israel de unos 50 a 120.000 refugiados palestinos, en su gran mayoría, gente adinerada dispuesta a financiar proyectos empresariales bajo el paraguas hebreo. A ello se sumaba el desconcierto de la ANP, incapaz de concebir el reasentamiento en el exiguo territorio cisjordano de unos 2 a 4 millones de exiliados. El tema quedó, pues, pendiente debido a la incapacidad de ambas partes de hallar salidas airosas.
Tampoco las propuestas de un canje de territorios parece favorecer a los palestinos, quienes debían aceptar, a cambio de los barrios limítrofes de Jerusalén oriental, unos palmos de tierra desértica en el Néguev. ¿Contemplaba la ANP la posibilidad de ceder definitivamente la soberanía de los barrios árabes de Jerusalén al Estado Judío? La propuesta, formulada en reiteradas ocasiones por expertos de las dos comunidades, barajaba la posibilidad de una administración conjunta de la Ciudad Santa. En cuanto al control palestino sobre la Explanada de las Mezquitas se refiere, es preciso recordar que hace un par de décadas los estadistas hebreos parecían más propensos a negociar su traspaso a… la Corona wahabita. Pero las gestiones fracasaron; había que contentarse, en última instancia, con los interlocutores palestinos.
Al abordar el tema de la seguridad, conviene tener presente el hecho de que para los estrategas israelíes este concepto se aplica sola y únicamente a la población israelí. Los palestinos quedarían bajo “la tutela” del ejército hebreo.
Curiosamente, el único estadista israelí que logró desbloquear las consultas intercomunitarias fue el poco carismático Ehud Olmert, antiguo alcalde de Jerusalén, persuadido en su foro interno que la paz pasaba, forzosamente, por la convivencia. Su sucesor, Benjamín Netanyahu, ostensiblemente molesto por el camino recorrido durante el gobierno de Olmert, optó por hacer borrón y cuenta nueva, alegando que no hallaba interlocutores válidos en el bando palestino. Cuando Netanyahu lamenta la ausencia de interlocutores, se refiere obviamente a unos complacientes cipayos palestinos.
Pero hay más: durante el mandato de George W. Bush, se baraja la posibilidad de que Israel “traslade” a Cisjordania a ciudadanos árabes (israelíes) residentes en Galilea. ¿Sería este operativo de “limpieza étnica” un primer paso hacia el reconocimiento del carácter “judío” de Israel? El “YaziLeaks” no contesta a esta pregunta. Como tampoco ofrece respuestas claras a ningún interrogante relacionado con las luchas intestinas entre el sector laico de la ANP y los radicales de Hamás. Cabe preguntarse, pues: ¿a quién le favorece la filtración? Se aceptan apuestas/respuestas.