martes, 28 de marzo de 2023

Embajador en el Ártico (I)

 

Queremos que el Ártico sea una región pacífica, estable y próspera; es una zona que tiene una importancia estratégica vital para los Estados Unidos, manifestó recientemente el jefe de la diplomacia norteamericana, Antony Blinken, al anunciar la creación del cargo de embajador general para la región ártica, que sustituye al actual coordinador del Ártico del Departamento de Estado.

Oficialmente, la misión de este nuevo plenipotenciario consistirá en tratar asuntos relacionados con el medio ambiente y el desarrollo regional, haciendo especial hincapié en los intereses económicos y de seguridad nacional derivados de los efectos del calentamiento global en el Polo Norte.  

Conviene señalar que la Unión Europea se adelantó a la iniciativa de Washington, anunciando el nombramiento de su representante para asuntos árticos y la apertura de una oficina de cooperación de la Comisión Europea en Groenlandia, dirigida por un… embajador.

La competencia se libra también a nivel discursivo-ideológico. El recién estrenado término euroártico, empleado por los funcionarios de Bruselas, define los intereses de la UE en la región: llevar a cabo una política independiente más activa, aprovechando el entorno para fortalecer los lazos con los países del Atlántico Norte, desde Noruega y las Islas Feroe hasta Islandia y Groenlandia, sin olvidar, claro está a los aliados estratégicos clave, Estados Unidos y Canadá.

Los informes escritos en la (casi) ininteligible jerga comunitaria indican que la estrategia de Bruselas debe centrarse en cuestiones de seguridad en las que la UE puede desempeñar un papel importante, como la importación de minerales y materias primas, el uso de los sistemas de satélites civiles y militares, la conversión de la Unión en un actor geopolítico dispuesto a explotar activamente sus interdependencias económicas, es decir, el aprovechamiento de los múltiples recursos minerales de la región.

 

Parecen olvidar los autores del informe comunitario que el Ártico es, en realidad, un escenario de confrontación entre Rusia y Estados Unidos. Para Washington, la Federación Rusa representa una verdadera amenaza militar, teniendo en cuenta los vientos belicistas que soplan en el Viejo Continente. Y, reconozcámoslo:  Rusia, que cuenta con grandes reservas de petróleo y gas natural en el Ártico, lleva años reforzando su presencia militar con armamento de toda índole: submarinos, cohetes, tanques y aviones.  

Los analistas occidentales temen que Estados Unidos y Europa no puedan controlar los ansiados recursos energéticos y establecer un equilibrio estratégico en la región mientras Rusia siga colocando más personal civil y militar en el Ártico, haciendo que peligre – siempre según Occidente - el desarrollo económico y la seguridad de las demás naciones cuyos territorios soberanos se encuentran dentro del Círculo Polar: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia.

En un sonado artículo titulado La batalla por el Ártico continúa y Estados Unidos ya están atrasados, el omnipresente secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, aseguró que tenía información fidedigna e inquietante sobre el aumento del contingente militar ruso en la zona.  

Afirma Stoltenberg que la defensa aérea de Rusia en la región está cubierta por los misiles S-400 y Pantsir. La brigada de fusileros motorizados 80 utiliza versiones especiales de vehículos todo terreno Vityaz capaces de operar en condiciones extremas, así como tanques T-80BVM.

La principal amenaza para Rusia es, sin duda, la flota de sofisticados submarinos de última generación de la Alianza Atlántica.

La estrategia militar del Ártico, lanzada en octubre de 2022 por el Pentágono, es mucho más agresiva e inequívoca que el discurso conciliador del Departamento de Estado, ya que proclama el deseo de posicionar a Norteamérica como primus inter pares en la competencia con el Kremlin.

 

El plan estratégico de los militares se basa en los siguientes componentes: 

 

1º – Seguridad

2ª - Cambio climático y protección ambiental

3º - Desarrollo económico sostenible

4º - Cooperación y Gobernanza Internacionales

 

En enero de 2021, el plan Restaurar el dominio en el Ártico elaborado por el Departamento de Defensa era mucho más explícito:

 

1º - Crear un cuartel general con brigadas de combate especialmente entrenadas y equipadas;

2º - Aumentar la preparación material de las unidades capaces de actuar en el Ártico;

3º - Mejorar la formación individual y colectiva en condiciones de montaña y alta montaña;

4º - Mejorar la calidad de vida de los militares, civiles y familiares que viven y trabajan en la región del Ártico.

 

Por ende, el Concepto Estratégico de la OTAN adoptado en la cumbre de Madrid de 2022 establece que la libertad de navegación a través del Atlántico Norte es un desafío estratégico para la Alianza.

 

Recapitulemos: submarinos atómicos, rompehielos, comandos especiales, artillería, tanques, misiles con ojivas nucleares.

 

Ahora bien: parafraseando al dramaturgo francés Jean Giraudoux podríamos decir que La guerra del Ártico no tendrá lugar. Mas escuchando las enigmáticas palabras de Antony Blinken, nos veríamos obligados a añadir: Al menos, de momento.

Sería licito preguntarse, pues: ¿Para qué sirven los embajadores en el Ártico?