Nunca se me había ocurrido que
un ser normal, civilizado, acabaría echando de menos la fraseología empleada
durante los primeros años de la Guerra Fría, las malsonantes palabras rojo,
peligro comunista, oso ruso, conjura imperialista, trama belicista y un sinfín
de otras lindezas a las que nos habían acostumbrado los servicios de propaganda
instalados de ambos lados del Telón de acero. La Europa posbélica se
dividía entre los buenos, es decir, nosotros, y los malos, nuestros
enemigos, contrincantes, rivales ideológicos o detractores de nuestra fe. Un
mundo polarizado, con un discurso cansino, poco convincente. Cansino, sí, pero
muy civilizado en comparación con las esperpénticas diatribas que vomitan
actualmente los medios de comunicación – intoxicación – desinformación al
abordar los temas de la guerra de Ucrania, la represión en Rusia, el espectacular,
aunque inquietante despertar de China.
Algunos prefieren no emplear el vocablo guerra; les parece demasiado… ofensivo. Otros usan y abusan de esa palabra. Al igual que durante la Guerra Fría, el malo es, forzosamente, el enemigo.
Al cabo de una larga, demasiado
prolongada, cura de intoxicación (hoy en día la llaman adoctrinamiento)
me acordé de los antiguos guerreros, de los gentilhombres que protagonizaron la
batalla de Fontenoy. Disparen, señores franceses, gritó el lord Hay,
comandante de la guardia inglesa. Caballeros ingleses, disparen primero, replicó
el conde de Auteroche. Los franceses ganaron aquella batalla; fue una victoria
honrosa.
Caballeros ingleses, disparen
primero. Sucedió en 1745. Hoy en día, los epítetos son asesino,
criminal de guerra o, en el mejor de los casos, corrupto. El último
parte que nos llega desde Washington - la capital del imperio anglosajón de
Occidente – atribuido a Joseph Biden, reza así: Putin está en un callejón sin
salida. Está claro que Rusia está considerando el uso de armas químicas y
bilógicas en Ucrania. Pero ¡cuidado! Esta decisión provocaría una severa respuesta
por parte de Occidente.
Cierto es que en las últimas
semanas circularon noticias sobre la existencia de varios laboratorios
dedicados a investigar la posible creación de agentes biológicos, financiados
por el Pentágono y otras entidades públicas estadounidenses. El Kremlin acusó a
Washington de desarrollar programas militares en los confines de la Federación
Rusa. Les puedo asegurar que eso es totalmente falso, dijo Biden durante
una reunión con la flor y nata del empresariado norteamericano.
Ahora sabemos que Rusia ha
formulado acusaciones falsas contra nosotros y que China parece propensa a
avalar sus argumentos propagandísticos. Debemos monitorizar cualquier posible
uso de armas químicas y biológicas en Ucrania, advirtió la portavoz de la
Casa Blanca, Jen Psaki. Eso sí, sin pestañar. Claro que el Congreso de los
Estados Unidos fue informado de la existencia de dichos centros por una alta funcionaria
del Departamento de Estado, pero aun así…
Por su parte, el presidente
Biden resucitó el fantasma de un posible mega ataque cibernético ruso contra
las infraestructuras estratégicas de los Estados Unidos.
Conviene señalar que a la
habitual subida de tono en los monólogos con Moscú, se ha sumado, en las
últimas horas, una poco amistosa advertencia a las autoridades chinas. Cualquier
colaboración económica, ideológica o militar con Moscú podría llevar a la adopción
de medidas de retorsión por parte de los Estados Unidos. Para empezar, la Casa
Blanca contempla la limitación de visados para los miembros del establishment
chino.
Obviamente, a los gobernantes de Pekín no se les puede tildar de criminales de guerra. Pero sí se les puede someter al chantaje que suelen ejercer las grandes potencias. En este caso concreto, los comentarios sobran.