miércoles, 29 de enero de 2020

Palestina: ¿un parque temático?


Hace unas horas, mientras el inquilino de la Casa Blanca revelaba los detalles del cacareado “acuerdo del siglo”, me acordé de la profética advertencia del  ex Primer Ministro israelí, Yitzhak Shamir, quien vaticinaba, en octubre de 1988, que “no habrá jamás un Estado palestino”. Shamir asistió, muy a su pesar, a las primeras negociaciones de paz con la plana mayor de la primera Intifada, incluida, eso sí, a la singular delegación jordano-palestina que acudió, en diciembre de 1991, a la Conferencia de Paz de Madrid. En aquél entonces, la clase política de Tel Aviv parecía muy reacia a pronunciar la palabra palestino. De hecho, la ausencia de representantes de la Autoridad Nacional en la presentación del “Acuerdo del siglo” nos recordó aquellos tiempos, en los que los palestinos – descendientes de los filisteos - no dejaban de ser una molesta entelequia.

¿En qué consiste en Acuerdo del siglo?  En la anexión de 15 asentamientos judíos de Cisjordania, la creación de un inconexo territorio (Estado) palestino neutral, sin ejército ni confines definidos, cuya presencia no ha de suponer un peligro para la seguridad de Israel, la construcción de una línea de ferrocarril que una Cisjordania con la Franja de Gaza, de un Gobierno provisional cuyas actividades han de ser sometidas al escrutinio constante de Washington y Tel Aviv. Si los pobladores del este parque temático acatan las normas establecidas por los guardianes, recibirán fondos procedentes de los Estados árabes aliados de Washington - Arabia Saudita, Egipto, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos.  Si el comportamiento de los rehenes es ejemplar, a cabo de cuatro años las autoridades israelíes y norteamericanas podrían contemplar la celebración de una consulta popular sobre el porvenir del territorio. Pero ello no implica, forzosamente, la creación de un Estado palestino.

La cada vez más hipotética entidad nacional podría establecer su capital en… Jerusalén, es decir, en las barriadas extrarradio del municipio considerado capital eterna e indivisible del Estado de Israel. El “regalo” de Washington consistiría en la apertura de una segunda Embajada estadounidense en las afueras de la Ciudad Tres Veces Santa.

Trump pidió a los dos candidatos a las próximas elecciones israelíes – Benjamín Netanyahu y Benni Ganz  -  la aplicación del Acuerdo en un plazo de seis semanas, es decir, antes de la publicación de los resultados de la consulta. Una buena baza para el ganador de la contienda y… para el propio Trump, aspirante a un segundo mandato a la presidencia de los Estados Unidos.
    
La primera reacción de los partidos de izquierdas hebreos fue muy concisa: …eso no puede llamarse paz; es puro apartheid.

¿Qué opinan los palestinos? ¿Acuerdo del siglo? Pero si se trata de la argumentación de Bibi Netanyahu, afirma el negociador jefe de la OLP, Saeb Erakat. Una argumentación que el emisario personal y… yerno de Trump, Jared Kushner, hizo suya a la hora de redactar una propuesta aceptable tanto para la clase política de Tel Aviv como para los evangelistas norteamericanos, valedores de Donald Trump y preservadores de los santos lugares bíblicos de Tierra Santa. Obviamente, el parecer de los palestinos no cuenta.

Para el Presidente de la Autoridad Nacional, Majmúd Abbas, el Acuerdo del siglo es una conspiración abocada al fracaso. Al término de su airada intervención ante las cámaras de la televisión nacional palestina, Abbas utilizó un lenguaje menos diplomático al afirmar: Trump es un perro y un hijo de perra… Más claro…

jueves, 23 de enero de 2020

Turquía: entre dos aguas


Sería sumamente difícil enumerar los cambios registrados en los últimos meses en la escena política de Turquía sin recurrir a los términos terremoto o tsunami. Terremoto institucional; tsunami social. Lo cierto es que la fisonomía de este mosaico de etnias que conforman la nación turca está en plena mutación.

En el plano interno, presenciamos innegables indicios de erosión del hasta ahora monolítico bloque islamista que lleva las riendas del poder desde 2002, fecha en la que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) se alzó con la victoria en una reñidas elecciones generales que lograron poner punto final a un largo período de inestabilidad política. Los islamistas ganaron las elecciones de 2002 con tres argumentos clave: fe, transparencia y honradez. Algo prácticamente inconcebible en una sociedad hostigada por los innumerables escándalos de corrupción protagonizados por políticos y empresarios vinculados a partidos tradicionales. La plana mayor del AKP trató de mantener sus promesas, pero sabido es que el poder… corrompe. 

Los primeros síntomas de podredumbre se detectan a finales de 2013, cuando varios miembros del Gabinete, incluidos algunos familiares de Erdogan, fueron acusados de malversación de fondos. Curiosamente, las relevaciones coinciden con la ruptura entre Recep Tayyip Erdogan y su fiel aliado, Fetullah Gülen, un clérigo turco residente en los Estados Unidos, propulsor del Islam moderno y dialogante. Después de la intentona golpista de 2016, Gülen se convertirá en el archienemigo de Erdogan; se le acusa de haber infiltrado las entidades estatales – policía, ejército, judicatura, universidades – de haber colocado sus peones en los medios de comunicación, de llevar a cabo estrategias encaminadas al debilitamiento del Estado.  La persecución de los gulenistas se convierte en un fenómeno de masas: decenas de miles de personas fueron detenidas, encarceladas, apartadas de sus cargos, acusadas de… terrorismo.

Esa oleada represiva coincide con el enfriamiento de la economía y sus consecuencias directas: aumento de la desocupación, incremento de los precios, crisis financiera, debilidad de la lira turca. El malestar social acaba adueñándose de los centros urbanos. Malos augurios éstos para las elecciones municipales de 2019, en las que el partido de Erdogan – AKP – sufre un duro revés. Algunas capitales de provincia se decantan por la alternativa opositora: los socialdemócratas del Partido Republicano del Pueblo – CHP – de corte kemalista, considerado el fundador de la Turquía moderna. Para Erdogan, la perdida de Estambul, la ciudad más poblada del país en la que ejerció de alcalde, será el auténtico golpe de gracia.

El resultado de la consulta suscita un sinfín de críticas en el seno del AKP. Criticas y… deserciones. Antiguos socios, confidentes y asesores del Presidente abandonan el navío, alegando desavenencias con el actual jefe del Estado o censurando la deriva totalitaria del núcleo dirigente del Partido. Algunos dejarán la política; otros…

En los últimos meses del 2019,  dos exaliados de Erdogan anuncian la puesta en marcha de nuevas agrupaciones políticas de corte islamista. El exprimer ministro, Ahmet Davutoğlu, encabeza el Partido del Futuro (Gelecek Partis), que apuesta por el Islam conservador, mientras que el exministro de Finanzas, Ali Babacan, un tecnócrata educado en Occidente, ofrece una alternativa centrista: el Islam liberal.

Las grietas podrían poner en entredicho la supervivencia del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) y ¿por qué no? del porvenir del riguroso islamismo turco. Sin embargo, cabe suponer que las líneas maestras de la geopolítica de Ankara, ideadas en las últimas décadas por los consejeros áulicos  de Erdogan – el neo otomanismo, por ejemplo – seguirán vigentes.

En cuanto a la política internacional se refiere, la trayectoria zigzagueante de las medidas adoptadas por el Presidente turco después del verano de 2016 se ha tornado en un desconcertante rompecabezas para los analistas occidentales. Con razón: Turquía, el aliado fiel de Norteamérica en la región, la avanzadilla de la OTAN frente al temible peligro rojo, amenaza con el cierre de dos instalaciones clave de la Alianza ubicadas en su territorio: la base aérea de Incirlik, que alberga el mayor arsenal de cabezas nucleares estadounidenses en el Mediterráneo y la estación de radar de Kurecik, que supervisa las transmisiones militares en la región. La amenaza surgió a finales de diciembre del pasado año, durante una entrevista concedida por Erdogan a la cadena pública de televisión A Haber. El mandatario turco respondía a las presiones ejercidas por Washington a raíz de la compra del sistema antimisiles ruso S 400 y la ofensiva del ejército de Ankara en territorio sirio. Todo acabó unos días más tarde, tras un intercambio de discretos mensajes entre Trump y Erdogan, unas declaraciones menos belicosas del titular de Asuntos Exteriores turco y… el anuncio de la compra de misiles balísticos norteamericanos  Patriot destinados a la defensa antiaérea.

Sin embargo, Turquía seguirá adquiriendo sistemas antiaéreos de fabricación rusa. Ankara respondió a las críticas de sus aliados de la OTAN con otra advertencia: los turcos podrían vetar el incremento de la partida presupuestaria de la Alianza destinada a la defensa de Polonia si los socios se atreven a censurar la actuación de sus tropas en Siria, cuyo principal objetivo consiste en acabar con el terrorismo kurdo. Y la OTAN calló…

El último acto de esa desconcertante andanza del nuevo otomano Erdogan se escribió el pasado 30 de diciembre, cuando la compañía nacional búlgara Bulgargaz firmó un acuerdo de colaboración con la rusa Gazprom Export para el suministro de gas natural ruso proveniente de… Anatolia.  El proyecto Türk Stream 2, variante meridional del gasoducto que una Rusia a Europa Occidental, fue inaugurado el 8 de enero, en presencia en dos jefes de Estado: Vladimir Putin y  Recep Tayyip Erdogan.

Para Bulgaria, la llegada del combustible a través de Turquía representa un ahorro anual del orden de 46 millones de dólares. Hasta ahora, el transito se hacía vía Ucrania y Rumanía, países que no dudaban en añadir tasas de peaje a las exportaciones rusas.

Más importante es, sin embargo, el significado político del operativo ruso-turco-balcánico, que entorpece la buena marcha de la Iniciativa de los Tres Mares, proyecto estadounidense para la distribución de gas natural licuado norteamericano a los aliados de Washington del Báltico y Europa oriental. Se trata de una estrategia ideada durante la presidencia de Barack Obama, uno de los principales detractores de la llamada dependencia energética de Occidente de Rusia.

Obama no llevó a buen puerto su plan; Donald Trump ha sido incapaz de materializarlo.

Turquía, pilar de la Alianza Atlántica, se convierte en suministrador de… combustible ruso para los aliados de Washington.

Cabe preguntarse: ¿cuál será el próximo paso?

domingo, 12 de enero de 2020

El despertar de los imperios


Nos aseguraba el Presidente Trump que la justicia estadounidense logró borrar del mapa de los peligros para la seguridad de Norteamérica al teniente general Kassem Soleimaní, comandante de la tenaz Fuerza Quds. 
Este enemigo público número uno era más peligroso que Osama Bin Laden, remataba el general David Petraeus, antiguo director de la CIA, excomandante de las tropas estadounidenses en Afganistán e Irak.
El informe de inteligencia que sirvió para localizar a Soleimaní fue elaborado por agentes israelíes, añade presuntuosamente Avigdor Liberman, exministro de defensa del Estado judío. Otros políticos, militares, analistas y espías se suman al coro de voces que alaban el éxito militar de la Administración estadounidense. 
Sin embargo, la temeridad de Trump fue sancionada por el Congreso de los Estados Unidos, que acordó limitar los poderes del Presidente a la hora de decretar nuevas y arriesgadas  operaciones  militares contra el régimen de los ayatolás. 
La respuesta de Teherán fue muy contundente; a la lluvia de misiles disparados contra las instalaciones militares americanas ubicadas en suelo iraquí, el Presidente iraní, Hasán Rojaní añadió la advertencia: el objetivo final de la República Islámica consistirá en echar a las tropas estadounidenses de la región. Aparentemente, nada novedoso; la expulsión de los occidentales de la zona forma parte del ideario jomeynista.
Conviene señalar, sin embargo, que el Parlamento iraquí, controlado por legisladores chiitas, se pronunció a su vez a favor de la expulsión de las tropas occidentales estacionadas en el país. Más agresivo, el clérigo chiita Muktada al Sadr, que controla varios movimientos armados, decretó la movilización de sus huestes reclamando al mismo tiempo la formación de un Gobierno de unidad nacional capaz de acabar con la presencia militar extranjera y la restauración de la soberanía nacional.

En 2003, Al Sadr fundó el Ejército al Mahdi, formación militar que causó ingentes daños a las tropas estadounidenses. Su decisión de retomar las armas ha causado hondo malestar en el Pentágono; al enemigo iraní se le están sumando otros movimientos chiitas, controlados o neutralizados en los últimos tiempos. El Secretario de Defensa, Mark Milley, se vio obligado a recalcar que las fuerzas armadas norteamericanas están preparadas para hacer frente al… enemigo. Pero, ¿cuál era el enemigo del Pentágono?  ¿Los ayatolás iraníes? ¿Los chiíes iraquíes, libaneses, palestinos? ¿Los rebeldes de la primera línea de frente? ¿La mitad del mundo árabe-islámico? Obviamente, los tambores de guerra lograron caldear el ambiente. El propio Donald Trump tuvo que decretar una nueva tanda de sanciones económicas contra el régimen iraní, tratando de rebajar, al menos provisionalmente, la tensión con Teherán. A Irak le advirtió, sin embargo, que cualquier intento de rebelión contra la presencia de unidades estadounidenses en su territorio podría llevar a la congelación de sus activos de Bagdad en los bancos occidentales. Una de cal…

El actual inquilino de la Casa Blanca exhortó a los aliados transatlánticos de la OTAN a incrementar su protagonismo en la región. Sabido es que los cautos estadistas europeos optaron por mantener una política muy discreta en el Cercano Oriente, escenario del conflicto que involucra a los Estados Unidos, Israel y las principales corrientes religiosas del Islam, región con la que la vieja Europa, tiene una relación muy especial. A los innegables lazos históricos que unen las dos cuencas del Mediterráneo se añaden tanto una tradición cultural común como fuertes intereses económicos. Los jóvenes Estados del Cercano Oriente fueron concebidos a comienzos del siglo XX por dos potencias coloniales: el Reino Unido y Francia. El pacto Sykes – Picot, engendro de la diplomacia occidental, consiste en un reparto territorial que hace caso omiso de los lazos de sangre y las afinidades culturales de los pobladores de la zona. En ese contexto, el papel de las potencias europeas podría limitarse, según la propia OTAN, en ayudar a los Gobiernos de la zona en su lucha contra el terrorismo.

Estamos trabajando en esta línea, tanto en Afganistán como en Irak, afirma el Secretario General de la Alianza, Jens Stoltenberg, quien deja la puerta abierta a posibles sugerencias. Pero entendámonos: la OTAN descarta la posibilidad de llevar a cabo acciones audaces y decisivas, como las propugnadas por la Administración Trump.   

Volviendo al escenario de la actual crisis, cabe preguntarse cuáles serían las repercusiones del enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán para el futuro de las relaciones étnico-políticas en el Cercano Oriente. Una primera advertencia: el creciente antiamericanismo de las sociedades árabes podría desembocar en una alianza de las dos grandes corrientes islámicas – chiismo y sunismo -  contra la civilización occidental. Un peligro éste que los europeos aprecian en su justo valor.

Pero hay más; mucho más. En las últimas décadas hemos asistido a la imparable expansión de la presencia militar iraní en los países del contorno mediterráneo: Líbano, Siria, Bosnia durante la guerra de los Balcanes, así como una creciente participación – directa o indirecta – en los conflictos de Yemen, Afganistán y…Palestina.

La brigada Quds, creada durante la guerra contra Irak y comandada hasta ahora por el Teniente General Soleimaní, cuenta actualmente con unos 15 a 20.000 efectivos. A los combatientes de élite iraníes se suman voluntarios afganos, pakistaníes, sudaneses.  Este cuerpo expedicionario, que luchó en Siria contra el Estado Islámico, Al Nusrah y Al Qaeda, se convirtió en la pesadilla constante de los estrategas de Tel Aviv, que no desdeñan la inusual eficacia de sus dotes guerreras. (Al Quds es el nombre árabe de Jerusalén y, de paso, la meta de los combatientes de la brigada).

Durante los últimos meses, los iraníes reclamaron la repatriación de la brigada y la utilización de las ingentes cantidades de dinero destinadas a la intervención militar allende de las fronteras para proyectos sociales domésticos. El régimen iraní acusó a Occidente de fomentar las protestas.

Paralelamente, otra potencia regional – Turquía – aliada coyuntural de Teherán, optó por desplegar tropas en lugares y regiones que habían pertenecido al Imperio otomano. Los militares turcos están presentes en los Balcanes – Bosnia, Kosovo, Albania, en Chipre, Siria, Qatar, Afganistán y Azerbaiyán. Se calcula que de aquí a finales de 2022, Ankara contará con alrededor de 60.000 efectivos en los distintos puntos estratégicos. Una reconquista por parte de los neo otomanistas de Erdogan de los contornos del añorado Imperio.

En realidad, los descendientes de los persas y de los otomanos persiguen el mismo objetivo: internacionalizar su presencia merced a los referentes históricos. En ambos casos, se trata de recomponer el complejísimo rompecabezas imperial. Para ello, iraníes y turcos cuentan con el beneplácito y el apoyo de otro país empeñado en recuperar su pasado imperial: Rusia.              

A buen entendedor…