viernes, 24 de enero de 2014

Siria: consultas de paz, tambores de guerra


En un ambiente de justificado pesimismo dieron comienzo esta semana en Montreux (Suiza) las conversaciones de paz sobre Siria, patrocinadas por Washington, Moscú y las Naciones Unidas. En efecto, la segunda ronda de consultas empezó con virulentos ataques verbales de los representantes del Gobierno de Damasco contra los emisarios de la ya de por sí fragmentada oposición política y con no menos violentas contrarréplicas de las distintas agrupaciones de combatientes, en su gran mayoría, de corte islámico, que acudieron muy a regañadientes a la cita de la ciudad helvética. Malos presagios para el desenlace de una conferencia de paz  poco deseada por las partes en conflicto, aunque sí por los padrinos de ambos bandos – Rusia y los Estados Unidos.

Huelga decir que las dos superpotencias tratarán de aprovechar los encuentros de Montreux y Ginebra para… enderezar los entuertos. Y ello, por la sencilla razón de que en el caso de Siria, el guion preestablecido de la revolución de Twitter, que algunos llaman pomposamente “primaveras árabes”, fracasó estrepitosamente. Washington y sus aliados regionales – Arabia Saudí, Qatar y Kuwait - no lograron derrocar a Bachar el Assad. El hombre fuerte de Damasco logró sobrevivir. ¿El precio de su victoria pírrica? Un baño de sangre que se cobró alrededor de 130.000 vidas de civiles inocentes. Cabe suponer que los daños colaterales hubiesen podido ser mucho más elevados si los planes bélicos del Presidente Obama llegan a materializarse. El Kremlin logró en el último momento frenar la aparatosa ofensiva militar ideada por el… Premio Nobel de la Paz. ¿Simple casualidad? ¿Golpe de suerte? Decididamente, no. Las autoridades rusas recurrieron a las tácticas de guerra convencional para neutralizar los impulsos bélicos del inquilino de la Casa Blanca. Y Obama no tuvo más remedio que dar marcha atrás…

A partir de este momento, surge el interrogante: ¿cómo gestionar un conflicto sin vencedores ni vencidos? Para las dos superpotencias, ello se convierte en una misión imposible. Y más aún, teniendo en cuenta que los nuevos aliados de Occidente, es decir, los movimientos de guerrilla anti régimen, no disimulan su ideología yihadista ni las estrechas relaciones con Al Qaeda, la agrupación terrorista que encarna al enemigo de la cristiandad.  Obviamente, la Casa Blanca se equivocó de… aliado.

Para Moscú, en empecinamiento de  Al Assad provoca un sinfín de quebraderos de cabeza. Rusia no quiere renunciar a la mayor base naval que gestiona en el Mediterráneo: el puerto sirio de Latakia. Sin embargo, el apoyo incondicional al tirano de Damasco empieza a resultar molesto. Los tiempos han cambiado; Moscú ya no puede permitirle el lujo de defender a los dictadores. 

Sin embargo, resulta sumamente difícil poner sobre la mesa el borrador del documento redactado en junio de 2012, que contempla la puesta en marcha de un proceso de transición, un diálogo nacional, la modificación del sistema jurídico y la celebración de elecciones libres bajo la supervisión de un Gobierno pluralista de transición. Estas son las exigencias de los detractores de Al Assad, recogidas en un plan de acción presentado por las Naciones Unidas.

Para el Gobierno de Damasco, las consultas deben centrarse en la lucha contra el terrorismo, es decir, contra la mayoría de los movimientos insurgentes. 

Si a este galimatías diplomático se le suma el apoyo de Teherán al régimen de Al Assad, el involucramiento político y financiero de los países conservadores de la región en el conflicto, llegamos fácilmente a la conclusión de que el llamado proceso de paz sirio tardará en materializarse. 

Más víctimas, sangre y muertes en perspectiva.

jueves, 16 de enero de 2014

Turquía: el juego sucio




En noviembre de 2002, cuando el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) se alzó con la victoria en las elecciones generales celebradas en Turquía, la opinión pública del país otomano acogió la noticia con un gran y muy sincero suspiro de alivio. Durante décadas, el país había sobrevivido al vacío político, a las crisis generadas por frágiles pactos de Gobierno, que solían alimentar la inestabilidad institucional. La corrupción y la ineficacia eran el común denominador del juego de la alternancia en el poder. Después de muchos y estériles “lavados de cara”,  los políticos tradicionales optaron por tirar la toalla. 

El beneficiario de esta claudicación forzosa fue el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP), agrupación de corte islámico renombrada por su transparencia y honradez.  Sus líderes, Recep Tayyep Erdogan y Abdalá Gül, defensores a ultranza de la remusulmanización de Turquía e islamización de la diáspora, abogaban por un país  musulmán más afín a los conceptos básicos del Islam. Una opción ésta diametralmente opuesta al Estado laico creado en 1923 por Mustafá Kemal Atatürk.    

¿Islamismo contra kemalismo? ¿Tradicionalismo contra modernidad? Estos fueron, desde marzo de 2003, los grandes interrogantes que se plantearon los politólogos occidentales, acostumbrados al estereotipo “Turquía – país musulmán laico”. 

Durante los once años de gobierno del AKP, el país otomano experimentó numerosos cambios. Los occidentales recordarán el apasionado debate sobre la utilización del pañuelo islámico en los lugares públicos, la limitación del papel desempeñado por las fuerzas armadas en la vida política, la modificación de la Carta Magna, la modernización de la normativa legal y la introducción de una serie de medidas destinadas a facilitar la integración de las minorías (kurda o cristiana) en la sociedad. Y, como no, la negativa del Parlamento de Ankara de autorizar el tránsito de tropas estadounidenses por territorio turco durante la guerra de Irak. Unas medidas controvertidas o mal comprendidas por los políticos del “primer mundo”, persuadidos de la validez universal de sus valores. 

Pero Turquía es diferente; siempre lo fue, siempre lo será. Ese puente entre Oriente y Occidente comparte los hábitos de los suníes de Bagdad o los chiíes de Teherán, de los alawitas de Latakia o los mazdeístas del Mar Caspio. Europa, la vieja Europa, es una quimera: la fantasía de un ilustre general otomano, Mustafá Kemal, nacido en la cosmopolita Salónica, baluarte heleno situado en los confines de dos mundos: el Islam y la cristiandad.   

Para los detractores de la integración de Turquía en la Unión Europea, el país otomano es un cuerpo extraño que jamás podrá adquirir cartas de naturaleza en el club cristiano de Bruselas. Coartadas: varias y muy diferentes, según la ideología de los críticos. 

Y si a las razones antes mencionadas se suma la tentación autoritaria del primer ministro Erdogan, la represión de las manifestaciones del parque de Gezi o la detención de periodistas no conformistas, se llega fácilmente a la conclusión de que Europa puede y debe –según los etnocentristas - exigir más cambios políticos y sociales. 

A finales de diciembre, un nuevo escándalo estalló en Turquía. Se trata, esta vez, de un “affaire” de corrupción que afecta al Ejecutivo. Las unidades especiales de la policía y los servicios secretos acusaron a los familiares de cuatro miembros del Gabinete de aceptar sobornos, realizar transferencias ilegales de dinero a Irán, manipular las licitaciones públicas, conceder permisos de obras ilegales. El escándalo desembocó en el cese fulminante de los titulares de Interior, Economía, Medio Ambiente y Urbanismo.

Erdogan no dudó en culpar a las potencias extranjeras de practicar un juego sucio destinado ante todo a… desprestigiar a Turquía. Acto seguido, varios centenares de policías fueron relevados de sus puestos. Tampoco se libraron los magistrados que habían ordenado investigar a los corruptos. 

¿Juego sucio? Ficticia o real, la acusación del primer ministro turco pone de manifiesto la existencia de un nuevo estado de cosas: lejos quedan los tiempos de la transparencia y la honradez. Erdogan debería recordar la máxima: El poder corrompe. Lo que ha trascendido es sólo la punta visible del iceberg. Aparentemente, el malestar es mucho más profundo. Hay quién estima que se trata, en realidad, de una guerra oculta entre el jefe del Ejecutivo y el clérigo islamista Fetulá Gülen, fundador de Hizmet (El Servicio), una extraña cofradía secreta que cuenta con numerosos seguidores en el mundo musulmán. Se cree que las últimas medidas adoptadas por el Gabinete Erdogan – cierre de algunos colegios regentados por El Servicio, que suponían una importante fuente de financiación  para el movimiento de Gülen, provocaron el incendio. Un incendio que los bomberos de Ankara difícilmente podrán apagar. 

miércoles, 8 de enero de 2014

Al Qaeda ha vuelto




En noviembre de 2001, la plana mayor de Al Qaeda, cercada por las tropas de la alianza occidental liderada por los Estados Unidos, se refugió en las montañas del Este de Paquistán. Pocos días antes del cese de las hostilidades, Osama Bin Laden lanzó una advertencia a “los cruzados y los judíos”, es decir, a los cristianos y los sionistas. La tempestad de los aviones no se calmará, si Alá quiere, mientras (Estados Unidos e Inglaterra) no cesen su apoyo a los judíos en Palestina, no levanten el embargo a Irak y no abandonen la Península Arábiga… Si no lo hacen, la tierra se incendiará a sus pies”. 

Sabido es que el operativo bélico Libertad  Duradera, ideado y capitaneado por los estrategas del Pentágono,  no logró acabar con la presencia de los talibán en tierras afganas o paquistaníes. Sin bien los aliados occidentales ganaron los combates de primera hora, la nutrida fuerza multinacional fue incapaz de erradicar el islamismo militante. Ello se debe ante todo a que los políticos del “primer mundo” no llegaron a analizar el fondo de la cuestión. Para muchos, Al Qaeda no dejaba de ser un fenómeno aislado, un mero accidente histórico. Sin embargo, Bin Laden había avisado: “volveremos dentro de diez años”.

La (mal) llamada guerra global contra el terrorismo se cobró su infinidad de víctimas, tanto en el mundo islámico como en Occidente. Sin hablar, claro está, de los daños colaterales, las millones de personas sospechosas de connivencia con el “enemigo” (¡islámico!), que figuran en las listas negras elaboradas por los organismos de seguridad estadounidenses y/o europeos. Sin embargo, el ideario de Al Qaeda se fue propagando a la casi totalidad de los países de Oriente Medio y el Magreb. Brotes islamistas surgieron en el África subsahariana. El accidente histórico acabó convirtiéndose en una enfermedad contagiosa. En 1992, tras el desmoronamiento del bloque socialista, Norteamérica y la OTAN buscaban un enemigo. Un político español no dudó en ponerle nombre: el enemigo es el Islam.

La aventura bélica iraquí de George W. Bush abrió la caja de Pandora. El entonces inquilino de la Casa Blanca buscaba a los “terroristas de Al Qaeda” en un país laico, donde el radicalismo religioso estaba vedado. Mas al abusar del peligroso mantra Bin Laden, los Estados Unidos lograron fabricar una primera hornada de terroristas. Algunos procedían de la vecina Arabia Saudita, cuna del radicalismo islámico moderno, otros…

Cuando los dirigentes rusos lanzaron los primeros ataques contra los grupos de excombatientes de la guerra de Afganistán que se habían adueñado de  Chechenia, los europeos no dudaron en condenar a Moscú por… la violación de los derechos humanos. Sin embargo, la presencia de Al Qaeda en el Magreb causó un profundo malestar en las cancillerías occidentales. El “enemigo” se estaba  acercado a pasos agigantados.

No es nuestro propósito analizar en estas líneas la espectacular expansión de los movimientos islámicos en Asia y África. Este fenómeno merece ser estudiado con mayor minuciosidad. Creemos, sin embargo, que sería útil comentar la presencia del Emirato Islámico de Irak y el Levante, emanación de Al Qaeda, en la guerra civil siria y los recientes acontecimientos que tuvieron por escenario las localidades de Ramadi y Faludja, sitiadas en el “triángulo suní” de Irak, antiguo baluarte de las tribus aliadas al dictador Saddam Hussein, que se ha convertido en la mayor cantera de radicales islámicos. Tal vez porque los suníes se sienten perseguidos por la mayoría chiita que controla actualmente el país. 

Si bien la Casa Blanca no contempla la posibilidad de reenviar tropas a Irak, pues “no es del interés de los Estados Unidos tener tropas en cada conflicto de Oriente Medio”, como señalaba el subsecretario de Seguridad Nacional Benjamin Rhodes, Norteamérica no descarta la posibilidad de comprometer material bélico sofisticado en el combate contra las huestes del Emirato. 

Más interesante aún es la postura del Presidente Obama frente al régimen de Damasco. Curiosamente, la ofensiva islamista en Siria y los encarnizados combates entre los guerrilleros del Emirato y los aún más radicales miembros del Frente Al Nusra en las inmediaciones de Idlib y Alepo, convierten a Bashar el Assad, el siniestro dictador de 2013 y bestia negra de la Administración estadounidense, en… posible futuro aliado del mundo occidental. 

Todo ello podría parecernos disparatado. Sin embargo, al descifrar los códigos, hallamos la inquietante respuesta: Al Qaeda ha vuelto. Así de simple.