Resulta
sumamente difícil hallar un común denominador para la cumbre del G 7 celebrada para este fin de semana en la localidad
francesa de Biarritz. La agenda es demasiado heterogénea y los enfoques de los
participantes, los jefes de Estado y de Gobierno de Francia,
Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón, muy dispares.
En
otras épocas, no muy remotas, los grandes
de este mundo solían reunirse para tratar a fondo un problema específico. Hoy
en día, las cuestiones sobran, mientras que las soluciones escasean. Es la
razón por la cual el Presidente galo, Emmanuel Macron, anfitrión de la cumbre del G 7, descarta a priori la
elaboración de un documento final. ¿Mero pragmatismo? ¿Muestra de debilidad? La
verdad es que los desafíos no dejan de ser múltiples y variados.
Una
primera reflexión se impone: nuestro planeta se encamina hacia una nueva crisis
económica mundial, acentuada por la abrogación de los hasta ahora estables acuerdos
de libre cambio y la perspectiva de una guerra comercial entre los Estados
Unidos y China, postergada en el último momento por el Presidente Trump, al
detectarse signos de colapso en la Bolsa de Wall Street.
La pasada semana, el índice Dow Jones, infalible barómetro de la inestabilidad bursátil
global, registró una caída de 800 puntos. Los mercados financieros reaccionaron
a su vez, dejando entrever los primeros síntomas de una crisis provocada por
políticas inadecuadas o por errores humanos.
Conviene
señalar que la cruda realidad se refleja en cifras y datos incuestionables. La
reducción del crecimiento económico y el enfriamiento de las economías punteras
se han convertido en la principal preocupación de los responsables económicos.
Los indicios dejan presagiar la llegada de una nueva crisis mundial. Los
principales motivos serían: la guerra
comercial entre Washington y Pekín, que afecta la confianza de los inversores y
los mercados. El estallido de la guerra comercial entre los dos gigantes se traduciría
por la pérdida, en 2010, de un 0,50 por ciento del crecimiento económico.
A ello se suma
la preocupación respecto a la capacidad/incapacidad de los bancos centrales de intervenir
eficazmente a la hora de regular los mercados y evitar el pánico y la reacción
negativa de los inversores.
Por último, el
sector de servicios, motor del crecimiento de la economía global, podría seguir una curva drásticamente
decreciente, contribuyendo al empeoramiento de la situación actual.
Los
principales organismos internacionales, empezando por el FMI, han tenido que revisar
a la baja los índices de crecimiento global, que alcanzan el 3,2% para 2019 y
el 3,5% para el próximo año. Se trata de tasas jamás registradas desde la
crisis económica de 2008.
Por primera vez
después de 11 años, es decir, desde de la crisis de los productos derivados, la
Reserva Federal de los Estados Unidos redujo los tipos de interés de los
préstamos, mientras que el Banco Central Europeo apuesta por reanudar los estímulos
económicos a partir del próximo mes de septiembre.
Pero vayamos por partes; China ha
registrado en 2018 – 2019 el nivel de crecimiento más bajo de las últimas
décadas. En el caso de una guerra comercial
con los Estados Unidos debido a la introducción
de aranceles del 10 por ciento a las exportaciones por valor de 300 mil
millones de dólares, el enfrentamiento afectará, sin duda, a los demás actores mundiales.
La
recesión de las cinco principales economías mundiales es muy preocupante. Las estadísticas
elaboradas en los primeros meses de 2019 indican que las principales economías
globales están al borde de la recesión. Un ejemplo: durante el segundo
trimestre, la economía de
Alemania - la cuarta del mundo - se contrajo. Alemania es un exportador masivo
a China y EE. UU., países que se han declarado una guerra comercial.
La perspectiva del Brexit duro está afectando no sólo a Alemania, sino al
conjunto de los países miembros de la UE. El Reino Unido es el segundo mercado
de los exportadores europeos. De hecho, Inglaterra entró en recesión en el
segundo trimestre de 2019. Cabe suponer que un Brexit sin acuerdo debilitará
aún más su economía.
.
Italia se enfrenta a la nueva crisis
de gobierno, determinada por la Ley de Salvini, con una deuda difícil de
compensar y con la posibilidad de entrar en una recesión formal en cualquier
momento.
Los bancos centrales de India y
Tailandia, por nombrar sólo las economías de los primeros 20 Estados del mundo,
reducen drásticamente los tipos de interés, tratando de inyectar nuevos estímulos
a la economía.
Actualmente, los mecanismos de
recuperación económica - aún en fase de debate – se limitáan a políticas de
austeridad criticadas por los populistas, desafiadas por los antiglobalistas y
condenadas por los nacionalistas y soberanistas.
Resumiendo: nos hallamos en los
últimos momentos que permiten pronosticar la llegada de la crisis económica
mundial. Después de septiembre, será demasiado tarde; la recesión será un hecho
consumado.