La Comisión Europea, acusada por algunos sectores de la ciudadanía de despilfarro e ineficacia, ha decidido proceder a un extraño lavado de cara mediante la publicación, a comienzos del mes de febrero, de un tebeo que ensalza la labor del Departamento para Ayuda Humanitaria (ECHO), encargado de llevar a cabo las operaciones de socorro y reconstrucción.
La historieta, titulada La catástrofe oculta, es obra del dibujante belga Eric Bongers. Según el rotativo británico Sunday Telegraph, el coste total del proyecto – realización, edición de unos 311.000 ejemplares en cinco idiomas y su distribución en los colegios de los Estados miembros de la UE - asciende a la friolera de 250.000 Euros, procedentes de las arcas de la Comisión.
Los protagonistas de la historieta humanitaria son Max y Zana, empleados de ECHO enviados por Bruselas a Borduvia, un país imaginario azotado por un fuerte terremoto. Pese a las reticencias iniciales de las autoridades borduvianas, los “héroes” comunitarios logran contactar con el jefe de la guerrilla local, quien acaba aceptando la ayuda de la UE. Los socorros y los millones de euros llegarán, como por arte de magia, al país devastado, contribuyendo ¡cómo no! a la mejora de las condiciones de vida de la población. Un estado de cosas utópico, que nada que ver con los titubeos de la UE tras la catástrofe humanitaria de Haití.
Detalle interesante: el autor del tebeo se dedica a emplear a fondo la jerga comunitaria. Max y Zana parecen muy preocupados por “informar al Comisario, que tiene previsto presentar su informe ante el Parlamento Europeo”. Por si fuera poco, advierten a los jóvenes lectores que “al producirse catástrofes de esta índole, la solidaridad internacional se impone”.
La insólita iniciativa de la Comisión cuenta, sin embargo, con muchos detractores. El director de la Alianza de Contribuyentes Europeos, Matthew Elliot, no duda en tildar la historieta humanitaria de mero ejemplo de “propaganda política”, que recuerda la actuación de regimenes “corruptos e irresponsables”.
Huelga decir que no es esta la primera ni única acusación de despilfarro. El año pasado, el Parlamento Europeo exigió a la Comisión de Bruselas un mayor control de los fondos comunitarios. De hecho, se echó en cara al Ejecutivo la asignación de cantidades exorbitantes destinadas a costear las vacaciones de invierno de los hijos de los burócratas comunitarios, así como la aprobación de algunos proyectos un tanto estrafalarios, como por ejemplo la financiación de cursos de tango destinados a los… ciudadanos de Finlandia. En resumidas cuentas, un auténtico desastre presupuestario, que no humanitario.
La historieta, titulada La catástrofe oculta, es obra del dibujante belga Eric Bongers. Según el rotativo británico Sunday Telegraph, el coste total del proyecto – realización, edición de unos 311.000 ejemplares en cinco idiomas y su distribución en los colegios de los Estados miembros de la UE - asciende a la friolera de 250.000 Euros, procedentes de las arcas de la Comisión.
Los protagonistas de la historieta humanitaria son Max y Zana, empleados de ECHO enviados por Bruselas a Borduvia, un país imaginario azotado por un fuerte terremoto. Pese a las reticencias iniciales de las autoridades borduvianas, los “héroes” comunitarios logran contactar con el jefe de la guerrilla local, quien acaba aceptando la ayuda de la UE. Los socorros y los millones de euros llegarán, como por arte de magia, al país devastado, contribuyendo ¡cómo no! a la mejora de las condiciones de vida de la población. Un estado de cosas utópico, que nada que ver con los titubeos de la UE tras la catástrofe humanitaria de Haití.
Detalle interesante: el autor del tebeo se dedica a emplear a fondo la jerga comunitaria. Max y Zana parecen muy preocupados por “informar al Comisario, que tiene previsto presentar su informe ante el Parlamento Europeo”. Por si fuera poco, advierten a los jóvenes lectores que “al producirse catástrofes de esta índole, la solidaridad internacional se impone”.
La insólita iniciativa de la Comisión cuenta, sin embargo, con muchos detractores. El director de la Alianza de Contribuyentes Europeos, Matthew Elliot, no duda en tildar la historieta humanitaria de mero ejemplo de “propaganda política”, que recuerda la actuación de regimenes “corruptos e irresponsables”.
Huelga decir que no es esta la primera ni única acusación de despilfarro. El año pasado, el Parlamento Europeo exigió a la Comisión de Bruselas un mayor control de los fondos comunitarios. De hecho, se echó en cara al Ejecutivo la asignación de cantidades exorbitantes destinadas a costear las vacaciones de invierno de los hijos de los burócratas comunitarios, así como la aprobación de algunos proyectos un tanto estrafalarios, como por ejemplo la financiación de cursos de tango destinados a los… ciudadanos de Finlandia. En resumidas cuentas, un auténtico desastre presupuestario, que no humanitario.