Cometer perjurio ante el Congreso de los Estados Unidos se castiga con una pena de cinco años de cárcel. El castigo puede ser incluso mayor si el culpable resulta ser un funcionario público, que podría perder todas sus prerrogativas al ser expulsado definitivamente de la Administración. Un auténtico dilema para quienes llevan años ocultando verdades por el bien de la nación.
Es el caso de Victoria Nuland, Subsecretaria de Estado
para Asuntos Políticos de la Administración Biden, quien tuvo que reconocer
esta semana ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado que Norteamérica
contaba con varios laboratorios de investigación biológica en Ucrania. La
mayoría de los centros se financiaba con fondos estatales, provenientes del
Pentágono o de institutos de virología adscritos a los organismos oficiales.
Antes de la invasión de Ucrania, los nombres de dichos centros figuraban en la
página web de la Embajada de los Estados Unidos en Kiev. Sin embargo, tras la entrada
de las tropas rusas las menciones desaparecieron como por arte de magia de la
web oficial.
¿Laboratorios de biología financiados por el Pentágono
en los confines de Rusia? Los congresistas
querían saber si se trataba de hechos reales o de una campaña de desinformación
llevada a cabo por los servicios del Kremlin. Optaron, pues, por solicitar la
comparecencia de Victoria Nuland, una diplomática de lato nivel encargada
durante la presidencia de Barack Obama de las relaciones con Europa e, implícitamente,
de la coordinación del proyecto Ucrania. Nuland, personaje clave del embrollo ucraniano, conocedora,
desde 2014, de los entresijos de la política estadounidense en el molesto
vecino de Rusia, depositaria de secretos sobre las maniobras políticas, la financiación
de organismos estatales y paraestatales, de la presencia de instructores
militares americanos en suelo ucranio, de los proyectos de investigación científico-militar,
parecía la persona idónea para iluminarlos.
Y como ante el Senado de los Estados Unidos no se puede
cometer perjurio, la depositaria de los secretos de varias Administraciones
norteamericanas tuvo que reconocer: sí, los Estados Unidos está preocupado por
la presencia de las tropas rusas, puesto que los laboratorios sí existen y lo
que interesa en estos momentos es cooperar con las autoridades de Kiev para que
los rusos no se hagan con el control de las instalaciones y descubran los
detalles de la investigación biológica.
¿Se contempla el peligro de un accidente susceptible
de generar un conflicto a gran escala? preguntó republicano Marco Rubio. Para
Nuland, el peligro estriba en una provocación rusa, que convertiría el
hallazgo en un complot de los ucranianos destinado a convencer a la
opinión pública que Kiev y la OTAN manejaban la existencia de un arsenal bio-bacteriológico.
Una maniobra muy corriente de los rusos para culpar al otro de sus
propios planes, según ella.
Curiosamente, ni el Departamento de Estado ni el
Pentágono respondieron a las solicitudes de información sobre las instalaciones
de Ucrania.
Por su parte, Moscú asegura que dispone de información
detallada acerca de los programas de investigación llevados a cabo en el país
vecino. Una información que se hará pública en su momento, afirma el Kremlin.
¿Revelación de secretos militares o, pura y
simplemente, campaña de desinformación? El
porvenir nos lo dirá…