Alea iacta est. La última reunión ministerial de los países
miembros de la OTAN, celebrada en Washington a comienzos de abril, ha aprobado
un paquete de medidas tendientes a aumentar la presencia de la Alianza en el
Mar Negro e intensificar el apoyo concedido a Georgia y Ucrania, países
ribereños y vecinos directos de la Federación Rusa, que han solicitado su
ingreso en la estructura de defensa occidental. En ambos casos, la candidatura
cuenta con el comprensible veto del Kremlin. Sin embargo, la Alianza Atlántica
no desespera; las relaciones con Moscú han experimentado un constante deterioro
tras la anexión de la península de Crimea, convirtiéndose en casi inexistentes para muchos políticos
y estrategas de Bruselas.
¿Inexistentes? En el caso concreto del Mar Negro, la reciente decisión de
la OTAN pone punto final al excéntrico juego de escondite de las fuerzas
navales que se afrontan en el antiguo Lago
turco, codiciado espacio marítimo situado en los confines de Asia con
Europa. De hecho, la presencia de la Armada imperial rusa en el puerto de
Sebastopol convirtió el lago turco en
el baluarte de los zares; la madre Rusia
acabó adueñándose del Mar Negro. La Unión Soviética, segunda potencia nuclear
del planeta, perpetuó, lógicamente, su dominio naval en la zona. Hasta el día
en que…
Tras el desmantelamiento del Pacto de Varsovia y la insospechada
expansión de la Alianza Atlántica hasta el Báltico, los estrategas occidentales
dirigieron sus miradas hacia la frontera meridional de Rusia. Con la
incorporación de nuevos Estados ex comunistas a la OTAN, los aliados contaban
con tres socios en la región: Turquía, miembro fundador e incondicional de la
Alianza, Rumanía, timorata potencia marítima local y Bulgaria, país poco
propenso a desempeñar un papel activo en la defensa terrestre o marítima de la
zona.
La Convención de Montreux sobre el paso de los estrechos, firmada en
1936, otorga a Turquía el control de los Dardanelos y el Bósforo y limita la
presencia de navíos de guerra extranjeros en el Mar Negro. Una garantía de
estabilidad para los países ribereños; un hándicap para los inoportunos visitantes occidentales.
Sin embargo, en la primavera de 2014, poco después de la ocupación de
Crimea por el ejército ruso, un destructor de la OTAN se adentró en las aguas
del Mar Negro. ¿Simple advertencia dirigida a los dueños del Kremlin? ¿Preludio
a una ofensiva naval? La tímida protesta de Moscú, así como el silencioso beneplácito
de las autoridades turcas propiciaron la multiplicación de visitas de los
buques de guerra occidentales. La tensión llegó a su apogeo en noviembre de 2018,
cuando las fuerzas navales rusas apresaron tres barcos ucranios que intentaban
cruzar el estrecho de Kerch, dirigiéndose al Mar de Azov, que cuenta con
numerosas instalaciones portuarias controladas por el Gobierno de Kiev. Según
los portavoces del Kremlin, las embarcaciones navegaban en las aguas territoriales
rusas. Detalle interesante: Ucrania estaba a punto de solicitar formalmente su
ingreso en la Alianza Atlántica.
Comentando las medidas aprobadas por la Alianza en la reunión de
Washington, el secretario general de la agrupación, Jens Stoltenberg, asegura
que la OTAN desea ofrecer apoyo estratégico a los países candidatos, Georgia y
Ucrania, y participar activamente a la formación de las fuerzas navales de la
región. Sin olvidar, claro está, la organización y participación en maniobras
navales conjuntas con las escuadras turca, búlgara y rumana.
Más edificante fue, sin embargo, la declaración de la representante
norteamericana ante la OTAN, Kay Bailey
Hutchison, quien explicó que el objetivo final del paquete de medidas consistía en contrarrestar la influencia de Rusia en el mar
Negro. Recordemos que la reunión
ministerial de la capital de los Estados Unidos coincidió con la celebración en
las aguas del antiguo lago turco de un
aparatoso ejercicio naval en el que participó una veintena de buques de guerra
de la Alianza.
Esta vez, la réplica de Moscú fue tajante. Rusia responderá "proporcionalmente" al aumento de la
presencia militar de la OTAN en el Mar Negro, manifestó el viceministro de Asuntos
Exteriores, Alexander Grushko, haciendo especial hincapié en el hecho de que la
presencia de embarcaciones pertenecientes a la Alianza constituye una amenaza para la estabilidad de la
región.
Si la OTAN decide incrementar su
presencia en el Mar Negro, Rusia puede contrarrestar fácilmente su poderío, estima el estratega moscovita Konstantin
Sivkov, quien añade que los submarinos de última generación y los sistemas
lanzamisiles pueden trasladarse desde otros teatros de operaciones. Si
fuera realmente necesario, las escuadrillas de aviación podrían agruparse en
las bases de Krasnodar y Crimea. Si a ello se suma la presencia de sistemas balísticos
Bal y Bastion, los elementos persuasorios serían más que suficientes,
sostienen los militares rusos.
Alea iacta est. El nuevo frente está abierto. Curiosamente,
ambos bandos utilizan las mismas expresiones: amenaza, expansión, estabilidad,
seguridad.