viernes, 28 de noviembre de 2014

La guerra de Abjasia no tendrá lugar


Cuando Mijaíl Gorbachov se decantó, hace ya más de veinte años, por la disolución de la Unión Soviética, los ciudadanos soñaban con convertir a Rusia en la segunda América, en un país industrializado, fuerte y rico, capaz de competir con la primera potencia mundial. Ni que decir tiene que los políticos tenían otros designios. En el Kremlin se barajaba la posibilidad de mantener el poderío militar y económico de la madre Rusia, de conservar las prerrogativas de la gran potencia mundial abocada, al menos aparentemente, a la decadencia. En efecto, durante la década de los 90, muchos analistas occidentales apostaron por la total y completa desaparición del poderío ruso-soviético. Craso error; la madre Rusia estaba… descansando.

Mas los sueños se esfumaron en los últimos tiempos, cuando Moscú empezó a notar la creciente presión ejercida en sus fronteras por los países de la Alianza Atlántica. El resto es harto conocido: la anexión de Crimea, las manifestaciones (poco) espontáneas de la plaza Maidan de Kiev, la secesión de las provincias orientales de Ucrania, las sanciones impuestas por Occidente, la reciente decisión del Alto Mando de la OTAN de trasladar una brigada de blindados acantonada en Alemania a uno de los países de la primera línea de combate: Rumanía, Polonia o los Estados bálticos. Todo ello, en el pos de mantener la estabilidad del flanco oriental de la Alianza, amenazado por la presencia de tropas rusas en sus fronteras. Mientras los navíos de guerra estadounidenses penetraban en el Mar Negro, infringiendo los acuerdos negociados con Rusia en los años 90, el Kremlin se apresuraba a firmar un tratado de cooperación militar y económica con Abjasia, una provincia secesionista de Georgia situada en la orilla del Mar Negro. Abjasia, que proclamó la independencia en 1999,  sólo cuenta con el reconocimiento formal de Rusia, Nicaragua, Venezuela y Nauru. Según estipula el tratado, las tropas rusas estacionadas en Abjasia desde hace dos décadas, se fusionarán con las unidades del ejército abjasio, actuando bajo el mando de un oficial ruso. Si a ello se le suma la presencia de bases aéreas utilizadas por aviones militares rusos, se comprende el malestar provocado por la jugada de Putin en algunas capitales occidentales. De hecho, tanto la UE como la Alianza Atlántica condenaron el acuerdo que, según su criterio, atenta a la soberanía y la integridad territorial de Georgia, país que - junto con Ucrania - solicita el ingreso en la OTAN.  

Si bien Rusia logró neutralizar en su momento los designios de la Alianza, los occidentales no parecen dispuestos a tirar la toalla. La Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, Federica Mogherini, acusa a Moscú de poner en peligro la seguridad regional. Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stlotenberg, considera que el Kremlin infringe los principios de legalidad internacional, haciendo caso omiso de los compromisos adquiridos por la Federación Rusa. Los medios de comunicación de Europa Oriental se suman a la ofensiva ideológica, haciendo hincapié en el deseo de Putin de reforzar la  presencia rusa en el Mar Negro. En realidad, el documento firmado por Vladimir Putin y su homólogo abjasio Raúl Hajhimba (otro antiguo agente de la KGB), contempla el incremento de la ayuda económica rusa a Abjasia. La cifra barajada es de… 160 millones de euros. 

Pero el problema es más complejo: mientras la OTAN avanza con pasos agigantados hacia los confines de la Federación Rusa, el Kremlin no parece tener derecho a adoptar las medidas estratégicas que considera oportunas.  En este contexto, conviene señalar que el Presidente de la Duma de Estado (Cámara Baja del Parlamento ruso), Serguei Naryshkin, instó esta semana a los países europeos a… contemplar la expulsión a los Estados Unidos de la Alianza Atlántica. El político ruso afirmó, tal vez en clave de humor, que tras la exclusión de Washington, la seguridad y estabilidad regionales volverán a los niveles anteriores a la crisis de Ucrania. 

La ironía de Naryshkin difícilmente puede ocultar la preocupación del Kremlin por los continuos avances de la Eurogermania de Merkel hacia los feudos moscovitas. Cabe preguntarse si la Canciller cuenta con incluir a la República Moldova entre sus trofeos de caza.


Si Abjasia estuviera situada en el estanco de la Casa Blanca, Putin sería, sin duda alguna, un… peligro para Occidente. Pero de momento, el Mar Negro está ubicado en la encrucijada entre Asia y Europa, entre Oriente y Occidente. 

martes, 25 de noviembre de 2014

¿Quién armó al Estado Islámico?


Hace apenas unos días, un alto cargo de la Administración pública española sugirió que no había que utilizar la denominación de Estado Islámico para designar al grupúsculo  que aterroriza a las poblaciones del Mashrek. Al parecer, ello implica sobreestimar a la banda terrorista.  Con ello, el problema de la amenaza radical quedaría resuelto. ¡Qué fácil y brillante solución!

A finales de 2001, cuando la intervención aliada en Afganistán parecía haber acabado con Al Qaeda, el entonces cabecilla de la agrupación radical, Osama Bin Laden, lanzó la advertencia: volveremos dentro de una década. Para los analistas, se trataba de un plazo razonable para recomponer la estructura de la organización, ampliar las redes existentes a los países del Magreb y resucitar las células durmientes de Occidente. Los titubeos de los Gobiernos occidentales facilitaron la tarea de los sucesores del emir saudí.

En efecto, dos países que no contaban con movimientos radicales islámicos en su territorio, Irak y Siria, se vieron involucrados en la nueva etapa del conflicto entre Oriente y Occidente. La violenta persecución de supuestos radicales islámicos en Irak durante la ocupación militar estadounidense generó un movimiento de rechazo entre las tribus propensas a defender las prerrogativas de la época de Saddam Hussein. En Siria, país laico sometido a la férrea dictadura del clan El Assad, la guerra civil fomentada por potencias extra regionales, trajo consigo a yihadistas de distintas corrientes islámicas, dispuestos a conquistar las tierras del califato de Damasco para convertirlas en el embrión de un emblemático califato mundial.  Aunque los combatientes del Islam contaran con apoyo económico y estratégico saudí, qatarí y… estadounidense, a la hora de la verdad nadie asumía la paternidad de esos movimientos fanáticos.

Las cosas empezaron a torcerse cuando uno de los grupos radicales, el llamado Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS), logró adueñarse de los yacimientos petrolíferos de Siria. Curiosamente, los politólogos estadounidenses no centraron su interés en las repercusiones económicas de esa conquista, limitándose a analizar los aspectos meramente estratégicos de la ofensiva llevada a cabo por ISIS. Sin embargo, el Estado Islámico empezó a comercializar – con la ayuda de intermediarios saudíes y turcos y a precios muy competitivos – el oro negro sirio.  Lo mismo sucedió unos meses más tarde, cuando los yihadistas llegaron a controlar las instalaciones petrolíferas del Kurdistán iraquí. Pero en este caso concreto, sus éxitos militares afectaban los intereses directos de las grandes compañías estadounidenses. La Casa Blanca decidió tomar cartas en el asunto; la Presidente Obama ordenó el regreso de los militares norteamericanos a Irak. Esta vez, utilizando la cobertura de expertos en materia de defensa: el Presidente había ordenado la retirada de las tropas del suelo iraquí…

Cabe suponer que para contrarrestar la ofensiva del Estado Islámico, el actual inquilino de la Casa Blanca se verá obligado a revisar su política. William Kristol, afamado comentarista estadounidense, estima que el Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos tratará de imponer - en un plazo de seis a ocho meses - la presencia militar americana en la zona. Lejos quedan los sueños pacifistas del Barack Hussein Obama.

El Estado Islámico se ha convertido en un temible enemigo. Actualmente, cuanta con unos efectivos de 30 a 50.000 hombres, entre los cuales se encuentra un elevado porcentaje de voluntarios extranjeros. No se trata sólo de jóvenes musulmanes criados en Occidente, sino también de conversos europeos, norteamericanos, rusos y chinos. Una mezcla explosiva a la que se suma otro ingrediente: los pertrechos del grupo terrorista.

Según un informe elaborado por expertos de las Naciones Unidas, el Estado Islámico cuenta con 250 vehículos militares ligeros, camiones y carros de combate sustraídos en los últimos años al emergente ejército iraquí o requisados en las bases militares sirias. A los tanques de fabricación rusa y norteamericana se suman las ametralladoras, misiles y lanzagranadas, piezas de artillería antiaérea así como una cantidad ingente de municiones.

Estiman los expertos que esos arsenales suponen un peligro potencial para la totalidad de  los Estados de la región, ya que el ISIS tiene la capacidad de proseguir el combate durante un período de seis meses a dos años, aún sin contar con los ingresos procedentes de la venta de crudo.

Cabe preguntarse, pues, si los trágicos acontecimientos del  11 – S no fueron un simple preludio para el conflicto que se avecina: la gran confrontación entre el Islam y la Cristiandad.

viernes, 7 de noviembre de 2014

El sueño de la "señora Europa"


“Mi objetivo es tener un Estado palestino”. Con esas palabras se estrenó la nueva Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mongherini, socialdemócrata italiana que ostentó durante unos meses el cargo de jefa de la diplomacia de su país.

Esa politóloga de 41 años de edad tiene la nada desdeñable tarea de coordinar la política exterior de los 28 miembros de la Unión, lograr que Europa llegue a adoptar medidas comunes y concertadas, que la UE hable con una sola voz en los foros internacionales. Algo que parecía difícil, cuando no imposible, durante el mandato de su antecesora, la baronesa británica Catherine Ashton, una burócrata sin conocimiento alguno de los entresijos de la diplomacia. Ashton limitó su actuación a los Balcanes, apuntándose el éxito del acuerdo sobre la normalización de las relaciones entre Serbia y el enclave secesionista de Kosovo. También desempeñó un papel importante en la preparación del convenio sobre la supervisión del programa nuclear iraní, negociado por las grandes potencias – Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China y Alemania. Pero la baronesa trató de obviar la delicada situación de Oriente Medio – conflicto israelo-árabe, la dramática situación de los pobladores de Palestina, las repercusiones de las llamadas primaveras árabes para la estabilidad en el Mediterráneo. Ficticia o real, su incapacidad de abordar los problemas de la cuenca meridional del Mare Nostrum ha convertido a Europa, primer socio comercial y primer donante en la región, en mero espectador. Y ello, en un momento en que tres potencias regionales de corte islámico – Arabia Saudita, Irán y Turquía – se disputan el liderazgo geoestratégico en la zona.

Federica Mongherini decidió realizar su primer viaje oficial a Israel y Palestina. La nueva Alta Representante confía en que antes del final de su mandato, en 2019, Palestina sea un Estado; un Estado reconocido por la totalidad de los países de la Unión. Si bien es cierto que algunos de los miembros, como por ejemplo Bulgaria, Chequia, Chipre, Hungría,  Malta, Polonia y Rumanía reconocieron el Estado palestino antes de su incorporación al club de Bruselas, conviene señalar que en los últimos años, y más concretamente después del operativo bélico llevado a cabo por Israel en la Franja de Gaza en 2012, los socios  comunitarios optaron por un endurecimiento de su postura frente a las autoridades de Tel Aviv. En la declaración conjunta de los miembros de la UE publicada al término de la ofensiva contra Gaza, se subraya por vez primera la necesidad de contar con dos Estados – Palestina e Israel – y se condena, por ilegal la política de colonización de los territorios ocupados.

Los cambios registrados en la percepción comunitaria, tanto a nivel de la clase política como de la opinión pública, coinciden con el fracaso sistemático de las consultas de paz patrocinadas por los Estados Unidos. Mientras las iniciativas estadounidenses llevan de antemano su certificado de defunción, los operativos bélicos del Gobierno israelí y la colonización permanente y sistemática de Cisjordania y Jerusalén se convierten en respuestas habituales a las innumerables propuestas de paz o diálogo ideadas por la diplomacia estadounidense.

La pasada semana, el nuevo Gobierno sueco provocó una auténtica tormenta al reconocer unilateralmente a Palestina. Se trata de una verdadera primicia, puesto que la postura oficial (y ambigua) de Bruselas se escuda en la socorrida frase buscar una solución pactada que facilite la creación de un Estado palestino junto al israelí.  Pocas horas después de la escandalosa decisión de Suecia, los parlamentarios ingleses exigieron al primer ministro David Cameron que reconozca el Estado palestino. Lo mismo sucedió en el Senado de la República de Irlanda.


Actualmente,  el Estado judío cuenta con defensores en el seno de la UE. Se trata de los Países Bajos, Dinamarca y Alemania, que apoyan (casi) incondicionalmente la política llevada a cabo por las autoridades de Tel Aviv. La postura de Francia, Inglaterra y España parece más… ambigua. Las dos grandes potencias coloniales del siglo XX procuran ocultar sus verdaderos designios. España, por su parte, sigue a la zaga de…