La noticia de la inesperada reconciliación
entre Irán y Arabia Saudita, auspiciada por las autoridades de Pekín, causó un
profundo malestar en el seno del establishment político y militar
israelí. Una especie de jarro de agua fría que tuvo por efecto frenar –
al menos, provisionalmente – la tormenta provocada por el debate interno sobre
la reforma del sistema jurídico del Estado judío. La iniciativa, promovida por
el Gobierno de Benjamín Netanyahu, podría desembocar en una amnistía de los
políticos y empresarios corruptos y, concretamente, en la absolución de todos
los cargos imputados al primer ministro. Aunque los ciudadanos salieron a la
calle para protestar contra las maniobras de Netanyahu, el golpe de gracia a
las maniobras del Gobierno lo asestó la diplomacia china.
¿Pero, qué hacen los chinos
aquí? inquirieron los mandatarios del Estado Judío, acostumbrados a la
presencia de Washington o de Moscú en el endiablado tablero estratégico de
Oriente Medio. Los chinos llevan décadas oteando el horizonte, sin tratar de
intervenir en el ordenamiento – o el desorden – de la región. Su presencia, muy
activa a nivel económico o empresarial, solía ser muy discreta. Cierto es que
la República Popular se adjudicó recientemente un muelle en el puerto de Haifa,
uno de los mayores en la región. La adquisición provocó la ira de los
comandantes de la Sexta Flota estadounidense, que solía utilizar la escala de
Haifa para el descanso y la diversión de sus marines. ¿Protestar ante
las autoridades de Tel Aviv? El Gobierno no tiene por costumbre desautorizar
los acuerdos económicos. Un trato es un trato, contestarán los
ministerios hebreos.
Muy diferente ha sido la reacción
ante la paz sellada por Riad y Teherán, que despoja a Israel del dique de
contención saudí, comodín de su estrategia frente a Irán o. como prefieren
afirmar los halcones israelíes, el peligro nuclear iraní. Tel
Aviv utilizó en reiteradas ocasiones el espacio aéreo de Arabia Saudita para
montar sus operativos contra países enemigos de la zona. Pero los saudíes, la
codiciada pieza del domino estratégico de Tel Aviv, único obstáculo
importante para la materialización del Acuerdo Abraham ideado por la
Administración Trump, apostaron – tal vez in extremis - por la paz con
el archienemigo Irán y la amistad con… China.
Detalle interesante: horas
después de darse a conocer la noticia sobre la reconciliación con Irán, la
Corona saudí informó a los Estados Unidos que tenía intención de iniciar un
proyecto para el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos, avalado
y supervisado por… Washington. Malas
noticias para Tel Aviv, que contaba con la presencia de Riad como elemento
clave de una alianza estratégica con los Estados del Golfo contra el enemigo
común: el Irán de los ayatolás. Aparentemente, todo quedaba en agua de
borrajas.
Para los politólogos hebreos, la cacareada
alianza militar regional anti iraní era una simple quimera que no tenía ningún
viso de credibilidad. El ex primer ministro, Naftalí Bennett, no dudó en lanzar
un ataque frontal contra Netanyahu, alegando que su política reflejaba el fracaso rotundo
del gobierno de centro-derecha; una combinación de negligencia política y
debilidad de un Gobierno disfuncional involucrado en su autodestrucción
sistemática, que fomentaba un conflicto interno.
El ex ministro de defensa, Benny Gantz, estima, por su parte, que Netanyahu descuidó la seguridad de Israel y de sus conciudadanos. El gobierno Netanyahu es un rotundo fracaso económico, político y de seguridad, que pone en peligro la existencia misma del Estado, manifestó Gantz, quien abogó por la creación de un Gobierno amplio de salud nacional, capaz de corregir el daño provocado por la coalición ultraconservadora liderada por Netanyahu.
En realidad, lo más difícil sería cambiar el rumbo de la política exterior de Tel Aviv, que juega la baza del enfrentamiento en una región que tiende a apostar por el diálogo entre potencias rivales. Es algo que los chinos habían comprendido antes de lanzar una ofensiva destinada ante todo a reducir el predominio de la presencia imperial estadounidense en Oriente Medio.