miércoles, 16 de agosto de 2023

El siglo de Turquía (III) Erdogan: entre el globalismo y el multipolarismo

 

Después de la intentona golpista de 2016, Recep Tayyip Erdogan vivió con la disyuntiva: Oriente u Occidente. Se trataba de escoger amigos, por no decir, aliados. El Occidente le había traicionado: para el sultán, el golpe de los militares turcos había sido urdido con la complicidad de la CIA y del servicio de inteligencia alemán. Pero tanto Washington como Berlín se apresuraron a negar su participación en los preparativos del levantamiento. La entonces Canciller Angela Merkel se enfadó mucho con Erdogan. Cierto es que unos meses después la propia Merkel anunció la congelación definitiva de las negociaciones sobre la adhesión de Ankara a la Unión Europea. La decisión siguió vigente hasta el mes pasado, cuando los 27 se vieron obligados a resucitar el diálogo. El motivo: parafraseando al Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, se trataba de un chantaje de última hora del Presidente turco, que exigió la reanudación de las consultas con los comunitarios a cambio de la suspensión del veto de Ankara al ingreso de Suecia en… la Alianza Atlántica. Aparentemente, la UE no tuvo más remedio que pasar por el aro.


En el verano de 2016, se rumoreó que Erdogan salvó su vida gracias a un soplo (también de última hora) de los servicios de inteligencia rusos, que vigilaban muy de cerca las actividades de sus competidores occidentales. ¿Simples rumores? Cierto es que, a partir del otoño de 2016, los contactos entre Ankara y Moscú se multiplicaron. Turquía se decantó por adquirir el sistema de defensa antiaéreo ruso S 400, una herejía para un país miembro de la OTAN, encargó a la agencia atómica rusa la construcción de la primera central nuclear de Anatolia, expandió los intercambios comerciales con el gran vecino del Norte, fomentó la cooperación industrial y los intercambios turísticos. 


Sólo desde el comienzo del conflicto de Ucrania, las exportaciones de productos turcos a Rusia se han disparado, pasando de 2600 millones de dólares en la primera mitad de 2022 a 4900 millones de dólares durante el mismo período de este año.

Rusia es el principal proveedor de gas natural de Turquía y representa aproximadamente la mitad de todas las importaciones. Antes de las elecciones del pasado mes de mayo, Moscú aplazó los pagos de gas por valor de miles de millones de dólares.

Más aún: Turquía permite el acceso de la Armada rusa a los mares cálidos. Además, Erdogan ha desempeñado un papel crucial en el desbloqueo del suministro de grano ucraniano a los mercados mundiales. Sin embargo, Ankara no reconoce la anexión de Crimea por parte de Rusia y considera que su invasión de Ucrania es ilegal.

Erdogan fue, recordémoslo, uno de los primeros líderes mundiales en llamar a Putin durante la rebelión del grupo Wagner por la gestión e la guerra de Ucrania. Y ello, a pesar de que Turquía no es un actor neutral en este conflicto. Los primeros drones empleados por el Ejército de Kiev en esta guerra, los Bayraktar, son producidos por el yerno y aparente heredero de Erdogan, Selcuk Bayraktar. Cuando se trata del bienestar de la familia…

En los primeros meses de 2023, se especuló con la posible adhesión de Turquía al grupo de los BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Sabido es que en la cumbre de la organización, que tendrá lugar a finales de este mes, se estudiará la candidatura de una veintena de países árabes, africanos y latinoamericanos, dispuestos a convertirse en los pilares del mundo multipolar ideado por la élite de Rusia y China.

¿Y Turquía? El acercamiento de Erdogan a las estructuras creadas por Moscú y Pekín se remonta al año 2012, cuando el presidente turco contestó, medio en broma, al tanteo de Vladímir Putin: Si de verdad quiere saber lo que pienso, admita a Turquía como miembro de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y revisaremos nuestras relaciones con la UE.  Las palabras de Erdogan reflejaban en realidad el hartazgo de Turquía con el lento progreso del proceso de adhesión a la UE.

Por otra parte, es natural que Ankara coopere con los países más poblados del mundo, como China e India. Por si fuera poco, Turquía tiene vínculos étnicos y culturales con los países túrquicos de Asia Central, como Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajstán y Kirguistán, que integran la OCS.

Inevitablemente, podemos estar buscando otras opciones, ya que la UE no nos ha dejado entrar durante 52 años. La UE puede preguntar por qué Erdogan va a Shanghai, por qué se reúne con los líderes de la OCS. Por supuesto, me reuniré (con ellos). No creo que deba ninguna explicación a la UE.

Conviene recordar, sin embargo, que estas declaraciones fueron formuladas antes de la cumbre de Vilnius, cuando Bruselas cedió a las exigencias de Ankara.

Si bien es cierto que la actuación de Erdogan en la reunión de la OTAN irritó sobremanera a Rusia, tampoco debe interpretarse como un cambio brusco de la postura de Turquía hacia Occidente. De hecho, Erdogan tardó menos de un día en recordar que el parlamento turco no podría ratificar probablemente la adhesión de Suecia antes del receso estival de julio, aunque tenía la autoridad para extender la sesión parlamentaria. Erdogan pretende obtener garantías firmes de que el Congreso estadounidense permitirá la venta de cazas F-16 y que Estocolmo cumpliría sus promesas de extraditar a los militantes kurdos antes de dar luz verde a la adhesión de Suecia a la Alianza Atlántica. 


Finalmente, hay que reconocer que las negociaciones con Bruselas no van viento en popa. El compromiso de la UE se limita, por ahora, a la reapertura de dos capítulos conflictivos del regateo diplomático: la modificación del sistema aduanero y la exención de visados para los ciudadanos turcos que viajan al espacio Schengen. Ambos temas quedaron estancados antes de la congelación del diálogo.


Ante el efecto sorpresa de las exigencias de Ankara, los 27 anunciaron la creación de un grupo de trabajo encargado de estudiar nuevas iniciativas. Quienes conocen el funcionamiento de los foros internacionales y de los subforos creados para elaborar nuevas propuestas, saben positivamente que los grupos de trabajo pueden convertirse en auténticos… cementerios de ideas.


En definitiva, Erdogan tendrá que escoger entre Oriente y Occidente.


jueves, 3 de agosto de 2023

El siglo de Turquía (II) Mirando hacia La Meca

 

La próxima cumbre Putin-Erdogan se celebrará próximamente en un lugar de Anatolia. Lo acaba de anunciar el portavoz del Kremlin, resumiendo un extenso diálogo mantenido por el zar de todas las Rusias y el sultán del renaciente Imperio Otomano o, tal vez del Gran Turán, el nuevo engendro de los ideólogos de Ankara, que irrita sobremanera a los estrategas moscovitas. Con razón: el Gran Turán es una nueva variante de los dominios del Imperio; un proyecto de tipo confederal que, lejos de contemplar una islamización tosca y la sumisión total, presenta una forma suave y civilizada de mahometismo, más acorde con la tradición laxista de la Sublime Puerta o del Estado Moderno fundado por Mustafá Kemál Atatürk.

La reciente presentación del mapa del Gran Turán, comercializada en las librerías y los zocos de Turquía, ha causado sorpresa, incredulidad e incluso ira en la planta noble del Kremlin. En efecto, el hipotético dominio de los nuevos otomanos se extiende a tierras de los Urales, las antiguas repúblicas caucásicas de la URSS, pobladas por tribus turcomanas, gran parte del suelo iraní y la zona norte de la República Popular China habitada por los uigures. El proyecto, que destaca la importancia geopolítica de Turquía, neutralizará casi por completo a Rusia y a Irán, limitando las pretensiones geopolíticas de China. No hay que extrañarse, pues, si en Moscú se habla de los delirios de grandeza de Erdogan.

El conflicto de Ucrania podría tener una nueva víctima: el vínculo entre Putin y Erdogan, advertía recientemente el Washington Post. Craso error. Sin embargo, el aparente cambio de rumbo del presidente turco al tratar de allanar al menos, aparentemente, el ingreso de Suecia a la OTAN, ha generado en Occidente una oleada de comentarios sobre un posible distanciamiento de Turquía de Rusia y un hipotético regreso al redil atlantista. ¿Cuánto tiempo puede durar la relación especial entre Vladimir Putin y Erdogan?, preguntaban los articulistas del primer mundo, incapaces de comprender que el líder turco está manejando las relaciones internacionales de Ankara de la manera que considera más benéfica para los intereses de Turquía y, sobre todo, para su propia supervivencia política.

¿Alejarse del Kremlín a cambio de los 13.000 millones de dólares ofrecidos casi in extremis por Joe Biden para sanear el estado de las finanzas de Ankara o por la flotilla de cazas F-16 apalabrada con Washington desde hace más de un año? El guion resulta bastante extravagante. Para los turcos, Rusia es y seguirá siendo el gran vecino al que le unen importantes lazos históricos. Un vecino amable en tiempos de paz, un temible rival, en épocas de conflicto.

Al evaluar la importancia de las relaciones con los países de la región, Erdogan sigue las normas de la sabiduría musulmana: Más vale estar a buenas con los vecinos que con la familia.  Y los vecinos, Rusia, Bulgaria, Rumanía, Israel, Egipto, Arabia Saudita, cuentan con la transigencia de Turquía.

Las relaciones con Moscú y Pekín se perfilarán en el mes de agosto, durante la cumbre de los Estados de BRICS, que estudiará la solicitud de adhesión de Ankara al nuevo bloque económico que pretende acabar con el mundo unipolar ideado por Washington.

Pero los proyectos de Erdogan no se limitan a definir el porvenir de las relaciones con China y Rusia: hay más vecinos con los que pretende entablar lazos de amistad y, ante todo, de cooperación económica y financiara Es el caso de Arabia Saudita y de las monarquías del Golfo Pérsico. 

Recientemente, el gigante petrolero saudí ARAMCO se reunió con 80 contratistas turcos para evaluar la posible puesta en marcha de proyectos por un valor de 50.000 millones de dólares.  Se nos invita a participar a la construcción de refinerías, oleoductos, edificios administrativos, obras de infraestructura, señala el presidente de la Asociación de Contratistas de Turquía, Erdal Eren.  

ARAMCO, la tercera empresa petrolera del mundo, pretende apoyar a las empresas turcas, afectadas tanto por los vaivenes de la guerra en Ucrania como por los terremotos que se cobraron la vida de unas 50.000 personas a comienzos de este año. Un detalle importante, teniendo en cuenta que las dos principales potencias regionales – Turquía y Arabia Saudita - se habían distanciado en los últimos tiempos debido a los vínculos del clan Erdogan con la secta de los Hermanos Musulmanes, desaprobada por la monarquía wahabita, y el asesinato, en 2018, en el consulado saudí de Estambul del periodista Jamal Khashoggi, opositor de la Casa Real saudí. 

El interés de ARAMCO en involucrar a las empresas turcas puede interpretarse como parte de los intentos de reconciliación entre Ankara y Riad. Sabido es que Erdogan está buscando alternativas para aliviar la presión ejercida por las instituciones financieras del primer mundo sobre la economía turca. En este contexto, los contratos con los países del Golfo Pérsico, incluida ARAMCO, forman parte de la estrategia postelectoral del presidente turco para tratar de neutralizar los efectos negativos de las presiones económicas.  

Por otra parte, conviene señalar que el heredero de la Corona saudí, Mohammed bin Salman (MBS), ha sido más que generoso con el sultán, al regalarle el pasado año 5 millones de dólares, invertidos en proyectos industriales turcos.


En la República Turca del Norte de Chipre, territorio ocupado por Ankara desde la invasión de 1974, proliferan los bancos saudíes y libaneses. Además, durante la era Erdogan, Turquía se ha convertido en un gran mercado para las mezquitas “prefabricadas” en Arabia Saudí.


Cierto es que, durante la reciente campaña electoral, Erdogan mencionó solo a dos amigos extranjeros - Rusia y los países del Golfo - como fuentes de financiación de la economía. Se puede decir que Putin y las monarquías del Golfo le ayudaron a ganar la consulta electoral, asegura el analista económico Soner Cagaptay, quien confía en la profundización de los lazos turco-sauditas y turco-emiratíes en el futuro. Es la opción estratégica que otorgaría a Turquía la independencia frente a Occidente, añade 


Pero, ¿qué persiguen exactamente los saudíes al normalizar sus relaciones con Ankara? ¿A qué se debe la repentina generosidad del príncipe bin Salmán? ¿Ingenuidad, solidaridad, visión geoestratégica? Es preciso recordar que los saudíes financiaron, en las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo, la construcción de la bomba atómica paquistaní la llamada bomba islámica.  También podrían decantarse por sacar a flote la maltrecha economía turca o… dedicar ¿por qué no? parte de su riqueza a la creación del por ahora estrafalario Gran Turán.