¿Qué nos puede decir sobre la otra Gaza, la Gaza subterránea? La pregunta, formulada por un veterano estratega de la OTAN, sorprendió a los ilustres politólogos congregados en el aula de la vieja universidad centroeuropea.
En realidad, muy poco. Sabemos
que el profesor Roskin, de la Universidad de Bar-Ilan, publicó un estudio titulado
La guerra subterránea en la Franja de Gaza y la complejidad militar de
combatirla. Es la única referencia que tenemos, contestó el responsable
del prestigioso centro docente.
El ejército israelí tuvo que
retrasar su cacareada incursión terrestre en la Franja de Gaza; durante las
décadas de ocupación del territorio, a nadie se le ocurrió cartografiar ni
medir de manera profesional los túneles de Gaza. De hecho, el Estado Mayor de Tel Aviv no había
contemplado siquiera la posibilidad de llevar a cabo combates subterráneos.
¿Guerra subterránea? Sombría
perspectiva para un ejército, para cualquier ejército. Una opción que el
geomorfólogo y geólogo Joel Roskin optó por estudiar con detenimiento durante
su servicio militar en la Franja.
A lo largo de los años, Roskin siguió
la evolución de los túneles, analizando las condiciones que permitieron su
formación y expansión, basándose en los datos geológicos y las condiciones de
seguridad que habían facilitado su peculiar desarrollo.
Cada sistema de túneles es
diferente; está relacionado con la orografía, geografía y condiciones geopolíticas
del lugar, afirma Roskin, recordando que los primeros registros de
construcción de vías subterráneas se remontan a más de 4.000 años; las tabletas
asirias aluden a trabajos de ingeniería en la época de Sargón I de Acadia, que
reinó en Mesopotamia entre 2.334 y 2.279 a. C.
Hagamos un salto en el tiempo: en
2002, cuando las tropas estadounidenses atacaron las posiciones de Al Qaeda en
Afganistán, persiguiendo a Osama bin Laden, descubrieron un enorme complejo de catacumbas
que conectaba las formaciones naturales de cuevas de Tora Bora.
En Gaza, la construcción de
túneles empezó en 1982. Se trataba de pasadizos secretos empleados para en
contrabando de mercancías con Egipto o para los intentos de reunificar las familias
separadas por una frontera trazada artificialmente después de la Segunda Guerra
Mundial.
Conviene recordar que los
gazatíes nunca contaron con la simpatía o el cariño del establishment político
cairota. Se les solía tachar de rebeldes, incomprensibles y ¡ay! iniciadores
de la nebulosa secta de los Hermanos Musulmanes, extraña versión árabe
del iluminismo europeo.
A partir de 1994, los túneles que
unían Gaza con Egipto fueron utilizados para el contrabando de mercancías y de
municiones. En el 2000, al final de la segunda Intifada, sirvieron para la
importación ilegal de armas.
En 2005, después de la retirada
israelí de la Franja, se registró un crecimiento espectacular del número de túneles.
Aumentó su tamaño, la extensión y la calidad de la construcción. Para reforzar
su estructura, se utilizó hormigón suministrado por Israel para la construcción
de viviendas, que sustituyó los viejos tablones de madera.
En el año 2007, las agrupaciones
islámicas empezaron a cavar túneles de acceso a posiciones de lanzamiento de
cohetes o emplazamientos de piezas de artillería. Se edificaron los primeros
centros logísticos y puestos de mando subterráneos de las milicias. Durante el
mismo período, los gazatíes iniciaron la fabricación de armamento propio con el
material de contrabando y cavaron pasadizos direccionados hacia la frontera con
Israel.
Hasta la década de 2000, esas
vías subterráneas se excavaban a una profundidad de 4 a 12 metros. Hamás
aprendió a excavar pasillos más profundos, más amplios y más largos. Al
mismo tiempo, se perfeccionaron los medios de sustento. La ubicación de las
galerías en zonas urbanas facilitaba los proyectos de Hamás, dada la cercanía
de las infraestructuras: electricidad, agua y comunicaciones. Incluso prescindiendo
de la red eléctrica, los sistemas de ventilación eran posibles con la ayuda de pequeños
generadores.
Se calcula que en 2009 había
alrededor de 35 túneles que cruzaban la línea del armisticio con Israel de 1949.
Algunos penetraban incluso a cientos de metros en el territorio del Estado
judío.
Las galerías dejaron de ser
simples vías de tránsito que cruzaban la Franja; se habían convertido en complejas
cavernas de varios pisos con habitaciones, pasillos y almacenes. Bajo la Franja
se extiende actualmente una red de centenares de kilómetros. Alrededor
de 500 kilómetros, según las estimaciones del ejército israelís.
Si eres rumano, hijo del embajador romano allí por los años 60 en Praga, te recordaré que nos conocimos en un viaje en tren de Podebrady a Praga junto con mi amigo José Sepúlveda, español yo y mexicano Pepito. Recibe un abrazo y gracias por tus escritos. Salud y República.
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