Tal vez cueste imaginar que un uno de diciembre, fecha en la cual los rumanos celebran su fiesta nacional, miles de ciudadanos de la República Moldova, territorio controlado hasta 1990 por la extinta Unión Soviética, salgan a la calle para bailar la hora, la danza popular que ameniza los jolgorios de varios pueblos balcánicos y carpáticos: rumanos, búlgaros, serbios o griegos. La hora se baila en círculo; puede sonar una música lenta o rápida, siempre adaptada al estado de ánimo de los bailarines, hombres y mujeres que suelen entonar estrofas de canciones folclóricas o patrióticas aprendidas desde la más tierna infancia.
Pero el pasado sábado – uno de
diciembre – las celebraciones han revestido un carácter particular. Miles de
habitantes de la ex república soviética salieron la calle ondeando enormes
banderas rumanas y cantando la Hora Unirii – himno de la unión – escrita
para celebrar la unificación, hace más de un siglo, de los principados que iban
a conformar el joven reino de Rumanía. A los pobladores de Moldova, país vecino
de Ucrania y de la Federación Rusa, este uno de diciembre les brindaba la
oportunidad de refirmar su pertenencia a una nación separada por fronteras
artificiales. Su patria – Besarabia – fue troceada por el imperio
austrohúngaro, el reino de Polonia, la revolución rusa de 1917. No hay que
extrañarse, pues, si muchos moldavos sueñan con la reunificación, con la vuelta
a… Rumania, el país creado en 1862 por los unionistas liberales de
Moldova y Valaquia.
Mas no todos los pobladores de Moldova
comparten este deseo. Pera la presidenta Maia Sandu, una economista formada en
los Estados Unidos, que llegó a ostentar un importante cargo en el Banco
Mundial, el provenir de su país pasa forzosamente por la integración en las estructuras
euroatlánticas. Sandu no descarta la
colaboración con las autoridades rumanas, muy generosas a la hora de apoyar, tanto
política como económicamente, este exiguo territorio que apenas cuenta con 2,7
millones de habitantes; algo menos que la población de Bucarest o de Madrid.
Huelga decir que los
contrincantes de Sandu en la campaña por la presidencia de Moldova fueron el político
prorruso Igor Dodon, líder del Partido Socialista, que se las ingenió para
tener unos ingresos extra de 45.000 dólares mensuales procedentes de las
arcas del Kremlin, y también el avezado hombre de negocios Ilan Șor, que fundó su propia agrupación
política, el Partido Chance, convertido
en el altavoz de la propaganda mscovita en Chișinău.
Dodon, acusado de corrupción, desaparecio de la palestra hace unos
años. Por su parte, Șor, que hace gala de
su doble nacionalidad – moldava e israelí - navega entre Chișinău y Tel Aviv.
Sus contactos con los organismos oficiales rusos son archiconocidos. El
Servicio de Inteligencia y Seguridad de Moldova (ISS) afirma tener constancia de
varias transacciones de dinero ruso destinado a Chance a través de ciudadanos
de terceros países, como por ejemplo… Kazajstán.
Pero hay más; el ISS asegura que
entre los contactos rusos de Ilan Șor
destacan el empresario Igor Ceaika, hijo del ex fiscal general de Rusia
y amigo personal de Vladímir Putin, así como el portavoz del Kremlin, Dimitri
Peskov, artífices ambos de proyectos destinados a derrocar a la presidenta Sandu
y devolver Moldova a la zona de influencia de Rusia. El rotativo estadounidense
Washington Post se hizo eco de la noticia, citando como fuente tanto a
la inteligencia moldava como al servicio de contraespionaje ucranio, que
suministró datos concretos sobre la financiación de los intentos de
desestabilización por parte de Rusia. Aparentemente, Moscú se habría gastado entre
55 y 90 millones de dólares en la campaña contra las instituciones moldavas. A
ello se suma un rocambolesco plan que contemplaba el envío de un ejército de mercenarios
extranjeros – rumanos, búlgaros, sirios, turcos y kazajos – encargado de
llevar a cabo atentados terroristas.
Ficticia o real, la situación de inestabilidad política generada por el feroz oso ruso incita a Maia Sandu a recurrir, una y otra vez, a su mantra: Urge nuestra integración en la OTAN.
La democracia y la lucha por una vida mejor son los caminos para un futuro y la Hora Unirii es una manifestación de esos anhelos. Rusia está obligada a defender su soberanía y ser respetada. El mundo occidental liderado por el imperio representa un peligro serio para su seguridad. El constante cerco causa enorme daño en todos los sentidos. Un mundo multipolar sería la mejor solución para conseguir el equilibrio de fuerzas en el mundo. Yo tengo fe de que de una u otra forma se consiga, con las nuevas potencias emergentes, restablecer un nuevo orden mundial basado en la moderación y la sensatez.
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