martes, 26 de diciembre de 2023

Mar Rojo: vuelve la diplomacia de las cañoneras


 En el otoño del pasado año, los estrategas atlantistas revelaron la existencia de un nuevo peligro para la estabilidad del entorno geopolítico del Planeta. Se trataba de las maniobras de Rusia y China destinadas a controlar la ruta marítima del Ártico, un codiciado atajo para el transporte mundial de mercancías.

¿Un reto para Occidente? Curiosamente, la presencia rusa en el Ártico se remonta a la época de los zares. Los soviets no hicieron más que reforzarla, multiplicando el número de centros de vigilancia meteorológica y de laboratorios encargados de mapear los múltiples recursos naturales de la zona: minerales, petróleo, diamantes. Competían con los rusos las misiones científicas de los países nórdicos, que llevaban a cabo su actividad bajo el paraguas anglo-norteamericano.

Conviene señalar que los países escandinavos solían compartir información con los científicos rusos. Una tarea ésta harto difícil, teniendo en cuenta las presiones ejercidas por el establishment miliar estadounidense, poco propenso a entablar el dialogo con Moscú. A los altibajos de estas relaciones se sumó un nuevo factor: la llegada de un nutrido grupo de científicos chinos, más dados a trazar las posibles rutas del corredor marítimo ártico.

Detalle interesante: los primeros cargueros de bandera china que cruzaron las aguas del Ártico iban escoltados por fragatas pertenecientes al Ejército Popular de Pekín.

En el contexto del actual conflicto de Ucrania, la alianza de Rusia y China – competidores cuando no enemigos de los Estados Unidos – se convertía en un peligro para los intereses estratégicos de Washington. De ahí que algunos políticos o miembros del estamento militar estadounidense se dedicaran a reclamar medidas para desembarazar la zona de estos rivales potenciales.  Pero la guerra del Ártico no tuvo lugar; quedó pospuesta por el inicio de otro conflicto: la ofensiva de los rebeldes hutíes en el Mar Rojo.

Si bien en el caso del Ártico la Casa Blanca dudó en recurrir a la diplomacia de las cañoneras, la región de Oriente Medio parece el lugar idóneo para resucitar la herramienta de los viejos imperialismos.

En el siglo XIX, Inglaterra mandaba barcos de guerra para presionar a los países menos desarrollados a aceptar tratos injustos o humillantes. La Navy se limitaba a bombardear los puertos y las ciudades de sus enemigos. Décadas más tarde, la Armada estadounidense logró añadir otro factor disuasorio: el desembarco de destacamentos de fusileros marinos, convirtiendo la diplomacia de las cañoneras en una invasión en toda regla.  Sombríos presagios estos para el enfrentamiento del Mar Rojo.

Hay quien trata de resumir el actual conflicto en cuatro frases telegráficas: Hamas ataca a Israel; Israel entra en la Franja de Gaza; Washington apoya a Tel Aviv; los rebeldes hutíes contraatacan. Pero hay más; muchísimo más. Veamos: Hamas subestima la reacción del Gobierno Netanyahu; la actuación del Ejército israelí supera con creces los cálculos de los estrategas de Hamas; Washington exige la estricta aplicación del Derecho Humanitario, olvidando sus excesos en Vietnam, Afganistán, Irak; Irán, que sigue a rajatabla el programa político del ayatolá Jomeini – destrucción total de la entidad sionista (Israel) – procura descartar un enfrentamiento directo con los Estados Unidos. Los hutíes, armados hasta los dientes por Teherán, reciben la orden de atacar. El presidente Biden, antiguo lugarteniente del inmerecido Nobel de la Paz Barack Obama, sigue el ejemplo de sus antecesores en la Casa Blanca – Bush Jr. y Obama – anunciando la creación de una coalición internacional destinada a proteger el comercio internacional en la ruta del Mar Rojo.

No, no se trata, en esta ocasión, de defender la democracia, como en los antiguos partes de guerra de Washington. En este caso concreto, lo único que se pretende es salvaguardar los intereses de las grandes navieras. Business is business…

El operativo bélico de Gaza está socavando la estabilidad en el Mar Rojo, creando complicaciones para los intereses geoestratégicos de los actores regionales que compiten entre sí, señala el economista jordano-palestino Riad al Khouri, experto en relaciones comerciales internacionales y consultor del Fondo Monetario Internacional.

Recuerda Al Khouri que el Mar Rojo, punto estratégico clave para el comercio mundial desde la apertura del Canal de Suez en 1869, interesa a las potencias regionales y globales a raíz del papel llamado a desempeñar para la puesta en marcha de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) auspiciada por Pekín.

Desde Yibuti a través del Mar Rojo hasta el Mediterráneo, hay una expansión de las inversiones en infraestructuras previstas por la Iniciativa de la Franja y la Ruta, así como una creciente presencia militar china y/o de otros actores mundiales. Los puertos de Sudán se han ido desarrollado y modernizado. Es el caso de la ampliación, con capital chino, de la terminal de contenedores de Port Sudan.

En 2018, el Gobierno sudanés firmó un acuerdo de 99 años con Turquía para la rehabilitación del puerto de Suakin, que le garantiza a Ankara una presencia estratégica en la región.

Al adquirir una participación del 49% en el proyecto de infraestructura del Golfo de Suez y el Norte del Canal, los Emiratos Árabes Unidos (UAE) fortalecen su posición con respecto al transporte marítimo en el Mar Rojo.

Los puertos eritreos también están llamando la atención de las potencias regionales. Los Emiratos Árabes Unidos tienen una base en Eritrea que apoya sus operativos militares contra los rebeldes hutíes del Yemen.

Moscú, que dejó de ser un actor predominante en la zona desde que sus fuerzas abandonaron Egipto en la década de los 70, anunció en 2018 el establecimiento de un centro logístico en Eritrea.

Rusia también mostró interés en Port Sudan, al proponer en 2020 un acuerdo de 25 años con Jartum para la construcción de instalaciones destinadas a sus buques de guerra. Sin embargo, Sudán suspendió el contrato al año siguiente.

La guerra de Israel en Gaza y los combates en Sudán plantean serios desafíos para las autoridades de Riad. La estabilidad en el Mar Rojo es crucial para los planes de desarrollo económico e industrial saudíes. Para la economía petrolera tradicional, la terminal del oleoducto Yanbu en el Mar Rojo es fundamental como alternativa a la exportación de petróleo a través del conflictivo estrecho de Ormuz.

De todos modos, los ataques hutíes también pueden llegar a poner en peligro las islas de Tirán y Sanafir, situadas en la desembocadura del golfo de Aqaba, la puerta de entrada para las mercancías destinadas a Jordania e Israel.

Por ende, a nivel estratégico, el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC), presentado en septiembre como contrapeso a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, evita por completo el Mar Rojo. El IMEC, cuyo flanco oriental conecta la India con la península arábiga, mientras que el septentrional enlaza con Europa, es una importante propuesta geopolítica que aleja a los Estados de la región de la Franja y la Ruta, a pesar de que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos también son signatarios de la iniciativa china.

El IMEC reduciría el tiempo de transporte de mercancías de la India a Europa en un 40% y también podría ayudar a posicionar a Arabia Saudita como centro logístico global. El enlace ferroviario que une los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí con Jordania e Israel, depende de la normalización de las relaciones entre Riad y Tel Aviv.  

Del éxito o el fracaso de la diplomacia de las cañoneras de Joe Biden depende el porvenir del mapa geopolítico de Oriente Medio. Del éxito o el fracaso del operativo Ucrania, el porvenir del Viejo Continente.

El Ártico queda, de momento, relegado a un segundo plano. Sólo de momento…


jueves, 21 de diciembre de 2023

Washington – Tel Aviv: después de Gaza, ¿qué?

 

Aparentemente, la visita a Israel del Secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, cogió por sorpresa a las autoridades de Tel Aviv. Austin anunció su llegada con un tuit enviado desde el avión que sobrevolaba el Atlántico. ¿Medidas de seguridad? ¿Poca deferencia para con sus anfitriones hebreos? El hecho es que la gira relámpago del jefe del Pentágono se convirtió en una autentica manifestación de apoyo incondicional a la política del Gabinete Netanyahu.

En sus intervenciones públicas, Austin hizo hincapié en el apoyo firme e inquebrantable de Washington a Israel y el férreo compromiso de la Administración Biden para con el Estado judío mientras continúa el conflicto en la Franja de Gaza.

Seguiremos trabajando juntos por un futuro más seguro para Israel y más brillante para los palestinos, manifestó el secretario de Defensa durante su encuentro con su homólogo israelí, Yoav Gallant, uno de los halcones que integra el Gobierno de coalición liderado por el jefe del Likud.

¿Un futuro más brillante para los palestinos? Poco tiene de brillante la situación actual de los pobladores de Gaza y Cisjordania. Cabe preguntarse, pues, qué implica realmente el eufemismo más brillante de Austin.

Desde el pasado 7 de octubre, las autoridades israelíes y sus aliados occidentales han tratado de eludir el debate sobre la posible solución aplicable en la posguerra de Gaza, centrando la atención de la opinión pública en los operativos militares. Una postura ésta muy lógica para un país en guerra, pero menos comprensible en el caso de los burócratas o estrategas que se limitan a analizar la situación desde cómodos despachos situados a miles de kilómetros de las líneas de batalla. Cierto es que algunos políticos, poco conocedores de la problemática real de la zona y de sus constantes vaivenes, optaron por resucitar la formula mágica de los dos Estados – Israel y Palestina, valida en los albores de los Acuerdos de Oslo, aunque neutralizada por el constante trabajo de zapa de la derecha israelí. Hablar de la solución de los dos Estados en el momento actual parece un auténtico sinsentido. ¿Cuáles serían, pues, los posibles desenlaces?

El político y diplomático hebreo Danny Danon, ex embajador de Israel ante las Naciones Unidas y posible sustituto de Netanyahu a la presidencia del derechista Likud, procura hacer un repaso a la posición de los poderes fácticos frente al conflicto israelo-palestino. Recuerda Danon que, si bien en agosto de 1967 los miembros de la Liga Árabe acuñaron los tres noes contra el Estado judío - no a la paz, no al reconocimiento de Israel, no a la negociación con Israel – en las últimas décadas, la postura de la diplomacia internacional ha evolucionado.

Durante la reunión del G7 celebrada el pasado mes de noviembre en Tokio, el Secretario de Estado Antony Blinken dio a conocer los cinco noes de la Casa Blanca - No al desplazamiento forzado de palestinos de Gaza, no a la reocupación de la Franja por el ejército israelí, no a la reducción del territorio de Gaza, no a las amenazas de seguridad de Israel provenientes de la Franja, no al bloqueo de Gaza.

Una de cal y otra de arena. Típica ambigüedad diplomática.

El otro diplomático, Danny Danon, aprovechó para publicitar su propio plan de paz para la posguerra, que consiste en:

· La desmilitarización de la Franja de Gaza;

· La creación de una zona tampón de 3 kilómetros en la Franja;

· La vigilancia por el puesto fronterizo de Rafah (con Egipto) por personal israelí e internacional;

· El abandono de la Franja por los palestinos que deseen establecerse en otros países; y  

· La rehabilitación financiera del territorio sin terrorismo ni incitación a la violencia.

Si bien el Gobierno Netanyahu no se ha pronunciado sobre la propuesta de Danon, el ex embajador asegura que el plan cuenta de antemano con el apoyo de varios miembros del Gabinete.

Curiosamente, se desconoce – al menos en Occidente – la existencia de una contrapropuesta palestina.  ¿Noticias que no nos llegan?

Por ende, conviene dedicar unas líneas al programa no oficial de Lloyd Austin en Tel Aviv, donde se hizo público el anuncio de la creación de una coalición internacional de lucha contra el terrorismo hutí en el Mar Rojo.

Los esquemas bélicos de Afganistán, Irak y Siria siguen vigentes. Pero en este caso concreto, Washington no defiende la democracia, sino la libre circulación de los navíos mercantes por el Canal de Suez. Teniendo en cuenta que las mayores navieras dedicadas al trasporte de fletes operan desde los Estados Unidos, todo tiene una explicación… lógica.


martes, 5 de diciembre de 2023

Moldova: la Caperucita Maia y el Feroz Oso Vladímir


Tal vez cueste imaginar que un uno de diciembre, fecha en la cual los rumanos celebran su fiesta nacional, miles de ciudadanos de la República Moldova, territorio controlado hasta 1990 por la extinta Unión Soviética, salgan a la calle para bailar la hora, la danza popular que ameniza los jolgorios de varios pueblos balcánicos y carpáticos: rumanos, búlgaros, serbios o griegos. La hora se baila en círculo; puede sonar una música lenta o rápida, siempre adaptada al estado de ánimo de los bailarines, hombres y mujeres que suelen entonar estrofas de canciones folclóricas o patrióticas aprendidas desde la más tierna infancia.  

Pero el pasado sábado – uno de diciembre – las celebraciones han revestido un carácter particular. Miles de habitantes de la ex república soviética salieron la calle ondeando enormes banderas rumanas y cantando la Hora Unirii – himno de la unión – escrita para celebrar la unificación, hace más de un siglo, de los principados que iban a conformar el joven reino de Rumanía. A los pobladores de Moldova, país vecino de Ucrania y de la Federación Rusa, este uno de diciembre les brindaba la oportunidad de refirmar su pertenencia a una nación separada por fronteras artificiales. Su patria – Besarabia – fue troceada por el imperio austrohúngaro, el reino de Polonia, la revolución rusa de 1917. No hay que extrañarse, pues, si muchos moldavos sueñan con la reunificación, con la vuelta a… Rumania, el país creado en 1862 por los unionistas liberales de Moldova y Valaquia.

Mas no todos los pobladores de Moldova comparten este deseo. Pera la presidenta Maia Sandu, una economista formada en los Estados Unidos, que llegó a ostentar un importante cargo en el Banco Mundial, el provenir de su país pasa forzosamente por la integración en las estructuras euroatlánticas.  Sandu no descarta la colaboración con las autoridades rumanas, muy generosas a la hora de apoyar, tanto política como económicamente, este exiguo territorio que apenas cuenta con 2,7 millones de habitantes; algo menos que la población de Bucarest o de Madrid.

Huelga decir que los contrincantes de Sandu en la campaña por la presidencia de Moldova fueron el político prorruso Igor Dodon, líder del Partido Socialista, que se las ingenió para tener unos ingresos extra de 45.000 dólares mensuales procedentes de las arcas del Kremlin, y también el avezado hombre de negocios Ilan Șor, que fundó su propia agrupación política, el Partido Chance, convertido en el altavoz de la propaganda mscovita en Chișinău.

Dodon, acusado de corrupción, desaparecio de la palestra hace unos años. Por su parte, Șor, que hace gala de su doble nacionalidad – moldava e israelí - navega entre Chișinău y Tel Aviv. Sus contactos con los organismos oficiales rusos son archiconocidos. El Servicio de Inteligencia y Seguridad de Moldova (ISS) afirma tener constancia de varias transacciones de dinero ruso destinado a Chance a través de ciudadanos de terceros países, como por ejemplo… Kazajstán.

Pero hay más; el ISS asegura que entre los contactos rusos de Ilan Șor destacan el empresario Igor Ceaika, hijo del ex fiscal general de Rusia y amigo personal de Vladímir Putin, así como el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, artífices ambos de proyectos destinados a derrocar a la presidenta Sandu y devolver Moldova a la zona de influencia de Rusia. El rotativo estadounidense Washington Post se hizo eco de la noticia, citando como fuente tanto a la inteligencia moldava como al servicio de contraespionaje ucranio, que suministró datos concretos sobre la financiación de los intentos de desestabilización por parte de Rusia. Aparentemente, Moscú se habría gastado entre 55 y 90 millones de dólares en la campaña contra las instituciones moldavas. A ello se suma un rocambolesco plan que contemplaba el envío de un ejército de mercenarios extranjeros – rumanos, búlgaros, sirios, turcos y kazajos – encargado de llevar a cabo atentados terroristas.

Ficticia o real, la situación de inestabilidad política generada por el feroz oso ruso incita a Maia Sandu a recurrir, una y otra vez, a su mantra: Urge nuestra integración en la OTAN.

martes, 28 de noviembre de 2023

Estrechar el cerco a Rusia


En una conversación telefónica con el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, solicitó la suspensión de las sanciones aplicadas por la Casa Blanca a los viajes de los miembros de su Gobierno a los Estados Unidos, alegando que las restricciones eran improcedentes.

La respuesta de Blinken fue instantánea: las restricciones se levantarán cuando las autoridades azeríes decidan entablar conversaciones de paz serias con el Gobierno de Armenia. Washington espera y desea que la firma del acuerdo de paz entre Bakú y Ereván se materialice antes de finales del año. Aparentemente, hoy en día, la obsoleta – aunque siempre eficaz – diplomacia de la cañonera puede resumirse a una simple llamada telefónica.  

Sin embargo, persuadir a Aliyev, más amigo del Irán de los ayatolás o de la Turquía neo-otomana de Erdogan ha de ceñirse al guion preestablecido por la Administración Biden no resulta tarea fácil. Es cierto; la invasión de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes el pasado mes de septiembre contaba con el beneplácito de Washington y de Ankara. Los 1.500 soldados rusos estacionados en la zona tampón entre Azerbaiyán y el enclave armenio fueron incapaces de frenar el avance de los 60.000 efectivos del ejército de Bakú. El Presidente armenio, Nikol Pashinyán, que no decretó la movilización del ejército de su país, lamentó la dejadez de los rusos. Pero, ¿se puede hablar de dejadez?

Después de acoger a los cien mil armenios que huyeron del enclave de la discordia, temiendo una operación de limpieza étnica, parecida a la llevada a cabo por Turquía a comienzos del siglo pasado, Pashinyán viajó a Europa, para formular sus quejas a la UE y tratar de persuadir a los miembros del Parlamento Europeo que la firma del acuerdo de paz con Azerbaiyán era… inminente.  ¿Inocencia? ¿Error de cálculo de los autores del guion Nagorno-Karabaj, que desconocen los entresijos de la política regional, de la mentalidad de los publos de la zona? O pura y simplemente, ¿un fallo del superordenador que suele dictar las líneas maestras de la diplomacia del Imperio?  

Lo cierto es que Pashinyán confiaba en el poder de convocatoria de la Administración norteamericana, interesada en contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en el Cáucaso. Armenia, único país cristiano de la región, ubicado estratégicamente en las inmediaciones de la Madre Rusia, a medio camino entre la República Islámica de Irán y la no menos reislamizada Turquía representa, desde el punto de vista geopolítico, un área tremendamente codiciada por las potencias interesadas en el control de las riquezas energéticas de la región, en sus oleoductos y gasoductos, en el trazado en la nueva ruta de la seda.

Las maniobras militares de los ejércitos armenio y norteamericano, Eagle Partner 2023, celebradas el pasado mes de septiembre, sorprendieron a los países vecinos; se trataba del primer ejercicio estratégico conjunto en el que tropas de la OTAN coincidían - en un espacio muy exiguo - con las bases militares rusas presentes en suelo armenio desde hace más de medio siglo.  

Pero hay más: Armenia había establecido también vínculos con la Agencia de Defensa para la Reducción de Amenazas (DTRA), dependiente del Pentágono. Desde 2008, funcionan en territorio armenio una docena de bio laboratorios, que realizan proyectos de investigación coordinados por el Programa de Defensa Biológica de Estados Unidos (CBEP).

 

Algunos politólogos armenios estiman que el giro pro-otanista y pro-europeista de Nikol Pashinyan, empeñado en establecer relaciones con las industrias de defensa del Viejo Continente, podría llevar a Armenia a la paulatina pérdida de su frágil soberanía. Los más pesimistas no descartan la posibilidad de que Armenia acabe termine fagocitado por su archienemiga Turquía, convirtiéndose en un protectorado atlantista cuya supervivencia generaría graves tensiones futuras.

Para los miembros del Comité Nacional, organización que agrupa a empresarios, militares, políticos y representantes de la sociedad civil, la firma del reconocimiento por parte de Pashinyán de la soberanía de Bakú sobre Nagorno Karabaj constituye un acto de lesa patria, que debería sancionarse con la destitución inmediata del Primer Ministro. 

Sin embargo, Pashinyán insiste: la paz con Azerbaiyán supondría la apertura, bajo la jurisdicción de Armenia, de la línea de ferrocarril Meghri, el famoso Corredor Zangezur que, según el Presidente Recep Tayyip Erdogan, se convertiría en un nexo de unión panturco, el posible desarrollo de las relaciones con la Unión Europea, más seguridad regional y la desvinculación progresiva del tradicional aliado de los armenios - Rusia – que quedaría aislado en Transcaucasia.

 

Para Moscú, ello presupone un paso más hacia el estrechamiento del cerco de Occidente a Rusia. Los otros dos peones llamados a caer próximamente son Georgia y Moldova.

 

Huelga decir que, en este caso concreto, el superordenador de Washington no se equivoca.

viernes, 17 de noviembre de 2023

Biden - Xi: conoce a tu enemigo

 

Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo. Esta máxima del dictador José Stalin encabezaba los textos de muchos manuales de materialismo dialéctico, lectura obligada de varias generaciones de ciudadanos del llamado paraíso socialista ideado y gobernado por Moscú.

Conoce a tu enemigo. Aparentemente, el actual inquilino de la Casa Blanca y superviviente – al igual que algunos de nosotros – de la Guerra Fría, conoce y aprecia en su justo valor a los enemigos de su país y de los valores americanos. No, no se trata de la mítica hamburguesa y la Coca Cola, elevadas a la cúspide civilizacional por la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice, quien no dudó en mencionarlas en los informes de la diplomacia estadounidense, sino de los viejos clichés de la propaganda de los años 50 ó 60 del siglo pasado, cuando para demonizar al enemigo solía recurrirse a términos mucho más contundentes. Joe Biden conoce perfectamente esta terminología.

En abril de 2021, diez meses antes del inicio del conflicto de Ucrania, Biden no dudó en tachar a Vladímir Putin de asesino. Esta semana, al termino de su encuentro con el presidente chino, Xi Jinping, el inquilino de la Casa Blanca le atribuyó el calificativo de dictador.  

¿Dictador, señor presidente? preguntaron los chicos de la prensa. La respuesta de Biden sorprendió más que la afirmación:  Bueno, es un dictador en el sentido de que es un tipo que dirige un país comunista, que se basa en una forma de gobierno totalmente diferente a la nuestra. Verdades como puños. Y una dialéctica desaparecida en Washington desde hace varias décadas.

El portavoz del ministerio chino de asuntos exteriores, Mao Ning, calificó las palabras de Biden de extremadamente erróneas. Se trata de una manipulación política irresponsable, advirtió el funcionario chino. Obviamente, Pekín no tiene interés alguno de retroceder en el tiempo, de volver a los enfrentamientos dialecticos eliminados por arte de magia por la diplomacia del ping pong de Henry Kissinger durante su primera visita a China en 1971. Sí, es cierto; los tiempos han cambiado, pero…

Hace unos meses, la Casa Blanca llegaba a la conclusión que si Rusia era una amenaza llamada a extinguirse (¿merced a la ofensiva del ejército de Zelensky?) y que el enemigo potencial del poderío estadunidense era… China. Una tesis ésta aireada allá por los años 90 por Samuel Huntington, olvidada y desempolvada recientemente por la Administración Biden.

El rival ruso, que rechazó tajantemente la oferta/ultimátum de asumir los conceptos globalistas de la Agenda 2030, debía consumirse en las llamas del infierno. China, con su enorme potencial económico y militar se convirtió en el auténtico enemigo. Resultaba imposible, pues, que el gigante asiático no fuese gobernado por… un dictador. Los chinos, acostumbrados a tratar a sus rivales con exquisita delicadeza, quedaron sorprendidos por la inusual agresividad de Washington. Después de la creación de la alianza militar AUKUS, integrada por Australia, el Reino Unidos y los Estados Unidos, la controvertida visita de la ex presidenta del Senado, Nancy Pelosi, a Taiwán, las maniobras navales de las potencias amigas de Washington en el Pacífico, la introducción de nuevas sanciones económicas, a Pekín sólo le quedaba por aguantar estoicamente el lenguaje belicoso de la Administración norteamericana. La decisión de Xi Jinping de acudir a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrada esos días en San Francisco, obedecía al imperioso deseo de rebajar la tensión. Una misión fallida, según los analistas. Biden recibió mucho más de lo estaba dispuesto a ofrecer.

Washington logró la reanudación de los contactos militares a alto nivel, asunto clave para los estrategas del Pentágono. Sin embargo, el interés del presidente americano se centraba en otras cuestiones estratégicas, como la no injerencia de Pekín en el conflicto de Ucrania o su posible mediación frente a Irán para limitar la expansión de la violencia en Oriente Medio.

La cooperación en materia del desarrollo de la inteligencia artificial, la lucha contra el tráfico de materias sicotrópicas y la utilización de energías renovables figuraban también en la agenda de la Casa Blanca.

Por su parte, los chinos insistieron sobre la necesidad de eliminar las restricciones a la exportación de tecnología estadounidense, que habían perjudicado seriamente el desarrollo económico del gigante asiático.

Por último, aunque no menos importante, la instalación de una línea directa entre Washington y Pekín. Algo así como el teléfono rojo que unió el Kremlin a la Casa Blanca durante la Guerra Fría. ¿Un teléfono rojo para contrarrestar el peligro amarillo? ¿Rojo? La nueva Guerra Fría nos impone situaciones aberrantes.


jueves, 9 de noviembre de 2023

Crepúsculos iliberales


El nuevo Gobierno de Eslovaquia acordó bloquear un paquete de 40,3 millones de euros destinado a la ayuda militar a Ucrania. La noticia, difundida por los medios de comunicación de Bratislava, pasó casi inadvertida en los países de la Unión Europea. Obviamente, las informaciones de esta índole no son del agrado de los eurócratas.

¿Poner en duda la unidad y la cohesión de los 27 frente al conflicto ruso-ucranio? ¡De ninguna manera! Sí, es cierto; la Unión cuenta con algunos – pocos – miembros díscolos.  Se trata, ante todo, de países pertenecientes al Grupo de Visegrado: Polonia, Hungría, Eslovaquia… Durante años, el estamento político bruselense lanzó sus truenos contra los gobernantes polacos y húngaros, poco propensos a plegarse a la disciplina comunitaria. Los ataques al Poder Judicial y la discriminación de género le valieron al Gobierno de Varsovia multas de un millón de euros diarios. La cantidad se descontaba de… los fondos asignados a Polonia por el ejecutivo comunitario.

La última consulta popular, celebrada el pasado mes de septiembre, parecía poner fin a la pesadilla polaca, Con la victoria de Donald Tusk, antiguo presidente del Consejo Europeo, partidario ce la despolitización de la vida pública y adalid del liberalismo económico, Polonia vuelve al redil de la cacareada democracia comunitaria. Hungría, sin embargo…

Viktor Orban, el jurista que dirige los destinos del pueblo magyar, parece más obstinado que sus correligionarios de Varsovia. Partidario de eliminar la llamada educación de género del currículo de la enseñanza, enemigo a ultranza de la inmigración no europea y, por supuesto, no cristiana, el primer ministro húngaro peca también, y ante todo, por su buena relación con Vladimir Putin y la firma de millonarios contratos para la compra de gas natural firmados con el Kremlin. ¿Reprimendas? ¿Sanciones? La oveja negra de Budapest suele hacer caso omiso de las amonestaciones de Bruselas.

Si me quieren echar, señores, háganlo. Yo no me marcho, advierte el primer ministro húngaro. Conviene señalar que las asiduas críticas contra Budapest disminuyeron tras la aplastante victoria de la no menos populista italiana Giorgia Meloni. Claro que para criticar a los políticos transalpinos, Bruselas prefiere emplear… guantes de seda. 

La aparente derrota electoral de los conservadores polacos coincidió en tiempo y espacio con el regreso a la palestra pública de otro controvertido personaje: Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, líder del partido socialdemócrata de su país, agrupación adscrita al Grupo de Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo.

Los medios de comunicación occidentales se precipitaron en tildar a Fico de prorruso y seudosocialdemócrata a raíz de sus estrafalarios mensajes dirigidos a sus conciudadanos durante la campaña electoral: La guerra siempre viene de Occidente; la paz, de Oriente. Ni una sola bala saldría de este país rumbo a Ucrania; la ayuda será únicamente humanitaria y civil. Nuestros asuntos internos serán prioritarios. La paz (en Ucrania) es la única solución. Me niego a que me critiquen sólo por hablar de la paz.

La reacción de los europarlamentarios socialistas fue instantánea. ¿Debemos aislar a Eslovaquia? ¿Sancionar a Fico?

Huelga decir que la formación del nuevo Gobierno de Bratislava deparó más sorpresas. Sus miembros se pronunciaron a favor de bloquear el potencial ingreso de Kiev en la OTAN y de revisar los acuerdos de seguridad con Washington, que permiten a la fuerza aérea estadounidense utilizar las bases de la aviación militar eslovaca de Malacky-Kuchyna y Sliac durante un período de diez años. El acuerdo ha sido mal formulado, afirma el recién nombrado ministro de Defensa, Robert Kalinak, quien se apresuró a transmitir sus dudas al embajador de los Estados Unidos en Bratislava, exigiendo la revisión del tratado.

Pero la nota la dio el vicepresidente del Parlamento de Eslovaquia, Lubos Blaha, quien descolgó de la pared de su despacho la foto oficial de la Presidenta Zuzana Caputova, sustituyéndolo ñor un retrato de Ernesto Che Guevara. Y para que no haya lugar a dudas, Blaha retiró también el estandarte de la UE, colocando en su lugar la bandera eslovaca. Un gesto éste que fue debidamente publicitado por los medios audiovisuales moscovitas.

En resumidas cuentas: Eslovaquia acaba de ingresar en la lista de las ovejas negras de la UE, de las democracias… ¡iliberales!

¿Y Meloni? ¿Qué hacer con Georgia Meloni? De momento, sus planteamientos sobre la lucha contra la inmigración ilegal parecen haber hecho mella en algunos países escandinavos. ¿Iliberales?

Cabe suponer que la palabra se pondrá de moda próximamente. 

lunes, 6 de noviembre de 2023

Caos

 

Ver al Secretario de Estado Antony Blinken paseando por Bagdad, la reconquistada capital devuelta a la democracia, con un chaleco antibalas puede provocar cierto asombro. ¿Tan frágil es el sistema político instaurado por los mensajeros de la mayor democracia del mundo? ¿Tan peligrosa la legendaria capital de los califas abasíes?  

El segundo periplo del jefe de la diplomacia estadounidense a Oriente Medio en menos de un mes no ha sido un camino de rosas. Blinken regresó para tomar el pulso del conflicto entre Israel y Hamas, para ver, dialogar, negociar treguas, proponer soluciones milagrosas. Pero su periplo se limitó en realidad a un tsunami de palabras; de buenas palabras.

Palabras y amonestaciones. Posturas intransigentes, como la del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, reproches y reivindicaciones de los aliados árabes de Washington, incapaces de disimular su irritación ante el apoyo incondicional de la Casa Blanca a la política ultraconservadora de Israel.

Buscar componendas con Dios y con el Diablo. Complacer a Tel Aviv sin provocar el enfado del mundo árabe; una misión sumamente difícil, casi imposible, para el Secretario de Estado.

Decididamente, Blinken no es Kissinger. Netanyahu dista mucho de ser Begin. Los gobernantes árabes bendecidos por el Acuerdo Abraham no han abandonado su tradicional apuesta anti israelí. Las primeras espadas de la región – Arabia Saudita, Irán, Turquía – tampoco. Los rumores acerca de una posible expansión del conflicto no dejan de correr por la zona. Las noticias procedentes de la Franja de Gaza alimentan la tensión, el pesimismo, el catastrofismo. En Washington, se elevan voces reclamando más pragmatismo por parte del inquilino de la Casa Blanca, en Kiev, más inquietud por un posible (aunque poco probable) abandono de Ucrania por sus aliados occidentales, En la vieja Europa, una creciente preocupación por el resurgir del antisemitismo y el incremento de la amenaza terrorista. En resumidas cuentas: el caos presagiado tras los atentados del 11 S se ha ido materializando.

No, Blinken no es Kissinger. El veterano politólogo y diplomático nacido en Alemania durante la República de Weimar hubiese criticado, con toda probabilidad, la espectacular (y muy penosa) retirada estadounidense de Afganistán, los constantes mensajes del actual presidente de los Estados Unidos instando a Vladimír Putin – su criminal de guerra in pectore - a entrar en Ucrania, el inquebrantable apoyo a Israel en la lucha contra el terrorismo de Hamas. Pero claro; Henry Kissinger prefiere guardar silencio. Los éxitos y los errores de la actual Administración no son de su incumbencia.

Joe Biden se posicionó abiertamente a favor de Israel. Los sentimientos humanos primaron sobre el precepto de prudencia que exige el ejercicio de su cargo. Sus palabras causaron un hondo malestar en el mundo musulmán.  

Pero lo cierto es que Biden tiene otras prioridades. En el ámbito internacional, tiene que lidiar con dos conflictos: el frente de Rusia-Ucrania, una guerra que corre el riesgo de perpetuarse sine die, la irritación de Pekín ante la amenaza que posibles represalias económicas, más duras y más eficaces que las impuestas hasta ahora al Kremlin. Sin olvidar, claro está, la constante expansión de los BRICS, adalides de la desdolarización del comercio internacional, ni la bancarrota del Estado, que podría alentar el caos en los mercados financieros.

A nivel interno, hay otro peligro que acecha al obstinado octogenario candidato a la reelección Joe Biden: su impetuoso y vociferante rival Donald Trump. Pero esa es otra historia.