martes, 28 de noviembre de 2023

Estrechar el cerco a Rusia


En una conversación telefónica con el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, solicitó la suspensión de las sanciones aplicadas por la Casa Blanca a los viajes de los miembros de su Gobierno a los Estados Unidos, alegando que las restricciones eran improcedentes.

La respuesta de Blinken fue instantánea: las restricciones se levantarán cuando las autoridades azeríes decidan entablar conversaciones de paz serias con el Gobierno de Armenia. Washington espera y desea que la firma del acuerdo de paz entre Bakú y Ereván se materialice antes de finales del año. Aparentemente, hoy en día, la obsoleta – aunque siempre eficaz – diplomacia de la cañonera puede resumirse a una simple llamada telefónica.  

Sin embargo, persuadir a Aliyev, más amigo del Irán de los ayatolás o de la Turquía neo-otomana de Erdogan ha de ceñirse al guion preestablecido por la Administración Biden no resulta tarea fácil. Es cierto; la invasión de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes el pasado mes de septiembre contaba con el beneplácito de Washington y de Ankara. Los 1.500 soldados rusos estacionados en la zona tampón entre Azerbaiyán y el enclave armenio fueron incapaces de frenar el avance de los 60.000 efectivos del ejército de Bakú. El Presidente armenio, Nikol Pashinyán, que no decretó la movilización del ejército de su país, lamentó la dejadez de los rusos. Pero, ¿se puede hablar de dejadez?

Después de acoger a los cien mil armenios que huyeron del enclave de la discordia, temiendo una operación de limpieza étnica, parecida a la llevada a cabo por Turquía a comienzos del siglo pasado, Pashinyán viajó a Europa, para formular sus quejas a la UE y tratar de persuadir a los miembros del Parlamento Europeo que la firma del acuerdo de paz con Azerbaiyán era… inminente.  ¿Inocencia? ¿Error de cálculo de los autores del guion Nagorno-Karabaj, que desconocen los entresijos de la política regional, de la mentalidad de los publos de la zona? O pura y simplemente, ¿un fallo del superordenador que suele dictar las líneas maestras de la diplomacia del Imperio?  

Lo cierto es que Pashinyán confiaba en el poder de convocatoria de la Administración norteamericana, interesada en contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en el Cáucaso. Armenia, único país cristiano de la región, ubicado estratégicamente en las inmediaciones de la Madre Rusia, a medio camino entre la República Islámica de Irán y la no menos reislamizada Turquía representa, desde el punto de vista geopolítico, un área tremendamente codiciada por las potencias interesadas en el control de las riquezas energéticas de la región, en sus oleoductos y gasoductos, en el trazado en la nueva ruta de la seda.

Las maniobras militares de los ejércitos armenio y norteamericano, Eagle Partner 2023, celebradas el pasado mes de septiembre, sorprendieron a los países vecinos; se trataba del primer ejercicio estratégico conjunto en el que tropas de la OTAN coincidían - en un espacio muy exiguo - con las bases militares rusas presentes en suelo armenio desde hace más de medio siglo.  

Pero hay más: Armenia había establecido también vínculos con la Agencia de Defensa para la Reducción de Amenazas (DTRA), dependiente del Pentágono. Desde 2008, funcionan en territorio armenio una docena de bio laboratorios, que realizan proyectos de investigación coordinados por el Programa de Defensa Biológica de Estados Unidos (CBEP).

 

Algunos politólogos armenios estiman que el giro pro-otanista y pro-europeista de Nikol Pashinyan, empeñado en establecer relaciones con las industrias de defensa del Viejo Continente, podría llevar a Armenia a la paulatina pérdida de su frágil soberanía. Los más pesimistas no descartan la posibilidad de que Armenia acabe termine fagocitado por su archienemiga Turquía, convirtiéndose en un protectorado atlantista cuya supervivencia generaría graves tensiones futuras.

Para los miembros del Comité Nacional, organización que agrupa a empresarios, militares, políticos y representantes de la sociedad civil, la firma del reconocimiento por parte de Pashinyán de la soberanía de Bakú sobre Nagorno Karabaj constituye un acto de lesa patria, que debería sancionarse con la destitución inmediata del Primer Ministro. 

Sin embargo, Pashinyán insiste: la paz con Azerbaiyán supondría la apertura, bajo la jurisdicción de Armenia, de la línea de ferrocarril Meghri, el famoso Corredor Zangezur que, según el Presidente Recep Tayyip Erdogan, se convertiría en un nexo de unión panturco, el posible desarrollo de las relaciones con la Unión Europea, más seguridad regional y la desvinculación progresiva del tradicional aliado de los armenios - Rusia – que quedaría aislado en Transcaucasia.

 

Para Moscú, ello presupone un paso más hacia el estrechamiento del cerco de Occidente a Rusia. Los otros dos peones llamados a caer próximamente son Georgia y Moldova.

 

Huelga decir que, en este caso concreto, el superordenador de Washington no se equivoca.

viernes, 17 de noviembre de 2023

Biden - Xi: conoce a tu enemigo

 

Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo. Esta máxima del dictador José Stalin encabezaba los textos de muchos manuales de materialismo dialéctico, lectura obligada de varias generaciones de ciudadanos del llamado paraíso socialista ideado y gobernado por Moscú.

Conoce a tu enemigo. Aparentemente, el actual inquilino de la Casa Blanca y superviviente – al igual que algunos de nosotros – de la Guerra Fría, conoce y aprecia en su justo valor a los enemigos de su país y de los valores americanos. No, no se trata de la mítica hamburguesa y la Coca Cola, elevadas a la cúspide civilizacional por la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice, quien no dudó en mencionarlas en los informes de la diplomacia estadounidense, sino de los viejos clichés de la propaganda de los años 50 ó 60 del siglo pasado, cuando para demonizar al enemigo solía recurrirse a términos mucho más contundentes. Joe Biden conoce perfectamente esta terminología.

En abril de 2021, diez meses antes del inicio del conflicto de Ucrania, Biden no dudó en tachar a Vladímir Putin de asesino. Esta semana, al termino de su encuentro con el presidente chino, Xi Jinping, el inquilino de la Casa Blanca le atribuyó el calificativo de dictador.  

¿Dictador, señor presidente? preguntaron los chicos de la prensa. La respuesta de Biden sorprendió más que la afirmación:  Bueno, es un dictador en el sentido de que es un tipo que dirige un país comunista, que se basa en una forma de gobierno totalmente diferente a la nuestra. Verdades como puños. Y una dialéctica desaparecida en Washington desde hace varias décadas.

El portavoz del ministerio chino de asuntos exteriores, Mao Ning, calificó las palabras de Biden de extremadamente erróneas. Se trata de una manipulación política irresponsable, advirtió el funcionario chino. Obviamente, Pekín no tiene interés alguno de retroceder en el tiempo, de volver a los enfrentamientos dialecticos eliminados por arte de magia por la diplomacia del ping pong de Henry Kissinger durante su primera visita a China en 1971. Sí, es cierto; los tiempos han cambiado, pero…

Hace unos meses, la Casa Blanca llegaba a la conclusión que si Rusia era una amenaza llamada a extinguirse (¿merced a la ofensiva del ejército de Zelensky?) y que el enemigo potencial del poderío estadunidense era… China. Una tesis ésta aireada allá por los años 90 por Samuel Huntington, olvidada y desempolvada recientemente por la Administración Biden.

El rival ruso, que rechazó tajantemente la oferta/ultimátum de asumir los conceptos globalistas de la Agenda 2030, debía consumirse en las llamas del infierno. China, con su enorme potencial económico y militar se convirtió en el auténtico enemigo. Resultaba imposible, pues, que el gigante asiático no fuese gobernado por… un dictador. Los chinos, acostumbrados a tratar a sus rivales con exquisita delicadeza, quedaron sorprendidos por la inusual agresividad de Washington. Después de la creación de la alianza militar AUKUS, integrada por Australia, el Reino Unidos y los Estados Unidos, la controvertida visita de la ex presidenta del Senado, Nancy Pelosi, a Taiwán, las maniobras navales de las potencias amigas de Washington en el Pacífico, la introducción de nuevas sanciones económicas, a Pekín sólo le quedaba por aguantar estoicamente el lenguaje belicoso de la Administración norteamericana. La decisión de Xi Jinping de acudir a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrada esos días en San Francisco, obedecía al imperioso deseo de rebajar la tensión. Una misión fallida, según los analistas. Biden recibió mucho más de lo estaba dispuesto a ofrecer.

Washington logró la reanudación de los contactos militares a alto nivel, asunto clave para los estrategas del Pentágono. Sin embargo, el interés del presidente americano se centraba en otras cuestiones estratégicas, como la no injerencia de Pekín en el conflicto de Ucrania o su posible mediación frente a Irán para limitar la expansión de la violencia en Oriente Medio.

La cooperación en materia del desarrollo de la inteligencia artificial, la lucha contra el tráfico de materias sicotrópicas y la utilización de energías renovables figuraban también en la agenda de la Casa Blanca.

Por su parte, los chinos insistieron sobre la necesidad de eliminar las restricciones a la exportación de tecnología estadounidense, que habían perjudicado seriamente el desarrollo económico del gigante asiático.

Por último, aunque no menos importante, la instalación de una línea directa entre Washington y Pekín. Algo así como el teléfono rojo que unió el Kremlin a la Casa Blanca durante la Guerra Fría. ¿Un teléfono rojo para contrarrestar el peligro amarillo? ¿Rojo? La nueva Guerra Fría nos impone situaciones aberrantes.


jueves, 9 de noviembre de 2023

Crepúsculos iliberales


El nuevo Gobierno de Eslovaquia acordó bloquear un paquete de 40,3 millones de euros destinado a la ayuda militar a Ucrania. La noticia, difundida por los medios de comunicación de Bratislava, pasó casi inadvertida en los países de la Unión Europea. Obviamente, las informaciones de esta índole no son del agrado de los eurócratas.

¿Poner en duda la unidad y la cohesión de los 27 frente al conflicto ruso-ucranio? ¡De ninguna manera! Sí, es cierto; la Unión cuenta con algunos – pocos – miembros díscolos.  Se trata, ante todo, de países pertenecientes al Grupo de Visegrado: Polonia, Hungría, Eslovaquia… Durante años, el estamento político bruselense lanzó sus truenos contra los gobernantes polacos y húngaros, poco propensos a plegarse a la disciplina comunitaria. Los ataques al Poder Judicial y la discriminación de género le valieron al Gobierno de Varsovia multas de un millón de euros diarios. La cantidad se descontaba de… los fondos asignados a Polonia por el ejecutivo comunitario.

La última consulta popular, celebrada el pasado mes de septiembre, parecía poner fin a la pesadilla polaca, Con la victoria de Donald Tusk, antiguo presidente del Consejo Europeo, partidario ce la despolitización de la vida pública y adalid del liberalismo económico, Polonia vuelve al redil de la cacareada democracia comunitaria. Hungría, sin embargo…

Viktor Orban, el jurista que dirige los destinos del pueblo magyar, parece más obstinado que sus correligionarios de Varsovia. Partidario de eliminar la llamada educación de género del currículo de la enseñanza, enemigo a ultranza de la inmigración no europea y, por supuesto, no cristiana, el primer ministro húngaro peca también, y ante todo, por su buena relación con Vladimir Putin y la firma de millonarios contratos para la compra de gas natural firmados con el Kremlin. ¿Reprimendas? ¿Sanciones? La oveja negra de Budapest suele hacer caso omiso de las amonestaciones de Bruselas.

Si me quieren echar, señores, háganlo. Yo no me marcho, advierte el primer ministro húngaro. Conviene señalar que las asiduas críticas contra Budapest disminuyeron tras la aplastante victoria de la no menos populista italiana Giorgia Meloni. Claro que para criticar a los políticos transalpinos, Bruselas prefiere emplear… guantes de seda. 

La aparente derrota electoral de los conservadores polacos coincidió en tiempo y espacio con el regreso a la palestra pública de otro controvertido personaje: Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, líder del partido socialdemócrata de su país, agrupación adscrita al Grupo de Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo.

Los medios de comunicación occidentales se precipitaron en tildar a Fico de prorruso y seudosocialdemócrata a raíz de sus estrafalarios mensajes dirigidos a sus conciudadanos durante la campaña electoral: La guerra siempre viene de Occidente; la paz, de Oriente. Ni una sola bala saldría de este país rumbo a Ucrania; la ayuda será únicamente humanitaria y civil. Nuestros asuntos internos serán prioritarios. La paz (en Ucrania) es la única solución. Me niego a que me critiquen sólo por hablar de la paz.

La reacción de los europarlamentarios socialistas fue instantánea. ¿Debemos aislar a Eslovaquia? ¿Sancionar a Fico?

Huelga decir que la formación del nuevo Gobierno de Bratislava deparó más sorpresas. Sus miembros se pronunciaron a favor de bloquear el potencial ingreso de Kiev en la OTAN y de revisar los acuerdos de seguridad con Washington, que permiten a la fuerza aérea estadounidense utilizar las bases de la aviación militar eslovaca de Malacky-Kuchyna y Sliac durante un período de diez años. El acuerdo ha sido mal formulado, afirma el recién nombrado ministro de Defensa, Robert Kalinak, quien se apresuró a transmitir sus dudas al embajador de los Estados Unidos en Bratislava, exigiendo la revisión del tratado.

Pero la nota la dio el vicepresidente del Parlamento de Eslovaquia, Lubos Blaha, quien descolgó de la pared de su despacho la foto oficial de la Presidenta Zuzana Caputova, sustituyéndolo ñor un retrato de Ernesto Che Guevara. Y para que no haya lugar a dudas, Blaha retiró también el estandarte de la UE, colocando en su lugar la bandera eslovaca. Un gesto éste que fue debidamente publicitado por los medios audiovisuales moscovitas.

En resumidas cuentas: Eslovaquia acaba de ingresar en la lista de las ovejas negras de la UE, de las democracias… ¡iliberales!

¿Y Meloni? ¿Qué hacer con Georgia Meloni? De momento, sus planteamientos sobre la lucha contra la inmigración ilegal parecen haber hecho mella en algunos países escandinavos. ¿Iliberales?

Cabe suponer que la palabra se pondrá de moda próximamente. 

lunes, 6 de noviembre de 2023

Caos

 

Ver al Secretario de Estado Antony Blinken paseando por Bagdad, la reconquistada capital devuelta a la democracia, con un chaleco antibalas puede provocar cierto asombro. ¿Tan frágil es el sistema político instaurado por los mensajeros de la mayor democracia del mundo? ¿Tan peligrosa la legendaria capital de los califas abasíes?  

El segundo periplo del jefe de la diplomacia estadounidense a Oriente Medio en menos de un mes no ha sido un camino de rosas. Blinken regresó para tomar el pulso del conflicto entre Israel y Hamas, para ver, dialogar, negociar treguas, proponer soluciones milagrosas. Pero su periplo se limitó en realidad a un tsunami de palabras; de buenas palabras.

Palabras y amonestaciones. Posturas intransigentes, como la del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, reproches y reivindicaciones de los aliados árabes de Washington, incapaces de disimular su irritación ante el apoyo incondicional de la Casa Blanca a la política ultraconservadora de Israel.

Buscar componendas con Dios y con el Diablo. Complacer a Tel Aviv sin provocar el enfado del mundo árabe; una misión sumamente difícil, casi imposible, para el Secretario de Estado.

Decididamente, Blinken no es Kissinger. Netanyahu dista mucho de ser Begin. Los gobernantes árabes bendecidos por el Acuerdo Abraham no han abandonado su tradicional apuesta anti israelí. Las primeras espadas de la región – Arabia Saudita, Irán, Turquía – tampoco. Los rumores acerca de una posible expansión del conflicto no dejan de correr por la zona. Las noticias procedentes de la Franja de Gaza alimentan la tensión, el pesimismo, el catastrofismo. En Washington, se elevan voces reclamando más pragmatismo por parte del inquilino de la Casa Blanca, en Kiev, más inquietud por un posible (aunque poco probable) abandono de Ucrania por sus aliados occidentales, En la vieja Europa, una creciente preocupación por el resurgir del antisemitismo y el incremento de la amenaza terrorista. En resumidas cuentas: el caos presagiado tras los atentados del 11 S se ha ido materializando.

No, Blinken no es Kissinger. El veterano politólogo y diplomático nacido en Alemania durante la República de Weimar hubiese criticado, con toda probabilidad, la espectacular (y muy penosa) retirada estadounidense de Afganistán, los constantes mensajes del actual presidente de los Estados Unidos instando a Vladimír Putin – su criminal de guerra in pectore - a entrar en Ucrania, el inquebrantable apoyo a Israel en la lucha contra el terrorismo de Hamas. Pero claro; Henry Kissinger prefiere guardar silencio. Los éxitos y los errores de la actual Administración no son de su incumbencia.

Joe Biden se posicionó abiertamente a favor de Israel. Los sentimientos humanos primaron sobre el precepto de prudencia que exige el ejercicio de su cargo. Sus palabras causaron un hondo malestar en el mundo musulmán.  

Pero lo cierto es que Biden tiene otras prioridades. En el ámbito internacional, tiene que lidiar con dos conflictos: el frente de Rusia-Ucrania, una guerra que corre el riesgo de perpetuarse sine die, la irritación de Pekín ante la amenaza que posibles represalias económicas, más duras y más eficaces que las impuestas hasta ahora al Kremlin. Sin olvidar, claro está, la constante expansión de los BRICS, adalides de la desdolarización del comercio internacional, ni la bancarrota del Estado, que podría alentar el caos en los mercados financieros.

A nivel interno, hay otro peligro que acecha al obstinado octogenario candidato a la reelección Joe Biden: su impetuoso y vociferante rival Donald Trump. Pero esa es otra historia.


sábado, 28 de octubre de 2023

Incursión a las entrañas de Gaza


 ¿Qué nos puede decir sobre la otra Gaza, la Gaza subterránea?  La pregunta, formulada por un veterano estratega de la OTAN, sorprendió a los ilustres politólogos congregados en el aula de la vieja universidad centroeuropea.

En realidad, muy poco. Sabemos que el profesor Roskin, de la Universidad de Bar-Ilan, publicó un estudio titulado La guerra subterránea en la Franja de Gaza y la complejidad militar de combatirla. Es la única referencia que tenemos, contestó el responsable del prestigioso centro docente.  

El ejército israelí tuvo que retrasar su cacareada incursión terrestre en la Franja de Gaza; durante las décadas de ocupación del territorio, a nadie se le ocurrió cartografiar ni medir de manera profesional los túneles de Gaza.  De hecho, el Estado Mayor de Tel Aviv no había contemplado siquiera la posibilidad de llevar a cabo combates subterráneos.

¿Guerra subterránea? Sombría perspectiva para un ejército, para cualquier ejército. Una opción que el geomorfólogo y geólogo Joel Roskin optó por estudiar con detenimiento durante su servicio militar en la Franja.  

A lo largo de los años, Roskin siguió la evolución de los túneles, analizando las condiciones que permitieron su formación y expansión, basándose en los datos geológicos y las condiciones de seguridad que habían facilitado su peculiar desarrollo. 

Cada sistema de túneles es diferente; está relacionado con la orografía, geografía y condiciones geopolíticas del lugar, afirma Roskin, recordando que los primeros registros de construcción de vías subterráneas se remontan a más de 4.000 años; las tabletas asirias aluden a trabajos de ingeniería en la época de Sargón I de Acadia, que reinó en Mesopotamia entre 2.334 y 2.279 a. C.

Hagamos un salto en el tiempo: en 2002, cuando las tropas estadounidenses atacaron las posiciones de Al Qaeda en Afganistán, persiguiendo a Osama bin Laden, descubrieron un enorme complejo de catacumbas que conectaba las formaciones naturales de cuevas de Tora Bora. 

En Gaza, la construcción de túneles empezó en 1982. Se trataba de pasadizos secretos empleados para en contrabando de mercancías con Egipto o para los intentos de reunificar las familias separadas por una frontera trazada artificialmente después de la Segunda Guerra Mundial.  

Conviene recordar que los gazatíes nunca contaron con la simpatía o el cariño del establishment político cairota. Se les solía tachar de rebeldes, incomprensibles y ¡ay! iniciadores de la nebulosa secta de los Hermanos Musulmanes, extraña versión árabe del iluminismo europeo.

A partir de 1994, los túneles que unían Gaza con Egipto fueron utilizados para el contrabando de mercancías y de municiones. En el 2000, al final de la segunda Intifada, sirvieron para la importación ilegal de armas.

En 2005, después de la retirada israelí de la Franja, se registró un crecimiento espectacular del número de túneles. Aumentó su tamaño, la extensión y la calidad de la construcción. Para reforzar su estructura, se utilizó hormigón suministrado por Israel para la construcción de viviendas, que sustituyó los viejos tablones de madera.  

En el año 2007, las agrupaciones islámicas empezaron a cavar túneles de acceso a posiciones de lanzamiento de cohetes o emplazamientos de piezas de artillería. Se edificaron los primeros centros logísticos y puestos de mando subterráneos de las milicias. Durante el mismo período, los gazatíes iniciaron la fabricación de armamento propio con el material de contrabando y cavaron pasadizos direccionados hacia la frontera con Israel.

Hasta la década de 2000, esas vías subterráneas se excavaban a una profundidad de 4 a 12 metros. Hamás aprendió a excavar pasillos más profundos, más amplios y más largos. Al mismo tiempo, se perfeccionaron los medios de sustento. La ubicación de las galerías en zonas urbanas facilitaba los proyectos de Hamás, dada la cercanía de las infraestructuras: electricidad, agua y comunicaciones. Incluso prescindiendo de la red eléctrica, los sistemas de ventilación eran posibles con la ayuda de pequeños generadores. 

Se calcula que en 2009 había alrededor de 35 túneles que cruzaban la línea del armisticio con Israel de 1949. Algunos penetraban incluso a cientos de metros en el territorio del Estado judío.

Las galerías dejaron de ser simples vías de tránsito que cruzaban la Franja; se habían convertido en complejas cavernas de varios pisos con habitaciones, pasillos y almacenes. Bajo la Franja se extiende actualmente una red de centenares de kilómetros. Alrededor de 500 kilómetros, según las estimaciones del ejército israelís.

¿Se puede hablar de redes ocultas? No, en absoluto. Durante años, se desarrolló en Gaza una cultura de los túneles, que incluía visitas educativas para alumnos de preescolar a secundaria, fotografías de bodas y visitas turísticas por la red de galerías subterráneas. Pero qué duda cabe de que la incursión del ejército hebreo acabará con esas insólitas actividades de… ocio.

miércoles, 25 de octubre de 2023

Irán coloca sus peones en el tablero de Oriente Medio

 

Mientras los medios de comunicación internacionales especulan con el   inevitable inicio de la incursión terrestre del ejército israelí en la Franja de Gaza, operativo que debía haberse materializado hace más de diez días, nuevas oleadas de misiles de Hamas apuntan hacia las poblaciones del sur de Israel. Pero esta vez, uno de los blancos es también Tel Aviv, la capital del Estado judío. Por si fuera poco, las unidades especiales de guardacostas tuvieron que neutralizar un desembarco de un comando procedente de la Franja.

¿Por qué se está retrasando la operación terrestre? Según la información facilitada recientemente por la emisora del Ejército israelí, retransmitida por la cadena de televisión catarí Al Jazeera, Israel ha accedido a la petición de EE.UU. de aplazar su ofensiva hasta la llegada de un nuevo contingente de soldados estadounidenses, que debería velar por la evacuación de los ciudadanos americanos – más de 600.000 -que se encuentran en la zona.  

Otra versión, no menos plausible, es que Washington está trasladando efectivos a Oriente Medio para mostrar su apoyo al Estado judío o para tratar de disuadir a otras agrupaciones chiitas respaldadas por Irán, como los Hezbollah libaneses, a involucrarse en el conflicto. 

Desde que Tel Aviv decretó la movilización general de sus reservistas – hombres y mujeres – se ha especulado con una posible respuesta del régimen de los ayatolás en el conflicto desencadenado por el ataque del 7 de octubre. Sin embargo, la República Islámica no parece interesada en una confrontación directa con Israel; cuenta, eso sí, con que sus peones no duden en apretar el gatillo. Sus peones – Hezbollah, los Grupos de Movilización Popular ubicados en Siria y en Irak, los rebeldes hutíes del Yemen – conforman la constelación que gira en torno a la media luna iraní. De hecho, Hezbollah fue el primero en manifestarse en los confines con Israel. Los iraquíes y los yemenitas protagonizaron acciones intranscendentes, destinadas ante todo a señalar su presencia en el mapa geoestratégico de la región.          

Por su parte, Irán ha llevado a cabo una campaña diplomática activa para aislar internacionalmente a Israel, intentado al mismo tiempo proyectar su desinterés ante una posible extensión del conflicto.

Conviene recordar, sin embargo, que el apoyo del régimen teocrático de Teherán a la causa palestina ha sido – y sigue siendo - un principio ideológico del clero chiita desde la revolución de 1979. 

Durante las últimas cuatro décadas, Irán ha financiado, armado y ampliado una red de aliados estratégicos en el Oriente Medio con el fin de exportar la revolución y consolidar su influencia regional. Sus rivales occidentales no dudan en acusar a los iraníes de patrocinar… el terrorismo islámico.

El camino hacia al-Quds [Jerusalén, en árabe] pasa por Karbala, señalaba en su último discurso el ayatolá Jamenei, líder supremo de la revolución. Karbala, la ciudad santa donde está enterrado el imam Hossein, nieto de Mahoma, es la Roma de los chiitas. La alusión al descendiente del profeta es un lema revelador en la retórica de la República Islámica a la hora de incitar a la lucha contra Israel y los intereses estadounidenses en el mundo.  

Después de 7 de octubre, Irán ha advertido que un conflicto regional podría expandirse. Sabido es que en los últimos años Teherán ha reforzado significativamente el arsenal balístico de Hezbollah, la milicia libanesa que representa actualmente la mayor amenaza para la seguridad de Israel.

En una intervención televisada, el Ministro de Asuntos Exteriores iraní, Hossein Amir-Abdollahian advirtió que si Israel seguía adelante con su planeada ofensiva en Gaza, obligaría a los movimientos respaldados por Irán a actuar con mayor contundencia, lo que obligaría al Estado judío a retirarse de algunos de los territorios que ocupa actualmente.  

Si bien Irán se niega a protagonizar un enfrentamiento armado directo con Israel o los Estados Unidos, los ayatolás contemplan la posibilidad de utilizar la baza del petróleo, apoderándose de navíos extranjeros en el Golfo Pérsico, amenazando a las fuerzas navales de los Estados Unidos o considerando el posible – aunque hoy por hoy hipotético - cierre del Estrecho de Ormuz, la ruta estratégica más importante para el transporte de crudo, vital para el comercio internacional.

Mantener al enemigo a raya mediante batallas más allá de las fronteras de Irán ha sido una doctrina crucial en la agenda de seguridad y política exterior de Teherán, promovida y seguida en particular por el general Qasem Soleimani, jefe de las Fuerzas Quds.

En caso de un conflicto generalizado, Irán podría contar también con el apoyo de Rusia y China, aliados clave que se han negado a condenar públicamente a Hamás por matar a civiles israelíes. Ambos países han estado impulsando la cooperación militar con la República Islámica, que redundó en la celebración de maniobras navales conjuntas en aguas internacionales.

El Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, se dirigió al régimen de los ayatolás con una súplica: Por favor, no intervengan en este conflicto. La respuesta – tácita – de Teherán fue: Por favor, no nos obliguen a intervenir. 

jueves, 19 de octubre de 2023

Teherán - Tel Aviv: espadas en alto

 

El pasado sábado, pocas horas después de finalizar el descanso de Sabbat, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, realizó una visita relámpago a la frontera de Gaza. Su propósito: espolear a los militares que esperaban la orden de batalla. ¿Estáis listos para la próxima fase?, preguntó Bibi Netanyahu, el único político hebreo que no había logrado ascender en el escalafón del ejército israelí. El capitán Netanyahu, valiente pero indisciplinado, consiguió llevar a cabo varias operaciones militares brillantes, que… no contaron con el aval de sus superiores. Unas actuaciones excepcionales, dignas de un consejo de guerra o… ¡de una medalla merito!

Sí, las tropas congregadas en la línea divisoria con Gaza estaban preparadas para entrar en combate. Sin embargo, el establishment no había encontrado respuesta al sinfín de preguntas que acompañaban este operativo de castigo. ¿Acabar con Hamas? Pero. ¿cómo? ¿Arrasar Gaza? ¿Y después? ¿Quién custodiará los cadáveres? ¿Quién vigilará los camposantos? ¿Quién administrará las toneladas de escombros? ¿Quién será el vencedor de la contienda? Muchos interrogantes y pocas respuestas. Y en eso, ¡llegó el tío Joe!

No se sabe si a Joe Biden lo llamó el propio Netanyahu, como insinúan los rotativos estadounidenses, su fiel escudero, Antony Blinken, que navegaba entre las capitales de la zona, tratando de negociar algún acuerdo con los líderes árabes – Oriente Medio estaba a rojo vivo – o alguna advertencia de los servicios secretos: Míster President, Irán parece dispuesto a tomar cartas en el asunto. De todos modos, el inquilino de la Casa Blanca optó por desplazarse personalmente a la región para reiterar su apoyo firme e incondicional al pueblo de Israel. Su visita fue precedida por la llegada a la zona de os gigantescos portaaviones de la flota norteamericana, el Gerald S. Ford y el Dwight D. Eisenhower, que tomaron posiciones cerca de las costas de Siria y de Líbano. A la fuerza naval se suman unos 2.000 a 4.000 efectivos terrestres.

Al ex lugarteniente de Barack Obama, inmerecido Premio Nobel de la Paz, testigo durante su mandato del mayor número de conflictos bélicos a escala mundial, lo acompañaban los duendes de la política exterior estadounidense; la situación creada por la intromisión de Teherán en el conflicto exigía la presencia de un nutrido equipo de politólogos. La crisis corría el riesgo de inflamar toda la zona.

Teherán había advertido: si el ejército de Israel entra en Gaza, nos reservamos en derecho de adoptar una serie de medidas preventivas. Si se desencadena un operativo contra nuestros aliados libaneses de Hezbollah, será un auténtico casus belli. Irán tiene los medios (¡y el deseo!) de afrontar el combate. Tremendo y doloroso golpe para Washington, que acababa de desbloquear 6.000 millones de dólares de los fondos iraníes congelados en los bancos americanos; un primer gesto de apaciguamiento de la Administración Biden hacia el régimen de los ayatolás.  Duro golpe para Biden, que tampoco pudo reunirse con los gobernantes árabes en la cumbre de Amman, auspiciada por el rey Abdalá de Jordania. Los participantes – Egipto y la Autoridad Nacional Palestina – cancelaron su participación. El lenguaje empleado por Biden no encaja con la mentalidad de la clase dominante de la región.

Joe Biden tuvo que añadir unos cuantos peros a sus palabras de apoyo incondicional a Israel. Si bien no criticó la decisión de Tel Aviv de llevar a cabo una operación de limpieza en Gaza, señaló que la intervención militar debía ajustarse a las leyes de la guerra y a los cánones del derecho humanitario, es decir, respetando los criterios de proporcionalidad. Para los juristas, ello se traduce por otro eufemismo: intervenir de manera justa y fuerza adecuada. Después del conflicto, se dirá que ello resultó ser… inviable. De momento…

De momento, Joe Biden y Benjamín Netanyahu se dedican a deshojar margaritas. ¿Atacar? ¿No atacar? Hamas bien merece un castigo ejemplar, estiman los israelíes, sorprendidos por la incursión de los radicales gazatíes en su territorio.

El primer ministro de Israel, partidario de castigar a Irán por su amenazante proyecto nuclear, ha redescubierto esos días el viejo, aunque no anticuado, programa político del ayatolá Jomeini, que finalizaba el ardoroso mensaje: nuestra lucha concluirá cuando la bandera verde del Islam ondee en Jerusalén. 

Espadas en alto. Malos augurios para los Nóbel de la Paz y sus secuaces…