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sábado, 4 de febrero de 2023

El “horizonte de esperanza” de Antony Blinken

 

Para llegar a Tierra Santa, Antony Blinken no utilizó un bastón de peregrino; tuvo la suerte o la desgracia de viajar en un lujoso Boeing perteneciente a la presidencia de los Estados Unidos. La misión del jefe de la diplomacia norteamericana consistía en allanar el terreno para la próxima gira de Joe Biden a la zona. Una tarea nada fácil, teniendo en cuenta la explosiva situación que reina en el Cercano Oriente. No se trata de un malestar coyuntural, sino de un castigo crónico.

Estiman los analistas que, sin bien el Secretario de Estado no pisó la Tierra Santa cargado de malas intenciones, trajo consigo un sinfín de apriorismos. En efecto, Antony Blinken llevaba en la cartera el abultado elenco de tensiones, rivalidades y conflictos que afectan la región; un auténtico rompecabezas para los expertos en relaciones internacionales, para los emisarios de las grandes potencias que se disputan la supremacía en la región.

Rusia, la superpotencia menguante tras la desintegración de la Unión Soviética, regresó casi inesperadamente al Cercano Oriente durante el primer decenio del nuevo siglo. Volvió con una impresionante potencia de fuego y con la firme intención de ocupar un lugar privilegiado en el tablero geoestratégico de la zona. Mas durante la ausencia de Moscú, China logró colocar sus peones en la región. Su presencia – modesta en un principio – se tornó dinámica, cuando no, agresiva a la larga.

Dos potencias regionales – Turquía e Irán – no tardaron en ocupar su lugar en la palestra. Finalmente, Arabia Saudita, que había limitado inicialmente su involucramiento al conflicto libanés, optó por tomar bazas en la guerra civil de Siria, primer paso antes de intervenir activamente en el Yemen.

Sí, el panorama ha cambiado. El famoso Acuerdo Abraham, negociado por la Administración Trump, no trajo la paz ni la seguridad a la región. Cierto es que cuatro países árabe-musulmanes – Marruecos, Bahréin, Emiratos Árabes y Sudán - establecieron relaciones diplomáticas con Tel Aviv, pero ello no presupone el final del estado de beligerancia. Dos actores clave – Irán y Arabia Saudita – no se adhirieron al Acuerdo. El país de los ayatolás, por estar en guerra permanente con la llamada entidad sionista; Arabia Saudita, por supeditar la paz con el Estado judío a la solución definitiva de la cuestión palestina. En ambos casos, la solución política no se vislumbra.

No hay que extrañarse, pues, si la gira de Blinken por la región finalizó con una triste y decepcionante conclusión:   El horizonte de esperanza se cierra, afirmó el jefe de la diplomacia estadounidense después de comprobar in situ que el nuevo Gobierno israelí presidido por Benjamín Netanyahu no parecía dispuesto a renunciar a su postura intransigente sobre la anexión de nuevos territorios en Cisjordania, la postura menos flexible de Tel Aviv en muchas décadas,  y que la Autoridad Nacional Palestina no iba a abandonar la línea dura adoptada después de la ruptura de negociaciones con Israel sobre la seguridad en los dos grandes núcleos urbanos de Cisjordania: Nablus y Jenín, controlados actualmente por grupos armados adscritos a la Yihad Islámica y Hamas, a los que se sumaron células disidentes de Al Fatah.

En Nablus, las milicias armadas no afiliadas a facciones políticas están ganando terreno especialmente entre los jóvenes palestinos. Washington está buscando formas para reducir la escalada y evitar que la caótica situación acabe desembocando en una nueva intifada.  

Si bien los responsables israelíes afirman que su ejército interviene en Cisjordania al comprobar la total pasividad de las fuerzas de seguridad palestinas, la Autoridad Nacional Palestina replica que las incursiones de las tropas hebreas erosionan la capacidad y legitimidad de sus fuerzas de orden para actuar contra las milicias.

Preocupada ante un posible deterioro de la situación en Cisjordania, la Autoridad Nacional Palestina suspendió su coordinación de seguridad con Israel hace dos semanas, horas después de la incursión de los militares judíos al campo de refugiados de Jenín, epicentro de los disturbios registrados en la zona.

Durante su encuentro con el presidente de la ANP, Mahmúd Abbas, Blinken sugirió que uno de los pasos que debería tomar la Autoridad Palestina para reducir la tensión sería la aplicación del plan de seguridad ideado por un experto estadounidense, el teniente general Michael Fenzel. El documento incluye el adestramiento de una fuerza especial palestina que se desplegaría en la zona para neutralizar la actuación de las milicias. Para los palestinos, se trata de una propuesta desequilibrada, ya que no incluye contrapartida alguna por parte de Israel, como la disminución de las incursiones del ejército en las localidades palestinas. Además, señalan que la seguridad palestina no tiene la potestad para operar durante las redadas del ejército israelí.

El horizonte de esperanza se cierra, confiesa Antony Blinken. Es cierto: la solución de dos Estados parece más alejada que nunca. Pese a las advertencias de sus diplomáticos, la Administración Biden dejó que el conflicto siguiera su curso. Las buenas palabras de los emisarios internacionales ofrecieron a Israel una tapadera para continuar con la anexión de facto de Cisjordania.

La política israelí ya no se centra en la búsqueda de la paz; en la práctica, los sucesivos gobiernos han abandonado las conversaciones con sus vecinos. Por su parte, los palestinos han dejado de creer que podrán conseguir un Estado a través de las negociaciones.

El Acuerdo Abraham resultó ser una obra maestra de ingeniería comercial. Una obra maestra ideada, negociada y llevada a la práctica, recordémoslo, sin la participación de los palestinos.

En horizonte de esperanza… ¿Qué esperanza?

 


domingo, 23 de junio de 2019

El plan de paz Kushner - ¿un contrato de compraventa?


Y la luz se hizo. Apenas cuatro días antes del inicio de la conferencia económica de Bahréin impulsada por la Administración estadounidense, la Casa Blanca ha decidido desvelar algunos detalles del plan de paz para Oriente Medio elaborado por el yernísimo del Presidente, Jared Kushner, que el propio Trump no dudó en tildar en su momento de Acuerdo del siglo.

Kushner compareció ante las cámaras de televisión para bosquejar las líneas maestras de su proyecto, que consiste en la creación de un fondo dotado con 50.000 millones de dólares destinados al desarrollo, durante un período de 10 años, de infraestructuras económicas y empresariales en la región del conflicto. Más de la mitad de los fondos – unos 28.000 millones – se destinará a Cisjordania y la Franja de Gaza, 9.000 millones irán a parar a Egipto, 7.500 serán para Jordania y 6.000 para la economía de Líbano.

Donald Trump espera que otros países, principalmente los estados ricos del Golfo y los inversores privados, se hagan cargo de gran parte de los costes del proyecto.

El plan de acción contempla la realización de 179 proyectos industriales y comerciales, recordándonos extrañamente la interminable lista de objetivos prioritarios establecida por la Conferencia de Paz de París. Pero la reunión celebrada hace años en la capital francesa no emanaba de una iniciativa norteamericana…

Con la mentalidad de promotor inmobiliario heredada de su padre, Charles Kushner, el yernísimo cree que el mero hecho de repartir millones a los gobernantes de la región mezo oriental logrará sentar las bases de una paz duradera. ¿Simple contrato de compraventa? La descabellada idea cuenta con el aval de uno de los incondicionales aliados de Trump, el príncipe saudita Mohammed Bin Salmán. Para el heredero de la Corona saudí, el dinero lo soluciona todo.

No es esta la opinión de la mayoría de los políticos y académicos de la zona. En efecto, para la Autoridad Nacional Palestina, el plan Kushner equivale a una nueva Declaración Balfour. De colosal pérdida de tiempo, tachan los iraquíes la iniciativa de la Casa Blanca; es una idea de promotores inmobiliarios, no de políticos, estima en analista egipcio Gamal Fahmi, un proyecto económico, sin fundamento político, escribe la prensa libanesa, un crimen histórico, añaden los medios afines al movimiento radical islámico Hezbollah. Un plan que sólo beneficia a los enemigos de los Estados Unidos en la región, comenta la prensa árabe de Londres, aludiendo concretamente a… Irán.

Detalle significativo: el Acuerdo del siglo no contempla la creación de un Estado palestino. La cuestión de la soberanía brilla por su ausencia. Hay quien estima que el equipo de Kushner desplegó inestimables esfuerzos para domesticar a los palestinos, inmaduros para fundar un Estado propio. El embajador norteamericano en Israel, David Friedman, asegura que su país no apoyará el establecimiento de un nuevo Estado. Lo último que necesita la región es un Estado Palestino fallido entre Israel y el río Jordán, asevera el diplomático.

En las últimas horas se supo que una delegación empresarial israelí participará en la cumbre de Bahréin. También estarán presentes algunos empresarios palestinos y… políticos exiliados, acérrimos detractores del Gobierno de la ANP.

Entre los participantes figuran también emisarios del antiguo jefe de los servicios de seguridad de la Franja de Gaza, Mahmúd Dahlan, controvertido personaje al que se le tildaba, con o sin razón, de hombre de la CIA en la Administración palestina. Más claro…