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jueves, 5 de noviembre de 2020

Putin - Erdogan: un difícil noviazgo


 Durante la segunda mitad de 2016, las autoridades de Ankara iniciaron un rápido y sorprendente acercamiento hacia el Kremlin. El cambio de rumbo de la política turca se debía, al menos aparentemente, a un episodio que los occidentales optaron por ocultar: la ayuda prestada por los servicios de inteligencia rusos al presidente Erdogan durante la intentona golpista del 15 de julio de aquel año, protagonizada por varias unidades del ejército, apoyadas por facciones de la policía nacional turca. La información de última hora facilitada por la inteligencia militar rusa sirvió para frustrar el golpe y salvar la vida del mandatario turco. Un Erdogan crecido y agradecido dirigió su afable mirada hacia el Kremlin.

Rusia acababa de ganar un aliado; se trataba nada más y nada menos que del presidente de uno de los baluartes de la Alianza Atlántica en la región, del país que albergaba el mayor depósito de ogivas nucleares estadounidenses ubicado en los confines con la antigua URSS. La luna de miel entre Moscú y Ankara se tradujo en la firma de numerosos acuerdos de cooperación cultural, comercial y tecnológica, aunque también en la adquisición por parte de Turquía de los sofisticados sistemas de defensa antiaérea S – 400 rusos, capaces de localizar y derribar los rápidos cazas de… la OTAN.  

Pero los tiempos cambian. En los últimos doce meses, Turquía se ha convertido en el mayor obstáculo para la expansión del poderío ruso tanto en la región mediterránea y Oriente Medio como en el Mar Negro, un “lago” en los mapas de los sultanes de Constantinopla. Los dos Estados han acumulado una serie de desacuerdos en los teatros de combate de Siria y Libia, así como en el conflicto que tiene por escenario el enclave de Nagorno Karabaj.

Los turcos no permitieron el aniquilamiento de la oposición siria, ansiado por Moscú. Por su parte, el Kremlin ha dejado claro a Ankara que su presencia e involucramiento en el conflicto del Cáucaso constituye una intromisión en la zona de influencia de Rusia.

Por su parte, las autoridades de Ankara no disimulan su malestar por el acercamiento de Moscú a las agrupaciones armadas kurdas de Siria o por el empecinamiento del Kremlin a la hora de exigir que sus vecinos reconozcan la soberanía de Rusia sobre la península de Crimea.

¿Crimea? Ese antiguo feudo greco bizantino cuya economía estaba regentada por comerciantes otomanos. Esa tierra habitada por tártaros, hermanos de sangre de las tribus turcomanas. Renunciar a Crimea presupone abandonar parte del legado del Imperio Otomano.

Sin embargo, las diferencias políticas, los roces, como se empeñan en llamarlas los diplomáticos, no impiden que Moscú y Ankara mantengan excelentes relaciones económicas. Los proyectos de gaseoductos Blue Stream y Turkish Stream, así como la central nuclear de Akkuyu, edificada por técnicos rusos, se han convertido en una especie de amortiguador que protege los lazos entre los dos países.  La cooperación va viento en popa. 

Con el paso del tiempo los gobernantes de ambos países aprendieron a dialogar, a dividir las trabas en dos categorías: las problemáticas, que podrían desembocar en la confrontación ¿bélica? y las mutualmente aceptables, que se solucionan mediante la cooperación. Ambos países entienden que el diálogo es necesario, ya que la congelación de las relaciones no conducirá a nada bueno. En definitiva, Moscú y Ankara tratan de emular el ejemplo de los zares y los sultanes otomanos, acostumbrados a apostar por la convivencia durante los períodos de calma entre… dos conflictos. 

miércoles, 10 de julio de 2019

El Islam europeo – Turquía contempla la reconquista de los Balcanes


¡Los turcooos, qué vienen los turcooooos! Esta vez, la llegada de los otomanos, de los neo-otomanos, no fue acogida con llantos o gritos de desesperación. Al contrario; el Presidente turco, Tayyip Recep  Erdogan tuvo derecho a un caluroso recibimiento en el aeropuerto de Sarajevo. El sultán se había desplazado a la capital bosnia para asistir a la Cumbre del Proceso de Cooperación del Sureste Europeo, única plataforma de cooperación regional que incluye a la totalidad de los países balcánicos.

Aunque el principal tema de debate era el incremento de la cooperación económica entre los Gobiernos y las instituciones paraestatales de la zona, el interés de Turquía se centraba en el posible (y deseable) realineamiento de su política exterior en el espacio de la antigua Yugoslavia. La atomización del país dirigido durante décadas por el mariscal Tito, los conflictos congelados que obstaculizan el desarrollo armónico de las relaciones entre pequeños Estados resultantes de la desintegración de la República Federativa Socialista, el papel desempeñado por las principales potencias europeas – Francia, Alemania, Italia – en el caótico espacio balcánico centran la atención de Turquía, potencia regional emergente y, ante todo,  heredera del legado imperial otomano.

¿Intereses específicos? Múltiples. Durante la guerra de Bosnia, Turquía fue uno de los países islámicos que destacó un contingente militar a la conflictiva región de los Balcanes. La labor de sus asesores diplomáticos y culturales fue eclipsada por la tenaz ofensiva de la brigada de militares, clérigos, propagandistas enviada por Arabia Saudita. Merced a sus inversiones masivas en Bosnia - Herzegovina y Kosovo, los saudíes lograron implantar un liderazgo religioso musulmán proclive a la dinastía de Riad. Uno de los objetivos de Ankara consiste en neutralizar la influencia saudí, tratando de reintroducir los conceptos mucho más flexibles del Islam otomano.

Los analistas estiman que un intento de poner fin al contencioso griego-turco sobre la explotación de los yacimientos de gas natural del mar Jónico podría desembocar en un diálogo sobre el papel que deberían desempeñar Ankara y Atenas en la hipotética remodelación de la estrategia de la OTAN en la región. Sin embargo, es preciso señalar que el nuevo Gobierno griego se siente más atraído por los valores de Occidente, es decir, por la actuación poco respetuosa de los Estados centroeuropeos que siguen fomentando el distanciamiento hacia el sudeste europeo.

Los errores cometidos por Burxelles en la región balcánica, zona plagada de contradicciones étnicas, religiosas y económicas, han irritado a Turquía, provocando reacciones ácidas por parte de Erdogan. Recordemos que las políticas de la UE no coinciden con los intereses inmediatos de Ankara. Una de las prioridades de Erdogan consiste en colocar los Balcanes bajo el paraguas protector del neo-otomanismo. Una misión ésta sumamente difícil, teniendo en cuenta la susceptibilidad de los pobladores de la zona. Un ejemplo: Turquía pretendía incrementar su influencia tratando de mediar en el conflicto entre Serbia, Albania y Kosovo. Sim embargo, albaneses y kosovares rechazaron los buenos oficias de Ankara, calificando la iniciativa de Erdogan de humillante. Ambos países optaron por boicotear, pura y simplemente, la Cumbre de Sarajevo.

A Turquía le queda un largo camino por recorrer en esa reconquista de sus antiguas provincias balcánicas. Pero Ankara apuesta por la reislamización de sus antiguos territorios europeos, al igual que Rusia apuesta por una alianza paneslava con Serbia y Bulgaria. A su vez, Alemania, Francia e Italia apuestan por la creación de nuevas bolsas de mano de obra barata en la extremidad oriental de la Vieja Europa. Pero esta vez, la guerra de intereses económicos y estratégicos se librará sin la intervención de los aviones de la OTAN. O tal vez…