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miércoles, 31 de agosto de 2022

Mijaíl Gorbachov, in memoriam

 

Gorbachov Ginebra 1985. La vieja cinta magnética tarda en ponerse en marcha. Han pasado los años, las décadas, mejor dicho. Pero la voz de Gorbachov sigue siendo muy nítida. Habla en ruso. Los intérpretes de conferencia soviéticos son excelentes; no se apartan un ápice del discurso del jefe. En la URSS, hasta el desviacionismo lingüístico constituye un delito. No, la traducción es fidedigna. Y el conferenciante…

Costó obtener la credencial para esta primera rueda de prensa de Mijaíl Gorbachov en Occidente. Los funcionarios de protocolo que le acompañaron a la primera cumbre con Ronald Reagan eran muy estrictos.

Lo sentimos; no hay credenciales para periodistas españoles.

No me quedó más remedio que contestarles en ruso, lengua algo olvidada después de años de letargo. Sin embargo, el cambio de idioma surtió efecto:

Aquí tiene su credencial, cam… Perdón, señor.

Unos minutos más tarde, estaba cómodamente sentado en el anfiteatro de la Misión Permanente de la URSS ante las Naciones Unidas.

El camarada Gorbachov no nos hizo esperar. Acudió puntualmente a la cita con los periodistas. Después de esta inusual rueda de prensa, tenía que despedirse de su nuevo amigo Reagan.

Vuelvo a escuchar la vieja grabación. El Secretario General del PCUS alude vagamente a la evolución de las estructuras de mando del partido, a su deseo de llevar a cabo una renovación global. Explica el significado de las palabras glasnost y perestroika, la introducción de estos nuevos conceptos. Es consciente de que para la mayoría de los presentes se trata de términos incomprensibles: ¿Cambios en la URSS? ¿Transparencia en la URSS? Trata de tranquilizarnos: el camino se hace andando. ¿La meta?

Sí, lo importante es saber hacia dónde quiere el nuevo líder que se dirija la Unión Soviética. La explicación de Gorbachov parece muy clara: Para que el país avance, debemos tener acceso a la tecnología. Omite la palabra occidental, pero se sobreentiende. Y para ello, es preciso contar con financiación.

Tecnología y financiación… ¿A cambio de qué? La respuesta llegó años más tarde, cuando las grandes multinacionales se instalaron, con armas y bagajes, en el antiguo imperio del Mal. Rusia, la ex Unión Soviética, se convirtió en un… buen negocio para las empresas occidentales. ¿El poder adquisitivo de los rusos? Inexistente hasta la privatización de la economía, apareció con los primeros brotes de corrupción. ¿Fue obra suya, Mijaíl Sergueievich? ¿Obra de sus sucesores?

A Mijaíl Sergueievich Gorbachov le debemos, eso sí, la firma de los primeros acuerdos de desarme global y el parte de defunción de la Guerra Fría.

Es cierto que no logró democratizar la arcaica sociedad ruso soviética, muy anclada en las tradiciones feudales del imperio zarista ni de abrir de par en par la ventana de las corrientes occidentalizantes. El inmovilismo de su pueblo llegó a defraudarle.

También le defraudó, qué duda cabe, el doble discurso de sus interlocutores occidentales, que abusaron de su ingenuidad a la hora de formular falsas promesas sobre el cumplimiento de los pactos.

Algunos de los políticos rusos actuales, empezando por Vladímir Putin, lamentan el desmantelamiento del Pacto de Varsovia – equivalencia rusa de la OTAN – del COMECON – costosa estructura económica parecida a la UE – y, lo más importante, la atomización de la Unión Soviética.

Gorbachov no tendrá derecho, pues, a funerales de Estado. ¿Justo? ¿Injusto? El porvenir nos lo dirá.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Gorbachov denuncia la "arrogancia" de Washington


Mijaíl Gorbachov, el nonagenario dirigente soviético acusado por los medios de comunicación británicos de haber perdido un imperio en unas Navidades, volvió a la palestra esta semana, escasas horas después de la celebración de la explosiva rueda de prensa anual del actual líder del Kremlin, Vladimir Putin, quien acusó a los Estados Unidos y la OTAN de haber engañado miserablemente a Rusia en las últimas décadas.

A primera vista, el resurgir de Gorbachov parecía fortuito. En su caso, se trataba de rememorar el 30 aniversario de la desaparición de la Unión Soviética, el gigante que se desmontó de un plumazo en diciembre de 1991, cuando los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia firmaron el acta de defunción de la URSS. Se trataba, según Gorbachov, del lógico final de la Guerra Fría.

Treinta años después, el último líder del imperio soviético entona la mea culpa. Sí, Occidente lo había engañado. Su interlocutor predilecto, Ronald Reagan, le había advertido en reiteradas ocasiones: Fíate de mi palabra, pero comprueba los hechos… Pero Gorbachov se limitó a fiarse de las palabras de sus interlocutores estadounidenses. Al igual que su sucesor, Boris Yeltsin, controvertido personaje que acabó desmantelando el sistema comunista antes de… darse de baja del Partido. Un confuso legado para su heredero, el crédulo Vladimir Putin.

Para el actual inquilino del Kremlin, el colapso de la URSS fue el mayor desastre geopolítico del siglo XX. Una decisión que Putin, al igual que los ultranacionalistas de Vladimir Jhirinovsky, considera un punto de inflexión para el declive de Rusia.

Para Gorbachov, el desmembramiento de la Unión Soviética alimentó la arrogancia de los Estados Unidos, facilitando la expansión de la Alianza Atlántica hacia el Este. Los Estados Unidos adoptaron una postura triunfalista, considerando que fueron ellos los vencedores de la Guerra Fría. Olvidan que la confrontación y la carrera nuclear quedaron superadas gracias al esfuerzo conjunto de Moscú y Washington, añade.

El último presidente de la Unión Soviética confía en que las negociaciones de seguridad ruso-norteamericanas, solicitadas por el equipo de Putin, finalizarán con resultados positivos. Entre las demandas presentadas por el Kremlin figuran la congelación de las candidaturas a la OTAN de dos países limítrofes – Ucrania y Georgia – así como el compromiso formal de Occidente de no abrir nuevas bases militares en el territorio de Estados pertenecientes a la antigua URSS.  

La tardía reacción de Mijaíl Gorbachov coincide, pues, con el aniversario del colapso de la Unión Soviética. Una fecha en la cual muchos ciudadanos de la Federación Rusa añoran los buenos viejos tiempos del autocrático régimen de los gulags. No, desengañemos; los nostálgicos de la URSS prefieren centrarse en la grandeza de la fenecida segunda potencia mundial, pasando un tupido velo sobre los aspectos sombríos del régimen de los soviets.

¿El pasado? Recuerdo aquel día de noviembre de 1985, cuando el entonces primer secretario del PCUS nos invitó a la inexpugnable sede ginebrina de la Unión Soviética ante la ONU para hablarnos de los importantes cambios que se avecinaban. Fue un discurso sorprendente.

Al abandonar el recinto de la misión diplomática, escuché el comentario de dos agentes de seguridad – probablemente miembros de la KGB – que no daban crédito a sus oídos: Pero, ¿qué está haciendo este hombre?

¿De verdad confió en la buena fe de sus interlocutores, Mijaíl Sergueievich? ¿De verdad, camarada Gorbachov?  

Confieso que los periodistas somos algo más incrédulos.  


jueves, 17 de junio de 2021

Cumbre Biden – Putin: la desconfianza reina

 

¡Qué difícil resulta recomponer los platos rotos! Es lo que debió pensar el octogenario Joe Biden, 46º presidente de los Estados Unidos, al abandonar ayer el escenario de la bucólica Ginebra tras un brevísimo y nada cálido encuentro con su homólogo ruso, Vladimir Putin.  

 

Ginebra tenía que ser, pensamos los veteranos de las cumbres ruso-americanas, cuyo punto de partida fue justamente la ciudad de Calvino, en marzo de 1983. En aquel primer diálogo con la jerarquía soviética, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, que había protagonizado varias películas de vaqueros made in Hollywood, quedó impresionado por la simpatía y la preparación intelectual de su interlocutor, Mijaíl Gorbachov, secretario general del Partido Comunista de la URSS. Aún recuerdo la caricatura publicada por el New York Times en la que Reagan preguntaba a uno de sus asesores: ¿Está usted seguro de que Gorbi es comunista? Efectivamente, la percepción que tenía la clase política estadounidense del Gran Satán ruso era completamente distinta.

 

En Ginebra, Mijaíl Gorbachov ofreció un trato al actor presidente: renunciar al comunismo a cambio de la tecnología americana. ¡Ay! Y por cierto; disponer de capital para financiar la compra de esa tecnología. Un Reagan enternecido aceptó la propuesta. Lo demás ya es historia.

 

Mas el rumbo de la historia cambió el 17 de marzo de 2021, cuando Joseph Robinette Biden – Joe para sus compatriotas yanquis - llamó asesino al presidente Putin. El casus belli se saldó con la simple retirada de los embajadores. Pero para arreglar los platos rotos, Joe Biden se vio obligado a llamar al asesino, invitándole a un encuentro en terreno neutral. Ginebra tenía que ser; aquí empezó todo.

 

La reunión entre los dos grandes, cuidadosamente preparada por la diplomacia helvética, duró menos de lo previsto. No hubo apretones de mano ni comida de gala. Los dos estadistas quisieron dejar constancia de que aquello era una especie de titubeante volver a empezar, a poner los cronómetros a cero.

 

Fuentes atlantistas tratan de convencernos que en el orden del día del encuentro figuraban una cincuentena de puntos. Los asesores de la Casa Blanca aseguran que el presidente Biden presentó una lista de 16 sectores estratégicos que Washington pretende proteger. Destacan el sector de las telecomunicaciones, sanidad, alimentación y energía.

Por su parte, Putin resumió los acuerdos con el dignatario estadounidense en los siguientes términos: tras las acusaciones estadounidenses relativas a los ciberataques provenientes de Rusia, existe un acuerdo de principio para iniciar consultas de seguridad cibernética; el inicio de un diálogo sobre estabilidad estratégica y; la decisión relativa al regreso de los embajadores a Moscú y Washington.

 

Ante la aparición de nuevas armas, entre ellas las hipersónicas, Rusia ha propuesto ampliar la agenda de desarme e incluir todas las armas ofensivas y defensivas, tanto nucleares como convencionales, capaces de realizar tareas estratégicas. Todo ello, tras enumerar los recientes abandonos de Washington de los acuerdos de desarme: el Tratado ABM (Misiles Balísticos) en 2002, el Tratado INF (Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio) en 2019 y el Tratado de Cielos Abiertos, que garantiza la transparencia en el control de armamentos en 2020.

 

¿Armamentos? Joe Biden manifestó que, en su opinión, Putin está preocupado por estar cercado por ejércitos extranjeros, insinuando que Washington tenía intención de derribarlo. Nosotros no actuamos contra Rusia; sólo nos interesa la seguridad del pueblo estadounidense, dijo el presidente.  ¿Acaso ello supone que los bombarderos que sobrevuelan el Báltico o los buques de guerra desplegados en el Mar Negro velan por la seguridad de los granjeros de Kansas?

A diferencia de Washington, Moscú no realiza maniobras en los confines de los Estados Unidos, repuso Putin.

Al despedirse, Joe Biden reconoció que el presidente ruso era un oponente digno, pero eso sí, un tipo muy duro. Lejos queda el asesino del mes de marzo. Aun así, nada ha cambiado; la desconfianza reina.