Si algo interesa a los israelíes
a la hora de juzgar a sus políticos es su rango en el Ejercito. Israel es,
recordémoslo, un país en guerra desde el día de su creación. Tal vez por ello
el historial castrense de los futuros gobernantes resulta tan importante.
El actual Primer Ministro del
Estado judío, el incombustible Benjamín Netanyahu, alcanzó el grado de capitán.
En principio, eso sólo merecería un “aprobado”. Pero las cosas cambian si se
tiene en cuenta el hecho de que el capitán sirvió en una unidad de élite y que
dos de sus compañeros de armas – un conservador y un laborista - llegaron a
ostentar el cargo de Jefe de Gobierno. Sí, el líder del Likud maduró en buena
compañía. Sus prolongadas estancias en Norteamérica le permitieron
familiarizarse con el pensamiento y la jerga del establishment político
trasatlántico. Una baza la hora de negociar acuerdos internacionales de vital
importancia para Israel.
Acusado por la Justicia israelí
de varios delitos de corrupción y malversación, Netanyahu decidió que la mejor
manera de evitar las condenas sería… permanecer en el cargo de Primer Ministro,
que le garantizaba la inmunidad. Dicho y hecho; a mediados de mayo, el líder
del Likud asumía su quinto mandato de jefe de Gobierno, convirtiéndose en el político
más longevo en la historia del país.
El actual Gabinete, compuesto por
una treintena de miembros, procura mantener el equilibrio entre la vieja
guardia del conservador Likud, la derecha nacionalista, los partidos religiosos
y los centristas de Azul y Blanco, conglomerado que apoya a su ex rival y socio
de Gobierno, Benny Gantz, un general con
muchas horas de vuelo al mando del Ejército, pero con pocas y desafortunadas
experiencias en la vida política.
Gantz ganó las últimas elecciones
generales celebradas en el mes de marzo, pero el capitán Netanyahu consiguió,
por arte de magia, a arrebatarle la victoria. Lo que debía haber sido una
derrota para los conservadores y la desaparición del Likud del mapa político de
Israel, se tornó en el acuerdo de coalición, en un Gobierno de Unidad Nacional.
Benjamín Netanyahu, el perdedor, ejercerá en cargo de Primer Ministro hasta
finales del 2021, fecha en la cual espera haber neutralizado la ofensiva de la
Justicia.
El programa de gobierno del
capitán podría resumirse en pocas palabras. Netanyahu pretende anexionar un 30
por ciento de Cisjordania, convirtiendo las tierras ocupadas por los colonos
judíos en parte integrante del Estado de Israel. Un sueño éste anhelado por
muchos políticos nacionalistas, que logrará materializarse gracias al Pan de
paz de Donald Trump. El artífice de dicho proyecto, Jared Kushner, yerno
del presidente de los Estados Unidos y amigo personal de Netanyahu, redactó el
llamado Acuerdo del siglo haciendo caso omiso de las exigencias de los
palestinos, quienes no fueron consultados ni informados por la Casa Blanca. Al darse
a conocer el Plan, la Autoridad Nacional Palestina anunció la suspensión
de los acuerdos con Israel y los Estados Unidos. El presidente Abbas contempla la puesta en
marcha de una campaña
internacional de condena de esta iniciativa unilateral. La OLP está
ultimando los detalles de una ofensiva diplomática que debería desembocar en la
creación de un frente internacional dispuesto a rechazar el proyecto
israelo-estadounidense. Algunos países de la UE estarían dispuestos a apoyar la
iniciativa palestina.
Cierto es que el plan Kushner contempla la
cesión a la Autoridad Palestina de zonas deshabitadas del desierto del Neguév,
administrado actualmente por Israel, a cambio de las tierras expropiadas de
Cisjordania y el control permanente del Valle del Jordán por el Ejército judío.
Los pobladores palestinos de Cisjordania acabarían convirtiéndose en rehenes de
esta nueva realidad geopolítica israelí. Sus perspectivas de fundar su propio Estado:
Washington les concede un plazo de cuatro años para cumplir toda una serie de requisitos
ideados por la Administración Trump: creación de un Estado
desmilitarizado dotado de instituciones democráticas, adecuación de su legislación con la normativa jurídica
estadounidense, liberalización del comercio y el sistema financiero, lucha
contra el terrorismo, siguiendo los cánones legales israelo-norteamericanos, libertad
de prensa, expresión y reunión. De lo contrario, Washington daría luz verde a la anexión por Israel del 70
por ciento restante de Cisjordania.
Si bien para la Autoridad
Nacional Palestina, se trata de una imposición humillante, para la
derecha nacionalista israelí el Plan Trump es un… regalo envenenado. El
ex titular de Defensa hebreo, Naftalí Bennett, líder del partito derechista Yamina y
ferviente partidario de la anexión, se opone al proyecto de la Casa Blanca que contempla
la hipotética creación de un Estado palestino desmilitarizado en parte de la
zona C de Cisjordania. Bennett estima que la presencia en los territorios anexionados
de alrededor de 250.000 palestinos supone un peligro para la seguridad de
Israel. Su propuesta – la modificación de los mapas confeccionados en
Washington – significa pura y simplemente la… expulsión de un cuarto de millón
de palestinos.
Más radical es la negativa de los colonos que conforman
en Consejo Regional de Samaria, que pretenden deshacerse de la totalidad de la
población palestina.
El capitán-Primer Ministro Netanyahu
se ha comprometido a ultimar los detalles de la anexión en las próximas
semanas. ¿Otro verano caliente en perspectiva?
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