El pasado fin de semana, dos
Estados europeos – Eslovaquia y Ucrania – celebraron elecciones presidenciales.
Curiosamente, en ambos casos los vencedores poco o nada tenían que ver con el anticuado
establishment político de sus
respectivos paises. Los recién llegados procedían de otros horizontes. La nueva
Presidenta de Eslovaquia, Zuzana Caputová, es una abogada ecologista; el
Presidente en ciernes de Ucrania, Volodymyr Zelensky, se enorgullece de ser
guionista y… ¡actor cómico! Algo está cambiando, para bien o para mal, en la
tradicionalista Europa. Sin embargo, la auténtica sorpresa llegó desde Turquía,
escenario de unas aparentemente modestas consultas locales.
¿Modestas consultas? Jamás unas
elecciones municipales despertaron tanto interés en las Cancillerías del Viejo Continente,
en los medios de comunicación internacionales o los centros de estudios políticos.
Con razón; esta vez, se trataba de comprobar la solidez del entramado institucional
del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) y el prestigio de su líder, el
Presidente Erdoğan.
Un ejercicio sumamente útil, puesto que el país, acostumbrado a décadas de
bonanza, está sumido en una grave crisis económica. A la debilidad de la moneda
turca se han sumado una galopante inflación, un descenso de la productividad e
incremento de la tasa del paro, que asciende al 13,5 por ciento. Poco halagüeñas
perspectivas para los ciudadanos turcos, incapaces de asimilar los radicales
cambios políticos y sociales registrados después de la intentona golpista de
2016. Al recorte de libertades se añade el constante deterioro de las condiciones
de vida. El AKP ya no está en
condiciones de cumplir sus promesas.
Los resultados de la votación del
pasado fin de semana reflejan un espectacular vuelco. Los grandes municipios de
Anatolia, hasta ahora controlados por los islamistas, se han convertido en
feudos del socialdemócrata Partido Republicano de Pueblo (CHP), heredero de la
agrupación política fundada por Mustafa Kemal Atatürk. Tras su esperada
victoria en Ankara, el CHP se adueñó de ocho capitales de provincias
y un sinfín de localidades pequeñas, situadas
tanto en el centro de país, tradicional baluarte del ultraconservador Partido
de Acción Nacionalista (MHP), como en las orillas del Mar Negro, vivero de
grupúsculos radicales violentos. Malos presagios, pues, para los islamistas de
Recep Tayyip Erdoğan.
¿Se puede hablar de los primeros síntomas
del declive del AKP? Sería prematuro presagiarlo: esta vez, los islamistas cosecharon
el 45 por ciento de los votos, mientras que los kemalistas del CHP apenas
sumaron un escaso 30 por ciento. Los partidos kurdos boicotearon la campaña, considerando que la consulta estaba “amañada”.
De amaño hablan también los
expertos electorales del partido de Erdoğan,
aludiendo al resultado de las votaciones de Estambul, donde el CHP no tardó en cantar
victoria. En realidad, la diferencia entre los dos candidatos, el oficialista
Binali Yildirim y el kemalista Ekrem Imamoğlu, era de apenas un décimo de punto 48,7 por ciento
frente a 48,6 por ciento cuando la Comisión Electoral decidió interrumpir el recuento
de votos. ¿Miedo a perder el control de Estambul, la joya de la corona?
Erdoğan lo resumió claramente hace años, durante su
mandato de regidor de la gran urbe: Quien
gobierna Estambul conquista Turquía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario