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martes, 15 de noviembre de 2022

Bibi Netanyahu: de “hermano del héroe” a “rey de Israel”

 

La suerte está echada: el pasado fin de semana, el presidente de Israel, Isaac Herzog, encargó al líder del Likud, Benjamín Netanyahu, la formación del próximo Gabinete del Estado Judío. ¿Una sorpresa? No; en absoluto. El conservador Netanyahu, el incombustible Bibi, ya ostentó cinco veces el cargo de primer ministro.

Recuerdo que hacia finales de la década de los 80 le pregunté a mi amigo Ofer, miembro de una unidad de élite del Ejército judío, por ese chico nuevo, esa aparición estelar de la derecha israelí.

¿Bibi? Es el hermano del héroe de Entebbe, che, me contestó el porteño emigrado a Israel para servir a la Patria. Confieso que por aquél entonces desconocía la existencia del teniente coronel Yonathan Netanyahu, comandante de la unidad Sayeret Matkal, muerto en combate en julio de 1976, durante la operación de rescate de un avión francés secuestrado en la capital de Uganda.

Para Bibi, fue este el detonante. En 1978, dos años después del fallecimiento de su hermano, el estudiante del MIT regresó a Israel, donde fundó y dirigió el Instituto Yonathan Netanyahu, dedicado a la investigación del terrorismo. Su primer trampolín hacia la vida política. Sin embargo, su adhesión al Likud se remonta a 1988, año en el cual formaliza su militancia en la agrupación de centro derecha.

Sus virtudes: es elegante, carismático, domina perfectamente el inglés, es tranquilo. Un candidato ideal para el cargo de viceministro de Asuntos Exteriores, que desempañará hasta 1991, fecha en la que asiste a la Conferencia de Madrid sobre Oriente Medio. Regresará a Jerusalén como viceministro de la Presidencia del Gobierno, autentico punto de partida de su meteórica carrera.

Detractor del proceso de paz con los palestinos, Netanyahu desconfía de Yasser Arafat y los integrantes de su equipo. En 1998, durante su primer mandato, Bibi trata de renegociar, en Wye Plantation, los Acuerdos de Oslo. Será éste el primer intento de vaciar de contenido los documentos redactados por sus antecesores laboristas, Ytzak Rabin y Simon Peres. Durante el Gobierno de Ariel Sharon, la ofensiva del Likud contra los instrumentos de Oslo se fue intensificando. El objetivo: convertir los Acuerdos en papel mojado. Netanyahu siguió por esa senda durante sus mandatos.

Con la llegada de Ariel Sharon a la presidencia del Gobierno, salió a la palestra otro tema que acabó convirtiéndose en el mantra de los conservadores israelíes: el programa nuclear iraní. El ex general fue el primero en pedir luz verde a Washington para bombardear las instalaciones atómicas iraníes. Tropezó, sin embargo, con el veto de la Casa Blanca.

Al asumir el cargo de primer ministro, Netanyahu volvió a la carga. Sin éxito: el único presidente que parecía propenso a ceder ante las insistentes demandas de Tel Aviv fue… Barack Obama.

Tras su reciente victoria electoral, Bibi – apodado rey de Israel por sus seguidores – trató de resucitar el fantasma de la amenaza iraní. Esta vez, en un ambiente más propicio: las negociaciones con Teherán sobre el llamado pacto nuclear se hallan en un punto muerto. Más aún: la Administración Biden parece dispuesta a preparar otro paquete de sanciones contra el país de los ayatolás.  

En Israel, la futura coalición de Gobierno, integrada por el conservador Likud y tres partidos religiosos – Shas, Judíos para la Torá y Sionismo Religioso – deja vislumbrar un giro hacia la derecha en la gobernanza del Estado. Ello podría traducirse por el deseo de marginar a la mujer en la vida pública, modificar el funcionamiento de los tribunales de justicia y acentuar la presión sobre la población árabe palestina. De hecho, los líderes de Sionismo Religioso no descartan la posibilidad de exigir la anexión de Cisjordania. Una perspectiva ésta que preocupa sobremanera a la Administración Biden, que teme que algunos puestos clave del futuro Gabinete – defensa o asuntos exteriores – sean asignados a políticos supremacistas. Recuerdan que Bezalel Smotrich, líder de Sionismo Religioso, empeñado en transferir la administración civil y militar de Cisjordania a suelo israelí, tiene un largo historial de comentarios racistas, anti-árabes y anti feministas.

En ese contexto, algunos medios de comunicación anglosajones se arrogan el derecho de recomendarle a Netanyahu la formación de un Gobierno de coalición integrado también por agrupaciones de centro-izquierda, con el fin de mantener el equilibrio social indispensable para el buen funcionamiento del sistema político israelí.

Subsiste la gran incógnita: Irán. En su última conferencia de prensa, el ministro de Defensa saliente, el (también) general Benny Gantz, afirmó que Israel tiene la capacidad de llevar a cabo una operación militar contra las instalaciones nucleares iranies.

Sin embargo, tanto Gantz como el primer ministro saliente, Yair Lapid, sospechan que Benjamín Netanyahu confiaba en que el expresidente Trump ordenaría un ataque estadounidense contra los objetivos estratégicos iraníes, razón por la cual no renovó la partida presupuestaria destinada a la preparación de un operativo militar israelí. Según Gantz, el gobierno saliente tomó las medidas oportunas para restablecer la capacidad de Israel de llevar a cabo ataques aéreos contra la República Islámica de Irán. 

El rey de Israel tendría, pues, las manos libres para una operación de castigo. Siempre y cuando no tropiece, una vez más, con el veto de la Casa Blanca…


martes, 28 de abril de 2020

Los insólitos aliados de Benjamín Netanyahu


La suerte está echada; Benjamín Netanyahu, incombustible líder de la derecha israelí, asume el tercer mandato como Presidente de Gobierno del Estado Judío tras una larga travesía del desierto. En efecto, hicieron falta tres elecciones generales aparentemente  ideadas destinadas a derrocar a Bibi (Netanyahu), para que el viejo zorro de la política desmonte las estructuras de sus adversarios, neutralice a la oposición y la argumentación de las múltiples agrupaciones confabuladas para derrocarlo, doblegar la voluntad de su principal contrincante, el general en la reserva Benny Gantz, antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército hebreo, hábil estratega pero fracasado político, eterno candidato al cargo de Presidente de Gobierno. Mas después de dos empates electorales y una victoria de la coalición de centro izquierda liderada por Gantz, su rival logró hacerse con el tercer mandato de Jefe de Gobierno – algo inusitado en la política israelí – ofreciéndole al militar la vicepresidencia de un gobierno de unidad rotatorio, una especie de tanto monta, monta tanto que logró atomizar a la izquierda, eliminar a centristas y comunistas y, ante todo,  dejar fuera de juego a los partidos árabes, que Netanyahu no duda en tildar de ojo de los terroristas en la vida política de Israel.

Desde la primera consulta electoral, celebrada en septiembre del pasado año, el santo y seña de la coalición Azul y Blanca capitaneada por Gantz era derrocar a Netanyahu. Y ello, por varias razones. En primer lugar, por una cuestión de imagen. El político conservador se agarraba al poder para evitar o retrasar la celebración de un juicio por corrupción y malversación de fondos; el cargo público le ofrecía la inmunidad frente a la Justicia.

A ello se sumaba el hartazgo de los sectores liberales de la sociedad, molestos por la hegemonía de los conservadores y ultrarreligiosos aliados del Likud, acusados de derechizar las estructuras sociales.
A esos factores se añadió, en los últimos meses, otro actor clave: la lucha contra la pandemia del coronavirus. El liderazgo de Netanyahu durante la crisis, sus ataques fulminantes contra Benny Gantz durante la última campaña y la manipulación de las instituciones israelíes para retrasar su juicio, fueron la clave de la permanencia de Bibi el poder. Al final, Gantz tiró la toalla: ante la perspectiva de nuevas elecciones – las cuartas - optó por negociar la formación de un Gobierno de unidad con su rival conservador.

¿Cómo afectará la política del nuevo gobierno las relaciones entre israelíes y palestinos o la futura puesta en marcha del plan de paz de la administración Trump?

Sabido es que una de las primeras decisiones del Gabinete consiste en la anexión de las tierras ocupadas por los asentamientos judíos de Cisjordania y la apropiación de la totalidad del Valle del Jordán, que Israel quiere convertir en zona de seguridad.

En principio, el proceso de anexión dará comienzo el día uno de julio, acentuando el ya de por sí constante deterioro de las relaciones con la comunidad palestina. Netanyahu, heredero del ideario extremista de Ariel Sharon, ha sido el dinamitero de los Acuerdos de Oslo y de las subsiguientes iniciativas de paz presentadas tanto por Europa como por los Estados miembros de la Liga Árabe. Por otra parte, sur buenas relaciones con las monarquías conservadoras de Oriente Medio, surgidas durante las operaciones bélicas levadas a cabo en la región por las sucesivas Administraciones norteamericanas, le permitieron aislar a los palestinos. Mas la guinda la puso la Administración Trump, al encargar la elaboración del cacareado Plan de Paz a los sectores más retrógrados del judaísmo americano que, al igual que la corriente evangélica afín a Donald Trump, defiende la tesis de los supuestos lazos bíblicos que une al pueblo de Israel a la Tierra Santa.

Al igual que Netanyahu, Benny Gantz apoyó públicamente el plan de Trump, que contempla la expansión de la soberanía israelí sobre los asentamientos de Cisjordania. Si para el actual jefe de Gobierno la propuesta de Washington implica la promesa de reconocer la autoridad, véase soberanía de Israel sobre gran parte de Cisjordania, Benny Gantz, al igual que la mayoría de ex comandantes del Ejército hebreo, no ve con buenos ojos la perspectiva de establecer un gobierno militar permanente sobre millones de árabes palestinos. Tampoco disimula su preocupación por el porvenir de las relaciones entre Israel y Jordania. De hecho, el acuerdo de coalición requiere que Netanyahu considere ante todo la estabilidad regional, preservando los acuerdos de paz existentes y facilitando la firma de nuevos instrumentos.

La Autoridad Nacional Palestina ha rechazado categóricamente el plan de paz de Trump, que regala a Israel la mayor parte del territorio cisjordano. Los palestinos estiman, al igual que muchos europeos, que los asentamientos de Cisjordania son ilegales. La anexión provocaría una respuesta muy violenta por parte de los habitantes de Cisjordania.

Israel se juega en estos momentos su capacidad de seguir siendo un Estado judío democrático, estable y capaz de vivir en paz con sus vecinos. Una apuesta a vida o muerte.