La suerte está echada; Benjamín
Netanyahu, incombustible líder de la derecha israelí, asume el tercer mandato como
Presidente de Gobierno del Estado Judío tras una larga travesía del desierto.
En efecto, hicieron falta tres elecciones generales aparentemente ideadas destinadas a derrocar a Bibi
(Netanyahu), para que el viejo zorro de la política desmonte las
estructuras de sus adversarios, neutralice a la oposición y la argumentación de
las múltiples agrupaciones confabuladas para derrocarlo, doblegar la voluntad
de su principal contrincante, el general en la reserva Benny Gantz, antiguo
jefe del Estado Mayor del Ejército hebreo, hábil estratega pero fracasado
político, eterno candidato al cargo de Presidente de Gobierno. Mas después de
dos empates electorales y una victoria de la coalición de centro izquierda
liderada por Gantz, su rival logró hacerse con el tercer mandato de Jefe de
Gobierno – algo inusitado en la política israelí – ofreciéndole al militar la
vicepresidencia de un gobierno de unidad rotatorio, una especie de tanto
monta, monta tanto que logró atomizar a la izquierda, eliminar a centristas
y comunistas y, ante todo, dejar fuera
de juego a los partidos árabes, que Netanyahu no duda en tildar de ojo de
los terroristas en la vida política de Israel.
Desde la primera consulta
electoral, celebrada en septiembre del pasado año, el santo y seña de la
coalición Azul y Blanca capitaneada por Gantz era derrocar a Netanyahu. Y
ello, por varias razones. En primer lugar, por una cuestión de imagen. El
político conservador se agarraba al poder para evitar o retrasar la celebración
de un juicio por corrupción y malversación de fondos; el cargo público le
ofrecía la inmunidad frente a la Justicia.
A ello se sumaba el hartazgo de
los sectores liberales de la sociedad, molestos por la hegemonía de los conservadores
y ultrarreligiosos aliados del Likud, acusados de derechizar las estructuras sociales.
A esos factores
se añadió, en los últimos meses, otro actor clave: la lucha contra la pandemia
del coronavirus. El liderazgo
de Netanyahu durante la crisis, sus ataques fulminantes contra Benny Gantz
durante la última campaña y la manipulación de las instituciones israelíes para
retrasar su juicio, fueron la clave de la permanencia de Bibi el poder. Al
final, Gantz tiró la toalla: ante la perspectiva de nuevas elecciones – las cuartas
- optó por negociar la formación de un Gobierno de unidad con su rival
conservador.
¿Cómo afectará la política del nuevo gobierno las
relaciones entre israelíes y palestinos o la futura puesta en marcha del plan
de paz de la administración Trump?
Sabido es que una de las
primeras decisiones del Gabinete consiste en la anexión de las tierras ocupadas
por los asentamientos judíos de Cisjordania y la apropiación de la totalidad
del Valle del Jordán, que Israel quiere convertir en zona de seguridad.
En principio, el proceso de
anexión dará comienzo el día uno de julio, acentuando el ya de por sí constante
deterioro de las relaciones con la comunidad palestina. Netanyahu, heredero del
ideario extremista de Ariel Sharon, ha sido el dinamitero de los
Acuerdos de Oslo y de las subsiguientes iniciativas de paz presentadas tanto
por Europa como por los Estados miembros de la Liga Árabe. Por otra parte, sur buenas
relaciones con las monarquías conservadoras de Oriente Medio, surgidas durante
las operaciones bélicas levadas a cabo en la región por las sucesivas
Administraciones norteamericanas, le permitieron aislar a los palestinos. Mas la
guinda la puso la Administración Trump, al encargar la elaboración del
cacareado Plan de Paz a los sectores más retrógrados del judaísmo
americano que, al igual que la corriente evangélica afín a Donald Trump, defiende
la tesis de los supuestos lazos bíblicos que une al pueblo de Israel a la
Tierra Santa.
Al igual que Netanyahu, Benny Gantz apoyó públicamente el
plan de Trump, que contempla la expansión
de la soberanía israelí sobre los asentamientos de Cisjordania. Si para el actual
jefe de Gobierno la propuesta de Washington implica la promesa de reconocer la
autoridad, véase soberanía de Israel sobre gran parte de Cisjordania, Benny Gantz, al igual que la
mayoría de ex comandantes del Ejército hebreo, no ve con buenos ojos la
perspectiva de establecer un gobierno militar permanente sobre millones de
árabes palestinos. Tampoco disimula su preocupación por el porvenir de las relaciones
entre Israel y Jordania. De hecho, el acuerdo de coalición requiere que
Netanyahu considere ante todo la estabilidad regional, preservando los
acuerdos de paz existentes y facilitando la firma de nuevos instrumentos.
La Autoridad Nacional Palestina ha rechazado categóricamente el plan de paz
de Trump, que regala a Israel la mayor parte del territorio cisjordano.
Los palestinos estiman, al igual que muchos europeos, que los asentamientos de
Cisjordania son ilegales. La anexión provocaría una respuesta muy violenta por
parte de los habitantes de Cisjordania.
Israel se juega en estos
momentos su capacidad de seguir siendo un Estado judío democrático, estable y
capaz de vivir en paz con sus vecinos. Una apuesta a vida o muerte.
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