Resulta sumamente difícil, cuando no, imposible, tratar de analizar con calma y detenimiento la problemática real de nuestro mundo al comprobar que los hasta ahora insignificante rebeldes hutiés, que siembran el terror en las aguas del Mar Rojo, hacen caso omiso de las advertencias de Washington y ¡de Londres! que les instan a abandonar su postura belicosa frente a los mercantes que transportan fletes destinados a Israel, que el líder máximo de la revolución islámica iraní confunde a los terroristas del Estado Islámico con los agentes del Mossad, que los políticos del jardín de Occidente, que se merece las loas del diplomático jefe de la UE, Josep Borrell, achacan el constante deterioro de sus boyantes economías a la guerra de Putin (¿por qué de Putin? ¿Están en guerra con Rusia?), que los politólogos del universo postsoviético se hartan en escribir la palabra “Israel” con un extraño entrecomillado, que gobernantes inexpertos proclaman que la solución de la crisis de Gaza estriba en la proclamación de un Estado Palestino.
Resulta sumamente difícil, cuando no,
imposible, pronunciarse sobre el somnambulismo político del actual
inquilino de la Casa Blanca (término acuñado esta misma semana por los medios
de comunicación transatlánticos), teniendo en cuenta los vaivenes de la
Administración estadounidense. En efecto, parece incomprensible que un
estadista que proclama su apoyo incondicional a Israel, exija a sus
interlocutores que eliminen al enemigo con delicadeza, olvidado los
trágicos episodios de las guerras de Vietnam, Afganistán, Irak o Siria. ¿Simple
amnesia?
Lo cierto es que tras el constante deterioro
de la situación en Oriente Medio – eliminación del número dos de Hamas en la
capital libanesa, el sangriento atentado de Kerman, el recrudecimiento de los
ataques hutíes en el Mar Rojo – el Tío Joe (nada despectivo, simple
homenaje a un gran literato -Mark Twain) decidió enviar a su criado Antony (homenaje
a Shakespeare) a un viaje relámpago de cuatro días por países y territorios de
la región, encargándole a defender una agenda que incluye importancia
de proteger las vidas de civiles en Israel, Cisjordania y Gaza, la liberación
de todos los rehenes de Hamas, la
entrega de asistencia humanitaria a los civiles en Gaza, el freno a las
deportaciones forzosas de los pobladores de la Franja, la creación de mecanismos
para frenar la violencia y reducir las tensiones regionales y evitar
una escalada bélica en el Líbano.
En resumidas cuentas,
una agenda de cuatro días que requeriría cuatro décadas para su implementación.
¿Arrogancia somnambulística o supina ignorancia?
Lo cierto es que el periplo del jefe de la
diplomacia estadounidense a la región coincide con el estado de alerta máxima
decretado por las autoridades de Tel Aviv en la frontera con el Líbano. La
plana mayor del Ejército judío no descarta la inminencia de un operativo bélico
de Hezbollah en respuesta por la ejecución de Saleh al Aruri, el fundador de la
Brigadas Izzadín al Qasem, brazo armado de Hamas, abatido en las dependencias
beirutíes del movimiento islámico libanés.
La desaparición de Al Aruri presupone la
apertura de un nuevo frente para Israel. Con la agravante de que, en este caso
concreto, Irán podría involucrarse directamente en los combates, apoyando a sus
aliados libaneses. De todos modos, ello no implica el abandono de la operación
militar de Gaza, aunque…
Por primera vez, la prensa estadounidense se
hace eco esos días de la dramática situación de los gazatíes, de la crisis
humanitaria que afecta a alrededor del 90 por ciento de los habitantes
desplazados y a los más de 2 millones de pobladores del territorio al borde de
la hambruna. Cabe preguntarse, pues, ¿qué supondría para esta población
afligida por los horrores de la guerra la creación de un Estado Palestino?
Cuando se trata de buscar soluciones para la
posguerra, las opiniones divergen. Algunos miembros de la coalición de derechas
de Benjamín Netanyahu han pedido lanzar una bomba atómica sobre Gaza,
la aniquilación total del territorio como represalia por los
atentados del 7 de octubre o el empobrecimiento de la población que se viera
obligada a abandonar la Franja. Por su parte, la embajadora de Israel en Gran
Bretaña manifestó en una entrevista radiofónica que la única solución para
Israel sería arrasar las escuelas, las mezquitas y las viviendas para acabar
con la infraestructura militar de Hamás.
Los altos mandos militares que supervisan el
operativo de Gaza serían partidarios de entregar la gestión de
la Franja a clanes tradicionalmente conectados con localidades o sectores
específicos, es decir, a las familias de los viejos caciques gazatíes.
La idea sería reemplazar a Hamás con grupos
familiares que no hayan estado conectados con el movimiento terrorista y que se
encargarían de controlar la distribución de alimentos, agua y otros suministros
clave. Esto supondría un auténtico reto, ya que Hamás ha gobernado en solitario
la Franja durante 16 años.
Los miliares hebreos no explican cuál sería
el modus operandi, pero recuerdan que este modelo fue aplicado por los Estados
Unidos en Irak y Afganistán después del derrocamiento de los regímenes enemigos.
Tampoco está claro cómo funcionará el nuevo operativo
en el Norte de Gaza, dado que casi la totalidad de sus 1,4 millones de
habitantes fueron evacuados al sur y se espera que la zona norte de Gaza, completamente arrasada.
sea inhabitable durante un lustro.
Conviene señalar que los Estados Unidos y los países
occidentales serían partidarios de contar con el sombrero de la
Autoridad Nacional Palestina, algo a lo que el primer ministro Benjamín
Netanyahu se resiste, aunque su futuro rival para el cargo de primer ministro,
Benny Gantz, mantiene como opción abierta.
Otra alternativa sería contemplar una coalición de clanes
locales con la Autoridad Nacional Palestina y otros países árabes de la zona - Arabia
Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos - involucrados bajo algún tipo de paraguas
de la ONU. Es decir, una especie de protectorado inviable, igual o peor que
Kosovo.
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