No, las calles de Samarcanda no están desiertas. Es cierto que la fastuosa capital del imperio de Gengis Kan – el Gran Mongol - ha perdido el esplendor de antaño. Aun así, la lúgubre imagen ofrecida por las cadenas de televisión estadounidenses enviadas a la milenaria ciudad uzbeca para cubrir la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), no corresponde a la realidad.
Tampoco reflejan la realidad
los algo precipitados comentarios del Secretario de Estado norteamericano,
Antony Blinken, que apuntaban hacia un aislamiento político de Rusia tras los
encuentros de Vladimir Putin con su homólogo chino, Xi
Jinping, o con el primer ministro hindú, Narendra Modi, ambos partidarios
de hallar una solución rápida al conflicto de Ucrania.
Xi expresó sus dudas sobre la
oportunidad de la contienda. Sin embargo, acabó apoyando la postura de su gran
y querido amigo Putin tras oír las alegaciones del dueño del Kremlin. Por
su parte, Modi reiteró su rechazo al conflicto entre países eslavos con una
sibilina frase: ahora no es momento para la guerra. Dos posturas
criticas o tal vez titubeantes interpretadas por Blinken como muestras del
aislamiento de Putin.
La siempre activa maquinaria
de propaganda anglosajona no dudó en convertir la OSC – alternativa al orden
mundial capitaneado por los Estados Unidos (según sus promotores), en alianza
concebida para desafiar a los Estado Unidos (versión atlantista).
Pero la OSC, foro creado en
Pekín en el verano de 2001, no es la OTAN asiática, como pretenden
algunos, sino una alianza controlada por las dos superpotencias – China y Rusia
– a la pertenecen actualmente las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso:
Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán.
La presencia en Samarcanda de
representantes de las potencias regionales – Irán y Turquía – irrita sobremanera
al establishment norteamericano. Con razón; la república islámica de
Irán se sumará a la agrupación a partir de 2023. Otros países barajan esta
alternativa: Turquía y Bielorrusia, que podrían solicitar su ingreso en la
Organización en la próxima reunión ministerial.
Durante el encuentro de los
jefes de Estado de la OSC celebrado esta semana, Paquistán trató de negociar la
compra masiva de gas natural ruso. Dicho y hecho: el gasoducto ruso-paquistaní transitaría
por territorio chino.
Horas antes del inicio de la
cumbre de Samarcanda, el presidente Biden llamó a su homólogo chino, Xi
Jinping, para recordarle cuales serían los parámetros de una colaboración correcta
entre Pekín y Moscú, aceptable para los Estados Unidos. No es la
primera vez que el inquilino de la Casa Blanca trata de aleccionar al líder chino.
La respuesta de Xi se ha limitado siempre a un educado y muy significativo
silencio.
Si para Vladímir Putin la
cumbre de Samarcanda sirvió para superar los intentos de acorralamiento deseados
por Washington, el líder chino pretendía aprovechar su estancia en Uzbekistán
para impulsar los proyectos bilaterales o multilaterales de cooperación
económica, tecnológica y militar elaborados en los últimos meses.
Rusia y China se habían
comprometido en centrar sus relaciones bilaterales en los suministros de gas
natural y petróleo, la ampliación de los intercambios comerciales o la
adquisición de tecnología puntera china destinada a la obsoleta estructura industrial
rusa. Para evitar las sanciones de Occidente, las empresas chinas – sobre todo,
las multinacionales - han trasladado algunos de sus centros de investigación o
producción a Rusia. La decisión molestó a Washington, aunque los
estadounidenses suelen emplear los mismos procedimientos en las relaciones con
terceros países.
Pero hay más: la semana
pasada, el Ejército Popular Chino estuvo presente en las maniobras militares
organizadas por Moscú en la región asiática de la Federación Rusa, en la que
participaron alrededor de 50.000 efectivos procedentes de Rusia, India y otros
países de Asia, aliados de Moscú. Otro quebradero de cabeza para los
expertos del Departamento de Estado y el Pentágono. Con todos los esfuerzos
desplegados para justificar la política de sanciones económicas destinada a aislar
a Vladímir Putin…
De hecho, es preciso señalar
que la política de Washington en el caso de Ucrania no cuenta con el apoyo de ¡un
87 por ciento de la población mundial! Es lo que se desprende de un artículo de
opinión publicado en el último número del semanario Newsweek. Sus
autores, David H. Rundell y Michael Gfoeller, altos cargos del Departamento de
Estado y el Comando Central de las Fuerzas Armadas, advierten que el
estallido de la Segunda Guerra Fría hizo que países que alguna vez fueron
socios de los Estados Unidos o países no alineados se vuelvan cada vez más
multi-alineados. De ahí el nerviosismo de Joe Biden y su afán por seducir a
la clase política mundial.
Obviamente, la perspectiva de
la creación de un nuevo bloque de países capitaneado por China y Rusia, que
rechaza en globalismo y pretende promocionarse como una alternativa al orden
mundial dominado por Occidente, preocupa a los poderes fácticos que
rigen los destinos del Planeta. Si bien el espectro de la ansiada ruina de
Rusia e, implícitamente, de un aparatoso fracaso del proyecto de unidad europea
parecen desvanecerse, subiste el interrogante: ¿y en enfrentamiento con China?
¿Para cuándo la colisión?
No, Samarcanda no e una ciudad
fantasma.
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