¿Renunciará
Ankara a la compra del sistema de defensa antiaéreo ruso S-400? ¿Estará en condiciones de compaginar el uso
de armamento de fabricación rusa con el suministro de cazas de combate
estadounidenses F-35? ¿Qué problemas de seguridad plantea la controvertida decisión
del Presidente Erdogan de dotar las fuerzas armadas de su país de armamento
producido por un “enemigo potencial” de la Alianza Atlántica? En resumidas
cuentas: ¿puede la OTAN fiarse del hasta ahora “incondicional aliado” turco?
El jefe de la
misión diplomática de Ankara en Washington, Serdar Kiliç, trató de apaciguar
los ánimos del establishment político estadounidense, explicando que las armas
de combate “amigas” – léase los aviones invisibles F-35 – no compartirán territorio
con el sistema de defensa “enemigo”, los S-400. Un ejercicio de estilo poco
convincente, para el cual el embajador tuvo que recurrir a un ejemplo concreto:
la forzosa convivencia de armas rusas y norteamericanas en suelo sirio. ¿Compatibilidad?
¡Garantizada! El término “incompatibilidad” sólo fue empleado por la OTAN para
disuadir a los turcos. En vano…
La solución
ofrecida por las autoridades de Ankara es a la vez sencilla y… poco convincente.
Aparentemente, los cazas y los sistemas antimisiles estarán estacionados en lugares
bastante alejados para que los cohetes rusos no puedan alcanzar los aviones
norteamericanos. Turquía piensa instalar el sistema antiaéreo ruso en la vecina
Azerbaiyán, país con el que tanto Ankara como Moscú mantienen excelentes
relaciones, y los cazas F-35, a una “distancia prudencial”, en el sur de
Anatolia.
Los expertos
militares occidentales no parecen muy propensos a aceptar esa argumentación,
recordando que los misiles del S-400 pueden alcanzar objetivos en países
europeos, como Bulgaria, Chipre o Grecia, aunque también algunas zonas de
Israel.
De hecho, Washington
está tratando de persuadir a Ankara que la compra de los S-400 representa una
amenaza para la OTAN y para la interoperabilidad militar entre los estados miembros
de la Alianza Atlántica. Turquía llamó la atención a su aliado
transatlántico sobre el hecho de la los F-35 de la fuerza aérea israelí suelen
sobrevolar Siria, donde los rusos cuentan con baterías de S-400, pero que ello
no perturba a la Administración norteamericana. "Sin embargo, cuando Turquía
trata de mejorar su sistema de defensa antiaérea, surgen problemas de interoperabilidad”,
señala el embajador Kiliç, recordando que los S-400 estarán operados sola y
únicamente por militares turcos.
Para vencer las
reticencias de Donald Trump y de los estrategas del Pentágono, el presidente Erdogan
sugirió la creación de un grupo de trabajo sobre los sistemas de defensa rusos.
Mas la propuesta fue recibida con cajas destempladas en la capital del imperio.
De hecho, Washington amenazó en reiteradas ocasiones con imponer sanciones a
Turquía por la adquisición de los S-400, insinuando incluso que suspendería la
participación de Ankara en el programa de fabricación de cazas invisibles F-35.
Kathryn
Wheelbarger, Subsecretaria del Departamento de Defensa de los Estados Unidos
encargada de los Asuntos de Seguridad Internacional, estima que la
materialización del contrato de venta del sistema S-400 tendría un efecto “catastrófico”
para las relaciones futuras entre Turquía y sus socios de la OTAN.
¿Armamento de
fabricación rusa? ¿Falsos juicios salomónicos? Pero, ¿qué se han creído esos
turcos; que son una auténtica potencia regional? preguntan los miembros del
establishment militar estadounidense.
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