Esperando el maná bruselense...
Ha sido y sigue siendo una larga
espera. El maná – la luz verde para la adhesión de los candidatos
balcánicos a la UE – tarda en llegar. Muchos países o, mejor dicho, muchos
Gobiernos de los Balcanes occidentales, confiaban en la reactivación de las consultas
con Bruselas. El objetivo final: la integración plena en las estructuras del selecto
club de los ricos, ansiada por la mayoría de los países de Europa
oriental.
Pero en los tiempos que corren, poco
propicios para la edificación de la gran casa europea, los eurócratas prefieren
rebajar las pretensiones. No es el momento de entablar el diálogo con los países
de la región balcánica; la Unión Europea se está agrietando. Los miembros del Grupo
de Visegrado – Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia – los díscolos
de Europa oriental, están causando demasiados quebraderos de cabeza a los altos
cargos de la Comisión, acostumbrados con la dócil aquiescencia de los Gobiernos
occidentales, que asumen la primacía de la legislación supranacional en materia
de soberanía, ordenación del espacio jurídico, libertad de prensa o educación
sexual. Polacos y húngaros protestan: no están conformes con los fallos de
Bruselas. Sus colegas checos y eslovacos adoptan una postura más flexible: todo
es negociable, incluso algunos ukases de los eurócratas.
¿Los países balcánicos? ¡Qué
esperen! No es el momento de complicarnos la vida, afirman los miembros del
Gabinete Macron, poco propensos de sumarse al entusiasmo – justificado o no - de
sus socios ibéricos. Para los alemanes, sin embargo, es tiempo de reconducir el
debate. Toca ayudar a los eternos candidatos, pero… sin comprometerse. Los balcánicos
tienen que aprender a edificar sus propias estructuras, bajo la dirección, eso
sí, de la batuta germánica.
El pasado fin de semana, los
miembros del Consejo de Cooperación Regional de los Balcanes (RCC), integrado
por Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y
Serbia, firmaron un acuerdo de libre circulación regional y homologación de los títulos
universitarios, que contempla también el libre tránsito de personas sin
documentos de identidad.
Este Mini-Schengen, auspiciado por la ministra de
Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, pretende facilitar la
convalidación de los diplomas universitarios, así como la eliminación de los visados
entre los países miembros del RCC.
La secretaria general del Consejo de Cooperación, Majlinda
Bregu, estima que se trata de un primer paso hacia la integración europea de la
región balcánica. Sin embargo, ello podría convertirse en un arma de doble filo
a la hora de negociar el ingreso en la UE, ya que el mini-Schengen de los balcánicos
podría tornarse, a su vez, en un díscolo al estilo del Grupo de
Visegrado.
Y como la paciencia no es el fuerte de los balcánicos…
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