El deseo del Kremlin de desnazificar Ucrania fue uno de los principales argumentos esgrimidos por Vladímir Putin durante las primeras horas de la invasión del país eslavo que se enorgullece de haber sido la cuna del Estado ruso. En efecto, todo empezó aquí, en el rus de Kiev (pueblo de Kiev), fundado alrededor de 882 por el príncipe Oleg de Nóvgorod. Sus habitantes primitivos, vikingos que emigraron de Europa septentrional, fueron los primeros en abrazar el cristianismo, la fe que procedía de Bizancio…
Para los rusos, Kiev tiene el mismo significado que el
Vaticano para los cristianos o Jerusalén para el pueblo judío. Kiev parecía intocable;
atacarla equivaldría a un sacrilegio. La patria rusa que propugna Putin
no puede, no debe quedarse huérfana.
Pero el dueño del Kremlin insiste: hay que
desnazificar Ucrania. Alude Putin a grupos paramilitares de corte neonazi,
a organizaciones fascistas, racistas, antisemitas o xenófobas.
Es un disparate, afirma el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, quien
se apresura en hacer hincapié en su origen judío y la adscripción de su abuelo al
Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Dónde están los nazis?, pregunta
irritado el actor Zelensky, que interpretó el papel de presidente en una obra
de ficción antes de ostentar el cargo de primer dignatario de Ucrania.
En realidad, tanto Vladímir como Volodímir tienen razón.
Y ambos se equivocan. Putin, al ofrecer una imagen distorsionada de la sociedad
ucraniana; Zelensky, al negar la existencia de agrupaciones neonazis ofensivas
y virulentas en el suelo de su país.
Es cierto; tras la independencia de Ucrania o, mejor
dicho, tras haberse desvinculado de la extinta Unión Soviética, las
agrupaciones políticas conservadoras, véase ultraderechistas, proliferaron en
su territorio.
Además de los partidos supremacistas, que defienden la
hegemonía de la raza blanca, inspirándose tanto en las doctrinas raciales de la
Alemania nazi como en la ideología de la ultraderecha norteamericana, surgieron
una serie de organizaciones paramilitares, que combatieron a los movimientos secesionistas
prorrusos durante la guerra de Donbás. Una de las más conocidas y más polémicas
es la Unidad de Operaciones Especiales Azov – el batallón Azov – autentico
hervidero de elementos de extrema derecha, que justificó las afirmaciones de
Vladímir Putin.
El emblema del batallón Azov incluye, además del sol
negro, símbolo oculto empleado por la jerarquía nazi, emblemas parecidos a
la parafernalia del Tercer Reich, como
el Wolfsangel, una esvástica negra sobre un fondo amarillo.
Los fundadores de Azov proceden, aparentemente, de las
filas del grupo paramilitar nacionalsocialista llamado Patriotas de Ucrania.
El ideario del batallón se
basa en la naciocracia, un sistema de control desarrollado por los
nacionalistas ucranianos de los años 30 y 40 del siglo pasado. Conviene señalar
que los héroes con los que se comparan los combatientes de Azov no sólo
lucharon durante la Segunda Guerra Mundial contra las tropas soviéticas;
también fueron responsables de los asesinatos en masa perpetrados contra ciudadanos
judíos y polacos.
Detalle
interesante: en 2014, tras la firma de los acuerdos de Minsk, la agrupación
paramilitar se integró en
la Fuerza Nacional de Ucrania (Gendarmería) y estuvo involucrada en las
batallas por la ciudad portuaria de Mariúpol, donde estableció su cuartel general.
Algunos de sus comandantes fueron incluso condecorados por su bravura
por las autoridades de Kiev.
En junio de 2015, el Congreso de los Estados Unidos
aprobó una resolución destinada a bloquear el uso de fondos militares norteamericanos
destinados a Ucrania para proporcionar adiestramiento o armas al batallón, que
algunos congresistas tildaron de milicia paramilitar neonazi. Sin
embargo, la prohibición se levantó al año siguiente, a petición de…
congresistas judíos.
¿Contradicciones? Sí, a medias. Huelga decir que en el
caótico país que surgió tras la independencia de Ucrania, en 1991, la
proliferación de ejércitos privados acompaña la galopante escalada de la
corrupción. Se involucran en el proceso políticos, empresarios, caciques locales.
Algunos, con el beneplácito y la protección de las mafias. Otros, contando con
el apoyo de grupos de presión extranjeros, interesados en convertir Ucrania en
cabeza de puente en su ofensiva global contra el enemigo de siempre: Rusia.
El padrino y benefactor del batallón Azov y
de otras tres agrupaciones paramilitares – Dniepr I, Dniepr II y Aidar
– es el multimillonario Ihor Kolomoisky, antiguo gobernador de la región de
Dnepropetrovsk, dueño de varias empresas de comunicación, bancos, complejos industriales.
Kolomoisky vivió varios años en Israel, antes de trasladarse a Suiza. Tras la
independencia y, sobre todo, el cambio de régimen de 2014, potenciado por la
Administración Obama, Kolomoisky se acercó a los círculos de poder de Kiev,
convirtiéndose en una figura indispensable para el funcionamiento de los
engranajes del país. El empresario Kolomoisky controlaba el sector
metalúrgico, la producción y distribución de petróleo, gas y electricidad; el banquero
Kolomoisky, reinaba sobre un conglomerado financiero cuya estrella era el Privatbank,
una entidad cuya quiebra, en 2016, causó muchos quebraderos de cabeza a los
inversionistas ucranianos y… trasatlánticos.
Kolomoisky utilizo los activos del banco para comprar empresas y
¡rascacielos! en los Estados Unidos.
El agente teatral Kolomoisky fue el productor de
las series televisivas protagonizadas por Volodímir Zelensky. El israelita Kolomoisky
fue recibido con todos los honores por los integrantes del batallón Azov,
a pasar de no ser un ario puro ni el típico exponente de la raza
blanca. Pero sabido es: quien paga…
Y la verdad es que
Ihor Kolomoisky pagó muchos sueldos, muchos honorarios. Según una investigación
sobre Ucrania llevada a cabo en 2012 por el Centro de Acción Anticorrupción (ANTAC), una organización
sin fines de lucro cofinanciada por el multimillonario George Soros y el Departamento de Estado, la compañía de
gas ucraniana Burisma Holding, que tenía en nómina al hijo del senador y
exvicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, era propiedad de… Ihor
Kolomoisky.
Hunter
Biden, que denunció las atrocidades cometidas en la guerra de Donbás por ciertos
grupos paramilitares, percibía emolumentos de… un millón de dólares. Pero esa
es otra historia. O tal vez… ¿no?
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