Turquía acaba de
retirarse de la Convención de Estambul sobre los derechos de las Mujeres del
Consejo de Europa, instrumento internacional que obliga a los Gobiernos a
promulgar y acatar la normativa legal destinada a prevenir y combatir la
violencia contra las mujeres y las niñas, incluida la violencia doméstica, que
se ha intensificado durante la actual pandemia, el acoso sexual, la violencia
psicológica, la violación conyugal, la mutilación genital y otras formas de abuso.
La decisión sorprendió a
quienes recordaban que el propio presidente Erdogan asistió en 2011, en su
calidad de primer ministro de Turquía en aquella época, a la solemne firma de
la Convención. Pero el tiempo pasa y la coyuntura cambia. ¿La retirada de
Ankara? Para la Ministra de Familia, Trabajo y Servicios Sociales, Zehra Zumrut
Selcuk, la República Turca tiene, merced a sus leyes y disposiciones
constitucionales, la potestad proteger los derechos de la mujer sin la
necesidad de recurrir a la Convención.
Cabe preguntarse si el
Partido Justicia y Desarrollo (AKP) al que pertenece Erdogan, es realmente capaz
de ofrecer el mismo tipo de protección contra la violencia machista, ¿cómo se
justifica el elevado número de víctimas de las agresiones – 409 asesinatos en
2020 y no menos de 77 en lo que va de año?
El AKP es un partido de
corte conservador - nacionalista que ha promovido constantemente, desde una
perspectiva de género, una ideología de carácter islamista neotradicionalista,
al estilo de los Hermanos Musulmanes, centrada en preservar los papeles de
género tradicionales, añadiendo ligeros ajustes culturales. En otras palabras,
el discurso del AKP sobre los derechos de la mujer es un tributo al "feminismo"
islamista de antaño. En este caso concreto, la palabra neotradicionalismo trata
de encubrir uno de los objetivos clave del programa del AKP: la
remusumanización de Turquía. Una de las primeras manifestaciones de esta
política fue la reconversión de la basílica de Santa Sofía en lugar de culto
islámico. La desacralización de otros monumentos cristianos pasó, sin embargo, inadvertida.
Conviene recordar que la
legislación del Estado turco reconoce y protege las confesiones no mahometanas.
Pese a ello, miembros de las comunidades cristianas, hebreas o armenias
denuncian el no cumplimiento de la normativa legal. Oficialmente, las
violaciones denunciadas nada tienen que ver con la política gubernamental.
Algo muy parecido sucede
con la legislación destinada a garantizar los derechos de la mujer. Hasta ahora,
existía un supuesto solapamiento entre las normas de la Convención de
Estambul y la legislación nacional; una normativa que promueve el feminismo neotradicionalista.
Este concepto, que algunos tildan de
discurso anti-género, cuenta sin embargo con el apoyo de una organización progubernamental
de mujeres – KADEM - cuya vicepresidenta es Sumeyye Erdogan, la hija del
presidente.
KADEM preserva los
supuestos de masculinidad hegemónica y jerarquía social de género promovidos
por los núcleos islamistas. Las campañas de KADEM contra la violencia doméstica
no tienen en cuenta el aspecto legislativo y punitivo de la práctica
patriarcal, sino solo el moralmente recomendable. El lema de sus campañas es: "Si
eres hombre, ¡controla tu ira!” Las mujeres merecen el autocontrol de la ira (por
no decir, el respeto) sólo si permanecen sumisas y no exceden los límites de sus
tareas domésticas y maternas.
Mientras no se cuestionen
las premisas para justificar la desigualdad de género en la retórica islamista
que pretende proteger los derechos de la mujer, decisiones como la retirada de
la Convención de Estambul no tienen por qué sorprendernos.
De hecho, la retirada de
Turquía de la Convención de Estambul, considerada por algunos como “causa del
aumento de la tasa de divorcios y estrategia subversiva para romper la familia
tradicional, promoviendo el género y la orientación sexual”, explica el miedo de
quienes pretenden seguir marginando a los segmentos de la sociedad turca discriminados
actualmente.
Conviene señalar que paralelamente
al Islam político que surgió dentro del neotradicionalismo, se desarrolló el
feminismo islámico progresista. Este nuevo discurso contempla una lectura
igualitaria del Corán y tacha la jurisprudencia que fundamenta la desigualdad
de género de teoría islámica sociocultural elaboradas por juristas (hombres) de
contraposición a los principios metafísicos y morales del Corán. De
hecho, los adeptos del neotradicionalismo prefieren sustituir la noción de
igualdad por la idea de complementariedad de género y equilibrio en las
obligaciones, considerando los que hombres y las mujeres son iguales
ante Ala, pero que deben desempeñar papeles destinitos, claramente reflejados por
la jurisprudencia musulmana.
El debate sigue abierto.
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