Han pasado casi diez años desde aquel cálido día de julio de 2000, cuando el “General Doctor” Bashar el Assad asumía oficialmente el cargo de Presidente de Siria, heredado de su padre, el mítico e incombustible Hafez el Assad, al que los árabes habían bautizado "el león de Damasco”. El clamor popular acompañó la ceremonia de entronización del Doctor Bashar, digno exponente de las llamadas “dinastías republicanas” de Oriente Medio, novedoso sistema de gobierno ideado y promovido por los dinosaurios de la política regional: Hosni Mubarak, Mummar al Gaddafi, Hafez el Assad, muy propensos a entregar las riendas del poder a sus respectivos retoños.
“Alá, Siria y Bashar”, coreaban las masas en la capital siria. “Alá, Siria y Bashar”. Pero el escepticismo reinaba en las capitales occidentales, donde ejércitos de politólogos y analistas adscritos a los servicios de inteligencia desconfiaban de los dotes de mando del joven oftalmólogo educado en el Reino Unido. Y ello, haciendo caso omiso del hecho de que durante más de un año el cachorro de el Assad estuvo encargado de controlar las transacciones de divisas de Damasco, de supervisar la presencia militar siria en el Líbano y de dirigir las unidades especiales encargadas de velar por la seguridad del régimen. Todo ello, antes de convertirse en… comandante en jefe del ejército y (único) candidato a la vicepresidencia del país.
Al asumir la jefatura del Estado, Bashar el Assad tuvo que afrontar numerosos retos. En el plano regional, había que redefinir la política de Damasco frente al vecino libanés, reactivar los siempre discretos contactos con Israel y tratar de normalizar las relaciones con los Estados Unidos, cuyos gobernantes habían colocado a Siria en la lista negra de los Estados terroristas.
En el plano interno, se trataba de liberalizar las estructuras sociopolíticas, de llevar a cabo la modernización la industria, liberalizar el sistema de producción, librar una guerra sin cuartel contra la corrupción generalizada. ¿Misión imposible? Los británicos, que tuvieron ocasión de conocerle mejor durante su estancia en el Reino Unido, aseguraban que el nuevo líder sirio era un hombre “modesto”, “inteligente” y “reformista”. Sin embargo, los norteamericanos lo tachaban de “ingenuo”, e “incapaz de asumir el poder” en un país con un sinfín de problemas internos, difícil de gobernar en el umbral del siglo XXI. Las sospechas de los estadounidenses se fueron acentuando después de los atentados del 11 de septiembre, cuando Siria pasó a convertirse para el entonces inquilino de la Casa Blanca en un problema regional, en el patrocinador de los movimientos terroristas de Líbano y/o Irak. De hecho, la Administración Bush no dudó en afirmar que las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein habían sido trasladadas al territorio sirio, donde esperaban una orden del tirano para golpear a Occidente. Sabido es que las armas no aparecieron; Siria se tornó, sin embargo, en refugio de centenares de miles de exiliados iraquíes, que abandonaron sus hogares ante el avance de las tropas de la coalición.
En los primeros años de su mandato, Bashar el Assad trató de introducir una serie de cambios en le país; tropezó con una fuerte reacción por parte de la sociedad siria. Ante el desconcierto provocado por su política reformista, no le quedó más remedio que afianzarse en el poder, tratando de mejorar la imagen del régimen a nivel internacional. Logró su meta tras la llegada al poder de Barack Obama, quien optó por sacar a Damasco del aislamiento.
Subsiste el interrogante: ¿tratará Bashar de negociar la paz con los políticos de Tel Aviv? No hay que olvidar que durante décadas Siria se enorgulleció de se el “baluarte de la lucha contra el enemigo sionista”. En los últimos años de su vida, Hafez el Assad no descartó la posibilidad de firmar la paz con Israel, dejando bien claro que el precio exigido por Damasco iba a ser muy elevado.
Para el Doctor Presidente Bashar, los parámetros del problema son, al menos aparentemente, distintos. ¿Confiar en los políticos hebreos? Hace una década, el Gobierno de Ehud Barak logró defraudar a Siria al filtrar a la prensa un documento confidencial: el borrador final de un acuerdo de paz que estaba a punto de materializarse.
¿Volver a confiar en el establishment de Tel Aviv. Hoy por hoy, el precio de la “traición” parece demasiado elevado. Pero en Oriente Medio todo es fluctuante…
“Alá, Siria y Bashar”, coreaban las masas en la capital siria. “Alá, Siria y Bashar”. Pero el escepticismo reinaba en las capitales occidentales, donde ejércitos de politólogos y analistas adscritos a los servicios de inteligencia desconfiaban de los dotes de mando del joven oftalmólogo educado en el Reino Unido. Y ello, haciendo caso omiso del hecho de que durante más de un año el cachorro de el Assad estuvo encargado de controlar las transacciones de divisas de Damasco, de supervisar la presencia militar siria en el Líbano y de dirigir las unidades especiales encargadas de velar por la seguridad del régimen. Todo ello, antes de convertirse en… comandante en jefe del ejército y (único) candidato a la vicepresidencia del país.
Al asumir la jefatura del Estado, Bashar el Assad tuvo que afrontar numerosos retos. En el plano regional, había que redefinir la política de Damasco frente al vecino libanés, reactivar los siempre discretos contactos con Israel y tratar de normalizar las relaciones con los Estados Unidos, cuyos gobernantes habían colocado a Siria en la lista negra de los Estados terroristas.
En el plano interno, se trataba de liberalizar las estructuras sociopolíticas, de llevar a cabo la modernización la industria, liberalizar el sistema de producción, librar una guerra sin cuartel contra la corrupción generalizada. ¿Misión imposible? Los británicos, que tuvieron ocasión de conocerle mejor durante su estancia en el Reino Unido, aseguraban que el nuevo líder sirio era un hombre “modesto”, “inteligente” y “reformista”. Sin embargo, los norteamericanos lo tachaban de “ingenuo”, e “incapaz de asumir el poder” en un país con un sinfín de problemas internos, difícil de gobernar en el umbral del siglo XXI. Las sospechas de los estadounidenses se fueron acentuando después de los atentados del 11 de septiembre, cuando Siria pasó a convertirse para el entonces inquilino de la Casa Blanca en un problema regional, en el patrocinador de los movimientos terroristas de Líbano y/o Irak. De hecho, la Administración Bush no dudó en afirmar que las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein habían sido trasladadas al territorio sirio, donde esperaban una orden del tirano para golpear a Occidente. Sabido es que las armas no aparecieron; Siria se tornó, sin embargo, en refugio de centenares de miles de exiliados iraquíes, que abandonaron sus hogares ante el avance de las tropas de la coalición.
En los primeros años de su mandato, Bashar el Assad trató de introducir una serie de cambios en le país; tropezó con una fuerte reacción por parte de la sociedad siria. Ante el desconcierto provocado por su política reformista, no le quedó más remedio que afianzarse en el poder, tratando de mejorar la imagen del régimen a nivel internacional. Logró su meta tras la llegada al poder de Barack Obama, quien optó por sacar a Damasco del aislamiento.
Subsiste el interrogante: ¿tratará Bashar de negociar la paz con los políticos de Tel Aviv? No hay que olvidar que durante décadas Siria se enorgulleció de se el “baluarte de la lucha contra el enemigo sionista”. En los últimos años de su vida, Hafez el Assad no descartó la posibilidad de firmar la paz con Israel, dejando bien claro que el precio exigido por Damasco iba a ser muy elevado.
Para el Doctor Presidente Bashar, los parámetros del problema son, al menos aparentemente, distintos. ¿Confiar en los políticos hebreos? Hace una década, el Gobierno de Ehud Barak logró defraudar a Siria al filtrar a la prensa un documento confidencial: el borrador final de un acuerdo de paz que estaba a punto de materializarse.
¿Volver a confiar en el establishment de Tel Aviv. Hoy por hoy, el precio de la “traición” parece demasiado elevado. Pero en Oriente Medio todo es fluctuante…
No hay comentarios:
Publicar un comentario