Si alguna vez ves a un banquero suizo saltar por
la ventana, salta detrás. Seguro que hay algo que ganar, solía decir Voltaire. El filósofo francés,
confinado en la fronteriza aldea de Ferney, llegó a conocer a los gnomos de la
finanza helvética. Les tenía muy poco aprecio. En realidad, a nadie se le
ocurre tener un romance con su banquero. Para Voltaire, el libre pensador,
resultaba inconcebible lisonjear a un banquero, a un ser inmerso en el poco
imaginativo mundo de los números. Pero tenía que reconocer que los cálculos de
los financieros ginebrinos no fallaban. O, mejor dicho, no siempre…
Durante la Segunda Guerra Mundial, los bancos
suizos cometieron dos graves errores: se equivocaron al aceptar los depósitos
de muchos judíos europeos, perseguidos por el terror nazi, sospechando que las
víctimas del Holocausto no estarán en condiciones de reclamar los fondos
disimulados en las cajas fuertes de la Confederación helvética y, por otra
parte, al acoger parsimoniosamente el dinero, el oro y las alhajas entregadas en
custodia por los oligarcas nazis. Huelga decir que los depósitos de los
hitlerianos causaron más quebraderos de cabeza que el dinero de los judíos.
Norteamérica se lanzó a la busca y captura del oro del Reich incluso antes
del final de la guerra.
Los supervivientes del Holocausto o, mejor dicho,
sus descendientes, tuvieron que esperar hasta finales de la década de los 90.
En ambos casos, los gnomos se habían equivocado. ¿Simple error de cálculo?
En 1970, el canciller germano Willy Brandt firmó
un acuerdo histórico con Moscú, en el que la República Federal se
comprometió extender el gasoducto Soyuz hasta el Estado de Baviera.
Corrían los años de la Realpolitik, de la política centrada en el
entendimiento entre potencias y la prosecución de los intereses nacionales. Alemania
necesitaba el gas natural; la URSS estaba dispuesta a suministrarlo. La firma
del acuerdo no resultó ser del agrado del aliado transatlántico de Occidente,
dispuesto a convertirse en principal exportador de gas.
La gestión de los fondos destinados a la
materialización del proyecto recayó en uno de los tres grandes bancos suizos.
Preguntados por la oportunidad o la temeridad del proyecto, el administrador
suizo contestó: Es
un acuerdo sólido; no hay ningún peligro de incumplimiento. Y no lo hubo durante décadas.
En la misma época, la Reserva Federal
estadounidense renunció a la cobertura oro del dólar. El franco suizo mantuvo
la cobertura, confiando en convertirse – junto con el dólar – en moneda universal
de reserva. Otra aspiración frustrada por los artífices del Acuerdo de Bretton
Woods.
En fechas más cercanas, los sucesores de los gnomos
que – según Voltaire – tenían la molesta costumbre de saltar por la ventana, se
sumaron a las sanciones económicas impuestas por la Casa Blanca al Kremlin,
optando por la congelación de los fondos depositados por los oligarcas rusos y
su entrega a un posible proyecto de reconstrucción de Ucrania. ¿La proverbial
neutralidad helvética? Algunos gnomos sugirieron también renunciar a
este concepto; convendría participar al envío de armas a Kiev. ¿Otra
equivocación?
Otro fantasma recorre actualmente el finito
universo de las finanzas suizas: el amenazador proyecto de la desdolarización
de las transacciones internacionales. Se trata de una iniciativa cuya
paternidad reclaman los principales promotores del BRICS - Rusia y China - cuya
precipitada puesta en práctica se debe, ante todo, al deseo de contrarrestar el
impacto de las sanciones económicas impuestas a Moscú
Durante la reunión de los ministros de asuntos
exteriores de BRICS, celebrada la semana pasada en Shanghái, se informó los participantes
que las autoridades de cuarenta y un países acogerían con agrado la creación de
una divisa común de esta agrupación. Los autores del informe, expertos del Nuevo
Banco de Desarrollo (NBD), creado en 2014 por los miembros fundadores del BRICS
- Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica – barajan dos alternativas: la
posibilidad de utilizar las divisas nacionales para los intercambios comerciales
o de adoptar una moneda común, que no pertenezca a un solo Estado. El objetivo
primordial: acelerar la erosión de la hegemonía mundial de los Estados
Unidos emanante de los acuerdos de Bretton Woods, crear una arquitectura multilateral
global, evitar la imposición de medidas y sanciones unilaterales por parte de
Occidente, promover el establecimiento de un nuevo orden global favorable a los
países del Sur, dispuestos a identificarse con este proyecto.
En
realidad, los sistemas alternativos llevan meses funcionando, debido a la
creciente desconfianza hacia las herramientas financieras occidentales. A las
consideraciones de índole meramente financiera se suman varios factores
geoestratégicos. En sus relaciones con la Europa comunitaria, China trata de
promover el concepto de autonomía estratégica frente a los Estados Unidos, considerando
que el Viejo Continente debe seguir su propia vía en materia de política
internacional.
Norteamérica trata por todos los
medios de desarticular el BRICS, considerando que el bloque es el principal artífice
de la política de desdolarización. Para los politólogos, la cuestión en
mucho más compleja. Estiman que Pekín apuesta por la separación de Estados
Unidos y Europa, que debilitaría al bloque occidental y aumentaría la
influencia de China en el mundo.
El representante especial de China
para Asuntos Euroasiáticos, Li Hui, visitó recientemente Varsovia, Berlín,
París y Bruselas con un mensaje claro para los gobernantes europeos: “Beijing
es una alternativa a Washington”.
Conviene recordar que las relaciones
de China con Occidente no eran muy buenas antes de febrero de
2022. En 2021, Bruselas congeló el acuerdo financiero con China aprobado
por el Parlamento Europeo, considerando que las relaciones con Pekín no eran beneficiosas
para Washington.
Los estadounidenses insisten, por su
parte, en que es imposible que las empresas europeas se asocien con
China. Mientras tanto, las grandes corporaciones norteamericanas tratan de
reanudar los viajes a China, haciendo todo lo posible para establecer acuerdos
de cooperación con representantes de la economía más grande del mundo.
Actualmente, China - como una de las
principales economías del mundo – es la única capaz de contrabalancear el
poderío económico y financiero de los Estados Unidos.
Los directivos del Nuevo Banco de
Desarrollo (NBD), competidor en ciernes del Fondo Monetario Internacional (FMI)
y del Banco Mundial, hacen hincapié en la necesidad de desdolarizar los intercambios
internacionales, recordando que un tercio de los préstamos concedidos por la nueva
institución financiera son en moneda local.
En resumidas cuentas: algo se mueve en el sigiloso mundo de la banca. Un desafío para los gnomos de las finanzas helvéticas y para muchos de sus colegas occidentales.
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