A Emmanuel
Macron no se le puede echar en cara su… falta de sinceridad. Macron,
¿hipócrita? No, en absoluto. Pero lo cierto es que a veces sus verdades pueden
resultar molestas para sus pares, los hombres y mujeres que dirigen los
destinos del Planeta.
El presidente
galo afirmó recientemente que la victoria de Kiev en el conflicto con Moscú ha
de ser el objetivo prioritario de las democracias occidentales, pero que los
europeos tienen que idear una relación sostenible con Rusia. Si bien sus
aliados comunitarios aplaudieron la primera parte del discurso – la victoria de
Ucrania – consideraron que sería prematuro contemplar un hipotético
restablecimiento de relaciones normales con el Kremlin.
Pero hay más;
cuando Macron manifestó que el desequilibrio de fuerzas creado por la
intervención rusa en Ucrania convierte a Moscú en un mero vasallo de China, logró
abrir la caja de los truenos del Kremlin. El portavoz de Vladimir Putin le
recordó al inquilino del Eliseo que las relaciones entre Rusia y China están
basadas en el respeto mutuo y la cooperación fraternal, conceptos – según él – casi
inexistentes en el vocabulario de la clase política occidental.
Por ende,
cuando el primer mandatario francés se erigió en defensor de la autonomía
estratégica del Viejo Continente, el secretario general de la OTAN se
apresuró en recordarle la irremplazable importancia del paraguas nuclear
estadounidense. Menos diplomática resultó ser la reacción de Donald Trump al
enterarse, durante la cumbre de la Alianza celebrada en 2017 en Varsovia, del extravagante
neologismo de Macron. La respuesta del entonces presidente norteamericano fue
contundente: ¿Autonomía? Pague su cuota a la OTAN y procure incrementar su
contribución.
Con el paso
del tiempo, el concepto de autonomía estratégica adquirió un nuevo
significado. Tras la invasión de Ucrania, la imposición de sanciones contra Moscú,
los desequilibrios económicos y monetarios generados por la alteración de las
reglas aplicables a los intercambios comerciales, muchos Gobiernos tratan de
hallar otras vías para el desarrollo armónico de las relaciones
internacionales. Rusia y China abogan en pro del surgimiento de un mundo
multipolar, que acabe con el papel hegemónico de los Estados Unidos. Se suman a
este proyecto los mayores productores de petróleo – Araba Saudita e Irán – así
como algunas potencias regionales emergentes que pertenecen al llamado Sur
Global. El objetivo de estos países es de crear nuevas estructuras para el
desarrollo de una intensa cooperación política y económica a través de plataformas
globales y regionales como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) o la
Organización de Cooperación de Shanghái. (OCS).
Una de las
prioridades de Moscú y Pekín es la desdolarización de los intercambios
comerciales y la paulatina sustitución de la divisa estadounidense por un
sistema de pagos basado en la utilización de monedas nacionales o la creación
de una nueva unidad monetaria común.
La esencia de este concepto
(autonomía estratégica) es que una nación mantenga sólidas relaciones de
alianza y, al mismo tiempo, cultive la capacidad de pensar de manera
independiente y actuar en función de sus propios valores e intereses, señala el catedrático y
economista Kerem Alkin, que ostenta en cargo de representante de Turquía
ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Señala el profesor estambulí, partidario de nuevas posibles alternativas para la integración de su país en un amplio concierto internacional, que el concepto de autonomía estratégica no se limita a los países del Sur, ya que también está siendo debatido entre los miembros de la Unión Europea y… la Alianza Atlántica.
En un mundo donde el equilibrio político-económico se está desplazando del Atlántico a Asia-Pacífico, las naciones líderes están experimentando diferencias significativas, ideas contradictorias e intereses en conflicto con sus supuestos socios y aliados de los últimos 22 años, sostiene el representante de Ankara en la OCDE.
Si bien en las décadas posteriores a la Guerra Fría, la mayoría de las economías de los países industrializados abrazaron el concepto de autonomía estratégica y la indispensabilidad de convertirse en naciones autosuficientes en materia de defensa, energía, agricultura. alimentación, salud, tecnología digital y logística, la cuestión que destaca actualmente es la escasa confianza en el sistema multilateral, la equidad e imparcialidad de los organismos internacionales o la transparencia de las decisiones tomadas por dichas organizaciones.
Apostar por el multilateralismo. ¿Acaso ello significa que Turquía está dispuesta a abandonar su viejo sueño europeo para acercarse progresivamente al perverso eje Pekín-Moscú? Lo cierto es que, en los últimos meses, el presidente Recep Tayyip Erdogan no disimuló su interés por concertar un posible ingreso de Ankara en este Club de los Emergentes.
El porvenir nos los dirá.
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