El ministro de Defensa de Turquía, Hulusi Akar, sorprendió a sus aliados de la OTAN al manifestar el malestar de su Gobierno por el establecimiento de acuerdos militares fuera de la Alianza Atlántica. Aludía el titular de Defensa del Gobierno Erdogan al pacto de cooperación estratégica entre Grecia y la República Francesa, rubricado a finales de septiembre, que incluye un pedido de tres fragatas francesas valoradas en 3.000 millones de euros.
Comentando la noticia, el primer ministro griego,
Kyriakos Mitsotakis, señaló que el acuerdo contemplaba una cláusula de asistencia
mutua en caso de posibles amenazas externas.
Dado que todos pertenecemos a la OTAN, deberíamos
ser conscientes de que el establecimiento de acuerdos fuera del ámbito de la
Alianza dañaría el prestigio de la organización, afectarían las relaciones
bilaterales y provocarían la erosión de la confianza, manifestó el ministro turco.
Sabido es que Grecia y Turquía se disputan los derechos sobre la zona
de exclusión económica de las plataformas continentales y sus respectivas fronteras
marítimas. Aparentemente, los contactos exploratorios sobre la soberanía
naval, celebrados a comienzos de este año, finalizaron con resultados constructivos,
sentando las bases para una nueva ronda de consultas intergubernamentales.
La clave del conflicto estriba en los derechos de explotación de los
recursos marítimos (gas natural, petróleo), que Grecia y Chipre pretenden
apropiarse con la complicidad de empresas estatales francesas.
Curiosamente, la advertencia de Akar coincide con la nueva ronda de
consultas entre Turquía y Estados Unidos sobre la venta de aviones F-16 a
cambio de la cuantiosa inversión de Ankara en el programa de F-35, del que los norteamericanos eliminaron a su fiel
socio euroasiático tras la controvertida compra del sistema de defensa
antiaéreo ruso S-400, deseada y avalada por el propio presidente Erdogan.
¿Decidió el actual inquilino de la Casa Blanca
perdonar a las volubles autoridades turcas, haciendo caso omiso del impacto político,
estratégico y mediático causado por la jugada del sultán Erdogan?
Obviamente, la adquisición de material bélico ruso por un país miembro de la
Alianza Atlántica no puede considerarse un… simple capricho. De hecho, el llamémoslo desafortunado incidente
que algunos pretenden escamotear ha sentado las bases de una cooperación
estrecha y duradera entre la Rusia del zar Putin y la potencia regional
(que ya no imperial) acaudillada por el sultán Erdogan.
Turquía y Rusia ya no se enfrentarán;
las relaciones entre los dos países han entrado en una nueva fase, que tendrá
un impacto directo en la dinámica regional y mundial, asegura Aleksander Dugin,
controvertido politólogo moscovita que se vanagloria de ser amigo personal y consejero
áulico de Vladimir Putin.
Ese vástago de un antiguo alto
cargode la KGB, que llegó a conocer los entresijos de la casa, es
también el promotor de la doctrina euroasiática del Kremlin, una baza
geopolítica que pretende confluir el mundo cristiano ortodoxo ruso con el Islam
caucásico y, por qué no, asiático. Duguin dirige en Moscú el Centro de Estudios
Euroasiáticos, un punto de encuentro creado y financiado por el Kremlin que
favorece el acercamiento a la cultura y religión musulmanas. No hay que extrañarse,
pues, al comprobar que el Doctor Dugin hable en nombre de... Rusia.
Recientemente, Dugin aseguró a los medios de comunicación
turcos que los presidentes Erdogan y Putin trazaron, en el encuentro celebrado
en Sochi el 29 de septiembre, una hoja de ruta para el futuro al comprometerse a
descartar cualquier enfrentamiento armado o posible conflicto económico.
Aludiendo a Crimea, Dugin
hizo hincapié en el hecho de que Rusia considera la península como parte
integrante de su territorio, tesis rebatida hasta ahora por Ankara. Si
Turquía cambia su posición sobre Crimea, añadió, Rusia podría reconocer
la soberanía de la República Turca del Norte de Chipre (TRNC), entidad estatal
artificialmente creada por los militares turcos, que sólo cuenta con el
reconocimiento de Ankara.
Conviene recordar que Turquía
condenó, junto con los demás miembros de la OTAN, la anexión de Crimea por
parte de Moscú en 2014, expresando su apoyo a la integridad territorial de
Ucrania.
Analizando las previsiones
de Aleksaner Dugin, cabe preguntarse se el hasta ahora molesto eje Moscú –
Teherán podría convertirse, en un futuro no demasiado lejano, en el aún más
molesto triangulo Moscú – Ankara – Teherán.
Se admiten apuestas.
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