No va más,
señores. Desde hace una semana, los países productores de “oro negro” tratan de
controlar el impacto producido por la pandemia de coronavirus en la economía
mundial. La espectacular caída de la cotización del petróleo – un 34 por ciento
- en los últimos meses, recuerda la grave crisis registrada durante el período 2014 – 2016,
que sacudió los cimientos de las estructuras de los exportadores de crudo,
desembocando en la firma de un acuerdo entre las dos grandes agrupaciones: la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP),integrada por Argelia, Angola, Ecuador, Indonesia, Irán,
Irak, Kuwait, Libia, Nigeria, Catar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos,
Venezuela y Congo,
y los países de la llamada OPEP+ , liderada por Rusia, tercer productor mundial
de “oro negro”, y compuesta por Egipto, Azerbaiyán, Kazajistán, México,
Noruega, Omán, Rusia, Siria y Sudán. Los
dos bloques, que trataron de ignorarse durante décadas, establecieron contactos
informales a finales de los años 70 del siglo pasado. La cooperación, rechazada
por los jefes de fila de ambas agrupaciones - Arabia Saudita y la ex Unión Soviética - parecía incompatible. Los príncipes de Riad
descartaban cualquier diálogo con los “herejes marxistas”; por su parte, los
dueños del Kremlin se negaban a entablar conversaciones con la dinastía “feudal
retrograda” de los Saud.
Aun así, al final de la “guerra
fría” se divisó un tímido acercamiento entre los dos países. Los negocios son…
negocios.
Dos décadas después, la faz del
mundo había cambiado. El “nuevo orden mundial” de George Bush, la enigmática “globalización”,
pregonada por los ultraliberales, el desmembramiento de la URSS y la
atomización del impero soviético cambiaron los datos del problema. La altanera
Rusia se había convertido en una potencia se segunda; el reino wahabita dejó de
ser el incontestable líder de los países de la región del Golfo Pérsico. La
inesperada “bonanza” de los emiratos, la prominencia de la revolución islámica
del competidor iraní, la creciente penetración del chiismo en la región,
acabaron con la aureola de la Casa de Saúd. Rusia a Arabia Saudita - potencias
llegadas a menos – tenían buenas razones para sellar las paces. Y, sobre todo,
las agrupaciones de países petroleros que ambos capitaneaban tenían interés en coordinar
su actuación en los mercados internacionales. Se trataba de fijar precios, establecer
cupos de producción, controlar las cuotas de mercado.
Es lo que sucedió a finales
de la pasada semana, cuando los representantes de la OPEP y la OPEP+ los dos
grupos se reunieron en Viena para estudiar la tónica del mercado y consensuar
medidas para el mantenimiento de los precios.
Pero esta vez los intentos de concertación fracasaron. Rusia
no era partidaria de reducir su producción de crudo para mantener la cotización
del petróleo. Arabia Saudita puso en práctica sus amenazas: incrementar la producción,
rebajar el precio del barril e inundar el mercado mundial. ¿Qué había
sucedido? Rusia y sus socios se negaron
a reducir su producción en un 1,5 millón diario, como lo sugirió Arabia
Saudita. Aunque Riad se comprometía a asumir el mayor porcentaje de la bajada,
Moscú rechazó la propuesta. Su objetivo: compensar las pérdidas resultantes de
la imposición de sanciones occidentales de 2014 con la venta de oro negro,
incluso a precios más bajos. Los rusos habían barajado descensos del precio
hasta los 35 dólares por barril. Sin embargo, estos cayeron por debajo de los
30 dólares.
Cierto es que el acuerdo de
2016 aportó a las arcas de Moscú alrededor de 88.000 millones de euros. Pero el
descenso de la producción – incluso moderado – no estaba contemplado por los
jerarcas rusos.
En realidad, tanto Rusia como
Arabia Saudita pueden permitirse el lujo de competir “a la baja”. En ambos
casos, sus reservas les permiten unos “sacrificios” de unos meses (hasta finales
del año). Los auténticos perjudicados serían los productores norteamericanos,
que desarrollaron una boyante industria petrolera basada en el “fracking”,
técnica extremadamente costosa, que prosperó merced a los precios altos practicados
por los demás productores. Es una de las razones – tal vez la más importante –
por la que los rusos apuestan por el descenso de la cotización del oro negro.
Los “aliados” saudíes de
Washington prefieren apostar por el mantenimiento de su cota de marcado,
perjudicando a su vez los intereses directos de los norteamericanos.
El 8 de marzo, algunas publicaciones
económicas afirmaron que Arabia Saudita planeaba aumentar la extracción hasta
12 millones de barriles diarios durante el mes de abril.
El 11 de marzo, la petrolera Saudí
Aramco aseguró que había recibido la orden de elevar la producción a 13 millones de barriles diarios. Abu
Dabi siguió el ejemplo de Riad, incrementando su producción hasta los 4
millones de barriles.
Hola Adrián, sería posible contactar con usted vía email?
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Un saludo!