El islamismo moderado no existe. Como tampoco existe el comunismo
moderado o la socialdemocracia precavida. Soy musulmán, acato los mandamientos
del Corán, pero respeto las otras religiones. Para mí, los militantes de Al
Qaeda no son islamistas; están empeñados en destruir la Casa del Profeta, de ensuciar su nombre.
Recordé las palabras de mi buen
amigo, un piadoso intelectual turco, al tropezar con las poco tolerantes
manifestaciones de algunos políticos adscritos al Partido para la Justicia y el
Desarrollo (AKP) durante la última campaña electoral llevada a cabo en Anatolia.
Su radicalismo y su exacerbado nacionalismo resultan cuando menos inquietantes.
En este caso concreto, su víctima
fue Ekrem Imamoglu, candidato del Partido Popular Republicano (CHP) a la
alcaldía de Estambul, denigrado por ser de origen griego o griego póntico. En
efecto, Imamoglu es originario de Trebizonda, el último reino cristiano que
sobrevivió a la caída de Constantinopla, en 1453. Los habitantes de este feudo heleno
resistieron hasta 1461. A pesar de la musulmanización
progresiva del territorio, se cree que gran parte la población de la región
de Ponto tiene ascendencia griega.
Pese a la persecución de las
minorías cristianas de los años 1913 – 1923, la cuestión étnica no parecía
haberse planteado en la Turquía moderna hasta la primera década de nuestro
siglo, cuando elementos integristas volvieron a resucitar las consignas racistas
y xenófobas. La travesía del desierto de Ekrem Imamoglu empezó en el mes de
mayo, después de su victoria en las elecciones locales celebradas en el mes de
marzo en Estambul y anuladas, como se sabe, a petición expresa del presidente
Erdogan.
A mediados de mayo, el alcalde
conservador de Esenler, Mehmet Göksu, lanzó la primera diatriba: ¿Sabéis qué dice la prensa griega? Dicen que
los griegos han reconquistado Estambul. Pero, ¡un momento! ¿De dónde es este
tipo, Imamoglu? ¿Cómo es posible que los griegos hablen de la conquista de
Estambul sin que haya habido resistencia alguna?
Curiosamente, los medios de
comunicación atenienses jamás habían aludido a los posibles o probables orígenes
griegos de Imamoglu.
Durante unas fiestas celebradas a
comienzos de junio en la localidad póntica de Giresun, el vicepresidente del
AKP, Nurettin Canikli, rindió homenaje a Topal Osman, uno de los líderes del
movimiento nacionalista de la década de los 20, instigador de las masacres de
las comunidades griegas, armenias y aleví.
Canikli lanzó diatribas contra los
pontianos, acusándolos de traición durante la Guerra de Independencia. El propio
Imamoglu se vio obligado a proclamar su lealtad
al ideario nacionalista de Osman.
El genocidio griego, instigado
por los gobiernos del Imperio Otomano, el partido Comité de Unión y Progreso
(CUP) y el Movimiento Nacionalista Turco de Mustafa Kemal Atatürk, desembocó en
numerosas masacres, deportaciones forzadas y marchas de la muerte. Durante este
período, se procedió a la eliminación de alrededor de 1 millón de griegos
otomanos.
La hostilidad actual de los turcos
parece derivar del adoctrinamiento llevado a cabo por las instituciones. Sirva
como ejemplo la reciente decisión del Gobierno de Ankara de prohibir el rodaje
de un documental sobre la cuestión armenia. Al parecer, el veto fue formulado
por la plana mayor del ultraderechista Partido Acción Nacionalista (MHP), socio
de Gobierno del AKP, que prefiere correr un tupido velo sobre este período
histórico.
Irónicamente, muchos turcos que sienten
animadversión hacia los griegos o la minoría cristiana, son probablemente de
origen griego.
El nuevo alcalde de Estambul, Ekrem
Imamoglu, miembro de un partido laico, socialdemócrata y hombre de ideas
liberales, aterriza en el despacho ocupado hace un cuarto de siglo por Tayyip
Recep Erdogan, ese islamista moderado en
el que tanto confiaban los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca. El nuevo
regidor tiene por delante una colosal tarea: devolver la milenaria urbe a la
normalidad republicana después de décadas de gestión islámica.
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