El ayuntamiento de Ramle, una pequeña aldea árabe situada en territorio israelí, a pocos kilómetros del aeropuerto internacional de Tel Aviv, ha encontrado una inesperada fuente de ingresos. Se trata de la… ¡tumba de Harry Potter! No, desengáñese estimado lector; J.K. Rowlings no mató a su simpático héroe. Sin embargo, los restos mortales del auténtico Harry Potter, súbdito de Su Graciosa Majestad, descansan en tierra palestina desde 1939.
La historia resulta un tanto rocambolesca. El soldado Harry Potter, perteneciente al regimiento Worchestershire del ejército británico acantonado en Palestina hace más de 80 años, falleció el 22 de julio de 1939 en acto de servicio, luchando contra una banda de malhechores en las inmediaciones de Tel Aviv. Poco se sabe de aquél enfrentamiento. En los archivos ingleses no figura la identidad de los presuntos “criminales”. Lo cierto es que Harry fue enterrado con todos los honores en el cementerio militar de Ramle, junto a otros compañeros que defendían “la paz y el orden” en el territorio administrado desde finales de la década de los 20 por el Reino Unido.
Lo que sí sabemos es que el soldado Potter murió a la edad de 18 años, pues logró alistarse con sólo 17 en el ejército de Su Majestad, engañando ¡ay, qué poco fair play! a los oficiales de la oficina de reclutamiento.
También nos consta que el municipio de Ramle decidió aprovechar al máximo esa coincidencia de nombres para fomentar el turismo. De hecho, desde el macabro descubrimiento, el cementerio militar se ha convertido en el polo de atracción del turismo local e… internacional.
Detalle interesante: la aldea árabe cuenta también con un importante sitio arqueológico. Pero al parecer, la Historia “vende” menos que la Ficción. El “necroturismo” se está convirtiendo en el maná de una sociedad adicta a la cultura virtual. ¿Cultura?
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