La liberación de tres jóvenes rehenes de Hamas, capturadas hace 471 días
por el movimiento radical islámico, se convirtió en un festival de hipócritas
soflamas de respetables diplomáticos y politólogos, que trataron de
convencer a la audiencia de las cadenas de televisión occidentales que el
acuerdo de alto el fuego provisional entre Israel y Hamas pudo haberse logrado
merced a la presión internacional. Nada menos cierto, en realidad,
puesto que las manifestaciones de apoyo a uno y otro bando realizadas en Occidente
en los últimos 15 meses resultaron ser a la vez parciales y contraproducentes.
Los partidarios de una Palestina “del río hasta el mar” se enfrentaron con los
simpatizantes del “Gran Israel”, defensores del expansionismo del Estado Judío.
Malos augurios, ambos, para el diálogo y la convivencia de ideas, ideologías y
religiones.
Sería interesante analizar detenidamente el argumentario de ambos bandos,
sin caer en la trampa de la excesiva simplificación. La problemática de Oriente
Medio es sumamente compleja; los slogans no permiten identificar las “zonas
grises” del pensamiento crítico. El grave error que cometen los políticos,
muchos políticos, consiste en defender esquemas haciendo caso omiso de las
ventajas y los inconvenientes de sus fórmulas.
Al anunciar el acuerdo sobre el alto de fuego entre Israel y Gaza, los dos
Presidentes de los Estados Unidos – el saliente – Joe Biden y el futuro –
Donald Trump – no dudaron en atribuirse la paternidad del éxito. Para Biden, se
trata del culmen de su mandato. Para Trump, de un primer éxito político logrado
en compañía, eso sí, de su archirrival demócrata.
Biden acompañó su mensaje de despedida con una advertencia: Cuidado,
queridos compatriotas; qué vienen los oligarcas. Alusión transparente a los
multimillonarios que se arrimaron al bando de Trump: Elon Musk, Jeff Bezos,
Mark Zuckerberg. Trump, por su parte, se
limitó en reconocer que el alto el fuego se negoció con el equipo de Biden.
Curiosamente, uno de los primeros altos cargos que se apartó de la postura
del presidente saliente fue su Secretario de Estado, Antony Blinken, quien
manifestó que HAMAS no puede ser derrotado mediante una solución
militar, ya que el movimiento palestino ha reclutado durante de invasión
israelí casi tantos nuevos combatientes como los que perdió en los últimos
meses.
Al escribir estas líneas, nos llega la noticia de que la primera fase del
acuerdo de alto el fuego se ha materializado. La tres primera rehenes
secuestradas por Hamas llegaron a Israel sanas y salvas. Los presos
palestinos fueron liberados. Se contempla la retirada parcial de las unidades
israelíes del enclave. Las tropas se reubicarán en áreas situadas a unos 700
metros de la frontera con Gaza.
La segunda fase del acuerdo, prevista para dentro de seis semanas, prevé la
liberación de los prisioneros israelíes restantes, así como de un número mayor de reclusos
palestinos. Una vez completado este
intercambio, Israel debería proceder a la retirada total de sus fuerzas de
Gaza.
La tercera etapa del acuerdo consistirá en la entrega de los cuerpos de los
rehenes fallecidos en el cautiverio y de la elaboración de un plan para la
reconstrucción de Gaza, que se llevará a cabo bajo supervisión
internacional. Los negociadores del acuerdo – Egipto, Qatar y Estados
Unidos – confiesan que no se ha podido elaborar un borrador de dicho plan. Para
muchos, queda descartada la opción de una Administración provisional
multinacional. Otros descartan la posibilidad de recurrir a las estructuras de la
Autoridad Nacional Palestina, desprestigiada en la Franja. Algunos politólogos
estadounidenses, desconocedores de la realidad de Oriente Medio, piensan haber
encontrado una solución milagrosa: ¡Hamas! El afán de Netanyahu de
acabar con la hidra palestina quedaría, pues, relegado a un segundo,
véase tercer plano.
Los partidos ultraconservadores abandonaron en Gobierno de Netanyahu,
argumentado que el acuerdo de alto el fuego sería perjudicial para la seguridad
de Israel. Sus temores están compartidos
por muchos ciudadanos de edad avanzada, que desconfían de las promesas del
actual Gobierno.
Me alegro de que estas jóvenes hayan vuelto a casa. Pero me preocupa el porvenir de mí país. Creo que vamos de mal en peor, confesaba anoche un viejo telaviviense. ¿De mal en peor?
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