Cantar loas a Masjid Al Aqsa, la mezquita más lejana del Islam primitivo, es una práctica común en el mundo islámico. Invocar la ansiada reconquista de este lugar de culto sagrado para los musulmanes forma parte del vocabulario moderno de los políticos y los doctores de la fe islámica. La primera exhortación para la liberación del Monte del Templo, para que la bandera verde del Islam vuelva a ondear sobre la cúpula de Al Aqsa, la oí allá por los años 70 del pasado siglo en Teherán, durante los últimos meses del reinado del Sha de Persia. El emperador tenía los días contados. En los anexos del Ministerio de Información, mejor dicho, en las oficinas de la inflexible Censura, los enviados especiales de los medios de comunicación extranjeros se deleitaban escuchando los mensajes del proscrito ayatolá Jomeini. Los funcionarios de la administración imperial nos facilitaron graciosamente traducciones a varios idiomas occidentales. Tenéis suerte; son fidedignas, me comentó con una sonrisa irónica uno de los cabecillas de la aún insignificante oposición al régimen.
¿La bandera verde del Islam en
Jerusalén? ¿Qué le pasa a nuestro ayatolá?, preguntó aquella noche una
famosa pintora iraní, ardiente musulmana, acostumbrada con glamurosos los eventos
culturales de París, Londres o Los Ángeles. Me confesó, no obstante, que la
idea le parecía más bien apetecible, pero… No hay que olvidarse; estamos
hablando de Israel. Con el paso del tiempo, comprendí que los vaticinios de
Jomeini podrían materializarse. Hoy en día, los peones de la República Islámica
– y no meros predicadores, sino curtidos guerrilleros - se encuentran en Siria,
Líbano o la Franja de Gaza. Su objetivo sigue siendo el mismo: colocar los símbolos
del Islam en la cúpula dorada de la mezquita de Al Aqsa.
Poco sorprendentes resultaron,
pues, las declaraciones formuladas el pasado fin de semana por el presidente
turco, Tayyip Recep Erdogan, quien reclamó Jerusalén, el noble santuario del
mundo musulmán, como herencia del brillante pasado imperial de los sultanes
de Constantinopla. En esta ciudad, que tuvimos que abandonar llorando
durante la Primera Guerra Mundial, todavía es posible encontrar rastros de la
resistencia otomana. Así que… Jerusalén es nuestra, una ciudad nuestra manifestó el
dignatario turco ante la Asamblea Nacional, las altas instancia de la Defensa,
los representantes de la cultura y los enardecidos miembros agrupaciones
islámicas turcas. El mensaje de Erdogan recuerda, curiosamente, las palabras de
Jomeini. Los tiempos han cambiado, pero la reclamación del estadista turco,
partidario de la restauración de la descomunal zona de influencia del
desaparecido Imperio Otomano y la incitación a la yihad del anciano ayatolá
son, en definitiva, dos mensajes convergentes.
Reconquistar Jerusalén. Hoy por hoy,
parece disparatado imaginar un conflicto armado entre Turquía, país miembro de
la OTAN y aliado (?) de Washington y el Estado judío, el portaaviones norteamericano
en el Mediterráneo. Defender et tercer lugar santo del Islam – Al Aqsa - los
Santos Lugares de Jerusalén y la causa del pueblo palestino, que Erdogan apoya
firmemente, no requiere forzosamente el recurso a la violencia. El presidente
turco encontrará otras vías para ejercer presiones sobre los mandatarios de Tel
Aviv. Pero recuerdo las palabras de mi amiga persa: estamos hablando
de Israel…
Queda otra incógnita: en la ceremonia para la reislamización
de la basílica de Santa Sofia, el presidente turco aludió al legado
musulmán de Jerusalén – Al Aqsa – y… Al Ándalus (¡Córdoba!) ¿Qué harán las autoridades españolas, tan
propensas a mantener el obsoleto Diálogo de Civilizaciones (hispano-turco)
concebido en su momento por José Luis Rodríguez Zapatero?
Personalmente, confieso que me da
pavor contestar. Me limito, pues, a dejarles la pregunta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario