Hace apenas unas semanas, el ejército sirio abrió fuego a través de la frontera con Turquía para castigar, aparentemente, a grupos de fugitivos –civiles y militares- que habían decidido asilarse en el país otomano. Fue ésta la gota de agua que hizo desbordar el vaso; los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU aprobaron una resolución redactada por los países árabes, autorizando la presencia de observadores militares no armados en el conflicto que opone, desde hace más de un año, al Gobierno del presidente Bashar el Assad y la oposición liderada (o teledirigida) por elementos afines a la cofradía de los Hermanos Musulmanes.
La avanzadilla de los “cascos azules” de la ONU llegó a Damasco en menos de una semana, tratando de allanar el terreno para la llegada de unos 300 expertos militares. Aún así, los combates en suelo sirio continúan, llevando el agua al molino de la Secretaria de Estado norteamericana. Hilary Clinton, partidaria de una intervención directa y contundente contra el régimen de El Assad. El propio Presidente Obama se ha visto obligado a censurar la postura de la jefa de la diplomacia estadounidense. Hilary se decantó finalmente por el envío de ayuda “no letal” al Ejército Libre de Siria. Se trata de equipo de transmisión vía satélite y gafas para la visión nocturna, empleadas por las tropas estadounidenses en los conflictos de las últimas décadas. Una puntualización: las gafas no sirven sólo para protegerse contra el enemigo, como afirman los norteamericanos; también se utilizan en los ataques nocturnos…
Huelga decir que en el caso de Siria, al igual que en el mal llamado operativo “humanitario” de Libia, presenciamos un descarado intento de manipulación de la opinión pública. Lo que se pretende es ocultar deliberadamente los abusos cometidos por los “combatientes por la libertad”, es decir, por los grupos armados que integran el autodenominado Ejército Libre de Siria. De hecho, ya en abril de 2011, el rotativo Asia Times se hacía eco de la muerte en Banyas de militares de las fuerzas regulares, fusilados por los rebeldes.
Los medios de comunicación occidentales no informan sobre los atentados suicidas perpetrados por extremistas en Damasco o Alepo, ni sobre los llamamientos a “la lucha” atribuidos a la red de Al Qaeda. De hecho, para Washington y sus aliados occidentales “amigos de Siria”, el único interlocutor válido es el Consejo Nacional Sirio, entelequia integrada por exiliados, miembros o simpatizantes, en su gran mayoría, de la cofradía de los Hermanos Musulmanes. ¿Serán éstos los verdaderos artífices de la futura democracia, partidarios de la celebración de elecciones libres y de la introducción de un sistema político pluripartidista? La involución detectada en otros países de la zona, donde se han impuesto las “primaveras árabes”, nos incitan a dudar de la validez de los resultados obtenidos.
Algunos políticos de la zona, como por ejemplo el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, denuncian el involucramiento en el conflicto interno sirio de países como Arabia Saudita y Qatar, que propugnan la intervención armada. Estima el dignatario iraquí que los Estados que “están interviniendo en los asuntos internos de Siria” se arrogarán el derecho de injerencia en los asuntos de cualquier otro país de la región.
“¿Cuándo apoyó Arabia Saudita la libertad?”, clama al Maliki. Curiosamente, sus declaraciones fueron acalladas por los medios de comunicación… ¡árabes! Un ejemplo: la cadena de televisión Al Yazira, propiedad de la familia principesca de Qatar, se limita a ofrecer una cobertura parcial del conflicto. De hecho, algunos de sus redactores se vieron obligados a dimitir, por disconformidad con la política editorial de la emisora.
Cabe preguntarse, pues: ¿qué interés tiene la Administración Obama en apoyar el cambio de régimen en Siria? Es obvio que las estructuras ideadas por Hafez el Assad, padre del actual “hombre fuerte” de Damasco, sobrevivirán al levantamiento de los rebeldes y que un enfrentamiento prolongado sólo aumentaría el número de bajas civiles.
Pero hay más: según una encuesta realizada en febrero por la agrupación “Los Debates de Doha” y financiada por la Fundación Qatar, el “55% de los sirios desean que Assad permanezca en el poder” por temor a la guerra civil. Para los pobladores de las tierras del antiguo califato es importante que Bashar siga gobernando, pero comprometiéndose, eso sí, a celebrar elecciones libres en un futuro no muy lejano.
Nada que ver, todo ello, con las inexplicables prisas y prioridades de la Sra. Clinton.
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